La socióloga, intelectual y exdiputada nacional por dos períodos (2009-2013 y 2013-2017) Alcira Argumedo murió este domingo, a los 80 años, producto de un cáncer de pulmón, y tras conocerse la noticia, que inicialmente fue informada por familiares y amigos desde su cuenta de Twitter, se sucedieron las expresiones de afecto, de tristeza, de reconocimiento y homenaje a quien desde hace años era considerada como una de las personalidades más representativas del pensamiento latinoamericano, de la sociología crítica y de lo que, en palabras del exdirector de la Biblioteca Nacional Horacio González, podría definirse como la “teoría de la liberación” de América Latina.
Nacida en Rosario en 1940, en una familia de clase media acomodada que residía en el tradicional barrio de Fisherton, en las afueras de la ciudad, Argumedo practicó natación hasta su juventud y llegó a competir con récords provinciales en los estilos crawl y pecho, pero su vida dio algo parecido a un vuelco en 1959, al inscribirse en la Universidad de Buenos Aires para estudiar Sociología, carrera que el pionero Gino Germani había fundado apenas dos años antes, y de la que Argumedo llegó a ser, al completar sus estudios, la graduada número 28.
La coincidencia en su ingreso a Sociología con la Revolución Cubana y el ingreso triunfal a La Habana de los guerrilleros del Movimiento 26 de julio, el 1º de enero de 1959, marcó como algo más que un simple clima de época lo que ocurriría durante aquellos años en las aulas y los claustros universitarios, como también en los debates de la izquierda y el llamado campo popular: por esa época Argumedo conoció al sacerdote nacido en Bogotá Camilo Torres, un pionero de la sociología latinoamericana, que luego se sumó a la lucha armada y en febrero de 1966 después murió durante un combate de la guerrilla ELN con el ejército regular de Colombia.
En cuanto a la vida académica, Argumedo fue una de las impulsoras de una poco frecuente ‘huelga’ a la cátedra de metodología que tuvo lugar en el año 1962, protesta en la que reprocharon al docente a cargo expresar en sus clases el “empirismo abstracto” que unos años antes había impugnado el sociólogo norteamericano Charles Wright Mills. En esa primera mitad de los ’60 Argumedo conoció a quien sería su esposo y el padre de sus hijos, Gunnar Olsson, que se había criado cerca de la familia de Raúl Scalabrini Ortiz, uno de los pensadores ligados a los estudios y las denuncias sobre la soberanía y la dependencia económica del país.
Argumedo, el sociólogo Roberto Carri -secuestrado y desaparecido durante la dictadura cívico militar- y el propio Olsson, junto con otros intelectuales, serían a partir de 1968 algunos de los nombres asociados a lo que pronto se llamaron ‘las cátedras nacionales’, proceso de renovación curricular y académica que profundizó el estudio de la cuestión nacional y que se inició a partir del desembarco en la Facultad de Filosofía y Letras de los sociólogos Justino O´Farrell y Gonzalo Cárdenas. ‘Las cátedras nacionales’, luego de una interrupción producto de una nueva intervención
militar, se retomarían en 1973 con el triunfo electoral del Frente Justicialista de Liberación (Frejuli).
Sobre aquella época en la universidad, el exdirector de la Biblioteca Nacional aseguró en diálogo con Télam que Argumedo y Carri, que eran amigos, conformaban por entonces “una pareja suficientemente simbólica” de las cátedras nacionales, aunque también incorporó en ese lote “al esposo de Alcira, Gunnar Olsson, que tuvo mucha importancia y falleció en México, que fue un filósofo hegeliano de gran nivel”.
González, también sociólogo como Argumedo, definió a su amiga y compañera por largos años en iniciativas académicas y políticas como “una oradora serena y enérgica al mismo tiempo, con un tono profesoral y pedagógico de gran estilo”. “Alcira tenía una virtuosidad política y, al mismo tiempo, sostenía la ciencia sociológica como un valor productivo e indicador necesario de los pasos que se debían dar en política”, repasó ante esta agencia.
Esa vocación por el rigor y por, en palabras de González, “suministrar a todo lo que decía una fuerte apoyatura de datos”, llevó a Argumedo a desarrollar una carrera académica que se inició como docente auxiliar en Introducción a la Sociología, luego como ayudante en la materia Sociología Sistemática (donde compartió cátedra con Miguel Murmis, Eliseo Verón, Silvia Sigal, Liliana de Riz y Juan Carlos Portantiero) y más tarde, entre 1973 y 1976, como directora del Instituto del Tercer Mundo “Manuel Ugarte”, dependiente del rectorado de la UBA. Por esos años, además, ingresó como investigadora al Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec), de donde la despedirían tras el golpe de Estado.
Entre la segunda mitad de los ’60 y el inicio de la dictadura, Argumedo fue también protagonista de los cruces interdisciplinarios que se producían entre la universidad, el cine, el teatro y el cristianismo de base, a partir de la irrupción de la teoría de la liberación y la creación en la Argentina del Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo (MSTM). En esa época, Argumedo se conectó con el director de cine Fernando “Pino” Solanas, con quien compartiría muchas experiencias a lo largo de su vida, incluso la construcción partidaria muchos años más tarde, con la creación primero del Frente del Sur y posteriormente de Proyecto Sur.
En sus dos mandatos como diputada, Argumedo impulsó, entre otras iniciativas, los proyectos de ley de propiedad comunitaria indígena, de reparación para las víctimas de la tragedia de Cromañón y de gestión social del reciclado. De su actuación legislativa se recuerdan algunas intervenciones con cuestionamientos muy duros y argumentaciones fundadas en datos, exposiciones que González, su amigo de toda la vida, definió como “grandes discursos de la Cámara”.
En esos planteos, revivió el extitular de la Biblioteca con motivo de su muerte, Argumedo mostró “una comprensión de todas las napas oscuras que tiene la Argentina y, hundida en eso, supo mantener en alto todas las banderas que mantuvo toda su vida de una manera trascendente, impoluta, científica y al mismo tiempo emotiva”.
“Alcira es una de las intelectuales más importantes de una teoría de la liberación que suponía un sesgo nacional-popular y socialmente avanzado, en lo económico la recuperación de todos los resortes de autonomía de un país y en la militancia política una virtuosidad que la hacía ponerse en la primera fila de la crítica”, resumió.
Fuente: Télam