La periodista deportiva Verónica Gómez reflexionó sobre la muerte de Diego Armando Maradona. Sus matices, la alegría popular y la perdida de una figura no solo futbolística sino de importancia para la cultura popular argentina.
“Un villero con mucha guita pero con conciencia de clase. Un Dios errante, sucio y pecador. El más humano de los dioses” dijo el gran Eduardo Galeano.
Maradona fue uno de los seres humanos más controversiales de la historia. El único que fue conocido por su nombre en cada rincón del planeta en décadas sin internet. Un ser con tantas luces como sombras, con tantos pros como contras. Con páginas en todas las secciones de un diario, podía pasar del deporte a policiales sin solución de continuidad.
Una nota eran mil notas, con 10 títulos y días de análisis. Una acción eran mil mundos. Porque hubo miles de Maradonas, el Maradona villero que no comía o que veía a la Tota acusar un dolor de panza que no existía para que él tuviera un poco más de fideos. El Maradona irreverente, el contestatario. el político, el social, el humano, el de los hijos dejados por ahí. El enfermo, el adicto, el recuperado, el jugador, el técnico, el Dios, el personaje, el amigo, el hermano, el padre de sus padres, el abuelo.
No se es hoy menos militante por reconocer y sentir a quien hizo feliz a un mundo, sentir como pueblo es un don no una circunstancia.
Maradona es indefinible y aun así lo encierran muchas frases que intentan dimensionarlo. Perdón, Maradona fue indefinible. No lo puedo creer, murió Maradona.