El 17 de Mayo de 1990 se quitó la Homosexualidad del listado de patologías de salud mental de la Organización Mundial de la Salud, por eso en todo el mundo se conmemora el día contra el homolesbotransodio.
El criterio por el cual ser homosexual dejó de ser considerado una enfermedad es desconocida para la mayoría de las sociedades. La evidencia científica en materia de sexualidad no siempre acompañó las decisiones de la OMS. Los prejuicios de los hombres que hacen ciencia y los distintos entramados políticos generaron un discurso con apariencia de ciencia pero plagados de mentiras.
Patologizar, es decir, colocar a una práctica, una persona o un grupo de personas bajo la categoría de “enferma/o” forma parte de un proceso político y epistemológico complejo.
Si bien hoy conmemoramos 30 años de lo que es considerado un logro a nivel mundial, las identidades trans tuvieron que esperar mucho más tiempo para quitarse el discurso patologizante de la medicina occidental. En muchos países el diagnóstico de enfermedad fue el argumento de peso para promover la prisión y distintos modos de castigo para las personas homosexuales, lesbianas y trans.
La Asociación Psiquiátrica Americana dejó de considerar patología a la homosexualidad a partir 1973, pero luego defendió la disforia de género como una forma indirecta de continuar diagnosticando a la homosexualidad.
La transexualidad aparece diagnosticada por primera vez en 1980 bajo la categoría de enfermedad, como desorden entre mente/cuerpo en DSM III (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales) y en 1990 se registra la patología ya con la sigla GID- Gender Identity Disorder- que en español se tradujo como disforia de género.
Es importante poder ahondar en estos recorridos de los discursos médicos sobre la comunidad LGBT. Según Judith Butler[1], se puede ligar la patologización de la comunidad trans con una estrategia implementada por los sectores conservadores de mantener el argumento de enfermedad para su uso político. Este proceso fue incluso acompañado por organizaciones de la comunidad LGBT de Estados Unidos y Europa, puesto que entendieron la atención médica como una necesidad indispensable, no importaba si esa atención provenía como respuesta a las categorías de enfermedad o trastorno.
En el año 2012 la Ley argentina de Identidad de Género da un salto cualitativo y rompe con los requisitos del sistema médico que estipulaban para otorgar derechos a la comunidad trans. La ley 26.743 es un hito en el mundo porque quita del camino de los derechos a la medicina y sus diagnósticos, y promueve la autonomía de las personas para garantizar el reconocimiento de su identidad.
¿Fobia u odio?
Llamar homofobia, lesbofobia o transfobia a las prácticas discriminatorias tiene que ver, entre otras cosas, con el resabio de ese vocabulario médico impregnado en nuestra cultura. Desde hace varios años las organizaciones sociales y activistas vienen promoviendo el uso del término Odio para hablar de estas prácticas discriminatorias. “Odio” es una palabra alejada del modelo médico hegemónico y que todavía nos cuesta mucho emplearla y dotar de nuevos sentidos.
El 17 de mayo conmemoramos un gran paso en la conquista de derechos, en la lucha contra la discriminación y el odio. El largo camino de la despatologización tiene que ver también con dejar de hablar de fobia y poner otras palabras.
No hay una patología de salud mental detrás del rechazo, la burla y discriminación, porque a fin de cuentas, ser bueno no es ser sano ni ser malo es estar enfermo.
[1] Deshacer al Género (2003)
Fotos de Matilde Terán