Organización, empatía y lucha: el legado de Dario Santillán y Maxi Kosteki

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Alberto y Leo Santillán estuvieron en Tucumán para lanzar la Campaña “#ConEllosNo: los asesinos de ayer no pueden ser los salvadores de hoy”, en el contexto del año electoral. Además, visitaron familiares de víctimas del gatillo fácil, para juntar fuerzas y refugiarse en el abrazo colectivo.

Alberto es el padre de Dario Santillán, uno de los jóvenes que fue asesinado el 26 de junio de 2002 en las inmediaciones de la Estación Avellaneda en una masiva movilización social, junto a Maximiliano Kosteki.

17 años pasaron de aquella jornada que marcaría para siempre a una familia, y a un país entero. Las muertes de Dario y Maxi se transformaron en lucha y organización, y hasta el día de hoy continúan siendo figuras emblemáticas de los movimientos sociales.

Sin embargo, los autores intelectuales de lo que se denominó la Masacre de Avellaneda, entre ellos Eduardo Duhalde, Felipe Solá, Juan José Álvarez, Aníbal Fernanández, continúan impunes y vigentes en el campo político. “Son estos tiempos políticos en los cuales hay que salir para que no caiga todo”. Alberto es contundente con sus palabras. Habla bajo, pero sus ideas son claras: “los asesinos de ayer no pueden ser los salvadores de hoy”.

“En Buenos Aires se quiere instalar en los grandes medios que todos los movimientos sociales acompañan a Felipe Solá. Eso es una gran mentira, son solo tres movimientos (Movimiento Evita, CCC, La Dignidad y Somos Barrios de Pie) a los que nosotros consideramos que son traidores. Muchos de estos movimientos estuvieron al lado de nosotros en este grito de justicia”, expresó Alberto.

Aquel 26 de junio, la movilización prometía ser multitudinaria y contundente, por eso, el entonces presidente Duhalde junto a Solá y sus respectivos ministros de seguridad elaboraron un coordinado operativo de seguridad para reprimir a la multitud. Policía Federal, Bonaerense, Gendarmería, agentes de civil, infiltrados, francotiradores y oficiales retirados fueron convocados para lo que se convirtió en una cacería por las calles de Avellaneda que, al caer la tarde, tenía dos muertos y 33 heridas y heridos.

Solá felicitó y avaló públicamente el accionar del comisario Alberto Fanchiotti, quien luego sería condenado a cadena perpetua junto al cabo Alejandro Acosta por doble homicidio y siete tentativas de homicidio.

“El poder político lo rodea, es tanta la impunidad que en estos 17 años la justicia nunca lo llamó a declarar. Hasta el mismo decía que no hay que diferenciar entre lo que hace la política cuando reprime, es una orden del Estado”, explica Alberto.

“Vemos que el manto de impunidad sigue latente y nuestra postura se refuerza. No nos dejamos ganar por la bronca, sabemos el lugar donde nosotros estamos parados, que son las calles, nuestro lugar de lucha, donde conseguimos las condenas a Franchiotti y Acosta y donde estamos plantados como familia. No nos vamos a mover de ahí”, sostuvo.

En aquel momento se quiso instalar la idea de enfrentamiento. Pero la labor periodística de Sergio Kowalewsky y del fotógrafo Pepe Mateos fueron una bisagra para que se abra una puerta y esas evidencias resultaron clave en el curso de la investigación. “Lo que pasó en la estación no fue una guerra, sino una represión ideada desde el gobierno provincial“.

La familia Santillán forma parte de la red de familiares contra el gatillo fácil. “En esta clase de asesinatos generalmente son las madres las que se ponen al frente”, contó Alberto. En su estadía en la provincia, fueron al barrio Juan XXIII, más conocido como La Bombilla, a visitar a la abuela de Facundo Ferreira, el niño de 11 años, que fue asesinado por la policía de Tucumán el 8 de marzo de 2018.

“Vimos lo que pasó, como lo mataron y todo lo que hicieron para encubrir el crimen y siguen encubriendo a los que dispararon y mataron a Facundo. Estuvimos con la abuela y la tía, intercambiamos pensamientos, y esa comunión que hay entre quienes nos tenemos que apoyar unos en otros para no caer. Cuando llegamos la abuela estaba un poquito caída. Es entendible, porque está enferma. Tal vez no tuvo un buen día. Pero a los pocos minutos que estuvimos se puso bien, le hizo bien, a nosotros también. Escuchamos lo que nos contaba sobre la alegría de Facundo, que deseaba ser jugador de fútbol, que quería ser un Messi para que su familia salga de la pobreza y para que los pibes que están pasando hambre no pasen hambre. Era una criatura que tenía las ideas claras con respecto a la necesidad de ayudar a los que menos tienen. Estar con la abuela fue nutrirnos de todo eso, de la fuerza de ella“, relata Alberto.

En el barrio hay un mural con la cara de Facundo y un merendero que lleva su nombre que alberga alrededor de 60 chicos y chicas. “Esa conciencia de que los tiempos están difíciles, y ahora más con estos fríos crudos que se van a venir y los pibes sin nada en el estómago, el que tengan algo caliente para tomar y algo sólido para poder alimentarse. También nos llevó hasta la gruta, conocimos su casa, vimos las fotos de Facundo. La abuela es tanto el amor que tiene y tanta la ausencia de Facundo, creo que a todos los que perdemos un hijo nos pasa lo mismo. Algunos lo expresamos más o menos, pero el vacío que te deja en el alma siempre está. Pero todo eso se potencia porque tenemos amor y orgullo por nuestros hijos. Y así la justicia siga mirando paras otro lado, nosotros no vamos a dejar de buscar las responsabilidades políticas. Y en este marco no es solamente nosotros, sino gran parte de la militancia y no hay que olvidarse que gran parte de la sociedad también quiere justicia por Dario y por Maxi, y por todos estos chicos que la policía mata tan salvajemente”.

El recorrido siguió por la casa de Ismael Lucena, donde visitaron a Isabel, su cuñada. A Ismael también lo mató la policía, el 9 de noviembre de 2011. Después de siete años, la condena a los cinco policías implicados quedó firme y una leve sensación de justicia se respira en ese hogar.

“Ella tuvo justicia, pero como bien claro lo dice, no es únicamente que quiere justicia por su hijo sino quiere justicia por todos los pibes y está involucrada en muchas causas y donde haga falta estar al lado de la familia que lo necesite, ella está. Y nosotros también en ese sentido estamos, o nos llaman o aparecemos para apoyar y dar visibilidad a los casos. Hay casos que no se ven, que no se saben, y ahí es cuando la justicia actúa como quiere actuar, condenando siempre a los que menos tienen”, sostuvo.

“A nosotros, con todo lo que ha pasado, a nivel nacional e internacional, hace rato que nos quieren invisibilizar. Esto de luchar contra el poder político, luchar contra los medios hegemónicos, cuando ellos instalan lo que ellos desean, o el dinero desea, ahí estamos siempre nombrando a Dario y a Maxi, sin dejar dudas de que no vamos a parar hasta que tengamos una justicia. No nos conformamos con una justicia que hemos conseguido. La condena social ya la tienen, pero con eso no alcanza, ellos son asesinos, y tienen que estar en la cárcel“.

Leo acompaña a su papá en la campaña. Cuando sucedieron los hechos era muy chico y aún no entendía los entramados políticos. Hoy se transformó en un referente de lucha y en un pilar fundamental de su familia en la búsqueda de justicia. “El asesinato de pibes no empieza con el gobierno de Mauricio Macri, pero si se ha profundizado y han superado barreras. Tanto como fue en el asesinato de Facundo, como salió el poder político a respaldar a la policía, cómo la ministra de seguridad respalda la doctrina Chocobar y el presidente recibe a esa gente. Aunque haya pruebas, se fusile a un pibe de 12 años, salen a decir mentiras atroces. Se va a salir a defender a la policía, sea como sea. Hay una devolución de favores, como viene defendiendo al gobierno en todas las políticas de ajuste, despidos, de represión”.

Estamos acá por la necesidad de generar vínculos, de sostenernos entre familias. Lo de Facundo es muy reciente. Escuchar hablar a la tía, la claridad, la convicción y la fortaleza que tiene para decir que van a seguir haciendo buscando justicia pese a todas las amenazas que vienen recibiendo. Aparte de sostenernos en la cuestión afectiva de cuando uno se cae estar ahí, generar una articulación real y concreta, para que haya y se logre que se inicie un juicio para condenar a estos tipos. También entendemos que nosotros, aunque consigamos justicia por Dario y Maxi, acá hay un problema ya no de números. Esto sigue sucediendo y si no logramos cambiar, transformar de raíz la policía, las fuerzas de seguridad, acá estas cosas siguen sucediendo”, sostiene Leo.

Sobre la coyuntura actual, donde se los responsables políticos del asesinato de Dario y Maxi, vuelven a cobrar protagonismos, Leo no duda en plantar una autocrítica. “En la necesidad de salir de esta situación tan difícil, vuelven personajes, se reciclan actores que han tenido que ver con lo que hoy pasa en el país. Nosotros decimos lo asesinos de ayer no pueden ser los salvadores de hoy. Nosotros entendemos que hay que generar una unidad, que tenemos que salir a luchar, pero hay gente con la que no nos podemos sentar. A nosotros nos atraviesa personalmente, como Felipe Solá que ha tenido que ver con lo de Dario y Maxi, pero también con la entrada de agrotóxicos en la provincia de Buenos Aires”.

“Yo ya la viví, era más chico. No tenía la misma noción que por ahí puedo tener ahora. Viví el 2000, el 2001, el 2002, el repudio que había hacia la dirigencia política. Tenemos que hacernos una autocrítica por que han vuelto diferentes personajes que vienen a presentarse como salvadores de una crisis de la que ellos también son responsables”, cerró el joven.

En el escenario, acompañados de una multitud, sostuvieron que no vamos a traicionar a Darío y a Maxi, pero tampoco a Aníbal Verón, ni a Carlos Fuentealba, ni a Santiago Maldonado, ni a Rafael Nahuel, ni a Luciano Arruga, “ni a tantos pibes y pibas asesinados por este maldito sistema”.

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