Abuelas de Plaza de Mayo anunció este lunes la restitución de la identidad del nieto 140. Se trata del hijo de Graciela Alicia Romero y Raúl Eugenio Metz, militantes del PRT-ERP, secuestrados por la dictadura cívico-militar el 16 de diciembre de 1976 en Cutral-Có, Neuquén. Graciela estaba embarazada de cinco meses. El bebé nació en cautiverio el 17 de abril de 1977 en el centro clandestino de detención “La Escuelita” de Bahía Blanca.
La historia de Graciela y Raúl forma parte del entramado de dolor y resistencia que dejó el terrorismo de Estado. Por testimonios de sobrevivientes, se supo que ambos estuvieron primero en “La Escuelita” de Neuquén y luego en la de Bahía Blanca, donde Graciela dio a luz a un varón.
Graciela, a quien su familia llamaba “Peti”, nació el 21 de agosto de 1952 en Buenos Aires. Raúl, apodado “El Melli” por que tenìa un hermano mellizo, nació el 24 de agosto de 1953 en Bahía Blanca. En 1975 tuvieron a su primera hija, Adriana Elisa, quien fue criada en Bahía Blanca por sus abuelos Oscar y Elisa.
El 4 de diciembre de 1981, Alicia envió una carta manuscrita a la casa de los abuelos Metz para contarles que su nieto había nacido el 17 de abril de 1977. Oscar leyó la nota en voz alta. Sin que él lo supiera, Adriana escuchó también. Así se enteró de que su hermano había nacido.
Oscar murió al poco tiempo, en 1982. Adriana se crió con su abuela hasta los catorce años, cuando ella se enfermó y ya no pudo cuidar de su nieta. En ese momento, se mudó a Mar del Plata para vivir con la hermana de su mamá.
Con el paso de los años, Adriana transformó el dolor en militancia. Desde 2012 integra la filial marplatense de Abuelas de Plaza de Mayo y en 2023 se sumó a la comisión directiva. Hoy, celebra la restitución de su hermano, buscado durante más de 47 años.
La recuperación del nieto 140 se suma a las restituciones recientes del nieto 138 (en diciembre de 2023) y de la nieta 139 (en enero de 2024).
La historia continúa, porque las Abuelas siguen buscando. Quedan alrededor de 300 nietos y nietas apropiadas por restituir. Cada encuentro no solo devuelve una identidad: es también una victoria colectiva de la memoria, la verdad y la justicia.