Alperovich, en el jardín medieval

En un año electoral y en un contexto donde el movimiento de mujeres se posiciona como actor clave en la política, actitudes misóginas como las que tuvo el senador y candidato a gobernador, José Alperovich, ya no son toleradas.

En Tucumán están de moda los pensamientos medievales. Bailes, danzas, casamientos, combates, conviven con la falta de reconocimiento básicos de derechos de niñas y mujeres, y ahora se suman declaraciones misóginas y sexistas.

Aún está fresca la herida por el calvario al que el Gobierno de Tucumán le hizo atravesar a una niña de 11 años para acceder a una interrupción legal del embarazo. En aquel momento, lo primero que atinó a hacer la opinión pública fue de ubicar temporalmente en la Edad Media al estado de derechos que se respira en el Jardín de la República.

Ayer, nuevamente Tucumán volvió a estar en la boca de todes. Ya no fue el gobernador Juan Manzur el repudiado. Esta vez Alperovich dio la nota, literalmente.

José Alperovich fue gobernador durante 12 años. Su gestión estuvo marcada por el asesinato de Paulina Lebbos, cuando aún no hablábamos de femicidio, y el posterior encubrimiento del crimen, que aún sigue siendo investigado por la justicia. En febrero, cinco funcionarios alperovichistas fueron condenados por encubrir el crimen y una nueva investigación se desprendió de este juicio para seguir desentramando las responsabilidades.

Desde que dejó la Casa de Gobierno, se desempeña como senador, sin haber tenido ningún triunfo del cual hablar. Por el contrario, cuando fue el debate por el aborto legal, fue uno de los que se mantuvo en silencio hasta el último momento. En la provincia se barajaba que votaría a favor, su hija, Sarita Alperovich ya se había pronunciado a favor, y un sector del peronismo local confiaba en que apoyaría la iniciativa junto a Beatriz Mirkin. Fue uno de los pocos que no tomó la palabra en el debate histórico, solo apretó el botón que indicaría su voto negativo.

Poco después, rompió vínculo con el Partido Justicialista, con Manzur y con todo su séquito que aún se encuentra en el Estado, y anunció su candidatura bajo el frente “Hacemos Tucumán”. Desde entonces se dedicó a realizar campaña en los barrios, visitar zonas desfavorecidas del interior, e ir puliendo una nueva imagen en la que se presenta delgado, usando chupines y una campera azul que sustituyen su tradicional traje y corbata.

Su campaña también optó por hacer un fuerte hincapié en la participación de las mujeres. Hace poco, por redes sociales circulaba una foto del candidato en su casa rodeado de más de 100 mujeres. “Me reuní con las mujeres de mi equipo para hablar sobre los desafíos que tenemos por delante.Junto a ellas vamos a construir un Tucumán con igualdad de oportunidades para todas y todos”, decía el anuncio. Además, eligió como compañera de fórmula a la senadora Mirkin.

Hasta ahora, poco se había mostrado el candidato en los medios de comunicación. Hasta ayer que accedió a una entrevista en La Gaceta, en el programa LG Play que se transmite en vivo, conducido por Indalecio Sánchez y Carolina Servetto.

En pos de una estrategia de campaña electoral, y en la misma linea de la elección de la ropa, el senador se mostró más descontracturado y espontáneo. En ese intento se pudo ver lo que realmente piensa. Y no estuvo bueno.

Más allá de las posturas políticas sobre temas puntuales como la seguridad/inseguridad, los planes sociales, las obras públicas, Alperovich dejó al descubierto un costado machista con comentarios misóginos hacia la periodista Servetto, incomodándola al aire y sin que mediara intervención de su compañero o de la producción.

Mientras que el acoso es lo que hoy llama más la atención, no esta disvinculado de su forma profundamente patriarcal de entender el poder en los términos de “el Estado soy”. “Quiero volver por la gloria”, dijo en la entrevista. Quiere cambiar la dirigencia política que él cultivo durante los 12 años que estuvo en el gobierno. Quiere volver a los valores esenciales, a la cultura del esfuerzo, sostuvo.

Poco dejó intervenir a los periodistas. Constantemente se lo puede ver levantando el tono de voz cuando alguno de los interlocutores quiere hacer una pregunta y con sus manos los manda a callar.

Frases como “yo voy a proteger mucho a la gente humilde”, “yo di mucha vivienda a la gente que no tenía nada”, “no les enseñe a la gente”, “si yo gano, los voy a hacer libres de por vida”, “cuando le das a la gente humilde tiene que esforzarse”, fueron algunas frases que pasaron desapercibidas pero responde a un concepto que podemos ubicar en el medioevo, lejos de la idea de democracia que manejamos hoy en día: Pater Familias.

El pater familias era el ciudadano independiente, homo sui iuris, bajo cuyo control estaban todos los bienes y personas que pertenecían a la familia; la persona física que tenía atribuida la plena capacidad jurídica para obrar según su voluntad y ejercer la patria potestas, la manus, la dominica potestas y el mancipium sobre, respectivamente, el resto de personas alieni iuris que estaban sujetas a la voluntad, sobre la mujer casada, los esclavos y otros hombres.

El dueño del poder puede dar y quitar, puede habilitar o desahbilitar, tanto a los punteros políticos y a los que le siguen, como a la gente darles casa, o a las mujeres expresarles sus deseos sin ningún tipo de miramentos.

¿Por qué un hombre como él puede comportarse en una entrevista, en el contexto de una campaña profundamente política, de esa manera? El entorno es habilitante, el periodismo político es machista y patriarcal. Que la respuesta por parte de su compañero haya sido la risa, y que nadie de la producción detenga el acoso de una compañera es una muestra de ello.

Los medios de comunicación son instituciones que ostentan un gran poder, no sólo comercial o como instituciones culturales, sino que se establecen como formadores de opinión, productores, reproductores y transmisores de valores, estereotipos, significados y del sentido común, al tiempo que definen aquello que es considerado como relevante, normal, discutible y aceptado o rechazado socialmente.

Aunque cada vez son más las mujeres en los medios, lejos está de haber una paridad en las voces que nos hablan, cuentan, o describen la realidad. Situaciones como la que vivió Carolina Servetto se dan a diario, delante de cámaras y por detrás también. Soportar y sortear este tipo de acoso forma parte de los obstáculos con los que las mujeres periodistas tenemos desarrollar nuestra carrera, en completa desigualdad de condiciones que los colegas varones.

Periodistas feministas de todo el país estamos organizadas y fortalecidas, porque ante este tipo de situaciones, el silencio ya no es una opción.

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