En agosto del 2004, se promulgó en Argentina la Ley 25.929 de Parto Humanizado, la cual establece que toda persona gestante, en relación con el embarazo, el parto y el postparto (puerperio) tiene derecho: a ser informada sobre las distintas intervenciones médicas que pudieran tener lugar durante esos procesos; a ser tratada con respeto, y de modo individual con intimidad durante todo el proceso asistencial, en consideración con sus pautas culturales; a ser considerada como persona sana; al parto natural, respetuoso de los tiempos biológicos y psicológicos, evitando prácticas invasivas y medicación que no estén justificadas; a estar acompañadas por una persona de su confianza y elección; y a tener a su lado a su hijx durante la permanencia en el establecimiento sanitario.
La violencia obstétrica es toda conducta, acción u omisión realizada por el personal de salud que afecte los cuerpos y los procesos reproductivos de las personas gestantes, expresado en trato deshumanizado, abuso de medicalización y patologización de los procesos naturales. Esta violencia es producto de un entramado multifactorial en donde confluyen la violencia institucional y de género. Existe desde que los partos dejaron de producirse en las casas, y se transformaron en un acto médico controlado en los hospitales donde lxs grandes protagonistas son lxs profesionales que “traen” bebés al mundo, invisibilizando el gran trabajo corporal, mental y espiritual que requiere, para el cuerpo que pare, atravesar un nacimiento. La imposición de pujar acostada en una camilla, con las piernas en alto y gambas abiertas, responde a una comodidad para el personal gineco-obstétrico. En la Cosmovisión Indígena Latinoamericana, el proceso de parir en cuclillas es memoria ancestral y una práctica muy usada en comunidades del Amazonas y de los Andes. En Tucumán, parir en esta posición es poco probable de habilitar, pese a que existe vasta evidencia científica sobre los beneficios en la postura: disminuye los sangrados, produce menos dolor, exige menos fuerza y la posibilidad de desgarros es mínima.
Las parteras y doulas: desestigmatizando roles
El Dr. Michel Odent, referente en materia de procesos de nacimientos, expresa: Necesitamos recordar que la madre es el prototipo de la persona protectora. Originalmente, la partera era la madre u otra mujer en el rol de madre.
Existe la figura “parto culturalmente respetado” o “parto intercultural”, que hace referencia a una atención de salud que se caracteriza por el respeto no solo al cuerpo gestante, sino a la red de contención familiar y al bebe recién nacido, en sintonía con prácticas culturales y ancestrales, necesidades, deseos, y costumbres que traiga consigo la persona que consulta. El rol de las doulas y parteras tiene asociación con esta mirada cuidada del proceso de parir y gestar.
Natalia Cisterna, Doula residente en San Miguel de Tucumán, nos cuenta: “mi trabajo comienza cuando la familia gestante elige la información para poder llegar a un parto lo más amoroso y respetuoso posible. Las doulas acompañamos procesos y decisiones sin intervenir ni influenciar, escuchando los deseos de la familia, generando, desde nuestro lugar, esa confianza y seguridad para llegar al evento más importante de nuestras vidas con amor y respeto”.
Los cuerpos gestantes son atravesados no solo por la coyuntura política, social, económica y religiosa de cada territorio (el NOA y su simpatía por obligar a mujeres niñas a parir) sino también por un hermetismo y pacto silencioso de invisibilización de las prácticas culturales, heredades de los ancestros, que conciben el nacimiento como un momento de goce, alegría y amorosidad. Las mujeres blancas clase alta de ciudad pueden elegir dónde y cómo parir, porque su situación económica lo permite, pueden pagar el servicio domiciliario de obstetra y enfermera y parir en casa. El resto, están libradas a la voluntad de profesionales que, a veces casi siempre, no entienden el parto en un marco de interculturalidad y respeto por otra idiosincrasia.
Se podría pensar que en esta época el trabajo de las parteras sería reconocido y valorado. En los parajes con pocas postas de salud y escaso personal sanitario, son las parteras las que históricamente han asistido partos en aquellos lugares donde el sistema de salud no llega. Éstas, están excluidas de todas las políticas oficiales en materia sanitaria en Tucumán. Muchas veces, las parteras son perseguidas y hostigadas por el sistema de salud, que las dimensiona como una amenaza a la hora de cumplir con las metas de nacimientos institucionales.
Parir: transformar el dolor en goce
Existe vasta evidencia científica sobre los cambios hormonales que se producen en el cuerpo minutos previos y posteriores al parto, donde sobresale el pico en la liberación de oxitocina (hormona del amor) posterior a dar a luz. Esto permite el correcto alumbramiento de la placenta con mínimas pérdidas sanguíneas, asociado a la liberación de morfina y prolactina natural, que servirá posteriormente para la lactancia. El proceso de parto es el mayor orgasmo que un cuerpo gestante puede sentir. El parto orgásmico no lo genera el roce de la cabeza del feto en la vagina, sino que es producido por el propio movimiento del útero, siempre que los músculos funcionen en un contexto de parto natural. El parto orgásmico es un tabú, más que el incesto inclusive. El placer, el goce sexual, las relaciones sexuales durante el embarazo, son temas tabúes dentro de las comunidades, y tienen relación con la expropiación de los cuerpos y del placer que el patriarcado hace a las mujeres y disidencias. Si pensamos en la palabra “embarazo”, veremos que tiene directa relación con la palabra inglesa “embarrassed” (vergonzoso). Vergüenza por gestar.
Desarmando el modelo médico hegemónico obstétrico
A partir del siglo XVIII, el modelo de medicalización del parto cambió de paradigma. El parto pasó de ser concebido como un proceso fisiológico normal, en hogares, a ser encuadrado como un procedimiento de riesgo que requiere seguimientos y controles médicos en instituciones integradas por profesionales. Todo esto craneado por médicos varones cis que reconocían los procesos fisiológicos de cuerpos gestantes como “desviados” de sus normas, por ende patológicos. ¿Sorprendides? El sistema capital montando en nuestros cuerpos la lógica de rueda de producción: hospital como fábrica, el cuerpo como máquina y el bebé producto o resultado de la cadena productiva.
La violencia que se genera por los profesionales de salud, tiene como base un sistema sanitario jerarquizado, caracterizado por relaciones de asimetría de poder entre médico-cuerpo gestante, y por la apropiación de la capacidad de decisión de los pacientes sobre sus cuerpos. Este modelo tiene como similitud el modelo de mujer pariendo-hombre médico asistiendo. Institucionalmente, los servicios de salud pública de Tucumán, llamados “Maternidades seguras”, se resisten a brindar intimidad en la sala de preparto, dar tiempo de calidad en la atención, aprenderse el nombre de la parturienta, y aceptar prácticas alternativas y posiciones no tradicionales para el parto.
Las decisiones son tomadas por el profesional de mayor jerarquía (medicx), y pocas veces hay accionares abordados interdisciplinariamente y en equipo. El modelo médico hegemónico contempla: el abuso de prácticas invasivas como la episiotomía (corte en el periné, desde vulva hasta el ano) y cesárea; el control prenatal desde una perspectiva enjuiciadora provida; la violencia obstétrica desde su concepción física y psíquica; el mandato compulsivo de la medicalización de los cuerpos gestantes, como algo natural y empírico. El fundamento en la episiotomía es que se realiza para prevenir desgarros, sin embargo, no existe suficiente evidencia científica que lo corrobore. El patriarcado tiene el poder de cortar y mutilar el cuerpo gestante. La episiotomía es represión y es violencia sexual.
En clave sanitaria, me parece interesante repensar las prácticas médicas actuales, dentro del campo médico específico, desarticulando las concepciones hegemónicas y enlazando esto con los saberes populares. Desaprender lo habitual y articular las prácticas de salud con las prácticas populares y ancestrales de las zonas rurales, indígenas y campesinas que viven aquicito, en Tucumán, es urgente.
¿Qué es lo que determina que un conocimiento sea tradicional o científico? ¿Quién dictamina que el saber médico empírico no puede relacionarse con el saber empírico de una partera con una cosmovisión otra, diferente? El saber médico tradicional académico, para poder producir un cambio favorable en la salud de las personas, debería contemplar la identidad cultural, ideológica y ancestral que operan dentro de las comunidades alejadas de la ciudad, ya que existen condiciones negativas que, de base, intervienen en el proceso salud-enfermedad de los cuerpos gestantes en general que viven en territorios otros. Es clara y evidente la ausencia de una visión de derechos en las prácticas médicas.
El sistema lo único que busca es incorporar compulsivamente a las personas gestantes al estricto control médico. Esta concepción busca reducir tasas de morbimortalidad materno-infantil, independientemente del trato, las decisiones o el cuidado del cuerpo gestante. Para poder emancipar la ciudadanía reproductiva de las personas con capacidad de gestar, es necesario romper con el modelo paternalista y tutelar del mismo Estado y del sistema de salud, que solo contemplan los paradigmas de “controles” de embarazo como única manera de concebir la salud obstétrica. No estoy desaconsejando los controles durante el embarazo, al contrario, son recomendables y tiran mucha información al momento del parto. Lo que me parece necesario es cuestionar un sistema que no concibe ninguna otra concepción de estos maravillosos procesos, subordinando la figura del cuerpo gestante a la decisión del profesional que detenta el saber.
Es urgente y necesaria la formación de profesionales de la salud, ya sean médicos, enfermeros, parteras u obstetras, con enfoque de género y derechos humanos. El eje debe estar puesto en los aspectos interculturales y sociales que habiliten y promuevan un intercambio respetuoso entre el personal sanitario y la persona gestante con su círculo familiar acompañante, promoviendo la figura del parto intercultural como nuevo modelo al paradigma médico imperante.
Podes ver el fotoreportaje de Olmo Calvo WAWACHAÑA, PARTOS EN EL TECHO DEL MUNDO completo aquí
Que el sistema permita que el parto sea la obra de amor de cada gestante y sus individualidades y no solamente el nombre de un respetado profesional… no al modelo médico hegemonico p unos cuantos q pueden pagar x el. Excelente nota.