Tiziano Cruz presentó Soliloquio y Wayqeycuna en la 78° edición del Festival d´Avignon en Francia, uno de los eventos internacionales más importantes de las artes escénicas contemporáneas.
Tiziano Cruz es un artista interdisciplinario que nació en San Francisco, pueblo que pertenece al departamento de Valle Grande de la provincia de Jujuy, nació y creció en la frontera entre Chile y Bolivia, tierras por donde pasaron nueve comunidades indígenas (los Atacama, los Kollas, Los Guaraníes, los Tobas, los Ocloyas, los Omaguacas, los Tilianes y los Toaras) y estudió artes escénicas en la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Tucumán. Sus obras combinan performance, teatro e intervenciones en el espacio público; presentó sus trabajos en Argentina, Brasil, México, Suiza, España, Chile y Canadá. Ganó becas y premios, como ser el Anti Festival en Finlandia en la categoría Mejor Espectáculo Latinoamericano y este año participó con dos obras en el Festival d´Avignon que se llevó a cabo en Aviñón, Francia desde el 29 de junio hasta el 21 de julio.
Las obras de Tiziano surgen a partir de experiencias personales dolorosas, como ser la muerte de su hermana y de su madre, y al mismo tiempo son denuncias de la injusticia social, económica y cultural que sufren los pueblos indígenas de nuestro país. En palabras del artista: “Lo biográfico en mi práctica artística toma las luchas de esos pueblos que caminan la senda de la autoafirmación identitaria, el autoconocimiento, el posicionamiento político, porque quizás sólo así se pueda plantear una escena cuyo fin no sea únicamente ser una obra de arte en sí misma, sino que pueda contribuir a generar los escenarios de discusión sobre una exclusión social, sobre una sociedad racista, homofóbica y aporofóbica”.
Tiziano, en sus obras reflexiona sobre su propio cuerpo y especialmente qué espacio ocupan determinados cuerpos en nuestra sociedad a partir de la pregunta: “¿Qué lugar tiene el arte del cuerpo en un país, donde mi cuerpo desaparece ante el anhelo de una sociedad blanca?”. Las dos obras que presentó en Aviñón, Soliloquio y wayqeycuna, son la segunda y tercera parte de la trilogía llamada “Tres maneras de cantarle a una montaña y encontrar una infancia”, son obras familiares que nacen de una investigación sobre el rol del padre, madre y hermanxs dentro de una estructura familiar. El punto de partida de esta trilogía es el fallecimiento en el 2015 de su única hermana, Betiana Cruz, quien fue víctima de la negligencia médica y murió a los 18 años luego de parir a su primer hijo y contraer un virus hospitalario. La primera obra fue Adiós Matepac, con la que ganó la Bienal de Arte joven, y trató sobre la relación con su padre utilizando como nexo la muerte de su hermana.
En la segunda obra, Soliloquio (me desperté y golpeé mi cabeza contra la pared), explora la relación con su madre a través de la muerte de su hermana. La obra fue escrita tomando como base 58 cartas que escribió a su madre en la imposibilidad de encontrarse debido a la pandemia de COVID19. La puesta en escena de Soliloquio se divide en dos partes, en la primera Tiziano trabaja con las comunidades originarias y pueblos marginados del lugar donde la obra es presentada. Para esto el artista establece vínculos con dichas comunidades, conoce sus territorios y busca comprender cómo viven, con la intención de lograr ayudas a largo plazo. “Mis obras apuntan a cambiar las realidades de las comunidades con las que me voy encontrando”.
La última parte de la trilogía es Wayqeycuna, en quechua “mis hermanos”. Al ciclo iniciado con Adiós Matepac y Soliloquio, Wayqeycuna aporta un intento de conclusión, en esta obra Tiziano continua el camino de las mujeres andinas para regresar a su propia infancia, al mismo tiempo que realiza rituales indígenas para denunciar la violencia del régimen neoliberal sobre las culturas que existen y resisten por fuera de la normativa. Tiziano comenzó esta trilogía atravesando el duelo de su hermana y la terminó con el duelo de su madre, quien falleció en marzo de este año cuando Tiziano estrenó en Brasil Wayqeycuna.
El Festival d´Avignon fue fundado en 1974 por Jean Vilar y es uno de los eventos internacionales más importantes de las artes escénicas contemporáneas. Este año, bajo la dirección de Tiago Rodrigues, el idioma invitado al Festival es el español, y los espectáculos en dicha lengua representaron el 30%; en este sentido, Tiziano con su obra Wayqeycuna en la que incorpora palabras en quechua, señala que el idioma español en nuestro país es la lengua de los colonizadores.
Desde La Nota nos comunicamos con Tiziano después del estreno de sus obras en Francia para hablar sobre sus procesos y el momento profesional que está viviendo.
La Nota: Tus obras nacen a partir de experiencias personales vinculadas a tu familia y al lugar donde naciste y creciste, experiencias doloras como el duelo de tu hermana, la discriminación y el abandono por parte del Estado hacia las comunidades originarias de nuestro país. ¿Cómo se da ese diálogo entre tu producción artística y tus procesos y vivencias personales? ¿Qué lugar ocupa el arte en esos procesos dolorosos?
Tiziano Cruz: Arte para no morir, y donde la metáfora no existe. Cuando pasó lo de mi hermana, allá en el 2015, tuve una idea muy ingenua, quizás, era muy joven, y dije “voy a trabajar duro para volverme una persona famosa y reconocida, porque si mi papá, mi mamá o mis otros hermanos caen en manos del sistema de salud nuevamente, estoy seguro que dirán – es la familia de Tiziano, el famoso, no los podemos dejar morir fácilmente”. El tiempo ha pasado, me he convertido en todo ello, quizás no tanto en Argentina, pero en el extranjero, los medios de comunicación se pelean por tener notas sobres mis trabajos, entrevistas y demás, los teatro se llenan apenas salen las entradas, el público siempre de pie al finalizar cada función. Todo eso que soñé y anhelé lo tengo, pero no fue, y no es suficiente. El 3 de marzo de este año estaba estrenando mi última obra en Brasil. Esa mañana me llama mi hermano mayor para decirme que mi mamá se había muerto, yo aún tenía que dar 2 shows ese mismo día. Mi madre murió postrada en una cama esperando sus medicamentos para el cáncer que nunca llegaron. Ser todo lo que soy o en lo que me he convertido, referente para muchos, no ha sido suficiente aún en este país como para salvarnos de la muerte. Mis obras hablan de eso, de la violencia y racismo estructural que existe en este país, donde no te perdonan nada.
LN: En los últimos años en el mundo del arte presenciamos como las comunidades originarias y los sectores históricamente marginados empiezan a adquirir mayor visibilidad y representación ¿Cuál es tu opinión al respecto? ¿Qué lugar sentís que ocupan tus obras en este panorama?
TC: Sobre el indigenismo o sectores marginados, periferias, o como queramos decirle, siempre se ha hablado en el campo del arte, la política, y demás. Siempre se ha hablado de nosotros, han dicho qué somos, cómo somos, qué sentimos, cómo debemos ser. Yo realmente creo que estamos ante un cambio de paradigma, donde ya no necesitamos que nadie hable por nosotros, solo necesitamos espacios donde nosotros mismos podamos contar nuestra historia. Necesitamos espacios, discutirlos y proponer nuevas formas de habitar y construir mundos. Hay que disputarle el concepto de indigenismo y periferia a la izquierda letrada progresista, que hablan muy bien, pero que no saben hablar con nuestra gente. También pienso que nosotros, indígenas o periféricos, tenemos que ser super responsables con los lugares que ocupamos hoy, no serles serviles al poder. Necesitamos trabajar para que más hermanos y hermanas lleguen a ocupar lugares de poder, porque el mercado es mercado, el capitalismo es capitalismo, y muchas veces seduce, tanto que lo queremos todo para nosotros. Entonces, se sigue reproduciendo un sistema de poder verticalista. Nosotros debemos trabajar para que haya una distribución económica y simbólica para toda nuestra comunidad, no solo para nosotros. Es un largo camino, un gran desafío, pero no hay vuelta atrás.
LN: Por último, quería preguntarte sobre tu participación en el prestigioso Festival d´Avignon en Francia ¿Cómo viviste la experiencia y qué repercusiones esperas?
TC: El Festival de Aviñón, es uno de los más importantes del mundo en el teatro, todo el mundo sueña con ser parte. En lo personal, fue una experiencia increíble, súper agotadora también, porque he presentado mis dos últimos espectáculos “Soliloquio” y “Wayqeycuna” con 2 funciones por día, ambos espectáculos han sido muy bien recibido por el público y la crítica me ha catalogado como el Artistas Revelación del festival, así que todo ha sido maravilloso. También he llorado bastante de la emoción porque me ha sido imposible no recordar todo el recorrido he tuve que hacer para llegar aquí, y también la tristeza de no poder tener el reconocimiento aquí en Argentina, mi país, eso es muy doloroso, que tu propio país no te reconozca, y no solo como artista sino como ciudadano, estoy cansado y dolido de que aquí siempre me digan “volvete a tu país”, una vez alguien me dijo “si en tu casa no te quieren, ¿qué podemos esperar del mundo?”. Si en mi país no me quieren o no me reconocen como ciudadano, ¿qué puedo esperar del mundo?
Sin embargo, a pesar de todo, soy un fiel militante de la esperanza de un mundo más justo, creo que la esperanza, es una herramienta que nos permite hacerle frente al capitalismo, a este necropoder el cual no solo decide nuestra muerte, sino también las formas de morir y el destino de nuestros cuerpos. Quien espera no consume, y no tener esperanza es condenarse a la vida del consumo, a la vida de la supervivencia. Yo al menos ya no quiero sobrevivir más, necesito poder vivir en este mundo.