A 43 años del secuestro y asesinato del periodista Rodolfo Walsh recordamos dos sucesos fundamentales en la vida y en la muerte del autor de “Operación Masacre”: el suicidio de su hija frente al ataque del Ejercito y emblemática “Carta a la Junta Militar”.
Walsh escribió “Carta Abierta de un escritor a la Junta Militar” para denunciar los más voraces crímenes de la última dictadura militar en Argentina. El documento fue terminado y difundido al cumplirse un año de la toma del poder de Jorge Rafael Videla, Emilio Massera y Orlando Ramón Agosti, específicamente el 24 de marzo de 1977.
“Quince mil desaparecidos, diez mil presos, cuatro mil muertos, decenas
de miles de desterrados son la cifra desnuda de ese terror” denunció Walsh.
Describió los procesos ilegales de detención y las torturas que sufrían los reos como “el potro, el torno, el despellejamiento en vida, la sierra de los inquisidores medievales reaparecen en los testimonios junto con la picana y el submarin
o” .
En este sentido, el periodista apuntó directamente a la CIA actuando en los departamentos de la Policía Federal. “Conducidos por oficiales becados de la CIA a través de la AID, como los comisarios Juan Gattei y Antonio Gettor, sometidos ellos mismos a la autoridad de Mr. Gardener Hathaway, Station Chief de la CIA en Argentina”
También explica el debacle económico a la que es sometida la Argentina con “congelamientos de salarios a culatazos mientras los precios suben en las puntas de las bayonetas”
El 25 de marzo de 1977, viajó en tren a Buenos Aires, envió por correo varios ejemplares de la Carta –destinados a los principales diarios de Buenos Aires y a algunas corresponsalías– y se dirigió a una cita con Montonero, organización para la que militaba. Allí, en San Juan y Entre Ríos, fue emboscado y asesinado por el grupo de tareas 3.3.2 de la ESMA, del cual formaba parte Alfredo Astiz.
La carta no fue publicada por ninguna diario argentino. Recién en abril de ese año, fue publicado en El Nacional de Caracas bajo el nombre “La carta que mató a Rodolfo Walsh”.
“Ustedes no nos matan, nosotros elegimos morir”
Antes de su muerte, Walsh vivió en carne propia lo que la dictadura provocaba en las fibras más íntima del ser humano como la de “machacar la sustancia humana hasta quebrarla y hacerle perder la dignidad”.
Este hecho fue el suicidio de su hija María Victoria, quien cumplía 26 años cuando sucedió la tragedia. Vicki, como él la llamaba era secretaria de comunicación gremial de Montoneros y fue atacada por el Ejército un 26 de septiembre de 1976.
Un centenar de soldados del Primer Cuerpo del Ejército rodearon con tanques, autos y hasta un helicóptero la casa localizada en Miguel del Corro 105, en el barrio porteño de Floresta (CABA). Allí se encontraba la secretaría política de Montoneros – Alberto Molina Beluzzi, Ismael Salame, José Coronel e Ignacio Bertránque- que resistió durante una hora y media el operativo militar. También estaba la beba de María Victoria de un año y medio, que según testimonios, fue llevada junto a otros niños luego de terminado el ataque.
“De pronto, dice el soldado, hubo un silencio. La muchacha dejó la metralleta, se asomó de pie sobre el parapeto y abrió los brazos. Dejamos de tirar sin que nadie lo ordenara y pudimos verla bien. Era flaquita, tenía el pelo corto y estaba en camisón. Empezó a hablarnos en voz alta pero muy tranquila. No recuerdo todo lo que dijo. ‘Ustedes no nos matan’ dijo el hombre (Beluzzi) ‘nosotros elegimos morir’. Entonces se llevaron una pistola a la sien y se mataron enfrente de todos nosotros.” escribe el periodista en “Carta a mis amigos” sobre el testimonio que le había dado un soldado. “Mi hija no estaba dispuesta a entregarse con vida. Era una decisión madurada, razonada. Conocía, por infinidad de testimonios, el trato que dispensan los militares y marinos a quienes tienen la desgracia de caer prisioneros: el despellejamiento en vida, la mutilación de miembros, la tortura sin límite en el tiempo ni en el método, que procura al mismo tiempo la degradación moral, la delación” agrega.
Walsh culmina la carta recordando con amor a María Victoria: “Su lúcida muerte es una síntesis de su corta, hermosa vida. No vivió para ella: vivió para otros, y esos otros son millones. Su muerte sí, su muerte fue gloriosamente suya, y en ese orgullo me afirmo y soy yo quien renace de ella”.
El pionero del periodismo literario recibió la triste noticia tres días después: “Estábamos en reunión cuando empezaron a transmitir el comunicado. Escuché tu nombre, mal pronunciado, y tardé un segundo en asimilarlo. Maquinalmente empecé a santiguarme como cuando era chico. No terminé con ese gesto. El mundo estuvo parado ese segundo. Después les dije a Mariana y Pablo: ´era mi hija´. Suspendí la reunión” detalla en “Carta a Vicki” a tres meses de su fallecimiento.
Tras el suceso, Walsh tuvo un impasse en la organización, incluso se preveía que podía ser exiliado del país pero en enero de 1977 decide recomponerse y se instala en San Vicente. Su compañera Lilia Ferreyra, contó que en su última etapa, el escritor deja atrás el tono narrativo y construye un discurso más argumentativo como los de “Cuadernos de Militancia “, donde fueron publicadas las mencionadas cartas.
Padre de Victoria y Patricia, que aún vive, Rodolfo marcó a fuego a toda una generación de escritores, investigadores y periodistas. Los asesinos de Walsh hicieron desaparecer su cuerpo, pero fracasaron en silenciar a una de las voces más comprometidas con la verdad, la memoria y la justicia.