Tras la muerte de la Muerte reviven los recuerdos en el país

La última dictadura argentina tiene la particularidad de ser considerada como una de las experiencias más cruentas en cuanto a violación de los derechos humanos en Latinoamérica. El 27 de febrero murió uno de los precursores de sus crímenes de lesa humanidad y La Nota convocó a distintos actores tucumanos, vinculados a los juicios que atravesó.

“SE MURIÓ LA MUERTE”, retwitteó tres días atrás, el 27 de febrero, la agrupación Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia por el Olvido y el Silencio de Tucumán cerca del mediodía. “A diferencia de sus víctimas, se sabe la hora, el lugar donde murió y su familia puede ir a despedirlo y llevarle flores. (…)¡30.000 PRESENTES!”, terminó el post.
Luciano Benjamín Menéndez fue el principal responsable del “plan sistemático de exterminio” de la última dictadura cívico-militar, entre 1976 y 1983, incluso luego de ser jefe del Tercer Cuerpo de Ejército. En 1984, en democracia como hoy, fue acusado por tres mil casos de torturas, secuestros y privaciones ilegítimas de la libertad, y por participar activamente de los campos clandestinos de detención de La Perla y La Ribera en la provincia de Córdoba. 20 años después, la justicia argentina sumó una infinidad de pruebas que lo condenaron 14 veces a prisión perpetua. También fue procesado en 49 causas, 13 de ellas estaban en juicio oral cuando murió. Además, contaba con 25 expedientes en curso de investigación.
“Sabíamos que estaba internado en Córdoba y sospechábamos que éste sería el desenlace”. Dijo una de las compañeras de H.I.J.O.S. a La Nota, agregando que “la noticia fue motivo de charla, reflexión y no de festejo porque, entre otras cosas, se llevó toda la información de lo que hizo a la tumba”. Menéndez, llegó a los 90 años de edad, con prisión domiciliaria por enfermedad y sin ningún tipo de remordimiento por los secuestros, torturas y exterminios que significaron su papel durante la Dictadura.
“Este genocida es una de las figuras emblemáticas del horror y la muerte, similar a lo que fueron Videla y Bussi, formando el trío más nefasto de la historia de nuestro país. De acuerdo a los testimonios de varias víctimas y testigos, Menéndez llevaba a los oficiales más jóvenes a los centros clandestinos de detención para que observen cómo él mismo torturaba a los y las secuestradas”, afirmaron desde H.I.J.O.S.. El ex militar, no sólo sembró el horror sobre sus víctimas, sino que demostró su poder y despotismo ante sus subordinados, ¿para que lo imiten? Claro que no, para que le teman y callen.

Un retrato realizado por el fotógrafo tucumano Atilio Orellana, mimbro de Agencia Zur, recorrió el país con la noticia de la muerte del genocida. La Nota lo invitó a que recuerde aquel día, en que tomó el más dramático y espeluznante retrato conocido del ex militar.

MENENDEZ
“El genocida Luciano Benjamín Menéndez, uno de los ex militares con más condenas perpetuas por crímenes de lesa humanidad, durante la dictadura militar Argentina”, enuncia el epígrafe del retrato que pertenece al proyecto fotográfico “30.000” de Atilio Orellana.

Recuerdo de una mañana de abril

La mañana del 6 de abril de 2010 fue una más de muchas otras, en las que me desempeñaba como reportero gráfico para la agencia Infoto, en la que trabajé cinco años.
En el Tribunal Oral en lo Criminal Federal de Tucumán (T.O.F.), se llevaba a cabo el segundo juicio por violaciones a los derechos humanos, caratulado  “Jefatura de policía I”. Luego del primer juicio, los medios locales habíanperdido el “interés” en las noticias sobre derechos humanos y sólo el colega Jorge Olmos Sgrosso y yo, estábamos ahí para cubrir con imágenes la jornada. Como éramos dos, decidimos “pedir el favor” de que nos dejaran subir al primer piso del tribunal, donde Menéndez miraba por televisión, en una pequeña oficina, el juicio en el que se lo juzgaba junto a seis imputados más, entre ellos, Antonio Domingo Bussi, que luego fue apartado del juicio por problemas de salud.
Nuestro pedido tuvo éxito y subimos acompañados por personal del TOF hasta arriba. Había dos efectivos de gendarmería en una especie de sala de espera con un estrecho pasillo al final, donde había un tercer efectivo a unos metros de la puerta de la “oficina”, donde estaba Menéndez. Jorge pasó primero; no pasaron más de 15 o 20 segundos hasta que salió y fuera mi turno de pasar a hacer las fotografías.
Me paré en la puerta y lo vi sentado frente a un escritorio con muchas hojas (supuse luego fojas de la causa) a este señor que años antes en otra cobertura previa a los juicios, tuve que correr entre medio de autos en la calle, para poder tener una fotografía de él, mientras se retiraba del juzgado federal. Estaba ahí, quieto; haciéndose de leer los papeles en el escritorio; sabiendo que yo iba a hacer unas fotos. Le hice un par de fotos en ese contexto y fue ahí cuando me di cuenta de que era mi oportunidad de hacerle un retrato en primer plano. En el primer juicio se me había cruzado por la cabeza hacerle a él y a Bussi y que por razones de “protocolo” nunca pude. Me saqué la mochila, la puse en el piso alfombrado y cambie mi lente angular por un lente largo para tener el plano cerrado que buscaba. Apunté, disparé tres fotos (todas movidas, después las borré) porque él se hacía de leer las hojas en el escritorio, le dije con tono nervioso “¿puede mirar hacia aquí?”, levantó la mirada y saqué tres fotos más, todas apenas vibradas por los nervios.
No dije nada más y me fui.
Pasaron casi ocho años de aquel día, y no fue hasta que se murió que la fotografía reapareció y se compartió más que nunca.
Siempre dije que la fotografía no tendría tanto peso si el personaje en ella no fuera quien es. Hoy recuerdo todo esto porque siento que la fotografía tuvo que estar ahí para volverse más fuerte con el paso del tiempo, como así también para fortalecer nuestra memoria.

                                                                                                                                                         Atilio Orellana

Los militantes de H.I.J.O.S. asistieron las 4 veces que fue juzgado y condenado en nuestra provincia por los casos individuales Vargas Aignasse, Romero Niklison y Toledo de Ygel y por la causa colectiva Jefatura de policía I. Cuando se hizo la apertura de los juicios, cientos de familiares, testigos y agrupaciones de militantes por los derechos humanos tuvieron sentados en el banquillo de los acusados a Luciano Benjamín Menéndez y Antonio Domingo Bussi, quienes fueron, para la región del NOA, son los emblemas de la muerte. Todos los días, en cada uno de los juicios, Menéndez permaneció inmutable, indolente, con la misma expresión de frialdad y tranquilidad a la vez, una característica que sigue guiándonos a los confines de su monstruosidad: ni un ápice de remordimiento, arrepentimiento ni culpa. Repitió hasta el final que Argentina “vivió la Tercer Guerra Mundial entre Occidente y el marxismo. “La mirada firme y al frente la sostuvo desde el principio, hasta el último día de los juicios en Tucumán. Él, creyó haber defendido a la Patria con la sangre de los compañeros desaparecidos. La muerte de Menéndez nos condujo nuevamente a pensar sobre el punto final biológico”.

¿Justicia?

“Los juicios empezaron tarde; todos los imputados y responsables ya son mayores y en la medida que postergan los juicios faltantes, siguen sin pagar con vida todo lo que hicieron. Estamos esperando que se inicie el juicio de Operativo Independencia II. De acuerdo a lo establecido por la Secretaría de Derechos Humanos, este juicio debería haber empezado en enero y aún no hay novedades. Con el giro de ultra-derecha que tuvo el gobierno y la complicidad judicial, cada vez aparecen más excusas y situaciones que persiguen la continua dilatación de los juicios. Las Abuelas y los familiares de esa generación empezaron a morir, los imputados también, varios de ellos murieron en pleno juicio y otros tantos se apartaron por cuestiones de salud y no hay avances. No festejamos su muerte, motivo de festejo habría sido que viva muchísimos años más, pero encerrado en una celda de cárcel común y pagando con vida tanto crimen, impunidad y horror”, finalizó con dolor la activista de H.I.J.O.S.
Años atrás, el fotógrafo tucumano, Julio Pantoja, realizó un ensayo fotográfico sobre los hijos de desaparecidos de la última dictadura militar, llamado “Los Hijos. Tucumán veinte años después” Tucumán, Argentina 1997-2001.

 

“Dos décadas después de que se realizara el Golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, el mismo militar que había dirigido aquellas acciones, el general Antonio Domingo Bussi, fue elegido gobernador en elecciones democráticas pese a las acusaciones de genocidio, tortura, desapariciones y robos de bebés. En ese momento decidí comenzar mi tarea de retratar a los hijos e hijas de aquellas víctimas”, comentó Julio Pantoja sobre este ensayo.

Antonio Domingo Bussi murió en el año 2012, mientras estaba siendo juzgado en decenas de casos más y cumpliendo la primera condena (aunque en su domicilio al igual que Menéndez), gracias a la Constitución Argentina que fue violada tantas veces por él y todos los cómplices del gobierno de facto. Murió Bussi, murió Menéndez. Lo que no muere es el dolor que dejaron en miles de familias y en todos los y las activistas por el cumplimiento de los derechos humanos que continúan la lucha y en la Historia de nuestro país. El Estado cada día más ausente al respecto y en tanto más.  Ni olvido, ni perdón.

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