En 2016, de acuerdo con las cifras del Observatorio Nacional de Crímenes de Odio LGBT, al menos 24 mujeres fueron asesinadas por ser trans. Este año uno de los casos más resonantes fue el de Ayelén Gómez en Tucumán. Hoy se cumplen cuatro meses de su transfemicidio. Después del crimen, un grupo de amigas y compañeras de Ayelén se organizaron alrededor de Loto (Libertad y Orgullo Trans Organizadxs).
por Mariana Paterlini para LatFem
Ayelén Gómez tenía 30 años cuando fue asesinada hace cuatro meses. Su familia pensaba que estaba en lo de una amiga, como otra de las noches que salía a trabajar, pero su cuerpo fue encontrado bajo la indiferencia de las gradas de un club de San Miguel de Tucumán. Ayelén ejercía la prostitución, como 8 de cada 10 mujeres trans en Argentina sgún la primera encuesta sobre población trans hecha por el INDEC en 2012. El trabajo sexual se vuelve una salida laboral casi exclusiva ante la discriminación en el campo del trabajo.
Se había inscripto en el CETRANS, una escuela amigable para las trans en Tucumán, porque quería dejar de estar en el 80% de las que el sistema educativo expulsa antes de terminar la secundaria (INDEC, 2012). Ayelén fue parte del 83% que sufre violencia policial (INDEC, 2012): la detuvieron ilegalmente en 2013 y fue abusada por los oficiales que debían resguardar su seguridad. Cuando la asesinaron el 12 de agosto, no había pasado los 35 años, el promedio de vida de la población trans en el país de acuerdo con las cifras que organizaciones especialistas presentaron ante la CEDAW en 2016.
Hoy la causa que investiga su transfemicidio se encuentra en instrucción en la Fiscalía nº X de Tucumán. La querella está a cargo de la ong Andhes que considera la posibilidad de que su asesinato haya sido motivado por la pertenencia de Ayelén al colectivo trans. De comprobarse la hipótesis, su transfemicidio engrosaría las estadísticas del país, donde en 2016, de acuerdo con las cifras del Observatorio Nacional de Crímenes de Odio LGBT, al menos 24 mujeres fueron asesinadas por ser trans.
Migrar y volver
Mahia Moyano es referente de Loto (Libertad y Orgullo Trans Organizadxs) y ahora está en un bar de los más ruidosos del centro de San Miguel de Tucumán. Sonríe cuando cuenta que la semana pasada aprobó la última materia, en el CETRANS, y que en estos días se va a inscribir en la Licenciatura en Letras. Tiene 30 años y se proyecta trabajando en el Ministerio de Educación.
—Me quiero meter de lleno para intervenir en las escuelas primarias, que son el segundo hogar en la infancia. Cuando lxs niñxs empiezan a mostrar sus rasgos trans de pequeñxs, se dice que “tienen problemas”. Automáticamente vuelve una culpa, no se sabe de qué, hacia ellxs. Aún no se les pregunta a lxs niñxs qué les pasa, qué sienten, por qué se aislan. Creo que las escuelas primarias tienen que aprender a trabajar con los padres y las madres sobre las infancias trans y eso es lo que yo quiero hacer. Eso y escribir.
Mahia cuenta que conoció a Ayelén “hace años, no sé cuánto” en un boliche.
—No podías creer lo que veías, era muy linda, la más linda de Tucumán. La mires por donde la mires era inevitable pensar “yo quiero ser así”. Pero, como ya se sabe, nuestras vidas son de migrar cuando buscamos un futuro, mientras escapamos de algunas cosas. Así que la conocí esa noche y no la volví a ver hasta que decidí viajar a Buenos Aires.
Las calles porteñas las encontró “un tiempo largo después”, aunque resulte difícil dimensionar el valor objetivo de lo largocuando las desigualdades llevan a que algunas vidas terminen tan cortas. Mahia recuerda que en este segundo encuentro con Ayelén, no la reconoció, el paso duro del tiempo y los hechos que vinieron con él transformaron su fisonomía y “esa chica a la que no le sacabas la ficha, ya no era ella”. Del tiempo compartido, Mahia recuerda que cuando se cruzaban en las zonas de trabajo no se podían juntar o charlar, lo que sí hacían en las tardes de ejercicio por las plazas y en las clases del Bachillerato Popular Trans “Mocha Celiz”, en el que fueron compañeras. Ayelén también quería terminar la secundaria.
Cada una a su tiempo volvió a Tucumán cuando Buenos Aires las expulsó. Mahia llegó al CETRANS, mientras que Ayelén, que venía a la provincia escapando otra vez de hechos de abuso y envuelta en consumos problemáticos, no llegó a la escuela. La voz deMahia se vuelve más baja, mira la mesa y cruza las manos. A pesar de los intentos por contactarla desde su retorno a fines de 2016, solo volvió a saber de ella cuando encontraron su cuerpo en la madrugada del sábado 12 de agosto.
La organización
Mahia hace una pausa larga y estira la espalda mientras se mueve sobre la silla. Reaparecen la sonrisa y el brillo en los ojos y se acomoda el rodete, mientras cuenta que es el mismo peinado que usó el sábado 2 de diciembre cuando desfiló como geisha por las calles del centro. Toma otro trago de gaseosa y avanza renovada en su relato. Este año fue la fiesta de LOTO la que encabezó la Marcha del Orgullo en Tucumán. Bajo la consigna “Libertad y Orgullo” se encolumnaron las cientos de personas convocadas por la que hasta ahora fue la más colorida y numerosa de estas marchas en Tucumán.
Loto surge en la provincia cuando Ayelén fue asesinada, aunque ya se gestaba en el CETRANS, que funcionó como un “nido” de reunión para las mariposas que volaban dispersas y propició el caldo de cultivo para la reflexión y el diálogo. La crudeza del crimen de Ayelén atravesó al grupo: podría haberle sucedido a cualquiera.
—Fue algo mágico. Con las chicas convocamos a una primera reunión para pedir justicia y ese día vino su familia. Al final, una de sus hermanas se acerca y me dice que yo le recordaba a Ayelén, por mi forma de hablar y de moverme. Algo muy fuerte se movilizó adentro y desde entonces, nos comprometimos a acompañarlas en su búsqueda de justicia.
Esta primera convocatoria fue la que unificó al grupo, que encontró su objetivo en conformarse como un espacio local solidario al que “recurrir si nos pasa algo, si voy a poner una denuncia en la policía, si caigo detenida, si estoy trabajando en la calle y me meten presa”. Actualmente, Loto, en ciernes, recorre facultades y dependencias estatales para sensibilizar a profesionales y a decisores de políticas públicas, mientras hace sus primeras incursiones territoriales para acercar los pocos recursos que se encuentran centralizados en la capital de la provincia. La organización, que tramita su registro como asociación civil, ambiciona un censo provincial de la población trans, que ya negocia en articulación con la Secretaría de Derechos Humanos y el Registro Civil local, y se propone volver a poner en la agenda de debate legislativo el cupo laboral trans. Lejos de paralizar, la muerte esta vez se sobrepasa haciendo carne la consigna “organizar la rabia, defender la alegría”. Loto se presenta, ante todo, como un espacio lleno de vida.