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A un mes de la asunción de Javier Milei como presidente, los argentinos asistimos a uno de los más grandes intentos de reforma del Estado del que se tenga memoria: la última revolución liberal. El impacto provincial, nacional e internacional de un presidente que surfea entre crisis social, incertidumbre económica y traspiés políticos. Cacerolas y paro de la CGT.
“Todo está dentro de lo esperado“, repiten off the record desde los pasillos de la Casa Rosada cuando les consultan sobre el rumbo que viene tomando el novel gobierno liberal, de la mano de un outsider anticasta Javier Milei que, hasta hace apenas dos años, muy pocos ponían todas las fichas sobre un potencial desembarco en Balcarce 50. Pero ya de nada sirve retrotraernos a un pasado que no existe más; un pasado donde el ahora disperso peronismo gobernaba y el ahora extinto Juntos por el Cambio tenía chances de hacerse con la presidencia.
Algunos sostienen que lo vociferan como manera de calmar las aguas ante un adverso panorama socioeconómico, otros sostienen que, en realidad, es exactamente así como el presidente preveía que iba a ir su gobierno durante la tan aclamada luna de miel de los mandatarios argentinos. Una afirmación que, de todas formas, no puede tener mucho dinamismo en medio de un gobierno que, hasta ahora, se ha mostrado ampliamente improvisado.
Esta tarde, al cumplirse el primer mes, en todo el país se agitarán las cacerolas como previa al paro convocado por la CGT para el 24 de enero.
Los ministros y las medidas
El plan motosierra anunciado por el economista libertario tuvo su primer episodio en la estructura del Poder Ejecutivo: de 22 ministerios se pasaron a apenas 9. Milei, quien dividió las carteras entre fieles (de su seno) e impuestos (del ex JxC) buscó consolidar su poderío mediante la centralización de la administración político-burocrática. Una centralización –dicho sea de paso– más que necesaria en tiempos de revolución.
Luis Toto Caputo, Ministro de Economía, fue el último peso pesado en ser confirmado en medio de incertidumbres que, casi al filo de su asunción, dejaban entrever las roscas y contrarroscas que pueden impulsar o degradar a un funcionario. Antes de su asunción, Milei viajó junto a Caputo a Washington. ¿Para qué? Para medirle la nafta a Caputo ante los grandes burócratas del DC, por un lado, y los enormes lobos de Wall Street, por otro. Y es que Caputo ya es conocido no sólo en el Palacio de Hacienda, sino además ante los Estados Unidos y el FMI, que no lo miran con buenos ojos después de su fallida gestión durante el gobierno de Mauricio Macri.
Apenas dos días después de su asunción, fue el mismo Caputo quien, con un tono sobrio, anunció mediante una retardada cadena nacional cuáles iban a ser las principales medidas económicas del gobierno liberal: desde la quita progresiva de subsidios hasta el aumento de los montos de los planes sociales. Pero, lejos de significar grandes medidas, en realidad, lo que se estaba preparando era otra cosa; mucho más grande y, qué duda cabe, mucho más mortífera.
No es casual que se hayan aumentado las partidas sociales. Sandra Pettovello, la superministra de Capital Humano, “es la única que tiene la billetera abierta“, según palabras del propio presidente. La licenciada en Ciencias de la Familia proviene de la antigua UCEDÉ y famosas son las palabras que pronunció en una entrevista periodística: “Acepté (el cargo) porque pensé que Milei no iba a llegar lejos”. Sin duda alguna, una valiente confesión en medio de una crisis de bolsillo que día a día se agrava más y más. Si el gobierno de Milei quiere prosperar en medio de una agudización social, será Pettovello la que deba encarar amplísimas negociaciones con sindicatos, agrupaciones sociales y demás si es que el objetivo es apaciguar una calle que será tomada en sólo unos días, luego de que la CGT anunciara un paro general.
Esto no es un detalle menor. Una de las medidas que más causaron impacto en la opinión pública fue, justamente, la ley antipiquetes impulsada por nada más y nada menos que por alguien que ya conoce bien de piquetes, sea por provocarlos o sea por combatirlos: Patricia Bullrich. La Ministra de Seguridad durante el gobierno de Mauricio Macri repite cartera luego de haber quedado en buenos términos con Milei. Bullrich se encuentra en una de sus etapas más radicales en cuanto al combate contra las distintas fuerzas sociales de las calles argentinas: “el que las hace, las paga” es su mantra y sin duda alguna será el brazo ejecutor de cualquier medida antiprotestas que se tomen durante el gobierno del libertario; medidas que, de más está decirlo, cuentan con el absoluto apoyo del presidente.
Pero Bullrich no fue la única de Juntos por el Cambio que terminó en el gabinete. Su excompañero de fórmula Luis Petri se transformó en el nuevo Ministro de Defensa de la Nación, habiendo sido el último confirmado gubernamental. “No sabe distinguir entre un tanque de guerra y un calefón”, ironizó, fiel a su estilo, el periodista Eduardo Feinmann al respecto. Y es que el mendocino no tiene una preparación en defensa, tal como sí tuvieron anteriores ministros. Pero, aunque la defensa de una nación sea un tema más que delicado, lo cierto es que la cartera no deja de ser un puesto político que depende de las negociaciones que se lleven a cabo puertas adentro. Al ministro se lo vió junto a la comitiva del presidente que hace unos días partió a la Antártida, otro de los temas claves de la Defensa Nacional.
Así entonces, nombres como Guillermo Ferraro –Ministro de Infraestructura– y Mariano Cúneo Libarona –Ministro de Justicia– son parte del reducido gabinete nacional. Ejecutivo que se desempeñó como Director de KPMG Argentina (que provee servicios de Auditoría, Impuestos y Asesoría), Ferraro tiene a su cargo cinco áreas principales: transporte, obras públicas, energía, minería y comunicaciones. Su rol será fundamental en medio de un gobierno que decidió, de prepo, parar la obra pública en un país que depende ampliamente de ello no sólo para su desarrollo en materia económica, sino fundamentalmente en materia social: la obra pública le da trabajo a miles y miles de familias que depende de ello. Los gobernadores e intendentes, los primeros en lamentar dichas medidas.
Integrante del Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires, el abogado viene de una familia de letrados que integran un estudio jurídico con el apellido familiar. Cúneo Libarona, por otro lado, es un hombre ampliamente conocido en el mundo del Derecho argentino: se hizo famoso por representar a empresarios, políticos, artistas y deportistas. En 1997, el juez Norberto Oyarbide ordenó su detención por presuntas amenazas al entonces juez de la causa AMIA, Juan José Galeano. Fue abogado de Juan José Ribelli, el comisario que fue el enlace clave de la conexión local del atentado contra la sede mutual judía y se desempeñaba como abogado de José Jorge Alperovich, ex gobernador de Tucumán, en la causa por abuso sexual que el 5 de febrero llega a juicio oral.
Lugar especial se merece Guillermo Francos, Ministro del Interior. Francos, de estirpe peronista, renunció como representante de Argentina ante el Banco Interamericano de Desarrollo durante el gobierno de Alberto Fernández (sí, fue funcionario del expresidente) para pasar a formar parte del entonces equipo de campaña del entonces candidato Milei. El lugar especial de Francos se debe a que es un hombre que genera amplísimos consensos entre los gobernadores de las provincias y, sobre todo, los peronistas. Avezado hombre de Estado, es el hombre clave que necesita Milei para sostener una buena relación con unos gobernadores que, por ahora, dejan que Milei actúe según su programa. Pero, como todo en política, nada es eterno.
A todos ellos –y a otros tantos más– los dirige Nicolás Posse, el Jefe de Gabinete de Ministros. El funcionario fue parte del Proyectos de Aeropuertos Argentina 2000 y también fue gerente general de la Unidad Negocios Sur de Corporación América, el conglomerado dirigido por el empresario y exjefe de Milei, Eduardo Eurnekián. El armenio, como le dicen sus allegados, está alejado del presidente pero fue clave para los vínculos que llevarían a Milei a la formación de su victoria. Por ello, no dudó ni un segundo en decir lo que pensaba: “Tengo muchos empleados. Alguno me podía salir fallado”.
Mondino y la antidiplomacia
Párrafo aparte se merece la Ministra de Relaciones Exteriores, Diana Mondino. Economista de la UCEMA, conoce a Milei desde hace ya un tiempo. Fue una de las primeras personas en ser confirmada para el gabinete ministerial –en un momento, incluso, se la tanteaba como vicepresidenta–. Hasta ahora, Mondino sin duda alguna viene siendo una de las ministras que más recelo causa en su área: desde los traspiés diplomáticos al recibir a la representante comercial de Taiwán en Argentina –que causó un terremoto en las relaciones con China (que considera a Taiwán parte de su territorio)– hasta haber atacado, en su típico y antidiplomático tono twittero, a los socialistas narcoterroristas que por estas horas asolan a Ecuador (que se está viendo asediado por distintas facciones del narcotráfico organizado), Mondino es una mujer que no proviene de la diplomacia argentina.
Y es que la tradición diplomática argentina es muchas veces celosa de los tiempos políticos del país. Pueden pasar gobiernos, nombres y coaliciones pero, salvo con determinados países, los diplomáticos argentinos perviven en sus tareas y es por ello que suelen guardar resquemores cuando en una Embajada –mucho más en la Cancillería– aterrizan personas que no poseen la formación diplomática adecuada.
Es aquí donde se encuentra el principal problema de Mondino y Milei en cuanto a las relaciones internacionales de la Nación: ni la primera ni mucho menos el segundo pueden entender que las relaciones diplomáticas no se basan en principios y valores personales, sino en los intereses nacionales. Si en China existe una dictadura, poco o nada debe importar a los diplomáticos argentinos, siendo que China y Argentina poseen una poderosa alianza económica y política. Si en Brasil hay un comunista como Lula da Silva –tal como lo describió Milei–, poco debe interferir en las históricas y simbióticas relaciones que Argentina guarda con su más grande socio, con quien comparte no sólo una economía transversal sino fundamentalmente una historia de hermandad.
A esto lo entendieron muy bien Donald Trump o Jair Bolsonaro, dos de los grandes aliados internacionales del presidente. ¿Alguien pensó que Bolsonaro podría haber vociferado contra el gigante asiático, siendo que ambos países son miembros fundantes de los BRICS? ¿O a alguien siquiera se le habría pasado por la cabeza que Trump defenestre a Vladimir Putin, aún cuando ambos estaban a cargo de países históricamente antagónicos?
Ernst Kantorowicz describía muy bien en su Teoría de los Dos Cuerpos del Rey que, por un lado, está el Rey –en este caso, el presidente–: es pasajero– y, por otro, está el Estado: siempre pervive. La diplomacia no tiene porqué atarse a las ideologías personales de los mandatarios de turno. ¿Podrán Milei y Mondino entender esto?
Tucumán y la preocupación de Jaldo
En Tucumán, el gobernador Osvaldo Jaldo es uno de los que más preocupados mira las políticas del libertario. Por estas horas, lo que más desvela al tranqueño son los cambios que se proponen en el régimen de protección de la producción de la caña de azúcar. Junto a las demás provincias azucareras –Salta y Jujuy– miran con recelo los cambios que se proponen en la Ley Ómnibus que, así como otros artículos, benefician a unos pocos: en este caso, al Ingenio Ledesma. Y es que éste es el único que se beneficia con la derogación del régimen de entregas de azúcar para consumo en el mercado interno.
En este sentido, el mandatario provincial recibió hace apenas un día a la legisladora porteña Lucía Montenegro, quien servirá como uno de los nexos entre el presidente y el gobernador. Algunas malas lenguas sostienen que además de demostrarle preocupación por el golpe que sufriría el norte azucarero, hubo otras cosas que le pidieron a Montenegro que le transmita al presidente: Regino Amado, el Ministro de Gobierno y Justicia de Tucumán, le habría pedido el cargo de Radio Nacional para el fotoperiodista Michelin Andújar y la gerencia provincial de ANSES para Juan Ruíz Moreno.
El Congreso, entre roscas y responsabilidades institucionales
Será sin duda en el Congreso donde se darán los más amplios debates durante los primeros años de Milei, al menos hasta 2025, cuando asistamos a unas nuevas elecciones legislativas. Con la entrada en vigencia del DNU y el tratamiento de la Ley Ómnibus enviada por el Ejecutivo, el Congreso tendrá la histórica oportunidad de demostrar si realmente está a la altura del tiempo político, al aprobar o rechazar la propuesta Ley de Bases y Puntos de Partida para La Libertad de los Argentinos (nombre con que se presenta a las más de 1000 modificaciones jurídico-políticas contenidas en los más de 300 artículos).
Y es que la lógica parlamentaria indicaría que un Congreso nunca votaría a favor de delegar facultades legislativas en una sola persona. Pero en la política argentina nunca nada está dicho y, a día de hoy, negociaciones y contranegociaciones se dan por los pasillos del Poder Legislativo a fin de buscar el apoyo necesario para aprobar tal cantidad de reformas. Tal vez el caso más reciente sea el de Rodrigo de Loredo, jefe de la bancada radical que, luego de despotricar en la tele contra el DNU de Milei, anunció que (¿parte? de) la Unión Cívica Radical votará a favor. La política en su máxima expresión.
Así también, el rol del Poder Judicial también será clave en el sostenimiento de dicha reforma. Tomando mis anteriores palabras, la lógica jurídica indicaría que bajo ningún punto de vista dichas reformas puedan pasar el fuero judicial (en caso de aprobado por el Congreso). Esta afirmación no parte de las preferencias personales que pueda tener cada uno, sino desde algo mucho más simple –y complejo a su vez–: desde el punto de vista jurídico, el DNU y la Ley Ómnibus propuestos por Milei hacen aguas por todos lados. No hace falta ser un conocedor del derecho para entenderlo. Estas cientos de reformas –propuestas por Federico Sturzenegger, quien fue partícipe de dos gobiernos que no terminaron bien: la Alianza y el de Macri– implican, de facto, una reforma en la Constitución que, de todas maneras, no podría ser convocada en estos momentos.
La Justicia, que es el último intérprete de la ley, deberá, llegado el momento, refrendar –o voltear– el DNU libertario si es que realmente están en condiciones de salvaguardar las formas y principios de la Constitución Nacional. ¿Qué harán los cortesanos llegado el momento? Por ahora, sólo hay especulaciones.
Efímeras conclusiones
El gobierno de Milei cumple un mes y sin duda que estamos asistiendo a una verdadera Revolución, con R mayúscula para recalcar el carácter radical de todo aquel momento que, en un determinado espacio y en un corto tiempo, busca cambiar fervientemente la dinámica de las sociedades. Errores, aciertos e incertidumbres se verán a lo largo de los días, los meses y los años. Así como los tiempos son tiranos, las palabras también. Quedan aún por contestar decenas de interrogantes que serán fundamentales en los meses venideros.
¿Cómo se reformulará el peronismo de ahora en más, en medio de una crisis de liderazgos que cada día se agrava más? ¿Cuál será el rol de Cristina Kirchner? ¿Y el de Sergio Massa? ¿Cómo actuarán los gobernadores y, en especial, Axel Kicilllof? ¿Cómo actuarán las grandes centrales sindicales? ¿Cómo se manejarán los movimientos sociales?
¿Cuál será el rol de Victoria Villarruel, quien hace unos días compartió una nota donde recalcan que “está dispuesta a hacer lo que sea“? ¿Cómo procederá su alianza con Macri, con quien, dicen, preparan el terreno para un potencial pedido de juicio político contra Milei en caso de que las cosas no vayan acorde lo esperado? ¿Cómo seguirá la economía? ¿Cuándo habrá paz para los bolsillos? ¿Cuándo todo mejorará?
Estas preguntas y muchas más serán develadas con el correr del tiempo. Mientras tanto, la crisis se agrava y el ciudadano de a pie sufre. ¿Estará la política argentina a la altura de defender a su pueblo?
Pablito MUY GROSO, FELICITACIONES!!!!