El 92% de las empresas argentinas no garantizan la lactancia de las madres trabajadoras

Las innegables bondades de la lactancia materna condujeron a la elaboración de la “Declaración de Innocenti”, firmada en agosto de 1990 por gobiernos de varios países, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y UNICEF, asignando a la semana del 1 al 7 de agosto de cada año, un momento de promoción y apoyo alrededor de su práctica.

Al respecto, la OMS la recomienda enfáticamente como método de alimentación exclusivo durante los seis primeros meses de vida, y desde la primera hora de vida. Posteriormente, a partir del séptimo mes y hasta los dos años de vida (o más), indica complementarla con otros alimentos.

Sí. Las virtudes y bondades del amamantamiento son indiscutibles, pero hacerlo requiere esfuerzo, tiempo, dedicación y un fuerte sistema de contención vincular y económico. Está claro que sus beneficios impactan (de un modo directo) en cada bebé, en cada madre, o varón trans, en cada familia, pero también (de un modo indirecto) a escala social: mejora la salud de los y las bebés, por lo que se genera una demanda menor de recursos del sistema de salud en general, reduciendo el consumo de medicamentos; disminuye la contaminación ambiental, porque se requieren menos leches artificiales, envases, papeles y conservantes, disminuyendo la producción de basura, pero, ¿cómo transitan las mujeres la lactancia? ¿Hasta qué punto es posible sostener el amamantamiento como alimento exclusivo?¿Qué participación tiene el Estado al respecto?

Cecilia Garat es abogada, trabaja en el Sindicato de Amas de Casa, es integrante cofundadora de la Red de Abogadas Feministas (RAF), ejerce la abogacía de un modo independiente y se convirtió en madre de Facundo desde hace siete meses y medio. “Si bien Facu fue concebido desde un fuerte y genuino deseo de maternidad, es decir planeado y buscado, su llegada fue una verdadera revolución en mi vida, y en una escala que jamás había imaginado”, señala Garat para La Nota.

En efecto, la maternidad cambió el foco de múltiples planos de la vida de Cecilia, incluso, desde el ejercicio de su profesión, porque, por ejemplo, a la hora de pensar en la lactancia de Facundo, agudizó la mirada alrededor del marco legal que existe sobre el amamantamiento. “Hay situaciones que hasta que no las viví en relación a la maternidad, a pesar de imaginarlas miles de veces y tratar de empatizar con mis clientas, no las dimensioné con veracidad ni remotamente”, reflexiona.

Amamantar y trabajar

Según el artículo 179 de la Ley Nº 20.744 -que garantiza el descanso de lactancia-, vigente en la Ley de Contrato de Trabajo de la República Argentina, toda trabajadora madre de lactante podrá disponer de dos descansos de media hora para amamantar a su hijo o hija, en el transcurso de la jornada de trabajo, y por un período no superior a un año posterior a la fecha del nacimiento.

“Lo que la mayoría de las mujeres madres hacen con la ley de descanso es entrar al trabajo una hora después del horario consensuado, o salir de él una hora antes”, indica Garat, quien, en esa línea, sostiene que la propuesta legal de parte del Estado es inaplicable debido a que media hora ni siquiera es suficiente para desplazarse (por más cerca que se viva del trabajo) y mucho menos para amamantar. “El sistema de lactancia no está pensado ni desde un punto de vista fisiológico, ni en función de las necesidades de los y las bebés, ni de las madres. En el caso de los más pequeños y pequeñas, dar la teta es casi una ceremonia y puede llevar hasta una hora completa en algunos casos”, detalla Garat, remarcando que el descanso estipulado por la ley es una verdadera falacia y absolutamente privativa, puesto que, incluso, en los casos de las mujeres más pudientes económicamente y que cuentan con un fuerte sistema de apoyo extra, esto no sería aplicable. “El mercado laboral expulsa a las madres de sus trabajos”, afirma.

A su vez, la abogada indica que, si bien ella tuvo la oportunidad de llevar a su bebé al trabajo consigo, un mes atrás comenzó a dejarlo en casa al cuidado de otra persona por decisión propia. “Mi marco laboral es realmente favorable y mi economía me permitió tomar la decisión de empezar a dejar a Facundo en casa, pero la mayoría de los empleos no permiten a las madres llevar a sus bebés a sus espacios de trabajo, y, con la precarización laboral, los tarifazos y la creciente crisis económica nacional, cada vez son menos las personas que pueden solventar la tercerización del cuidado”, describe.

Lactarios

Por otro lado, la ley que aborda el descanso de lactancia sostiene que en los establecimientos donde preste servicios el número mínimo de trabajadoras, el empleador o empleadora deberá habilitar salas maternales y guarderías para niños y niñas hasta la edad y en las condiciones que oportunamente se establezcan. “Son muy pocas las empresas que tienen a disposición las salas maternales para llevar a las criaturas. A su vez, tampoco existen lactarios, entonces, la mayoría de las mujeres se sacan la leche en los baños de las empresas; nada menos aséptico que eso”, subraya.

En efecto, de acuerdo a un estudio sobre Sector Privado y Derechos del Niño, elaborado por UNICEF, el 92% de las empresas en Argentina no cuentan con un espacio digno de lactancia, en el que también se destaca que un 32% de las compañías relevadas no ofrece reducción horaria para aquellas mujeres que están amamantando a sus hijos o hijas. Al mismo tiempo, se pondera que el 84% respeta lo establecido por ley, en relación al otorgamiento de licencia con goce de sueldo y un 6% de ellas brinda una remuneración extra, mientras que apenas el 50% supera lo normado en los días no laborables para los padres, que es apenas de dos jornadas.

Mandato social

Desde otro plano de análisis, Garat señala que existe una fuerte presión social alrededor del amamantamiento. “Todas sabemos lo importante que es alimentar únicamente con leche materna a los y las bebés, eso está fuera de discusión. Sin embargo, a las mujeres se nos exige ser 100% madres, sin descuidar nuestros trabajos ni militancias, entonces, la lactancia cada tres horas se vuelve una demanda permanente de plenitud energética, de salud, buena alimentación y descanso; estados y situaciones que no siempre son posibles o están presentes, sobre todo para las mujeres que no cuentan con un sistema de contención familiar o comunitaria, ni de pareja responsable de la crianza”, señala.

Estado ausente

Otro tema destacado por la profesional es que, además del marco legal laboral que expulsa a las mujeres del sistema laboral, los jardines maternales y lactarios son privados. “El amamantamiento y la crianza de un hijo o hija de menos de 3 años son dos asuntos que carecen de la intervención o responsabilidad de Estado. La Asignación Universal por Hijo es menos que simbólica en términos económicos; criar a un niño o niña es carísimo y el Estado no colabora en ello”, concluye.

Luisa Brumana, representante de UNICEF Argentina, señaló para el medio Popular, que “el hecho de que solo dos de cada diez empresas ofrezcan a sus trabajadoras reducción de jornada laboral para el cuidado de bebés o la posibilidad de trabajar desde la casa (teletrabajo), demuestra que todavía hay desafíos pendientes en materia de acciones que contribuyan a que las madres y los padres cuenten con tiempo suficiente para acompañar la crianza de sus hijos e hijas”. En este sentido remarcó que “el 95% de las empresas privadas no facilita el acceso a espacios de cuidado infantil dentro, de los beneficios que ofrece a sus colaboradores”.

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