A 12 años, inicia el juicio por Jessica Dumont

Jessica Dumont tenía 17 años cuando se suicidó el 12 de julio de 2009. El jueves inicia el juicio bajo la carátula de abuso sexual agravado por el vínculo, contra Marcelo Roberto Dumont, el padre de la joven. La familia sostiene que Dumont instigó el suicidio. Las demoras judiciales dejaron prescribir otros delitos que se le imputaban.

Andrea Foissac estaba de espaldas sentada en el bar que habíamos pactado. Con su pelo rojo cobrizo, un abrigo gris plomo y doble barbijo la reconocí enseguida a pesar de que nunca nos habíamos visto ni hablado. Pase de largo por las dudas mi intuición se equivoque y ella también me reconoció. “Señora periodista” me diría de ahora en adelante para referirse a mi. 

El día anterior recibió la primera dosis de su vacuna contra el covid-19 y hace 14 meses que no salía de su departamento. Me pide que mantengamos la distancia y hace lo mismo cuando llega su abogado, Guillermo Villalba, y Celia de Bono, abogada del Comité de América Latina y el Cariba y amiga que la acompaña desde que emprendió este camino para encontrar Justicia. 

Andrea tiene 72 años y busca justicia por su nieta Jessica Dumont. Hace 12 años, la joven de 17 años, campeona sudamericana de taekwondo, se suicidó luego de un episodio que quedaría grabado en la historia tucumana: testigos describieron cómo su padre, Roberto Marcelo Dumont, le dio una paliza y la arrastró hasta la comisaría. También dijeron que abusaba de ella. El 20 de mayo comienza el juicio contra el padre de la joven, acusado de abuso sexual agravado por el vínculo. 

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Es 11 de julio de 2009. Los inviernos tucumanos, aunque no lo crean, son fríos y profundos. Jessica o “la Rubia”, como la apodan sus amigas, se prepara para salir. Aún rige la ley de las 4 AM que el entonces gobernador José Alperovich decretó luego del femicidio de Paulina Lebbos para tapar la trama que dejaría impune el crimen. Proliferan los after clandestinos y el IPLA comienza a abultar sus bolsillos con cada fiesta que clausura. La ilegalidad reina la noche tucumana y la juventud encuentra las maneras para divertirse fuera del horario arbitrario establecido. 

Esa noche marcaría a fuego la vida de muchas personas, en su mayoría adolescentes que demorarían años en poder volver a hablar sobre lo que pasó. 

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Jessica murió en los brazos de Andrea. Con sus dos barbijos y su acento francés que no perdió ni en 50 años viviendo en Argentina, cuenta cómo le practicó respiración boca a boca mientras esperaba que llegue la ambulancia. También relata las 48 horas que pasó apoyada sobre el cajón que contenía el cuerpo de su nieta vestido con su traje de taekwondista y un rosario que ella le había regalado.

Todos estaban en un estado lamentable, dice. “Con mucha dificultad tuve que seguir protegiendo a mi familia”. Fue durante el velorio que se enteró. Llegó una amiga y le entregó una carta a Celine, la madre, donde relataba lo que Jesssica le había confesado. 

“Esto es por tu culpa”, le dijo Andrea a Dumont. 

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Jessica entrena cuatro horas por día, hasta los sábados. Se dedica al deporte con gran pasión, pero también le gusta salir a bailar y divertirse con sus amigos y amigas. Ese fin de semana festejan un cumpleaños. Fueron a una fiesta y cuando salieron se fueron a la casa de la cumpleañera. Son jóvenes, tienen todo un futuro por delante. 

Ya es domingo 12 de julio. Son las 11 de la mañana cuando un hombre irrumpe violentamente. Es el padre de Jessica. Ella está durmiendo en una habitación con una amiga. El entra, la agarra de los pelos, la arrastra, la tira contra una pared y se desmaya. Llega la policía y se la llevan detenida junto a tres personas más que la habían defendido de los golpes.

En la comisaría, Dumont pide que se le haga “un examen vaginal” en su presencia para saber si había tenido relaciones sexuales y una rinoscopia para saber si había consumido drogas. Sin orden de un juez de menores, la policía autoriza los estudios pero no se los llegan a hacer. Es domingo, y en la policía no hay ningún médico forense que pueda revisar a la adolescente.

“Estoy arrestada”. Andrea recibió la llamada de Jessica, estaba en Santiago del Estero y volvió inmediatamente a Tucumán. Mientras, llamaba a todos los contactos que tenía para saber qué había sucedido y cómo sacar a su nieta de ahí. Aún no sabía que su yerno era el responsable.

Estuvo cuatro horas detenida en la Comisaría de Villa Luján en una celda con otros presos varones.

Cuando llegó ya la habían sacado y la encontró en la puerta del Hospital Padilla. “Yo lo odio”, le dijo a su abuela. En Taekwondo no se puede despreciar a los ancestros, y eso le pesaba a Jesica.  

Esa misma tarde, le escribe a una amiga: “me mato con una pistola o me tiro del 7mo piso”.

Llegó a la casa de su abuela y se dio un baño. Andrea había ido a comprar tortilla caliente que le gustaba a ella, buscó a la hermana mayor de Jessica y cuando llegó de regreso vio que la puerta del comedor estaba abierta, lo que le llamó la atención. Pensó que podía ser el gato. 

Andrea escuchó un clack. las tres personas que estaban en la casa fueron hasta el cuarto donde estaba Jessica. Estaba tirada en el piso convulsionando. Primero pensaron que se había golpeado la cabeza con el mármol, hasta que Andrea vio la pistola. La agarró en sus brazos y vio cómo su respiración se iba acabando. 

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Las demoras de la justicia casi se cobran la vida de Celine, quien intentó dos veces quitarse la vida desde que su hija falleció. Continuar en esta lucha es lo único que le da alguna esperanza a Andrea, aunque sabe que ninguna sentencia le devolverá a su nieta. 

Dumont estuvo imputado por los delitos de instigación al abuso de autoridad, violación de domicilio, abuso sexual agravado por el vínculo, homicidio preterintencional y lesiones graves.

Desde la querella, representada por el abogado Guillermo Villalba, sostienen que la decisión de Jessica de terminar con su vida, “fue empujada y llevada por una serie de cuestiones y circunstancias que se van a demostrar en el juicio, cuyo autor único de toda esa presión psicológica, social, denigrante, no solamente como hija, sino también como mujer, como deportista, como una adolescente, todos los males concluyen en una sola persona que es justamente su padre quien viene siendo imputado en esta causa y que va a ser juzgado en este debate oral”. 

La causa tuvo distintos actos procesales y algunas figuras penales hoy están prescriptas por el paso del tiempo. Pero hay una que no: el abuso sexual.

“Aquel 12 de julio que él fue a buscarla en una fiesta en la casa de una amiga y delante de todos los presentes, le dio una paliza tremenda, humillandola, denigrandola, lastimándola, produciéndole lesiones considerables que están en en el informe de la autopsia. Entonces, todo ese conglomerado de vejaciones, de índole sexual, de índole física, psicológica, todo ese martirio es que la llevó a tomar la drástica determinación de que ella no encontraba otra salida de ese calvario llamado Roberto Marcelo Dumont, que quitándose la vida”, sostienen desde la querella desde un primer momento.

“El día que toma la drástica decisión, termina confesando a muchas de sus amigas por distinta vía que la decisión que va a tomar es solamente y únicamente por culpa de él. De este monstruo, de esta basura refiriéndose siempre con distintos adjetivos, pero a su padre”, agrega Villalba. 

En un primer momento, la causa estuvo radicada en la Fiscalía Décima, en ese entonces a cargo del fiscal Guillermo Herrera quien pide el sobreseimiento porque no encontraba ningún hecho delictivo, pedido que no fue aceptado por el juez de instrucción, Francisco Pisa y “sostiene que hay elementos suficientes con un grado de sospecha razonable para creer que si bien el suicidio es un acto autónomo, no fue voluntario, sino que fue inducido por quien era sospechado en ese entonces el padre, el Roberto Marcelo Dumont”.

La complejidad de este juicio, además del paso del tiempo, radica en que no se cuenta con el testimonio de la víctima. “En este caso, si bien no hay un relato concreto ante la justicia de la víctima, si no son testigos a quien ella le confesó en vida de que había sido abusada por su papá. Una empleada que trabajaba en su casa, su madrina y una amiga eran las personas a las que les había contado.” El abuso sexual habría ocurrido en 2008 en la casa donde vivía la familia.

Si aún hoy el poder judicial carece de perspectiva de género, en 2009, la ignorancia era aún mayor. En 2012, desde el Comité de América Latina y el Caribe presentaron un Amicus Curiae al juez para aportar la doctrina y la jurisprudencia internacional para tenga en cuenta las circunstancias precedentes al hecho, y se juzgue con perspectiva de género. 

“En ese momento se intentó culpabilizar a las tres mujeres de la familia. No había perspectiva de género. A Jessica por que se quería suicidar, a la abuela por que tenía una pistola, a la madre por que no estaba con ella en ese momento”, explicó la abogada Celia de Bono.

Este aporte modificó el sobreseimiento que había solicitado el fiscal que buscaba culpabilizar a las mujeres de la familia. El juez consideró que había elementos suficientes para que se investigue.

“El Estado ha incumplido el deber de la debida diligencia cuando se trata de casos de violencia de género, y más cuando se trata de una menor de edad. El Estado ha entrado en un total incumplimiento con el solo transcurso del tiempo, más allá de que no ha tomado las medidas necesarias en ese momento, como la continuación de la detención. Tanto es así que él salió del país con una orden de procesamiento, salió del país y los jueces no hicieron nada. Acá se nota una ausencia de la debida diligencia del Estado”, explica la abogada Celia de Bono. 

A los policías que intervinieron aquel día se les imputó abuso de autoridad. Por tratarse de una menor de edad debían requerir la intervención de un juez de menores para autorizar el procedimiento que estaba pidiendo el padre. En cambio, ordenaron directamente la medida cuando no tenían ninguna facultad. El delito no se investigó y la causa terminó prescribiendo. 

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Andrea no llora delante mío, pero me confiesa que si lo hace en soledad. “No se trata de lo que pienso yo, se trata de lo que tiene que ser para todos. Justicia para los y las menores de edad, para las mujeres”.

La trágica historia de Jessica se entrecruza con la de Coty Díaz, otra víctima de femicidio y de una justicia sin perspectiva de género. No solo se conocían y eran amigas, sino que el mismo abogado acompaña a las familias en la búsqueda de justicia. 

Este jueves, con 12 años de demoras, finalmente iniciará el juicio que será presencial a pedido de Andrea. Tiene 72 años y no quiere que la virtualidad le quite la posibilidad de estar cara a cara con quien ella considera el responsable de la muerte de su nieta. 

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