Barbie| Elige tu propia aventura: lo complejo y lo banal

Sobre la película de Barbie se dijo mucho y desde La Nota también queríamos proponer una lectura crítica al respecto. La docente Paula Storni realiza un análisis de la película taquillera del momento. La urgencia por escribir llegó de la mano de sus alumnos y alumnas de la materia Cultura y Comunicación, de la Carrera de Ciencias de la Comunicación, pero también de sus estudiantes secundarios. ¿Es Barbie feminista? ¿Por qué hay sectores que la prohíben? Un producto cultural que de seguro será fuente de inspiración de innumerables tesis.
margot robbie ryan gosling anuncian

Que el film es un producto comercial, que toma la figura de uno de los símbolos más claros del machismo, que se narra una historia que promueve la homosexualidad (?), que representa muchos de los temas del feminismo y contribuye con la deconstrucción del patriarcado…

Éstas son sólo algunas de las afirmaciones que se escuchan acerca de este producto que innegablemente está en boca de todos y sobre el cual se han expresado tanto la crítica considerada “más seria”, como la crítica de espectáculo rotulada como más banal y superficial.

Ayer fui a ver Barbie. Confieso que tuve que abandonar mis prejuicios, no en cuanto al género pochoclero porque nada tengo contra los productos culturales considerados masivos o comerciales, sino en relación a los mensajes que podrían emitirse desde el relato de la historia de Barbie, ícono de ciertos valores hegemónicos hace tiempo ya cuestionados por el feminismo, especialmente los ideales sobre la belleza y los cuerpos perfectos.

Primera observación: si bien considero que la película no contribuye a revisar críticamente estos mandatos, sí logra, en cambio, complejizar otras cuestiones.

En segundo lugar, resulta interesante y paradójico observar que esos cuestionamientos están realizados desde ciertas oposiciones que resultan esencialistas y simplificadoras y, no obstante, pueden actuar de manera eficaz para plantear algunos debates que para muchos “ya son viejos” o han sido superados gracias a los logros de los feminismos.

Se pone en cuestión, entonces, el tema de las posibles y distintas recepciones de la película y de los múltiples sentidos que el film permite construir según la idiosincrasia y la experiencia de quien lo ve, cuestión que a mí entender se encuentra bien definida en la película cuando se exponen las diferencias generacionales entre una madre para quien Barbie resultó una revolución y su hija adolescente ya educada en el feminismo, y para quien Barbie representa aquello que debe superarse. Este debate dentro de la pantalla es el mismo que puede darse fuera de ella con los espectadores. Esto permite entender la variedad de interpretaciones que se han realizado hasta ahora.

Barbie es a la vez un film que reproduce algunos esencialismos, como la oposición entre hombres y mujeres, y al mismo tiempo admite muchas lecturas críticas, por ejemplo, en torno al lugar de la mujer en la sociedad. En este punto me permito pensar que toda dicotomía es siempre una simplificación de la realidad y, sin embargo, puede resultar útil y efectiva para la transmisión de ciertos mensajes, no siempre conservadores sino también transformadores. En este sentido, Barbie resulta aún hoy y con todos los avances de un feminismo más progresista (y también más elitista) circunscrito a algunos sectores sociales, un producto interesante para repensar muchos de los prejuicios sedimentados que aún subsisten en muchos otros estratos, tanto para varones como para mujeres.

Muchos hemos anticipado desde el prejuicio las lecturas banales o superficiales de un producto comercial que poco podría aportar a una reflexión más crítica. Pero ¿qué implica una reflexión crítica? Asumimos esa postura desde un cómodo lugar de saber que naturaliza la deconstrucción y olvida que ésta puede tomar distintos sentidos según la experiencia, las condiciones de vida y la realidad de los distintos actores sociales. Para la mirada intelectual progresista Barbie no tiene nada que ofrecer para invitarnos a deconstruir ciertos mandatos sociales. Desde una lectura socioantropológica en cambio, el film trabaja desde el humor con algunas de las formas del sentido común, se ríe de ellas y las critica, actuando así como un dispositivo pedagógico que invita a repensar los elementos de un machismo que parece residual pero que posee para muchos, aún hoy, la fuerza del sentido común.

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La película inicia con una clara referencia paródica de la escena emblemática de 2001 de Kubrik, con la cual se sugiere que la aparición de la muñeca Barbie en el mundo marcó una ruptura equivalente al descubrimiento de la utilización de herramientas en la historia de la humanidad. La voz en off de Helen Mirren señala que la muñeca cambió el modo de jugar de las niñas/madres, transformando el modelo de mujer de la época.

Sin embargo, hay que reconocer que en muchas de nuestras experiencias Barbie se adaptó a nuestros modelos culturales preexistentes articulando “la novedad” (las Barbies con distintos oficios y profesiones) con la tradición (el mandato del rol materno). Esa idea de la transformación radical es quizás una de las primeras simplificaciones de la película, que, comprendemos, resulta muy eficaz para transmitir un mensaje: el de la autonomía y la lucha por los derechos de la mujer más allá de su rol de madre. Este mensaje interpretado para muchos como una clara manifestación feminista se encuentra articulado con una clara mediación: la versión norteamericana light del American Dream de “mujer, puedes lograr todo lo que te propongas”, lo cual representa un modo típico de los feminismos más liberales que olvidan la cuestión central de las condiciones culturales de cualquier deseo.

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En la línea de esta premisa, aparece Barbieland, un universo plástico ideal cuyas reglas son gobernadas por mujeres, mundo poblado por chicas de cuerpos hegemónicos, todas ellas independientes, exitosas, profesionales y felices. En Barbieland todas las noches son de chicas y la presencia de los hombres es secundaria y hasta innecesaria. En este territorio, Ken se siente incómodo, inseguro y no encuentra su lugar.

Este mundo de fantasía se opone al Mundo Real al cual Barbie, junto a Ken, acceden después de poner los pies sobre la tierra. El mundo real, equivalente a nuestro mundo social actual, representa un orden patriarcal anterior al de nuestro presente, en el que los hombres dominan y tienen todo el poder. Ken encuentra su lugar en este espacio y luego buscará trasladar esas reglas al plástico Barbieland para luego convertirlo en Kengdom: un reino del patriarcado.

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El conflicto de la historia se plantea cuando Barbie y sus ayudantes del mundo real intentan recuperar Barbieland ahora al mando de Ken. En la resolución y salida al conflicto aparece nuevamente un mensaje que está al inicio de la película y que termina por difuminar la cuestión más profunda de la lucha entre los géneros. El discurso del individualismo y la idea de ir en búsqueda de “nuestro verdadero yo”, termina ubicando el problema por fuera de la lucha colectiva y social.

En estos vaivenes se mueve la historia de Barbie, lo cual invita al espectador a verse y reconocerse en diferentes problemáticas.

Por último: la elección de simplificar todo en una lucha entre mujeres y hombres, termina dejando de lado la complejidad y la variedad de matices existentes más allá de ese binarismo.

Barbie abre sin dudas más posibilidades para seguir debatiendo ciertas cuestiones que muchos, ingenuamente, ya creíamos superadas.

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1 comentario
  1. El discurso del individualismo y la idea de ir en búsqueda de “nuestro verdadero yo”, termina ubicando el problema por fuera de la lucha colectiva y social…
    Me quedo con este párrafo con el que me identifiqué al ver la película.
    Excelente análisis Paula!!! Felicitaciones!!!

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