Hablar y saber de cine

El docente y cinéfilo Pedro Arturo Gómez expone algunos argumentos sobre la necesidad de mayor profesionalismo al momento de hablar de cine en los medios de comunicación.

El cine agita pasiones, alienta apologías y rechazos, también –no pocas veces- da lugar a escenas inadmisibles de ignorancia del peor tipo, la legitimada.

En la reciente emisión de un programa del canal de noticias C5N, un supuesto crítico cinematográfico –de regreso de su cobertura de los premios Golden Globe- hacía referencia al papel de las y los realizadores en estos términos: “Las películas no son sólo los actores, atrás están los directores que son los que dirigen”. La perogrullada está servida y –con seguridad- incluida en el sueldo de este profesional de la información. Otra perlita de este mismo collar podemos hallarla en la televisión tucumana, cuando hace no mucho el conductor de un espacio periodístico le tiró un centro a quien oficiaba de especialista con referencia a Robert Redford, en ocasión de la noticia sobre el retiro de éste. La persona en cuestión no fue capaz de ir más allá de la exhibición de su desconocimiento no sólo del tema en sí, sino acerca de la extensa trayectoria del célebre astro hollywoodense como actor y cineasta. Pero allí estaba, con su presencia en la pantalla habilitada por la institución mediática, obra de vaya a saber uno qué manos del destino o de la generosidad del capital social.

Es así que el cine impelido por su popularidad promueve gestos de desmañada improvisación y liviandad, ejemplos sobran. Todos estos ripios nos traen de vuelta a la misma vieja escena: la de las funciones de la crítica como discurso en torno a la producción cinematográfica. Dejando de lado las indagaciones del campo académico en sus espacios específicos, la crítica de cine es un subgénero del periodismo cultural –o, en el peor de los casos, del periodismo de espectáculos- un territorio que suele aparecer, sobre todo en la televisión, como pista para los despliegues de la superficialidad. Dicho de otro modo, un terreno al que se siente con derecho cualquier allegado movido por la atracción del cine o los arrebatos de la cinefilia, así de fácil. Pero no tanto…

El rol de la crítica cinematográfica como ejercicio de periodismo cultural es, en principio, elaborar de manera valorativa una información que sirva como orientación para el público espectador, además de ofrecer elementos para un trabajo de interpretación más allá de la comprensión de los contenidos explícitos de las películas. En esta tarea es que adquiere sentido el tratamiento de datos sobre el lenguaje del cine, sus técnicas y tecnologías, su historia, sus géneros, sus profesiones y oficios, sus condiciones de producción, la obra de sus realizadoras y realizadores, las particularidades estéticas y narrativas de tal o cual film, conjunto de filmes o cineasta, etc.

Quien se desempeñe en la comunicación mediática, dentro del periodismo cultural especializado en la producción cinematográfica, debería ser capaz de explicar de modo accesible qué hace una directora o director de cine en las etapas de pre-producción, rodaje y post-producción, porque las preguntas al respecto son totalmente legítimas, no así la emisión de obviedades como respuestas ociosas a esos interrogantes. Ante inquietudes como ésta debería ser posible decir que, en lo básico, la directora o director debe tomar decisiones sobre qué contar y cómo hacerlo, y qué mostrar a través de la filmación y cómo mostrarlo. Esto implica interpretar el guion y, eventualmente, intervenirlo en su traslado a la pantalla, definir el tono de la película para determinar la puesta en escena en cuanto a elementos como la fotografía, el diseño de arte y el sonido, trazar la planificación del rodaje, participar en el casting, determinar la organización de la estructura narrativa y el tratamiento de la imagen mediante los tipos de planos, encuadres, posiciones y movimientos de las cámaras, dirigir la actuación del elenco, y supervisar el trabajo de post-producción, en particular la edición o montaje.

Y si en la hoja de ruta nos encontramos con el perfil de una personalidad del mundo del cine, por ejemplo, Robert Redford –ya que estamos- habría que estar en condiciones de hablar sobre su extensa carrera como actor y director, su fuerte presencia actoral en el Nuevo Hollywood de fines de los años ’60 y toda la década de los ’70, su muy personal carrera en la dirección cinematográfica, y su papel fundamental en la institucionalización del llamado “cine independiente” a través de la fundación del Sundance Institute y del Sundance Festival. Por supuesto, no se trata de un acopio enciclopédico de información, sino de la capacidad de editar un banco de datos con objetivos comunicacionales.

Además de la información profesionalmente elaborada sobre algún hecho del mundo cinematográfico, las labores de la crítica entrañan una práctica de argumentación nutrida por el conocimiento, para sostener el discurso valorativo de una actividad que –a pesar de sus debacles- no cesa de reactivarse con renovado entusiasmo, sobre todo en los circuitos de la era digital. El amor al cine, como todo amor, conlleva trabajo y dedicación.

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