Presentan un libro sobre arte Drag

Este sábado 9 de noviembre se presentará en Pangea el libro “Lo que es el Drag. Vol. 1”, una compilación de textos y reflexiones sobre el arte Drag y sus expresiones en Tucumán.

  • Sábado 9 de noviembre, 21hs. Pangea (Laprida 289)

En un momento donde el drag está presente en la agenda mediática, impulsado por el reality show RuPaul’s Drag Race, sumado al interés que generó Estanislao Fernández, hijo del presidente electo Alberto Fernández quien es una drag queen, el libro acerca una pequeña antología de textos inéditos en español que proponen repasar algunos hitos de la historia del drag y el transformismo en nuestra provincia. Junto a esto también, sus autores y autoras proponen un glosario elaborado especialmente para esta edición.

Tucumán, lejos de ser la excepción, sin lugar a dudas es la regla: “la Meca del Arte Drag” argentino (o, al menos, de su expresión mayoritaria).

La presentación estará a cargo de Mother Psicógena Lapsus y Patricio Dezalot, bajo la musicalización de la DJ Drag Ginger Hot directo desde São Paulo, Brasil.

Compartimos el prólogo del libro escrito por Patricio Dezalot:

Esa “perversa naturalidad femenil” y sus herederas

Existe un hilo invisible que une a todas las dragas de hoy con las anteriores, y a estas con las transformistas de antaño. El mundo que habitamos está signado por todo lo que nos precedió. Cada vez que una marica se pinta una uña, se conecta con todas las que lo hicieron antes. Si aprendiéramos a maquillarnos en casa viendo una foto de RuPaul, por ejemplo, no estaríamos simplemente copiando un maquillaje, estaríamos incorporando una expresión de la cultura de la comunidad dragqueen newyorkina de los años ‘80.

Tucumán es conocida como “La Meca del Drag” argentino. Dicho nombre sería algo pretencioso de no ser por el peso de su argumento: durante los primeros años de la década del 2000 se llevó adelante la primera Elección Nacional Drag Queen que, luego de casi veinte años, se ha convertido en un evento anual muy popular, incluso declarado de interés turístico y cultural para la provincia. Pero nuestra historia está atravesada por una larga trayectoria de transformismo muy anterior al inicio de estas competencias. Durante la década de 1870 un alumno del Colegio Nacional de Tucumán llamado Gabriel Iturri (futuro “compañero de vida” del conde francés Robert de Montesquieu) gozaba de calzarse los miriñaques y las mantillas para interpretar a cuanto personaje de señorita hubiera disponible en una obra; esto encolerizaba a su profesor, el extranjero y homofóbico Paul Groussac. “Casi en exceso bonito (…) lanzando la ojeada coqueta con una perfección intencionada y no se qué perversa naturalidad femenil”, refunfuñaba.1 Entre los 130 años que separan esos dos sucesos, nació el arte drag en la provincia.

Este volumen incluye dos traducciones. El primer texto fue publicado en una enciclopedia especializada en el 2004 y el segundo en un medio web en el 2018. Los dos tratan sobre el arte drag anglosajón, por lo que no vamos a encontrar referencias latinoamericanas. Sin embargo, están llenos de definiciones, análisis y temporalidades que pueden servir para pensar el drag local.

Para les autores, el drag es un fenómeno amplio que atraviesa gran parte de la historia. La práctica del crossdressing se ha documentado en los ritos religiosos de los pueblos originarios de todo el continente americano y ha formado parte de la cultura del teatro desde la Antigua Grecia, (ya que al estar excluidas las mujeres de la escena oficial, los hombres interpretaban tanto los papeles masculinos como los femeninos). Durante el siglo XIX surgen las transformistas como personajes en sí mismas, dejando, de este modo, de ser parte integral de la cultura del teatro, y se aglutinan en actos cómicos de vodevil para audiencias heterosexuales. Pero el momento clave para el drag llega en la década de 1930, cuando el arte del transformismo se encuentra con las comunidades gays y sus espacios de sociabilidad, dando lugar al nacimiento de las primeras dragqueens tal cual hoy las conocemos. En Tucumán, el primer registro de este contacto proviene de la década de 1950. Según cuentan, el conocido personaje urbano Rufino Requejo (fallecido en 2016) visitaba regularmente el -quizás- primer “lugar de ambiente” en San Miguel de Tucumán llamado Maxim, envuelto en pieles y joyas cual dama de alta sociedad, impactando a todes con su insolencia. Otro registro posterior, de los años 80, son las transformistas del boliche Sambao (lugar en el que, además, sucedió una redada policial épica, que muches recuerdan hasta el día de hoy).2

Lejos del mito de “DRAG” como acrónimo de “Dressed Resembling A Girl”, la palabra drag viene de un antiguo lunfardo criminal que significaba arrastrar la rueda de un carruaje, frenarlo. Posteriormente, se va a utilizar en el teatro isabelino para describir el “arrastre” de una pollera sobre el escenario, y en el s. XIX con un sentido más específico: un hombre vestido con ropas de mujer con el fin de entretener. La palabra “queen”, por otro lado, tiene su origen en un doble sentido sonoro: un juego entre la palabra “queen” (reina) y el inglés antiguo “kwean” (puta), de pronunciación casi idéntica. Este último término era ya usado por gays y prostitutas en el s. XVII para nombrarse entre elles. El primer registro escrito de ambas palabras juntas como “dragqueen” es de año 1941, aunque su uso oral data de una década previa.

La distancia de 14 años que separa a ambos textos aquí presentados se vuelve muy evidente cuando comparamos sus formas de concebir el drag. Mientras que el primero comienza diciendo “Las dragqueens son gays que visten ropas del género opuesto, performando feminidades”, el segundo hace su parte diciendo “una dragqueen ya no es sólo un hombre que usa ropa de mujer (…), es una entidad completamente independiente”. En poco más de 10 años nuestras nociones de lo que es el drag han estallado y volado por los aires. Hemos aprendido que el drag tiene que ver con muchas cosas, pero, sobre todo, tiene que ver con el género. Hoy en día el drag es un espacio habitado tanto por dragqueens como por dragkings, transqueens, transkings, bioqueens e incluso las recientes estrellas dragkids.

Clau Bollea, a través de Psicógena Lápsus, nos educa desde la jungla tucumana diciendo que “el drag es una bomba al género”.3 Quien hace drag está dinamitando el género todo el tiempo. Es así que muchas veces el drag y su comunidad sirven como espacios seguros para explorar el género propio, como fuente de autoestima, de reparación y de re-creación de une misme: “Elles han excavado muy profundo dentro de sus propias mentes, han sacado las partes más extrañas, potentes y teatrales de sí mismes, y luego las han mezclado para crear algo completamente nuevo”,4 y todo esto lo han plansmado en sus cuerpas, ya que para el drag “nuestro cuerpo es un lienzo”.5 El drag invita a replantearnos qué es lo que define nuestro género y qué sostiene esas definiciones. Y no sólo constituye un cuestionamiento propio: hoy en día el drag acerca parte de nuestra cultura cuir a ese mundo paki (cisgénero y heterosexual) -que poco contacto a veces suele tener con nosotres- y comienza a socavarlo generando empatía.

Leo Nante nos define al arte drag(king) como “una cuestión de arte, libertad, resistencia y comunidad”.6 Estos textos nos van a revelar algo similar: que no hubiera existido un arte drag sin las comunidades drag y sus historias. Nos invitan a conocer los ballrooms y las familias drags: cómo la marginalidad las agrupaba para la supervivencia y desarrollaban sus propios espacios. En la década de 1990 nació en Tucumán Tenor Grasso, una grupa de artistas performátiques -de funcionamiento muy similar al de una house actual- que combinaban el arte plástico, el teatro y el transformismo, para hacer “desfiles” que desafiaban la pacatería del bussismo en un Tucumán posdictadura.7 De la década del 2000, son muy recordadas dragqueens como Elektra Trash, figura de Nocturno, que ha sembrado su propia familia, teniendo a las jóvenes Bellums como sus nietas que brillan en la escena local por su nivel de técnica y sus proyectos; o también a transformistas como La Bicha de Diva, que ha transferido sus illusions y sus habilidades de conducción a una nueva generación de transformistas. Si bien somos testigues hoy del nacimiento de un “drag industrializado” -como lo llama Guillermo Katz-,8 los modos de producción artesanales en el drag local persisten. Sin embargo la era de las redes sociales y el renacimiento del drag en el mainstream han provocado en la región la generación espontánea de dragas. Pero la orfandad es sólo una ilusión. Ninguna draga escapa de su historia, de su relación con las demás. El drag es un movimiento colectivo9 y en la era de la globalización es la intersección de historias propias y ajenas, autóctonas y extranjeras. Hoy podemos amplificar el drag local sólo por todas aquellas que allanaron este camino aquí y allá. Esa es la propuesta que encontramos en estos textos: recuperar la historia del drag de nuestras ciudades; reencontrarnos con esas dragas que nos han precedido, porque nos han heredado -muy generosamente- todo lo que tenemos; escarbar muy profundo, encontrarlas, mezclarlo todo y usar toda su belleza, toda nuestra belleza, para cambiar de una vez por todas este mundo horrible.

Patricio Dezalot / Septiembre de 2019

1. Paul Groussac citado por Carlos Páez de la Torre (h) en su libro El Argentino de Oro. Una vida de Gabriel Iturri, Bajo la Luna, Argentina, 2011, p11-12.
2. Gisela Andreani y Maxi Galiano, “En la calle, codo a codo, somos mucho más que dos” en Revista La Cascotiada #1, diciembre de 2015.
3. Clau Bollea – Psicógena Lapsus, “Dinamita: diario de una drag” en Revista La Cascotiada #1, diciembre de 2015.
4. “Sashay a través de la historia de la cultura drag”, en este volumen, p.19.
5. Clau Bollea – Psicógena Lapsus, ídem.
6. Leo Nante, “Los reyes no nacen, se hacen” en Revista La Cascotiada #2, abril de 2016.
7. Se puede encontrar un gran archivo audiovisual en la página de Facebook de Tenor Grasso, creada por Jorge Lobato Coronel.
8. En el primer mundo el drag se habría “industrializado”, ya que el diseño de indumentaria, el maquillaje, las prótesis, las pelucas, el e-commerce, los videotutoriales y la exposición en las redes sociales, habrían reemplazado procesos que antiguamente eran más “artesanales”, provocando el nacimiento de dragas en serie. Se puede leer su artículo “El arte de ser mostros: reflexiones transoceánicas sobre el transformismo y las dragqueens” en Revista La Cascotiada #1, diciembre de 2015.
9. “Sashay…”, ídem, p33.

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