Este lunes será la sentencia del juicio por Paulina Lebbos. Uno de los juicios más extensos que hubo en la provincia, y también uno de los juicios en donde claramente se puede ver la red de complicidad patriarcal que tiene el poder.
El 26 de febrero del año 2006 desaparece una joven estudiante de Comunicación Social de la Universidad Nacional de Tucumán. Trece días después, su cuerpo es hallado sin vida a la vera de la ruta 341. La conmoción social por la desaparición de Paulina Lebbos se transformó rápidamente en un asunto político, enredado, complejo y ajustado a la moral de la época.
La terrible noticia del asesinato de una joven que había salido a bailar con amigas para festejar un examen aprobado en la facultad, fue opacada por la noche. Una mujer joven en la noche. Las preguntas hirientes sobre su vida privada, las conjeturas sobre su vida sexual y el hecho de circular por la noche fueron el banquete que los medios de comunicación y el poder político nos dieron de comer durante los años siguientes.
El mismo año de desaparición de Paulina Lebbos ingresé a la facultad de Filosofía y Letras, entre compañeros más de una vez hablamos sobre ella en los pasillos de esa facultad. Nadie sabía nada sobre los asesinos, pero todos tenían una teoría sobre la víctima. Las anécdotas comenzaban siempre con referencias cuasi cercanas: “era amiga de un amigo”,” estuvo en una fiesta con un conocido “, “fue compañera de mi hermana”, y continuaban generalmente con esas ideas que hicieron circular sobre ella.
La primera vez que vi de cerca a Alberto Lebbos, fue en una charla en el Centro Cultural Virla en pleno centro de la ciudad, el padre de Paulina ingreso al teatro sosteniendo cartel con la foto de su hija. El silencio se hizo presente, y la incomodidad estaba en la cara de todos. La injusticia inexorablemente aparece frente a nuestros ojos y aunque la moral social y política de la época intentaba ocultarla, el rostro de Paulina estaba ahí, pidiendo justicia.
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A la luz del 2019 podemos decir que se hizo todo lo posible para hacer quedar a Paulina como “la mala victima”. Se dijo de ella todo lo que se dice aún hoy sobre aquellas mujeres que se quiere denigrar. Las mentiras que circularon en forma de rumores sobre su vida sexual y afectiva, sus amigas y su entorno sirvieron para que en el imaginario social tucumano esté más presente la idea de “una chica de la noche” que la de una víctima de femicidio.
La noche en Tucumán
El 12 de mayo de 2006, el entonces gobernador José Alperovich firmó un decreto de necesidad y urgencia poniendo como tope horario para los boliches las 4:00 am. Durante meses los medios nos pusieron a discutir la noche, los excesos y “el descontrol” que aparentemente generaba el horario de salida de los mismos.
La medida fue una de las más torpes y demagógicas que se puedan conocer. Arrojó a miles de jóvenes a la 4 de la madrugada a la calle, sin trasporte público asegurado y sin ninguna política pública de contención. Las fiestas clandestinas se hicieron moneda corrientes, comenzaban a las 4:00 am y terminaban de día. Se realizaban en lugares alejados del centro de la ciudad y sin ningún tipo de medida de seguridad.
Junto al crecimiento de estas fiestas, crecieron las facultades del Instituto Provincial de Lucha contra el Alcoholismo para perseguir y multar a todas aquellas personas que hicieran fiestas. La juventud tucumana, los empresarios y el IPLA jugaron al gato y el ratón durante 8 años.
Recuerdo estar en un “after” repleto de gente a las 5 de la mañana, y esperar en silencio y con la luz apagada, que decenas de policías que intentaban romper la puerta, desistieran de su accionar. Recuerdo estar pegado a la pared viendo como policías entraban a secuestrar el equipo de sonido de la fiesta. Recuerdo también esperar durante horas un taxi o el primer colectivo de la mañana para poder retornar a casa.
La medida parecía contentar a ciertos sectores adultos y conservadores de la provincia. “Para que no vuelva a pasar lo mismo” los jóvenes teníamos que dejar de andar de noche, de salir, de bailar. Como si algo de esto hubiera sido la causa de la muerte de Paulina.
La zona conocida como “El abasto”, se convirtió poco a poco en un desierto durante la noche. Los años se sucedieron y nos acostumbramos a vivir de ese modo. Las libertades propias de la democracia disminuyeron considerablemente durante estos años, y la razón política que generó esta medida quedó en el olvido.
Fue Femicidio
Este lunes será la sentencia del juicio por Paulina Lebbos. Uno de los juicios más extensos que hubo en la provincia, y también uno de los juicios en donde claramente se puede ver la red de complicidad patriarcal que tiene el poder.
Eduardo Di Lella (Ex Secretario de Seguridad Ciudadana), Hugo Sánchez (Ex Jefe de Policía), Nicolás Barrera (Ex Subjefe de Policía), Héctor Rubén Brito (Ex Jefe de la Unidad Regional Norte), Waldino Rodríguez (Policía retirad) son acusados de encubrir, adulterar y falsificar pruebas sobre la muerte de Paulina. Son acusados por ser la parte burocrática de la impunidad patriarcal que existe en la justicia, esa que mientras la opinión pública era puesta a debatir el horario de cierre de los boliches, se encargaba de ocultar el camino hacia la verdad.
Roberto Gómez (Electricista) es acusado de participación secundaria en el secuestro y homicidio de Paulina, se comprobó que usó el celular de Paulina con otro chip horas después de su desaparición.
Con la constancia de la gota que corroe la piedra, Alberto Lebbos lucha contra la impunidad hace 13 años. No está solo, son cientos de familiares víctimas de la impunidad que gritan justicia.
No sabemos qué puede pasar en la sentencia, no se sabe el nombre de el o los autores materiales del crimen de Paulina. Pero si sabemos y podemos decir que fue un femicidio. Ni la noche, ni su vida, ni ninguna otra especulación pueden hacernos cambiar de opinión. Un entramado de violencia patriarcal mantiene impune hace 13 años el asesinato de una joven que salió una noche a bailar para celebrar un logro académico.
Muchos de nosotros todavía no conocíamos la palabra, la sociedad en general no había escuchado aún el histórico grito de las feministas. La moral tucumana de la época cubría los ojos y extinguía la sensibilidad para ciertos casos. Ese momento ya pasó, podemos y debemos proclamar el femicidio de Paulina Lebbos. Porque ya aprendimos que lo que no se nombra no existe, tenemos la responsabilidad de nombrar de nuevo a Paulina Lebbos, y reescribir su historia alejando todo aquello que se dijo sobre ella.
La condena de todos los responsables de la muerte de Paulina Lebbos, y el encubrimiento de los asesinos, representaría un poco menos de oscuridad en la vida y en la historia de todas las personas que habitan la provincia de Tucumán.