Cada 26 de marzo se conmemora el Día Mundial de la Prevención del Cáncer de Cuello Uterino con el objetivo de establecer acciones de concientización e información sobre la importancia de efectuarse los controles ginecológicos. Una mirada inclusiva al respecto.
El VPH, Virus de Papiloma Humano, es un virus de alta prevalencia entre las personas -con picos de incidencia en la adolescencia y la juventud (entre los 20 y 30 años) y en adultas/os (entre 55 y 60 años). Existen más de 100 tipos de virus y algunos, si evolucionan en el tiempo por no recibir tratamiento adecuado, pueden desarrollar un cáncer.
El CCU – cáncer de cuello uterino – constituye la segunda causa de muerte por cáncer en las mujeres y varones trans en todo el mundo. Su incidencia mundial es de 530.000 casos por año (85% de los episodios ocurren en países en desarrollo) y su mortalidad de 275.000 muertes.
De acuerdo con las estadísticas del Ministerio de Salud, en Argentina se diagnostican cada año aproximadamente 5000 casos nuevos de CCU y mueren aproximadamente 1800 personas a causa de la enfermedad.
La infección por VPH es considerada una enfermedad de transmisión sexual porque el contagio tiene relación directa con el contacto sexual.
La detección más típica es durante el chequeo ginecológico anual, con el Papanicolau y la colposcopía, que son las principales vías de screening o tamizaje en mujeres o varones trans. Ambas técnicas son complementarias porque en particular, el Papanicolau permite observar las células del cuello uterino y la colposcopia brinda una imagen con gran aumento para detectar lesiones.
El referente del programa provincial de Prevención de Cáncer de Cuello Uterino, Conrado Oscar Cinto, contó que existe otra modalidad que es “es la autotoma, que se lo realiza la misma paciente en su domicilio o en algún efector. Este estudio determina la presencia del virus del VPH, una de la trece sepas de virus que pueden llevar a un cáncer de cuello uterino”.
Y agregó que “la importancia de este método de vanguardia a nivel mundial, sencillo y rápido, es que permite detectar lesiones en su periodo de inicio que son totalmente curables. Estas medidas de prevención como el test de VPH y la vacunación (que se les está aplicando a niñas de once años) van a tener su repercusión dentro de unos años en los que vamos a ver una sustancial disminución de la mortalidad por cáncer de cuello uterino”, finalizó Cinto.
Se recomienda comenzar con los estudios de rutina a los tres años del inicio de las relaciones sexuales. Y, en aquellas pacientes mayores a 21 años que no hubieren iniciado relaciones, puede realizarse la toma de muestra para papanicolau con hisopo.
Además de los chequeos anuales, existe una vacuna preventiva que es obligatoria para niñas desde los 11 años desde el año 2011, y para niños de 11 años desde el año 2017. Dicha vacuna contra el VPH provee protección contra los tipos de VPH de alto riesgo oncogénicos 16 y 18, responsables del 77 por ciento de los casos de cáncer de cuello uterino
Una mirada inclusiva
El VPH se transmite por contacto genital, más a menudo por relaciones sexuales vaginales y anales, pero también a través del sexo oral y el roce de los genitales. Se puede transmitir entre parejas heterosexuales y homosexuales, aun cuando la persona infectada no tenga signos ni síntomas.
Los profesionales de la salud no deben descuidar, en este sentido, la atención a las mujeres lesbianas sexualmente activas que únicamente mantienen relaciones con otras mujeres, en la falsa creencia de que no están expuestas al mismo riesgo que las mujeres heterosexuales.
Históricamente, se creía que el virus sólo se trasmitía a través de relaciones heterosexuales, lo que llevó a la suposición incorrecta de que las mujeres lesbianas no están en riesgo de padecer cáncer de cuello uterino y, por lo tanto, no necesitan hacerse chequeos. Sin embargo, la creciente evidencia comenzó a sugerir que las lesbianas y las mujeres bisexuales corren riesgo de entrar en contacto con el virus.
Son pocos los estudios específicos alrededor de la salud sexual de las mujeres lesbianas o de varones trans que se pueden encontrar en línea y, menos aún, médicos o médicas que cuenten con dicha información en Tucumán.
En un estudio realizado por el Servicio Nacional de Salud del Reino Unido, para comprender el riesgo de cáncer de cuello uterino para mujeres que mantienen relaciones sexuales con personas del mismo sexo, la Dra. Julie Fish, experta en salud de lesbianas, explica que: “El problema principal se refiere a mensajes mixtos. Es incorrecto suponer que el VPH solo es transmitido por hombres. Esta visión a menudo prevalece entre las lesbianas, y entre efectores de la salud. Aunque es posible que algunas lesbianas nunca hayan tenido una relación con un hombre, hay una gran posibilidad de que una compañera sí. En ese punto podrían haber contraído la infección”. De hecho, la investigación muestra que un 80 por ciento de lesbianas tuvieron una relación sexual con un hombre en algún momento de su vida. En ese sentido, la doctora continúa, “cualquier intercambio de fluidos corporales puede pasar el VPH entre dos personas. Entonces una mujer puede contraer la infección de su novia, de la misma manera que pasa en una relación heterosexual”.
En ese mismo estudio, Fish destaca la necesidad de enviar un mensaje al personal de salud. Su investigación ha dado a conocer evidencia de lesbianas que se sienten desanimadas a realizarse el control por el personal de salud: “Esto no significa que se les rechaza una prueba abiertamente, pero pueden ser desanimadas involuntariamente. Por ejemplo, al asistir a una cita de evaluación se les pide detalles de su historia personal. Esto podría incluir preguntas sobre la frecuencia con que tienen relaciones sexuales con su marido o novio, o si usan anticoncepción con su ‘esposo o novio’. Tal discurso transmite la suposición de que el cribado cervical es solo necesario para mujeres heterosexuales”.
Esta realidad también ocurre de este lado del atlántico. Hace unos años, el Espacio de Articulación Lésbica lanzó la campaña “Cambiemos las preguntas”, con el fin de concientizar acerca de la atención que reciben las lesbianas en los sistemas de salud, específicamente en el ámbito de la consulta ginecológica. “La finalidad primordial de este documento es promover la sensibilización y la reflexión sobre el tema para posibilitar la modificación de las prácticas en salud, violatorias de los derechos humanos de las lesbianas; para así, erradicar las prácticas y actitudes discriminatorias fuertemente naturalizadas por parte de los integrantes de los sistemas de salud”, explican en el documento.
La realidad de varones trans tampoco escapa a la naturalización del sistema binario y la sensibilización sobre esta temática también ataña al Estado. El artículo 11 de la Ley de Identidad de Género prevé el acceso a la salud integral para la población trans, lo que significa un trato respetuoso con las identidades autopercibidas. En ese sentido, en 2015 el Ministerio de Salud de la Nación lanzó una campaña destinada a varones trans, quienes también necesitan ir al ginecólogo o ginecóloga y adoptar medidas para prevenir el cáncer de cuello. Esa fue la primera y la última campaña de folletería específicamente dirigida a un colectivo que ha visto cercenado su derecho a la salud sexual como consecuencia de la discriminación.