José Orbaiceta: una vida construida desde el cooperativismo

PORTADA 9

José Hernán Orbaiceta es una figura central en la historia del cooperativismo argentino. Su compromiso con la economía social y solidaria abarca más de seis décadas, desde sus inicios en los años ’60 hasta su rol actual como referente histórico del movimiento.

De Lobería a Ferrograf: cooperativismo y resistencia

Su recorrido comenzó en 1960 en la Cooperativa Agrícola Ganadera de Lobería, un espacio donde dio sus primeros pasos en la organización cooperativa. Años después, en plena dictadura militar, fue parte de un grupo de trabajadores cesanteados que decidieron fundar Ferrograf, una imprenta autogestionada en La Plata. Con el apoyo del Sindicato Gráfico Platense, Ferrograf funcionó inicialmente como sociedad de hecho y se constituyó como cooperativa de trabajo en 1986. Con el tiempo, se transformó en un emblema del cooperativismo gráfico argentino y en un ejemplo de organización obrera frente a la adversidad.

A lo largo de su trayectoria, Orbaiceta desempeñó múltiples roles de liderazgo. Fue presidente de FECOOTRA (Federación de Cooperativas de Trabajo de la República Argentina), secretario de Relaciones Internacionales de la CNCT (Confederación Nacional de Cooperativas de Trabajo), vocal titular del directorio del INAES, en representación de COOPERAR, donde también fue tesorero, consejero Honorario de COOPERAR, en reconocimiento a su trayectoria y militancia.  Además, representó a la región Mercosur en el comité ejecutivo de CICOPA, la organización internacional de cooperativas de producción y servicios.

Cooperativismo como respuesta frente a la crisis

Orbaiceta no sólo defiende el modelo cooperativo como forma organizativa, sino como una ética de vida. Suele destacar que más del 50% de las cooperativas en Argentina son de trabajo, y que a nivel mundial el cooperativismo genera más empleo que muchas multinacionales. Durante la dictadura, recuerda, las cooperativas eran de los pocos lugares donde todavía se votaba, subrayando su papel como espacios de democracia real.

“Hacer del mundo una cooperativa”

Desde La Nota, entrevistamos al referente en el marco del Día del Cooperativismo, que se celebra el primer sábado de julio de cada año.

—¿Cómo ves el estado actual del mundo en relación con la paz y la cooperación internacional?

 —Mucho éxito no hemos tenido, porque hoy hay unas 50 guerras activas en el mundo. Si tomamos en cuenta que hay un poco más de 190 países, eso significa que más de 100 están peleando entre sí. Como decía el Papa Francisco: estamos viviendo una tercera guerra mundial en silencio.

—En ese contexto, ¿qué rol han jugado las cooperativas a lo largo del tiempo?
—Cuando se fundó Naciones Unidas, la primera organización civil que se reconoció fue la Alianza Cooperativa Internacional (ACI). Ya en ese momento, el movimiento cooperativo era de carácter mundial. Formalmente, todo comienza en 1844 con la cooperativa de Rochdale, en Inglaterra. Surgió como una respuesta de los trabajadores a las condiciones inhumanas de la primera acumulación capitalista. Trabajaban hombres, mujeres y niños en condiciones brutales. En Europa, el esclavismo en América completó esa base del sistema. Frente a eso, nacen las cooperativas: de consumo, de trabajo, de crédito.

—¿Y cómo fue que ese movimiento se expandió por el mundo?
—En Inglaterra fueron fuertes las de consumo; en Francia, las de trabajo; en Alemania, las de crédito agrícola. Y al tener una base en movimientos de izquierda, socialistas y sindicales, se volvió un movimiento internacional. Así llegó a América con los inmigrantes. Y de aquellos 28 pioneros hoy pasamos a 1300 millones de personas en el mundo participando en cooperativas y mutuales. Es democracia en la economía: un socio, un voto.

—¿Cuál ha sido la relación histórica entre las cooperativas y los organismos internacionales?
—Muy activa. La ACI desarrolló vínculos con organismos de Naciones Unidas, la OIT, la OMS, etc. Sin ser guiadas por nadie, las cooperativas fueron creando alternativas frente al capitalismo concentrado.
En 2012, la ONU declaró el Año Internacional de las Cooperativas, reconociendo este modelo como una forma distinta de organizar la economía. En 2025, lo vuelve a hacer con el lema: “Las cooperativas construyen un mundo mejor”.

—¿Qué implicancias tuvo esa declaración en 2012 para el movimiento?
—Fue muy movilizadora. Me acuerdo del Congreso de la ACI en Ginebra, donde vino Jeremy Rifkin —un asesor de gobiernos europeos y de EE.UU.— y dijo que el mundo iba al muere si seguíamos con la matriz energética basada en petróleo. Y señaló a las cooperativas como la única forma organizativa que podía construir un modelo alternativo. Ahí, muchos seguimos de largo, pero otros nos dimos cuenta de que no podíamos seguir construyendo cooperativas en soledad. Teníamos que practicar el sexto y séptimo principio: intercooperación y compromiso con la comunidad.

—¿Cuál fue la evolución desde ese llamado de atención hasta hoy?
—Hubo un proceso. Por ejemplo, Ariel Guarco —cooperativista argentino— asumió la presidencia de la ACI con la idea de que no fuera solo una organización de cúpula, sino expresión real de los millones de cooperativas del mundo. Se sumó a la Agenda 2030 de la ONU, se establecieron alianzas con movimientos sociales, culturales, religiosos y gobiernos progresistas.

—¿Qué iniciativas se están desarrollando en Argentina por el Año Internacional 2025?
—Desde COOPERAR, estamos haciendo encuentros de comunicación, formación de dirigentes, trabajo con municipios cooperativos, incluso un acto central en Buenos Aires con presidentes de cooperativas de todo el país. La idea es decir: “Aquí estamos”, aunque el contexto sea adverso.
También habrá un encuentro parlamentario, donde vamos a plantear, por ejemplo, que necesitamos una ley específica para las cooperativas de trabajo, porque hoy estamos sostenidos por resoluciones del INAES y fallos judiciales, no por una ley clara.

¿Qué desafíos legales enfrenta el cooperativismo hoy?
Muchos. Hay figuras nuevas, como las cooperativas de múltiples partes (trabajadores, municipios, financiadores), que no están contempladas. Necesitamos una legislación que reconozca esas experiencias. Y también tenemos que discutir temas impositivos: las cooperativas no deberían pagar Ganancias ni Ingresos Brutos porque no somos organizaciones de lucro.

¿Hay experiencias nuevas que inspiran en el mundo cooperativo? Muchas. Por ejemplo, cooperativas de acompañamiento a personas con consumos problemáticos, que integran a médicos, familiares, trabajadores sociales. O cooperativas como Smart, en Europa, que dan servicios a trabajadores autónomos de distintos países. Hoy, la tecnología permite eso. Lo importante es no caer en la uberización, donde las plataformas explotan. Las cooperativas deben usar la tecnología para organizarse de otra manera, desde la autogestión.

¿Cómo está el movimiento cooperativo a nivel internacional?
Asia es la región con más socios: China, Japón, Corea. Después viene América: EE.UU., Canadá, México, Argentina, etc. En mayo, hubo un gran encuentro en Chile con la CEPAL. En India, el presidente mismo participó de una asamblea de la ACI. India tiene la cooperativa de abonos más grande del mundo, y también cooperativas de mujeres que cocinan y distribuyen comida. En Uruguay, con el gobierno actual, también se está fortaleciendo el cooperativismo. En África, aunque partió de más atrás, crece muy rápido.

¿Qué enseñanza deja todo este recorrido?
Que la cooperativa no es un edificio ni una máquina: es la gente. Y no existe la cooperativa ideal: existe la que somos capaces de construir. Nadie nace cooperativista. Nos hacemos en la práctica. Y por eso necesitamos enseñar cooperativismo desde la escuela primaria. El sistema construye capitalistas; nosotros tenemos que construir cooperativistas.

Para cerrar, ¿qué le diría a los jóvenes que se acercan hoy al cooperativismo?
Que no hay cooperativismo sin lucha, sin compromiso. Que hay que inventar, resistir, reinventarse. En nuestra imprenta, cuando no había laburo, salimos a vender fruta y verdura. Tuvimos que pelear para que nos permitan ser una cooperativa multiactiva.
El cooperativismo no es un sello: es un proceso, se construye todos los días hasta el último día de la vida. Y si no lo hacemos nosotros, nadie lo va a hacer por nosotros.

Un legado en construcción

En el marco del Año Internacional de las Cooperativas 2025, Orbaiceta vuelve a tener una voz activa para pensar el presente y el futuro del movimiento. Para él, el cooperativismo no es una forma de empresa de segunda categoría, sino una herramienta concreta para construir otra economía: inclusiva, participativa, sustentable.

Su historia sintetiza la potencia de la autogestión obrera, la importancia de las organizaciones populares y la necesidad de sostener lo colectivo frente a modelos que destruyen tejido social en nombre del mercado.

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