Más Fondo, ¿pero para qué?

El Gobierno vuelve a endeudarse con el FMI con promesas recicladas y un modelo que ya fracasó. Mientras la economía real se resiente, las recetas de ajuste se repiten y los dólares se van. ¿Qué hay de nuevo en este ciclo de endeudamiento? Nada. Solo más ruido, menos derechos y una deuda que pagaremos por décadas. Escribe Emilia Millón, economista e investigadora de ISES-CONICET/UNT y parte de Espacio de Trabajo Fiscal para la Equidad.

Mucha tinta -mejor dicho electricidad- se viene escribiendo sobre el endeudamiento en Argentina. Pero todas estas discusiones, ¿lograron cambiar algo?

La realidad es que el debate sobre el endeudamiento no encuentra un nicho donde sea bienvenido, pues, sabemos lo que implica endeudarse: pagar un extra por ese dinero que se fue tan rápido.

Una buena pregunta sería ¿qué tiene de diferente este endeudamiento con el FMI respecto de los anteriores? Y la respuesta es más que obvia: nada. 

Desde que se generaron organismos como el Fondo Monetario Internacional (o el Banco Mundial, la OMC, etc) su único objetivo no cambió: conseguir un orden financiero mundial donde quien imponga las reglas sean aquellos países que mayor capital y poder tengan. Obvio, Estado Unidos.

Desde las crisis de deuda de los 70 y 90 que en los territorios latinoamericanos (y no tan latinoamericanos) la historia se repite una y otra vez: tomar deuda para afrontar una crisis. Sin embargo, los gobiernos podrían ir a pedir a los mercados internacionales como lo hace EEUU. El gran problema que tienen países de ingresos medios y bajos como Argentina, es el estado de derechos que mantiene. Es por ello, que la “desconfianza” de los mercados, que sólo prestan a tasas increíblemente irrisorias -los famosos puntos porcentuales del riesgo país-, no son una alternativa, y queda el malo pero viejo conocido. 

El FMI es el único que puede prestar los montos que el Estado necesita para afrontar la crisis financiera que él mismo creó. Y que es la misma que ocasionaron quienes nos trajeron nuevamente al Fondo, y para que no sea tan difícil de recordar, con el mismo ministro de economía de esos entonces. Si, estamos hablando de Luis Caputo

Y no sólo eso: sino que con el MISMO presidente de EEUU, Donald Trump. Y un poco más: la principal argumentación del Gobierno para el último préstamo del FMI era que el mismo no había hecho el desembolso final prometido al gobierno de Cambiemos.

La realidad es que en el plan económico del Gobierno actual no hay nada nuevo, sólo recetas recicladas de los 90. Y la verdad es que el cepo se levantó “parcialmente” como una apuesta para que los mercados hagan su parte para sostenerlo. Así como las inversiones extranjeras no vinieron durante el macrismo para “ayudar” a pagar la deuda y acabar con la escasez de dólares, en el lapso de dos años que queda del gobierno actual tampoco lo harán. 

Porque el problema es el mismo: no cuenta Argentina con una matriz productiva que genere los dólares necesarios para pagar estos endeudamientos y al mismo tiempo los bienes de inversión que no produce. Aún más: al contrario de lo que quiere hacer Milei, el mundo se está cerrando, no abriendo al comercio exterior. Sin embargo, reducir el problema de las crisis externas argentinas solo a la disponibilidad de dólares es muy acotado, y de lo cual economistas como Cantamutto, Schorr y Wainer escribieron mucho.

Organismos como el FMI sólo prestan a países como Argentina porque en el medio hay intereses políticos. Argentina no sólo fue un experimento exitoso para el tipo de modelos de desestabilización social como el que se viene aplicando -y que actualmente Trump busca aplicar también- sino que es presa de lo que estos organismos manden en términos económicos para “reorganizar” la economía desalineada. 

La receta del FMI siempre contempló una depreciación de la moneda para mejorar la “competitividad” argentina. Es decir, que los costos de los exportadores, que ganan en dólares, sean más bajos, o dicho de otra forma, que lo que cobramos los que vivimos aquí valga menos.  

Sucesivamente, con ajuste interno -“superávit fiscal forzado”-, estas exportaciones “crecerán” y traerán los dólares que el FMI prestó. Y además, si el mercado mundial “confía” en Argentina, hasta traerá mayores inversiones. Todo a cambio de seguir produciendo soja y algunos granos más para el mundo.

Este juego financiero, en donde sólo quienes tienen dinero y poder pueden entrar a jugar, está lejos de la gente de bien y de no tan bien. Los planes propuestos del FMI implican una recesión para ajustar el consumo de las familias, bajarlo a un nivel que la cantidad de dólares que produce el sector agrícola alcance para pagar nuestras demandas hacia afuera (y ojo aquí, que no sólo demandamos autos importados, sino también máquinas que nos sirven para estampar remeras y continuar con nuestro emprendimiento, o bien softwares para nuestro negocio) y luego esperar a que la economía “crezca” por fuerzas extranjeras (no se contempla inversión interna propia).

El final de la historia ya lo sabemos: las deudas son cargadas a las sociedades, llevándose parte de lo que recaudan las naciones. En vez de mejorar los sistemas de salud o educación, los impuestos se van afuera. Entonces, ¿bajará este señor los impuestos realmente? La respuesta es un rotundo no, ya que el FMI exige que los impuestos permitan pagar la deuda también.

Este gobierno hace mucho ruido y tiene muy poco ingenio, pues no hay innovaciones en los planes económicos, pero sí mucho ruido en la sociedad. En un mundo globalizado, donde parecería que la solución tampoco es encerrarse a “producir industria nacional” ¿la respuesta es asociarse con EEUU? 

Estábamos por entrar a los BRICS, así como en charlas con gobiernos cercanos que tienen más estabilidad macroeconómica que nosotros. La realidad es que los países más grandes se comen a los más chicos, y en ese sentido encontrar aliados que ayuden a complementar una economía resulta algo difícil, pero parece una mejor opción que simplemente subyugarse y vender la Argentina.

El nuevo préstamo del FMI es superior a lo que le faltaba desembolsar al macrismo, por que está pensado para ficticiamente mostrar una estabilidad hasta que pasen las elecciones de medio término. Pero el monto que le prestó el FMI a Macri (de unos 45 mil millones de dólares) no alcanzó, y lo que le otorgó el FMI ahora, 20 mil millones de dólares, de unos 10 que habían quedado colgados, tampoco.

La deuda de los gobiernos como Argentina, cuando son tan altas, son imposibles de expulsar del sistema, porque este está hecho para que sea difícil salir y fácil entrar. El objetivo es que la deuda persista, ya que los gobiernos pasan pero sus consecuencias sobre la sociedad perduran. 

El secreto es que la transferencia de la recaudación estatal se vaya del país vía intereses para acreedores. A Argentina le llevó más de 40 años salir del FMI, y estos gobiernos tardaron dos años en hacer que regrese al mismo ciclo insostenible. En el fondo, las políticas del Fondo perjudicarán siempre a los mismos, quienes dependen de un Estado que redistribuye: los jubilados, las mujeres y quienes tienen derechos negados por el mercado.

Para realmente seguir este tema, deberíamos mirar lo que pasa en los próximos meses: en que va a usar el Gobierno estos dólares, ¿en mejor salud y educación? ¿en inversión de infraestructura de caminos, servicios básicos o transporte? Parecería que más bien, en asegurar los negocios de quienes están jugando en los mercados financieros internacionales. 

Así como la estafa de las cripto fue un juego de niños por X, esta es lo mismo sólo que con jugadores más grandes que Milei y Caputo: una gran estafa piramidal que la pagaremos los próximos 40 años.

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