Macarena Sánchez: Por un fútbol feminista, disidente y profesional

Sus tuits son el hit del verano. Su nombre es un eco en redes sociales locales y medios internacionales. Retrato de Macarena Sánchez, la jugadora santafesina que intima e intimida a la AFA con el reclamo marca un antes y un después en la historia del fútbol femenino, y a días del Mundial de Francia.
Por Analía Fernández Fuks para Revista Anfibia.

En 1919, con catorce años y una estatura de un metro ochenta, Lily Parr jugaba como delantera en el St. Helens Ladies. Una tarde les tocó enfrentar al Dick Kerr Ladies, equipo de la fábrica de Preston (Inglaterra). Cuando el entrenador de las rivales la vio, no pudo sacar la mirada de sus gambetas. Y el zurdazo de Lily, que se convirtió en gol, lo convenció. Al terminar el partido, le ofreció un puesto en la fábrica, jugar como titular. Lily  negoció su pase por diez chelines y cigarrillos Woodbine por cada encuentro que disputara. Así, la jugadora y activista lesbiana se convirtió en referente del fútbol femenino inglés de comienzos de siglo XX. Fue la primera mujer en ser parte del Museo del Fútbol de ese país. En 1921, su equipo convocaba a 53 mil personas en el estadio de Goodison Park -donde hoy juega el Everton-, y otras 14 mil quedaron fuera. Las jugadoras donaban sus ingresos a los hospitales que atendían a los soldados que regresaban de la guerra.

—Era muy duro jugar en la semana. Teníamos que trabajar en la mañana, después viajar hasta el estadio, jugar, volver hasta casa y madrugar al día siguiente para ir a trabajar- escribió una compañera de equipo, Alice Wood, en el libro Dick Kerr, Ladies.

En esa misma Inglaterra pero cien años después, la foto de Macarena Sánchez Jeanney ilustra una nota del The Guardian donde cuentan su intimación al equipo UAI Urquiza y a la Asociación de Fútbol Argentino para que la reconozcan como trabajadora del club. Macarena -como sus compañeras argentinas y como las pioneras británicas- también tenía doble o triple jornada laboral antes de su despido. A las 8 de la mañana entraba a las oficinas de UAI Urquiza. A las 2 de la tarde se iba a entrenar hasta las 6 (una vez por semana en Villa Lynch, tres veces en Ezeiza). Llegaba una hora tarde a las clases de la Universidad de Buenos Aires. A las 11 de la noche llegaba a su casa. Como a todas las futbolistas argentinas, a Macarena le ofrecieron fichar en un equipo a cambio de trabajo. Como a Lily Parr hace cien años.

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Macarena con la Copa; con un botín verde; gritando un gol; en su habitación; mirando a cámara, seria; la vista en el horizonte, sonriendo. Las fotos se replican en los portales de noticias. “Macarena, la que desafía al fútbol argentino.” “La revolución de las pibas.” “La futbolista que quiere cambiarlo todo.” Su nombre es un eco en los diarios, en los canales de televisión y en las radios. La demanda que le hizo a UAI Urquiza y a la AFA, donde pide que se regularice su relación laboral como futbolista profesional y denuncia mecanismos fraudulentos del club para encubrir el vínculo laboral real, es noticia no sólo en los medios nacionales sino también en los internacionales como la BBC, el New York Times y El País. “Mamá, llegué a The Guardian”, dice Macarena en un tuit. Tuvo que aprender varios idiomas para poder agradecer las entrevistas que le hacen o la difusión que le dan a su caso en país como Nigeria y Hungría.

Su voz calma pero decidida se amplifica. Es que es la primera vez, en Argentina, en Latinoamérica y en el mundo que una futbolista exige el reconocimiento profesional de su actividad mediante vías legales y no lo hace en cualquier momento: quedan menos de cuatro meses para que comience el Mundial de Fútbol Femenino de Francia. Ese al que el Presidente de la FIFA, Gianni Infantino, dijo que estarán todos mirando y “se asombrarán de lo lejos que ha llegado y lo alto que es el nivel porque el fútbol femenino no es un actor secundario”.

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Hace un mes que Macarena no duerme bien. Responde los mensajes del celular con varios días de retraso. Hasta los de su familia que es, junto con las siestas y sus amigas, lo que más extraña de su Santa Fe natal, que dejó cuando se mudó a Buenos Aires en 2012 para sumarse al club UAI Urquiza, del que fue desvinculada el 5 de enero. En aquel momento Macarena estaba de vacaciones. Días antes había tuiteado: “Un 2019 nacional, popular, democrático y feminista. Que el fútbol femenino sea profesional y el aborto sea legal, carajo”. Con esos deseos había empezado el año. Pero el llamado de su técnico la sorprendió. Germán Portanova le avisó aquel día que tras siete años de jugar en la UAI y  “por su desarrollo deportivo”, Macarena dejaría de ser parte del plantel.

Macarena no tuvo tiempo de volver a terapia. Sus palabras en redes sociales son una ametralladora. Y el blanco lo tiene claro. Cara a cara su voz se ablanda y pero su discurso siga siendo tan contundente porque sabe que lo que hizo puede sentar un precedente histórico. Las repercusiones le generan ansiedad. Su despido, tristeza. Y sí, también dice que tiene algunos miedos. Por eso, siempre está rodeada de amigas y compañeras porque si no se bajonea. Por la mañana trabaja, a la tarde se junta con las abogadas, reuniones y notas. En los recovecos que tiene intenta estudiar antropología, la materia que le quedó sin rendir del CBC para Trabajo Social.

“Lo que me revelaste aquella vez no me lo olvido nunca. Tenías 13, 14 años y le contaste llorando a mamá que sabías que a mí me gustaban las chicas. No llorabas por eso, sino porque me hacían bullying y no querías verme mal”, le escribió Macarena en una carta a Soledad, su hermana mayor,  una de sus abogadas junto a Melina González y Melisa García, integrantes de AboFem Argentina. Más de quince años después de aquella charla, la jugadora hace público su activismo lésbico, feminista, peronista y abortero.

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—Es momento de construir otro fútbol. Que sea feminista para conseguir la igualdad de derechos, disidente porque debería ser un deporte no binario y profesional para poder vivir de eso.

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Treinta y siete años antes de que Macarena se transformara en la voz y la cara de la exigencia de la profesionalización del fútbol femenino argentino a nivel mundial, un médico brasilero que había decidido anteponer sus dotes futboleros por sobre su profesión propone junto a el ex militante y sociólogo Adílson Monteiro Alves refundar el club Corinthians para quebrar las lógicas del fútbol hasta ese momento conocido en su país. Como Macarena, Sócrates Brasileiro Sampaio de Souza también soñó con un cambio y propuso, en medio de la dictadura, una democracia directa en la que los integrantes del club participaran del proceso futbolístico. Cada persona valía un voto en los debates sobre contrataciones, salarios, ingreso a los partidos,  erechos televisivos y tácticas de juego. Así nació, en 1982, la ‘democracia corinthiana’. Su camiseta incluía consignas políticas y sociales.

Y como Sócrates, Macarena tampoco está sola. Antes de hacer público su reclamo, la jugadora se reúne con las abogadas. Ellas le sugieren que busque a una periodista que le ayude a responder las notas que eventualmente surjan. Entonces, Macarena llama a Luciana Gargini, a Micaela Cannataro y a Leila Grayani. Todas amantes del fútbol. Se juntan por la noche en la casa de Macarena. Ella les cuenta todo los pormenores del mundo del fútbol femenino. Y ellas, traman estrategias comunicacionales. Así crean la cuenta @FutFemProf para difundir las problemáticas de las jugadoras en sus clubes.

Como a la democracia corinthiana hay que leerla en el contexto de la dictadura brasileña y a Sócrates como la cara más visible de la idea de otro fútbol, a la construcción de este fútbol feminista, disidente y profesional que exige Macarena también. El reclamo llega casi 90 años después de que los jugadores argentinos, durante el gobierno de José Uriburu, marcharan a la Casa de Gobierno para exigir ser los dueños de sus pases.

Macarena sabe que su acción no podría haber tenido lugar años antes. Es ahora el momento indicado. A pocos meses del Mundial de Francia donde el equipo nacional jugará tras 12 años de ausencia. Es ahora, poco tiempo después de que el partido repechaje entre Argentina y Panamá en el estadio de Arsenal convocara 11500 personas. De que la tribuna detrás del arco de Vanina Correa se llenara de pañuelos verdes. Es ahora.  Cuando la CONMEBOL obliga a los clubes a tener un equipo de fútbol femenino si sus pares masculinos quieren competir en torneo internacionales. Es ahora. Casi un año después de que las jugadoras de la selección pusieran sus manos detrás de las orejas exigiéndole mejores condiciones a la Asociación del Fútbol Argentino en la Copa América de Chile. Es ahora. Cuando en el Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis y Trans de Trelew se realizó por primera vez el taller ‘mujeres y fútbol’. Es ahora, piensa Macarena mientras mira en la televisión a Mónica Santino, a Lucila Sandoval, a Betty García y a Elba Selva, integrantes de Las Pioneras del Fútbol Femenino, el grupo de jugadoras de los años ‘70, ’80, ’90, dar una entrevista y contar la historia de este deporte, por tantos años, silenciada. No antes, no después. Es ahora, piensa, el momento justo para romper el status quo del fútbol femenino.

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—Macarena marca antes y un después en la historia del fútbol femenino. Es una bisagra –dice Mónica Santino, ex jugadora y fundadora de La Nuestra Fútbol Feminista en la Villa 31, una de las primeras en llamarla.

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El calor viene y va sobre las calles porteñas, mientras las abogadas esperan la respuesta de UAI Urquiza y de AFA a su intimación. Se reúnen, buscan casos similares en el mundo. No encuentran precedentes. Planean la conciliación obligatoria. Mientras, Macarena responde uno a uno los mensajes que le dejan en las redes sociales. Aquellos que dicen que el fútbol femenino no genera ingresos, aquellos donde la mandan a lavar los platos, aquellos donde dicen que no ganó nada con su club. Hasta que recibe una foto de un revólver ensangrentado con una amenaza: “Maca, hay muchas personas enojadas por tus denuncias. Hay bastante dinero por tu cabeza, vas a morir muy pronto”.

Macarena decide hacer público el mensaje. Y avisa a su familia. Su mamá Grisel deja, por unos días, el trabajo en la Defensoría del Pueblo de Santa Fe y viaja hasta Buenos Aires para estar cerca de su segunda hija. Cerca, como alguna vez le reclamó Macarena cuando era chica y su mamá era funcionaria en Derechos Humanos durante el gobierno de Jorge Obeid. “Mamá siempre estaba ocupada, veinticuatro-siete; cuando no estaba trabajando en la oficina estaba atendiendo el celular”, dice. La misma mamá Grisel que llevaba a sus cuatro hijas por los barrios de Santa Fe para que conocieran el territorio y otras realidades más allá de la de su casa de clase media. Esa ausencia materna que incomodó en algún momento, después se transformó, con el tiempo, en agradecimiento: “Nos inculcó la conciencia de clase y la de género”.

Con su mamá cerca, con sus abogadas como escudo protector, Macarena denuncia en la fiscalía la amenaza que recibió en sus redes para que pueda investigarse de dónde provino. Mientras tanto, en la Legislatura porteña, la santafesina y la Cámara de Diputados y Senadores de la Nación repudian y denuncian la amenaza.   

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—Me mudo a Buenos Aires

Es 2012, Macarena vuelve a Santa Fe después de probarse en UAI Urquiza. Sabe que tiene chances de quedar.

A nadie de su familia le sorprende esa decisión. Hasta entonces, Macarena jugaba en el Club Atlético Logia y en su provincia todavía no había liga de fútbol femenino. Estudiaba Educación Física pero sin demasiado entusiasmo por ser docente. Lo que más le gustaba en el mundo era jugar al fútbol y había tenido que esperar hasta los quince años para poder entrenar. Había pasado por la Universidad Litoral de Santa Fe sin poder competir porque los torneos eran sólo para estudiantes de la institución y ella era chica. Había formado parte del equipo de Colón, pero su ilusión de crecer ahí se estrellaba contra el césped cada vez que llegaba al entrenamiento y DT les tiraba una pelota. “Hagan lo que quieran”, les decía y se iba.

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Como muchos futbolistas varones, Macarena entonces hizo el bolso para mudarse a Buenos Aires y probar suerte en el fútbol. Sin embargo lejos de soñar con contratos millonarios, se alegraba de poder hacer lo que más disfrutaba.

“Macarena siempre rompió normas y estructuras”, dice Soledad. En esa familia de mamá Grisel defensora de Derechos Humanos y papá Carlos militante en ATE era difícil quebrar mandatos, pero dice que “ella siempre fue un poco más allá”. Por eso hoy a nadie le sorprende que sea ella quien quiebra el estatus quo del fútbol femenino. Desde chiquita fue la rebelde. Cuando por las tardes volvía junto a sus tres hermanas de jugar al hockey, Macarena no se tiraba a descansar. Su mamá estaba ocupada en su cargo de funcionaria del gobierno, y su papá siempre reunido en el gremio, ella agarraba la pelota y bajaba a la plaza del barrio Sargento Cabral para jugar con sus vecinos. Nunca lo hizo con sus hermanas. A ninguna le gustan los deportes. Macarena rompió con eso y también con la tradición de estudiar abogacía. Con lo único que no rompió fue con el mandato de ser peronista, de Colón. Y kichnerista.

Es 28 de diciembre. Macarena festeja su cumpelaños número 27 en Santa Fe. “Quiero que me salude @CFKArgentina. ¿Es mucho pedir?”, dice por Twitter.

Es 19 de febrero y Macarena planea ir a la Congreso, al Pañuelazo por la ley del aborto.  Pero el día no será cómo lo imaginó. No es su cumpleaños sino el de Cristina Fernández. Y Macarena recibe un mensaje: la ex presidenta la espera en su despacho. Se reúnen a solas. Macarena ahora sabe que su referente política está al tanto de la lucha del fútbol femenino y la apoya.  

Después sí, al pañuelazo. No es la primera vez que va a una concentración a levantar el pañuelo verde por el aborto legal, seguro y gratuito al cielo. La primera marcha a la que fue Macarena en Buenos Aires fue el 3 de junio en 2016, el segundo Ni Una Menos.

—El movimiento feminista me re ayudó a abrir la cabeza. Antes yo pensaba: la UAI me da laburo y departamento. Ahora lo veo desde otro lado, nos usa.

***

Después del comunicado de Macarena Sánchez, se hizo público que el vicepresidente de UAI Urquiza, Ricardo Pinela, renunciaba a presidir la comisión de Fútbol Femenino de AFA. Habían pasado sólo diez días de la asunción del nuevo director de selecciones César Luis Menotti que había dicho: “Me encanta que jueguen y las acompañaré a muerte”. Macarena disparó al corazón del entramado político del fútbol femenino porque la UAI Urquiza no es cualquier club: desde el 2012 salió campeón cuatro veces del torneo de primera división, disputó la Copa Libertadores tres veces y así como Pinela tenía un cargo en la AFA, tanto el director técnico de la selección mayor Carlos Borrello como el de juveniles, Diego Guacci, fueron parte de la institución.

La intimación de Macarena permite ver la estructura del fútbol femenino en la Argentina, donde un millón de mujeres juegan en ligas provinciales, torneos privados y campeonatos de AFA, según cifras estimativas.

“Necesitamos deportistas sin miedo”, tuitea días después de su despido e invita a que sus pares cuenten lo que viven en sus clubes. Llueven mensajes: las jugadoras denuncian que no les cubren las intervenciones médicas cuando se lesionan, que tienen que pagarse la cancha para entrenar,  que pierden el presentismo en sus trabajos por los entrenamientos, que pagan de su bolsillo la indumentaria, que afrontan los gastos de árbitros, ambulancia y policía que por reglamento, son obligatorios durante los partidos.

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Su cuenta de Twitter y la de @futfemprof se convierten en una radiografía del fútbol local. Los contratos de los clubes de AFA, dieciséis en la A y veintidós en la B, son las firmas de las jugadoras en la lista de buena fe; las instituciones les pueden retener o dificultar los pases como se animan a contar Gabriela Garton y Amancay Urbani, dos jugadoras de selección y ex integrantes de UAI Urquiza. Si el club y la AFA reconocen su vinculación laboral, en conciliación obligatoria, esto sentaría un precedente histórico y la profesionalización, sueña Macarena, cambiaría las condiciones de juego.

Su exigencia de un fútbol femenino profesional se viraliza en las redes, en los estadios, en las tribunas y en los medios. Mientras el reclamo se amplifica, en España el fútbol femenino bate un récord: 48.121 personas asisten al San Mamés en el País vasco para ver el partido de cuartos de final entre el los equipos de fútbol femenino del Atlético de Bilbao y del Atlético de Madrid. La demanda de profesionalización también tiene ecos en Chile, donde el Santiago Morning se transforma en el primer equipo en hacer contratos a cuatro jugadoras. De este lado de la cordillera, las futbolistas salen a bancar el pedido de la profesionalización del fútbol femenino. Aún cuando las amenazan. Como cuando el sábado 9 de febrero se jugó la primera fecha del torneo local y las jugadoras de Boca y River quisieron salir al campo de juego con la bandera que decía: “Por un fútbol femenino profesional” y fueron advertidas por las dirigencias de sus clubes: Podría haber sanciones y multas para los clubes que hicieran eso. A  la Federación de Fútbol Argentino esta consigna parece inquietarle e incomodarle, a pesar de que este año perciba de parte de la Federación Internacional de Fútbol (FIFA) alrededor de 750 mil dólares por la participación de la Selección en el Mundial, según el diario La Voz de Córdoba.

***

Hoy vas a descubrir que el mundo es solo para ti /Que nadie puede hacerte daño, nadie puede hacerte daño.” En los auriculares de Macarena suena su canción favorita de Bebe. Todavía no tuvo tiempo de llorar. Si pudiera, correría para aplacar la ansiedad. Como aquella tarde de 2015 cuando con la UAI viajaron a Colombia para disputar la Copa Libertadores. Ella era suplente, sabía que no jugaría al día siguiente y para descargar tensiones, corrió durante cincuenta minutos en la cinta. Se agotó. A pocos minutos del primer partido de esa copa, la titular  se rompió el ligamento cruzado y Macarena tuvo que entrar, era su único reemplazo. Y corrió. Ese partido y los dos siguientes también.

Macarena disfrutó ese torneo y cada uno de los partidos, sobre todo el que jugaron por el tercer puesto, que lo vivió desde el banco. No le importa en qué parte de la cancha le toca estar si se juega en equipo. Por eso es contundente cuando responde ante la BBC: “Estoy dispuesta a dejar mi carrera para pelear por el fútbol femenino”.

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Entre todos los llamado que recibe, atiende uno que llega desde Colombia y otro de España. Son dos clubes. No es casual, en esos países las jugadoras perciben un sueldo por jugar y son los destinos a donde más emigran las jugadoras argentinas.

—No me voy. Yo me quedo a pelear la profesionalización acá.

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