Jimena Terrazas Piedra es boliviana, de raíces quechuas, y migrante. Hace dos años vive en Tucumán. Lejos de su país, que hoy atraviesa un golpe de Estado, sitiado por la violencia y con un fuerte resurgimiento de discursos y prácticas racistas, encuentra en la escritura una modo de contar los hechos y acercar al lector a la realidad que vive el país vecino.
Ante lo que sucede en el país, toda la desinformación y parcialización de los medios considero importante que todos podamos pronunciarnos.
Soy Jimena Terrazas Piedra, boliviana, de raíces quechuas, migrante. Me encuentro viviendo en Tucumán hace ya casi dos años, contaré lo que yo viví. ¿Acaso una persona podría relatar los hechos aislada del contexto en el que vive? Esa realidad será la forma con que veremos los hechos sociales.
En mi caso soy una mujer joven de abuelas de pollera, de padre y madre de provincias, cuyas familias migraron a la ciudad y trabajaron desde muy pequeños, que hablan quechua y tienen la piel morena. Yo no necesito que nadie me explique que es el racismo, la pobreza, la exclusión y la injusticia.
La forma en que yo viví los conflictos sociales y las luchas del pueblo a lo largo de toda mi vida son muy diferentes a la de la gente de clase media o de las oligarquías bolivianas que se encuentran en este momento manejando al país.
En Bolivia, aunque tenemos a diferencia de otros países una mayoría de población que se identifica con la cultura quechua, aymara, guaraní y otros (censo Bolivia 2001), hasta antes de las elecciones del 2005 no nos encontrábamos representados en el Estado. Ese año ganó Evo Morales la presidencia con una mayoría absoluta, con el partido político MÁS-IPSP (Movimiento al Socialismo) que era el partido del Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos conformado primeramente por 3 organizaciones fundadoras: CSUTCB, CSCB y Federación Bartolina Sisa, sumándose en el 2006 la Confederación Nacional de Maestros Rurales, Confederación Nacional de Jubilados, Confederación Nacional de la Micro y Pequeña Empresa, en 2009 se sumaron Federación Nacional de Cooperativas Mineras y el Centro Regional de Trabajadores del Alto. La Central Obrera Boliviana (COB) el Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Qullasuyo (CONAMAQ) al igual que la Confederación de Pueblos Indígenas de Bolivia (CIDOB) son organizaciones con las que conformaron un pacto de unidad.
Los gobiernos anteriores de supuesta democracia gobernaban con coaliciones, dividiéndose el país y el dinero. El triunfo de Evo Morales en esas elecciones no fue casual, se dio después de las manifestaciones conocidas en Bolivia como octubre negro, “La guerra del gas” en la que murieron más de 70 personas y hubieron cientos de heridos. Logramos expulsar al presidente Gonzalo Sánchez de Lozada, quien se refugió en Estados Unidos al igual que varios de su partido exceptuando el vicepresidente Carlos Mesa, quien renunció a la presidencia del país y en las últimas elecciones de Bolivia se presentó nuevamente como candidato, siendo la fuerza que obtuvo la segunda mayor cantidad de votos con un apoyo de la clase media citadina que recalcaba la intelectualidad del candidato.
Para nosotros, llevar a un indio al poder fue una victoria inexplicable y digo inexplicable porque se sentía como si con eso todo estaría bien, todo se resolvería, él era como nosotros ¿Qué podría estar mal si él era como nosotros y sabía lo que necesitábamos? En ese momento una de las exigencias de la sociedad era la refundación de Bolivia como un Estado Plurinacional con el reconocimiento de todos los sectores sociales, evitar los latifundios, retomar la soberanía de nuestros recursos naturales, principalmente.
El ascenso de Evo a la presidencia, aunque nosotros lo vivimos como un momento de alegría y regocijo, fue una lucha. Había sectores en el país que lo lamentaban, auguraban lo peor y reclamaban que un indio los gobernara, que una chola estuviera sentada al lado de diputados y senadores. Fue en ese momento que se presentó el auge de los grupos armados y violentos como la Unión Juvenil Cruceñista (de la cual formó parte Fernando Camacho) y la Juventud Cochala movidos por odio racista que pidieron la independencia de la media luna boliviana que son las ciudades del oriente del país, pero no lograron su cometido y permanecieron en silencio por mucho tiempo. Entre las críticas que debemos hacer y hacernos es la pasividad con que aceptamos a estos grupos (y muchos otros de derecha y los reciclados de otros partidos) incluso los aceptamos dentro el MAS.
Sabemos, en especial en países como Bolivia, que Estados Unidos actuó sin ninguna máscara por muchos años. Incluso cuando Evo Morales se postuló en 2005 recibimos una amenaza para no votar por este candidato. El 21 de febrero de 2016 se hizo un referendum para ver si Evo Morales podía volver a presentarse para una tercera gestión de presidencia del Estado Plurinacional de Bolivia. Menos de una semana antes de las elecciones el periodista Carlos Valverde saca unos supuestos informes que incriminaban a Evo Morales con hechos de corrupción además de un show respecto a su relación con una mujer de su partido y a un supuesto hijo no reconocido, una digna novela para la clase media.
Estos hechos, sumados el desclasamiento y ausencia de identidad de las clases medias principalmente, provocó que un sector de la clase media que si apoyaba a Evo Morales retire su apoyo. En ese referéndum, Evo Morales perdió con una diferencia de 48,7 frente al 51,3 que decía no. Días después del referéndum se aclaró la situación además que el gobierno demostró qué Carlos Valverde, el periodista que hizo todo el espectáculo, se había reunido con diplomáticos de Estados Unidos, y meses después se dio el golpe (o impeachment) a Dilma Rousseff, pero de todas formas Evo Morales ya había perdido el referéndum.
Se apelaron a diferentes normas nacionales e internacionales para poder postularlo como candidato nuevamente, y en las elecciones del 20 de octubre de 2019 se presentó y los partidos de oposición se presentaron separados aunque se escuchaba a la gente opositora al gobierno del MAS pidiendo que se unan para hacerle frente al oficialismo y no dividir los votos de la oposición. Jugaron sus cartas y se presentaron independientes.
El resultado fue que Evo ganó con una diferencia del 10% con respecto a Carlos Mesa, por lo cual no se realizaría una segunda vuelta. Ya antes de las elecciones se escuchaba a los candidatos decir que Evo haría fraude, lo decían día tras día, se lo escuchaba en los medios televisivos, redes sociales, nos bombardeaban con la idea del fraude.
Posterior a las elecciones y con el triunfo de Evo en primera vuelta, las personas salieron en bloqueos que fueron pacíficos en ciertos sectores y violentos en otros. Unos días después, el MAS aceptó que la OEA realice una auditoría, que obviamente presentaría irregularidades. Además de lo frágiles que son todas nuestras instituciones, al tener los resultados con el triunfo de Evo, la oposición quemó algunas sedes y ánforas durante sus protestas.
Aunque el MAS aceptó, no esperaron los resultados y sucedió el motín policial, la sugerencia de renuncia de las fuerzas armadas, la cacería de funcionarios y simpatizantes del MAS, y la represión violenta contra cualquier indígena que quiera manifestarse en apoyo o incluso sólo por salir a la calle y tener piel morena. Comenzó la etapa violenta ante la cual no le quedó más a varias autoridades que renunciar, entre ellas Evo Morales e incluso pedir asilo.
Eso no resolvió nada, estos grupos envalentonados entraron al palacio con la biblia, quemaron wiphalas, lo cual para nosotros se siente como un ataque directo a nuestras identidades quechua, aymara, guaraní, etc.
Esas acciones terminaron mostrando la verdadera cara de esta derecha golpista, racista y fascista. Los sectores sociales salieron a las calles y se movilizaron las juntas vecinales del Alto, las federaciones del trópico, la federación Bartolina Sisa, diferentes comunidades campesinas, y sectores que se van sumando, pidiendo conjuntamente que esta presidenta golpista autoproclamada renuncie, que los golpistas Camacho, Mesa y Pumari se vayan y no se presenten a las elecciones y que se sancione a quienes quemaron y quitaron a la wiphala.
Hay diferentes posiciones, yo insisto en que no todos sentiremos lo mismo, todos tenemos que hacer una autocrítica, empezando por el MAS y terminando en cada uno de nosotros como militantes, pero solo los intelectuales de escritorio pueden sentarse a hacerlo ahora mientras el pueblo lucha para evitar esta dictadura.
Para nosotros, que nos identificabamos con Evo, que no somos funcionarios, ni ganábamos un peso por esto, sólo la convicción, para los pueblos, las comunidades, las organizaciones sociales, este golpe de Estado se siente como una ofensa personal, como si quisieran quitarnos lo poco que habíamos logrado, la relativa estabilidad que tuvimos por 13 años, en los que se cambiaron cosas y otras permanecieron igual.
A nosotros nos duele el racismo imperante y los discursos de odio pidiendo que el indio renuncie, negando las manifestaciones dentro de las ciudades, ¡sus ciudades! a las que no podemos entrar.
Si hay algo muy importante que no se está tomando en cuenta en muchos análisis es lo simbólico que fue Evo Morales, y lo simbólico que es este golpe de Estado. Pero, aunque sea difícil, somos un pueblo luchador que siempre ha conseguido justicia luchando y poniendo el pecho y ahora no es diferente. Lucharemos hasta sacarlos, porque nos duele “el indio que tenemos dentro”, como decía Silvia Rivera Cusicanqui, porque esto es más que Evo Morales, es por nuestras madres, por nuestras abuelas y por nuestros hijos, porque nadie podrá quitarnos lo que con tantas luchas y muertes hemos conseguido.