Algunas palabras sobre Toda la noche galoparé así. Por Pato Dezalot
You make me feel
Me demoré un poco en ir a ver la obra. No llegué al estreno, pero sí a su octava función. Llegué puntual, aunque tarde para el copetín. Esperamos un ratito. Johna me hablaba sobre su mamá y yo de la mía. Velorio, viajes, libros y noticias de mudanza habían llenado las semanas previas, y esta era la primera escapada que nos dábamos.
En el hall del Teatro Alberdi -que te hace sentir como una Anastasia antes de la revolución- había más de una mariquilla ubicada de vista esperando para pasar. En ese momento se lo atribuí al cuerpazo escultural que Guille construyó estos últimos años a fuerza de manzanas verdes y pollo en ayunas, que promocionaba la obra.
Cuando nos hicieron ingresar enfilé para el asiento que me gusta del teatro, pero la ¿acomodadora feliz? nos guió hacia el otro lado. Seguimos un pasillo medio laberíntico y nos dimos con el escenario. Nuestros asientos estaban sobre el plató. Jamás había estado ahí atrás. Era como una especie de patio de monoblock, de bonita vecindad, pero con poleas y balcones.
Dos filas de sillas paralelas y enfrentadas encerraban a un Guille que bailaba y saltaba en medio de una fiesta de bienvenida, aunque sin darnos mucha bola. Se movía en calzón y suspensor de un lado al otro, ¡qué culo! Sus ojos pintados, transpirado, envuelto en unos pinchos transparentes que le brotaban de sus brazos y piernas. ¿Una fiesta discotrónica? ¿Son barritas de fibra óptica de esas que se vendían en el 2000? ¿Los pinchos eran crines o más bien púas de puercoespín?
Mientras lo miraba, me invadieron todas esas noches de pista, drogas, alcohol que ya nadie puede asociar conmigo. Reconocía ese instante en el que no te importa estar solo ni tocar a nadie. Donde soltar el control de cada músculo de tu cuerpo y dejarte violar por la música es el único permiso que te das.
¿Cómo puedes vivir contigo mismo?
Y de pronto todo se apaga, estás solo con tu resaca. Guille se recupera en el suelo haciendo respiraciones muy profundas que parecen estertores. A mí se me impuso ese momento del Alikal, agüita por dentro y agüita por fuera del día después del desmadre. Él se recompone de a poco, con cada inhalación y exhalación cambia la nitidez de su abdomen premium.
Se recupera y recorre el espacio. Pocas palabras, y comienza un gesto de saludo con personas imaginarias. Inmediatamente es una tendida en el suelo y un gemido, y se vuelve un ritual: saludo, suelo y gemido, dos saludos, suelo, gemido, tres saludos, suelo gemido, cuatro, suelo y gemido. No hay nombres, sólo música, más saludos, sudor pintando la madera y más gemidos.
Se me incorporó ese momento desesperado y exploratorio en el que a un maricón ¿joven? se le desgasta su cuerpo en infinitos encuentros, tríos, orgías, de gente que en el recuerdo pierde rostro y nombre. Hola haceme gemir. El gemido es un lenguaje universal.

Hava Nagila
Cuando termina de acabar, llega la oscuridad y el descanso. Guille está haciendo una tabla. A lo lejos, a la altura de las rodillas de un liliputiense, una luz cálida lo baña. Alumbra la silueta y trasluce las gotas de sudor que caen como grifo abierto como esos llamadores de ángeles que, colgados en las ventanas, pintan la pared de arcoíris con el sol.
Vuelve a desplazarse. Las crines se desprenden. Hay una pared negra al final, sólo ese punto es iluminado. Guille comienza a escalar, como si emergiera de algún pozo, yendo hacia alguna luz. Hay pequeñas escenas de frases incompletas, algunas como si fueran presentaciones profesionales truncas. “Hola, quiero hacer un dique en Rusia”, “Me gustan las matemáticas”, cosas así. Se me impusieron las entrevistas de trabajo que nunca me gustaron, ¿Guille está buscando? Vuelve a escalar después de eso, es alta esa pared.

Drowned World
La despedida parece fundirse con la obra. Guille aparece solo, todo está encendido. Aplaudimos, creo que todos sorprendidos y emocionados (no es común ir a una obra de teatro danza, y menos para mí, que suelo picarme por entender, pero aquí me ganó el sentir). Aparece la bella Ana Teitelbaum, su directora y maestra de Guille en la danza, aplaudimos. Johna me dice “Sentí que estaba teniendo sexo”. La gente se va retirando, aparece Guille en una bata blanca. Lo besamos y nos llena de sudor, pero no nos importa. La gente se amontona, parece que todos se quieren mojar.
Pienso en la pequeña tarjetita que nos dieron junto con la entrada. El fondo rosa, ¿un caballo rosa? El diseño es de mi querido Pablo Correa Senestrari, con el que hace poquito nos hicimos amigos. Es ex de mi ex. Guille también es mi ex. Es la obra más rosa que vi este año, y la que más me emocionó. No sé por qué esperaba que acabase en fiesta, ¿será que terminé necesitando?
Toda la noche galoparé así es erótica, melancólica, electrónica, médium espiritual. Es una obra sobre la soledad, y sobre la soledad de los maricones. Esa soledad rodeada de música, resaca, musculación, sexo, supervivencia, terapia, amistad, amores. Al menos así lo fue para mí.
