El 23 de mayo se reconoce internacionalmente como el Día del Fútbol Femenino ¿Lo sabías? Yo no, pero cuando lo supe, automáticamente vino a mi un recuerdo: Cuando era niña, allá por fines de los 90 en Añatuya, Santiago del Estero, el rosa y las muñecas venían de la mano, no había cómo desviarse o no debías, era lo impuesto. Había que sentarse como una “señorita”, no correr ni transpirar, no gritar, y siempre mantener la presencia.
Fui una señorita hasta que empecé la primaria y mi instinto social me llevó a los mixtos. Las chicas vs los chicos en la canchita de tierra con arcos limitados por dos ladrillos, o lo primero que encontráramos. Los diez minutos de cada recreo estaban destinados a eso. Armábamos los equipos según cuántos éramos, y salíamos a darlo todo en medio de empujones, caídas, alguna que otra queja y alguna lloradita pero siempre fútbol.
Obvio que yo tenía prohibido jugar con los varones y algunos rumores le comenzaron a llegar a mi mamá. Traté de sostenerlo en la clandestinidad pero hubo algo que me terminó delatando, las zapatillas. Ya no eran las zapatillas de una “señorita”, las corridas, la tierra, la punta gastada, todo indicaba que andaba gambeteando, mal, pero andaba en esa. Mi mamá puso el grito en el cielo cuando se enteró, imagínate, un sólo par de zapatillas que te debían durar todo el año escolar y yo rompiendo con la norma. Entonces empezó a pasar más seguido por la escuela en los recreos para ver si yo andaba gritando en alguna canchita improvisada.
Porque entendía que las zapatillas costaban y las retadas no me gustaban, dejé de jugar al fútbol con los pibes. No me apasionaba, no me volvía loca por meter un gol, era la experiencia y lo divertido de jugar a lo que estaba “prohibido” para nosotras.
¿Será que no lo soñé porque no había ejemplos? ¿Será que en lo más profundo del monte santiagueño no llegaban esas noticias tan fuera de lo común? Porque siempre era “quiero ser como Maradona”, “Quiero ser como el Burrito Ortega”, pero nunca escuchábamos el nombre de una mujer, no veíamos en la tele partidos de fútbol femenino, era un ámbito de varones, era EL LUGAR para los varones. Pero resulta que las mujeres mueven la pelota desde hace mucho tiempo atrás que yo.
El primer partido femenino de fútbol disputado en Argentina del que existe registro ocurrió el 13 de octubre de 1923 en la antigua cancha de Boca entre dos equipos denominados Argentinas y Cosmopolitas. No eran partidos oficiales, eran organizados por empresarios. En 1971 Argentina tuvo una selección que la representara en los mundiales organizados de forma amateur sin el reconocimiento de FIFA. La Federación organizó su primer mundial oficial recién en 1991, en China.
En este contexto AFA no quiso quedar afuera y organizó el primer torneo oficial de fútbol femenino, el cual terminó ganando River y del que participaron nueve equipos en total. Pasados los años, los equipos se incrementaron y estos espacios comenzaron a cobrar notoriedad. El torneo les abría las puertas a competencias internacionales como la Copa Libertadores o torneos sudamericanos.
Con ánimos de fomentar la competencia, en 2011, AFA permitió la participación de clubes que no estén afiliados directamente a la Asociación del Fútbol Argentino y en 2015 se creó la Segunda División. Todo esto pasó y aún no hablamos de un fútbol femenino profesional, porque no existía.
La primera oleada y el primer gran movimiento feminista que viví en carne propia fue en el marco de la primera marcha de Ni Una Menos, allá por el 2015. Sentía que ahora podíamos hablar y había alguien escuchando, sentía que podíamos contar todas aquellas incomodidades y violencias que habíamos pasado y no sabíamos poner en palabras. Sentía que ya nada estaba prohibido y en ese marco, todas alzaron su voz.
Entre todas las luchas que hemos enfrentado a lo largo de la historia, también fue una mujer la encargada de visibilizar al fútbol femenino y fue a causa de ello que llegamos a hablar de la profesionalización.
Macarena Sánchez, futbolista de UAI Urquiza, fue la principal impulsora del proyecto y visibilidad del fútbol femenino argentino. Tuvo inconvenientes con la dirigencia tras manifestar su opinión de un trato más justo para con las futbolistas y ha llegado a recibir amenazas a través de las redes sociales por reclamar sus derechos.
El proceso fue largo pero finalmente en 2019, Claudio Tapia, actual presidente de AFA, oficializó la primera etapa de la profesionalización del fútbol femenino. Esto consistía en que cada club debía tener un mínimo de ocho futbolistas contratadas con un salario de $15.000 mensuales, equivalente a un contrato de Primera C del fútbol masculino, en ese momento.
Actualmente, una jugadora de fútbol contratada en un club de Primera División cobra un salario mínimo bruto de $203.500, que equivaldría a $164.835 en mano. Es irónico que cuando hablemos de esto, hablamos de un “avance”. El primer obstáculo que tienen las jugadoras de fútbol que buscan ser profesionales es que el salario no les alcanza para vivir. Entonces como consecuencia deben tener otro trabajo, lo que demanda más tiempo dedicado a ello y no a entrenar y a cumplir con la preparación física que una competencia de alto nivel demanda. ¿O acaso Messi tiene dos trabajos?
En la actualidad, Boca cuenta con 25 jugadoras profesionales con un contrato firmado a las cuales les pagan un sueldo. River tiene 27 jugadoras de las cuales solo 20 cuentan con contratos profesionales y el resto son juveniles. Huracán y Ferro tienen 15 profesionalizadas, San Lorenzo 17 pero solo 5 cobran por su trabajo, Independiente 14 jugadoras pero solo tres con un contrato que las ampare.
El segundo obstáculo que presenta esta semiprofesionalización, porque no alcanza a ser un profecionalización, es la falta de una cobertura médica por parte del club. Entonces tenemos futbolistas de alto rendimiento que están todo el día expuestas a lesiones de gran magnitud, pero no son trabajadoras registradas, por ende carecen de una obra social que cubra los gastos de cualquier incidente.
Los sueldos bajos hablan de una falta de inversión y financiación en este ámbito y esto presenta muchas aristas. Una de ellas es que no hay mucho consumo de fútbol femenino en los medios de comunicación por que no hay transmisiones oficiales, lo que lleva a que los sponsors no quieran invertir en las pibas y como consecuencia, los clubes no contraten más. Considerando este escenario, en 2021 la AFA cerró un acuerdo con los medios públicos para que la televisación sea a través de DeporTV y TV Pública teniendo además como sponsor principal a YPF. Esto parecía ser una luz al final del camino hasta que nos atacó la motosierra y los medios públicos dejaron de existir. Actualmente, la transmisión del torneo de Primera División está a cargo de TNT Sports, plataforma a la que sólo se puede acceder si se compra el “Pack de fútbol”, mientras que el resto de las divisiones están en manos del streaming.
Esto significó un retroceso para quienes buscan vivir de su profesión: ser jugadoras de fútbol. Es difícil celebrar esta fecha cuando hablamos de más deudas que satisfacciones, pero volver a generar los debates que sean necesarios para recuperar derechos y generar nuevas políticas que nos merecemos, fue algo que siempre hicimos y no le tenemos miedo.