Un caso que conmocionó al mundo invita a reflexionar sobre el pacto del silencio y los peligros que puede traer para las comunidades. En Tucumán, en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNT, surge una alternativa para esta amenaza. Una especialista en género y una estudiante discuten cómo podría mejorar la convivencia
Esta nota fue producida en el marco de las prácticas profesionales de la Cátedra de Comunicación Alternativa de la Carrera de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Nacional de Tucumán. Por Victoria Reinoso y Virginia Daniela Gómez
A principios de septiembre, el caso de Gisèle Pelicot, una mujer francesa de 72 años, horrorizó al mundo. Entre 2011 y 2020, fue drogada y abusada sexualmente por su ex esposo, Dominique Pelicot, quien además, contactaba a otros hombres para que participen en estos actos. Actualmente, hay 51 acusados, aunque se estima que el número podría llegar a casi 100. Según el propio Dominique, “3 de cada 10 de ellos se negaban a participar, pero ninguno denunciaba la situación”.
Además de la violencia atroz del caso, una frase trascendió fronteras: “Que la vergüenza cambie de lado”, decía Gisèle en una de las audiencias del juicio. La valentía de la mujer resonó en todas partes del mundo. Este caso se interpretó como un reflejo de una sociedad marcada por el patriarcado. Un artículo del New York Times describe a los violadores como un “caleidoscopio de la sociedad francesa de clase media y trabajadora”, de diferentes profesiones y edades. La pregunta que aterra hacer es ¿cómo es que durante casi una década ninguno denunció lo que estaba pasando?
Una posible explicación radica en el concepto de pacto patriarcal. Se refiere a acuerdos explícitos o implícitos entre hombres para mantener y reproducir estructuras de poder que les benefician, en detrimento de las mujeres y personas con identidades de género diversas. María Gabriela Córdoba, Doctora en Humanidades, docente universitaria y especialista en estudios de género, explica: “Este pacto incluye el sostenimiento de privilegios masculinos en términos de poder político, económico, social y simbólico, así como la complicidad en la perpetuación de la violencia de género. El pacto implica una complicidad entre ellos al no cuestionar activamente las injusticias de género”, señala. El silencio funciona como un código que refuerza el funcionamiento del sistema.
Es un fenómeno que oprime a toda la sociedad, incluso a los hombres que son acogidos bajo este manto. Aquellos que deciden romperlo a menudo enfrentan resistencia y son estigmatizados por sus pares. “Es común que estos varones sean aislados o estigmatizados por romper con las normas de complicidad masculina”, advierte Córdoba.
Los hilos de este pacto silencioso no solo se observan a nivel macro, sino que también se manifiestan en espacios cotidianos para muchas personas: en las casas, en las calles o en espacios educativos como las universidades. Y por supuesto, las facultades de Tucumán no están exentas de estas dinámicas de poder.
“Un instrumento esencial para enfrentar la violencia de género, acoso y discriminación”
En el ámbito universitario, el patriarcado se manifiesta de diversas maneras: en los debates en las aulas, en las cátedras dominadas por hombres, en las situaciones de acoso sexual entre pasillos y fuera de sus instalaciones pero en el marco de sus mismas actividades. Esto crea un ambiente en el que las conductas machistas son normalizadas y las víctimas son silenciadas y minimizadas.
En la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Tucumán, este debate se convierte en un campo fértil para reflexionar y plantar semillas de cambio. Según la docente, sería muy bueno que haya apertura a debatir estos temas en las aulas. “Mejoraría la convivencia estudiantil para todas, todos, y todes”, expresa. “Romper el pacto patriarcal permite que los hombres exploren y promuevan nuevas formas de masculinidad más inclusivas, equitativas y basadas en el respeto mutuo, la emocionalidad y la empatía”, suma.
Ante una realidad violenta, la implementación de un protocolo de violencia de género se convierte en una herramienta esencial para desafiar el patriarcado en la universidad. Su función principal es brindar un marco de acción para proteger a las víctimas y establecer procedimientos claros ante denuncias. “Creo que es un instrumento esencial para enfrentar las situaciones de violencia de género, acoso y discriminación”, opina Córdoba.
El protocolo de género actual de la Facultad de Filosofía y Letras, aprobado en 2017, este año fue objeto de una reforma impulsada desde la cátedra de Antropología y el Centro de Estudios Históricos Interdisciplinarios sobre las Mujeres (CEHIM) de la UNT. El equipo multidisciplinario incluyó estudiantes, docentes y no docentes que abogaron por avances en las políticas de género.
Los avances del protocolo universitario de Filosofía y Letras
“El nuevo protocolo tendrá una normativa vinculada a las diversidades sexuales y a la Ley de Identidad de Género, que no aparecía antes. Además de un anexo sobre cómo se trata a menores de edad en temas de violencia de género”, adelanta Paula Aráoz, estudiante de historia, miembro de Antropología, del CEHIM y militante de La Bolívar, Centro de Estudiantes de Filosofía.
Hace dos años fue consejera superior por el estamento estudiantil durante el inicio de la reforma del protocolo. “Tuvimos varios avances que permiten un reconocimiento institucional más sólido. Se modificó el circuito burocrático de la denuncia para facilitar el proceso y legitimar las acciones”, detalla la joven.
Este tipo de herramientas no solo busca proteger a las víctimas, sino también educar a la comunidad universitaria sobre el respeto y la igualdad, creando un ambiente que desafíe las normas patriarcales existentes. “La universidad se tiene que hacer cargo de que reproduce socialmente prácticas machistas y violentas”, expresa la estudiante. Por cuestiones burocráticas la reforma no se implementó todavía, pero se espera que hasta fines de este año ya esté en vigencia. Desde allí podrá observarse si las modificaciones mejoran las condiciones de la experiencia universitaria.
El caso de Pelicot expone las situaciones de violencia a las que las mujeres están expuestas en su día a día. Como todos los casos de violencia machista, exige que la sociedad actúe, reflexione y se transforme. Es un llamado a la acción colectiva, a la responsabilidad compartida, y a un compromiso real para erradicar el patriarcado de las instituciones a través de la lucha comunitaria.