El historietista e ilustrador tucumano Sebastián Cáceres, radicado actualmente en Francia, presentará este viernes 16 a las 20 hs. en la Sala Hynes O`Connor, la novela gráfica sobre fútbol argentino “Carpe Diez”.
Aún en tiempos de crisis, la historieta argentina, en general, y la historieta tucumana, en particular, tienen hoy un nuevo e impetuoso resurgimiento. El historietista, ilustrador y realizador audiovisual tucumano Sebastián Cáceres, residente desde hace unos años en Nantes, Francia, ha publicado recientemente Carpe Diez. En orsai con la muerte, novela gráfica que enlaza fútbol, distopía futurista y crítica sociopolítica. Aquí va un repaso por la literatura dibujada que se ocupa de estos temas y un comentario sobre Carpe Diez, un comic que la descose. Por Pedro Arturo Gómez
Nacida en los albores de las industrias culturales, la historieta fue alguna vez un fenómeno popular. Luego, a partir de los años ’60 fue adquiriendo un reconocimiento como forma artística, al principio diferenciada de la producción masiva en un margen rotulado como “comic de arte o de autor”, pero luego consagrada en la múltiples manifestaciones de su creatividad estética por miradas legitimadoras que reconocen las marcas de la autoría y de lo artístico en las factorías del entretenimiento, la aventura y las proezas de los superhéroes. Argentina hizo importantes aportes a este tránsito de la historieta en su legitimación artística, tanto desde instancias de institucionalización como los emprendimientos de Oscar Masotta –autor de libros como La historieta en el mundo moderno, organizador en 1968 de la I Bienal Mundial de la Historieta en el Instituto Di Tella, editor de la revista LD (Literatura Dibujada)- como de la producción con autores (guionistas y dibujantes) de prestigio internacional como Quino, Héctor Germán Oesterheld, Alberto Breccia, Carlos Sampayo, José Antonio Muñoz, Francisco Solano López, Carlos Trillo, Robin Wood, Eduardo Risso, Domingo Mandrafina, José Luis Salinas, Juan Sasturain, Luis “Lucho” Olivera, Ricardo Villagrán, Enrique “Quique” Alcatena, Horacio Altuna y Copi, entre muchos otros, junto con publicaciones emblemáticas de un cierto momento político cultural como la revista Fierro. Hoy en día, tras no pocos ascensos y caídas, la historieta habita un nicho más bien exclusivista en el fandom de la era digital, alejada en sus manifestaciones impresas de los circuitos mayoritarios, con alguna excepción quizá del manga y del comic de superhéroes revitalizado por la apropiación cinematográfica de ese género.
En los mundos particulares de la historieta argentina, el fútbol –“pasión de multitudes”- no ha tenido una fuerte presencia a pesar de las intensas identificaciones y tormentosos fervores que ese deporte genera en la vida sociocultural de la Argentina. Durante los años ’50 la revista de historietas que más se ocupó del fútbol fue Puño Fuerte, aunque esa producción no alcanzó a sobresalir en cantidad ni en calidad, mientras que esporádicamente ofrecían sus espacios otras publicaciones periódicas como Rayo Rojo, Lanza Brava y D’Artagnan. No obstante, en esa misma década, sí se destaca la obra de Alejandro del Prado (Calé), con su “Buenos Aires en camiseta”, publicada en la revista Rico Tipo, notable conjunto de estampas de personajes y situaciones de la vida popular de esa época. En 1959 aparece en la revista Frontera Extra “El 10”, de Jorge Mora y Lito Fernández, historieta sobre las andanzas de un futbolista argentino en Francia. Desde los ’60 y hasta los ’70 la revista D’Artagnan publica “Como vuelo de paloma”, de Eduardo Ariel y Carlos Eyré, historieta sobre los inicios del fútbol profesional en Argentina, y la serie de semblanzas “Ídolos del Fútbol”, de Pedro Valdez y Héctor Tomás Rodríguez. A partir de 1971 se inicia en el diario La Prensa la serie “Dick el artillero”, creación de Alfredo Grassi que si bien tuvo escasa repercusión en Argentina sí alcanzó cierto éxito internacional con versiones publicadas en Brasil e Italia, dibujada en sus inicios por José Luis Salinas y luego, sucesivamente, por Lucho Olivera y Carlos Pedrazzani. A partir de 1982 se publica en la revista Superhumor “Papi Fútbol”, serie guionada por Martín García, con dibujos de Altuna en su primer episodio y luego continuada por Lalia. También en 1982, en el suplemento infantil del diario La Nación, aparece “Claudio Corsi, pájaro y demonio”, de Rafael Dente y Carlos Pedrazzini. Una trayectoria más extensa tuvo “Beto Navarra”, personaje epónimo de la historieta de Eugenio Reynal Arrigo y Clemente Rezzónico, publicada en la revista D’Artagnan entre 1984 y 1994, con un total de 130 episodios. Otro personaje representativo de los repertorios populares ligados al fútbol es “Choripan”, un gordito vendedor de choripanes con imprevisibles destrezas futboleras, creado por Eugenio Zappietro con dibujos de Julio Schiaffino, que en 1996 tuvo su propia revista.
Por su consonancia con el realismo de corte costumbrista, a simple vista puede parecer poco probable un encuentro de la historieta argentina de fútbol con la ciencia ficción; sin embargo, ese encuentro se produce y tiene sus exponentes más notables en producciones como “Versus”, “La gran final”, “Derrota” y “Cuestión de estilo”. En octubre de 1980, en el Nº 2 de la revista Superhumor, se publica “Versus”, relato con guion de Carlos Trillo y dibujos de Altuna ambientado en una Buenos Aires postapocalíptica del año 2080, donde la gente sigue a través de la televisión el enfrentamiento entre dos grupos armados que resulta ser una versión futurista del clásico Boca-River, con el resultado de “2 muertos a 1” a favor del primero. Con viñetas dibujadas por el gran maestro Lucho Olivera, aparecen en 1981 “La gran final”, publicada en Skorpio Extra, con guion de Dark, sobre un fútbol del futuro jugado por robots; y “Derrota”, publicada en Gunga Din, escrita por Balcarce, sobre la llegada a la Tierra de invasores extraterrestres justo el día de la final del Mundial de 1978 entre Argentina y Holanda, y que perecen aniquilados por la fuerza del grito de gol de la multitud. También de una Copa Mundial, pero de lo que en ese entonces era el futuro, se ocupa “Una cuestión de estilo”, relato de Ricardo Ferrari y Carlos Gómez, publicado en 1990 en la revista Pucará, que narra un partido entre el seleccionado argentino y el de Inglaterra, en un Mundial de Fútbol de 2002 que tiene lugar en la Argentina, en la subsede Temperley.
La degradación del fútbol en el marco de un futuro distópico –tema trabajado por Trillo y Altuna en “Versus”- tiene en la producción historietística internacional una aparición destacada con “Fuera de juego”, obra publicada en 1987 con guion del francés Patrick Cauvin y gráfica del genial dibujante serbio Enki Bilal. En esta historia, una cadena televisiva que realiza una serie sobre la muerte de atracciones masivas como el cine y la música le encarga a un viejo periodista deportivo la selección de imágenes que ilustren el declive y desaparición del fútbol. Cada estampa remite a un personaje, un partido o un instante representativos dentro del proceso de extinción de ese deporte: los estragos provocados por drogas paralizantes indetectables en los futbolistas de élite, la violencia en los estadios que lleva a prohibir la presencia de público en los partidos, la manipulación bioquímica y psicológica del rendimiento de los jugadores, la utilización de injertos quirúrgicos, oscuras maniobras que erosionan la autoestima sexual de los futbolistas, los partidos manipulados por grandes corporaciones, la sangrienta agresión contra los árbitros, la sustitución de los jugadores profesionales por soldados… El tono de crónica elegíaca, narrada con tristeza y nostálgico afecto hacia una práctica deportiva que se hunde en un pozo de decadencia, está remarcado por las ilustraciones de Bilal, con su característico estilo de deterioro material, de cuerpos pétreos y superficies metálicas chorreantes de óxido, visiones de desolación donde la claustrofobia provocada por las monolíticas moles de hormigón de los estadios crea una atmósfera de ahogo, alienación e inevitable caída.
“Carpe Diez”, novela gráfica de Sebastián Cáceres, se sitúa en el cruce de estas temáticas y géneros, retomando como punto de partida una distopía futurista, marco desde el cual se pone a rodar en el campo de juego de la historieta argentina una nueva ficción sobre el fútbol, en este caso un relato futbolístico de provincia que apunta hacia los siniestros intereses políticos y económicos que manipulan el deporte sirviéndose de la idolatría y del fervor popular. Cáceres emprende este proyecto en el contexto de la producción de humorismo gráfico e historieta de la provincia argentina de Tucumán, donde el tema del fútbol alcanzó estatura mayúscula en la obra de Seferino Sirgo -dibujante cuyas publicaciones en el diario La Gaceta crearon personajes que se convirtieron en íconos sin vencimiento de los principales equipos del fútbol tucumano- y tiene continuidad en los trabajos de José “Sejo” Delgado, autor que tras una prolongada estadía en Barcelona, vive ahora reinstalado en Tucumán. También Sebastián Cáceres delinea su narración dibujada desde una residencia europea, anclado desde hace unos años en Francia.
Con un estilo visual próximo a la caricatura expresionista, las viñetas de “Carpe Diez” están habitadas por un dinamismo hormigueante, un mundo de seres y cosas en constante ebullición, donde aflora permanentemente la violencia resaltada por el feísmo crispado de las imágenes. La historia sobre un episodio clave del fútbol local que un taxista le cuenta al pasajero recién llegado a un Tucumán del futuro ahogado en la polución, bajo la vigilancia militarizada de un gobierno tiránico, resuma el ardor de la “pasión de multitudes” ligada a la intensidad del apego por el territorio del barrio y por un equipo, Central Norte, en cuyo momento de cumbre y despeñamiento se ubica el relato. Sin embargo, esa afectividad no tarda en inyectarse de oscuridad y desencanto al concentrarse la narración en las escalofriantes peripecias de un libertino crack, el “Galgo López”, veloz delantero de Central Norte, el “mejor jugador del torneo”, arrastrado a los umbrales de la muerte por los excesos de su vida de donde es arrancado y devuelto al juego por los efectos de una droga, títere de los turbios manejos y negociados del presidente del club, el mismísimo gobernador, “dueño y señor de la ciudad”.
Las ficciones futuristas distópicas son la proyección magnificada de los males del presente, “Carpe Diez” no es la excepción. El microcosmos del fútbol provinciano que narra y describe es un infierno poblado de personajes tenebrosos, movidos sin escrúpulos por su maligna codicia, cada uno jugando insaciable su propio partido donde el evento deportivo y sus protagonistas no son más que piezas en tableros salpicados de sangre. No hay lugar en este malévolo bestiario para acciones que no tengan que ver con perversas maquinaciones, y si algún personaje se aparta de ellas es para incurrir en un patetismo bienintencionado regido por la fraseología del humanitarismo más formulario. Esto es lo que ocurre con Gálvez, sufrido conductor del centro de formación deportiva del equipo, quien cuando no está recibiendo crueles golpizas predica sin suerte alguna ante jóvenes de las divisiones inferiores penetrados ya por los virus de la descomposición ética.
Con su galería de personajes y situaciones característicos del pintorequismo costumbrista trastocado aquí por la desmesura de la maldad y la violencia, “Carpe Diez” tiene en las secuencias dedicadas al juego del fútbol sus momentos de respiro, donde el eléctrico dinamismo de las imágenes arrebatan los ojos y el aliento con su portentoso manejo de las leyes físicas propias de la historieta desplegadas en el fragor de los cuerpos entregados a la sublime hoguera de la contienda deportiva. Es aquí donde el arte de Sebastián Cáceres brilla con mayor intensidad, porque las viñetas exudan esa “pasión de multitudes” en contrapunto con una estética de la crueldad que no cesa de supurar. Al mismo tiempo, la pasión colectiva convive con la pavorosa pasión personal del “Galgo López” transformado en una especie de zombie, un muerto viviente que como tal está en “orsai”, fuera del juego de la muerte pero arrojado como mártir desastrado al abismo de otro juego, oscuro y fatal, que ha ido devorando al fútbol.
Si la expresión original “carpe diem” alentaba a vivir la intensidad del momento presente despreocupándose del porvenir, el momento de este otro número diez goleador es el de la aniquilación de la vida y del amor por un deporte, un derrumbe cuyos síntomas pueden leerse en la realidad actual de fútbol corroído por la violencia, la corrupción y las manipulaciones de los dueños del poder. Al igual que aquella obra de Patrick Cauvin y Enki Bilal, “Carpe Diez” pone en escena un “fuera de juego” que levanta voz e imagen para hablar sobre los espectros del fútbol de hoy proyectados en la pantalla de un mañana tenebroso, con la fuerza y la emoción de la mejor historieta.