10 mil penes de madera y 16 años de ESI

Hace pocos días se dio a conocer que el Ministerio de Salud de Nación llamó a licitación para la compra de 10 mil dispenser de preservativo, maletines y penes de madera blanda cuya finalidad es la promoción sobre prácticas de cuidado en salud sexual. El revuelo en las redes sociales y el oportunismo mediático hizo que durante varios días se despotrique contra la compra. 

Resulta necesario realizar algunos comentarios a modo de contextualizar, para poder superar el pánico moral, la situación de burla y enmarcar lo que representa esa compra:

  • El pedido se hizo desde el Ministerio de Salud y está destinado a servir como insumo para los CAPS (centro de atención primaria), programas regionales y municipales. Es decir, será usado para asesoría y formación de toda la comunidad. 
  • Cuando hablamos de salud sexual, como en este caso,  nos enmarcamos en la ley 25.673 cuyo ámbito de incumbencia es el Sistema de Salud. Es distinto del programa nacional de Educación Sexual Integral que se enmarca en la ley 26.150 cuyo ámbito de incumbencia es el Sistema Educativo. 
  • La principal diferencia es que en salud sexual deben realizar asesoría y atención, por ejemplo ante el pedido de una mujer de colocarse un DIU o de iniciar tratamiento con pastillas, en cambio, en ESI hablamos de contenidos pedagógicos adaptados a cada nivel y modalidad. De modo muy sencillo podemos decir que son programas “primos”, pero no son lo mismo. 
  • El pedido de compra se hace tomando como referencia el cumplimiento de  la ley 23.798  conocida como Ley Nacional de SIDA. Durante los últimos años, el Programa de Prevención de VIH-Sida y Enfermedades de Transmisión Sexual ha sufrido cambios de gestión, quitas de presupuesto y un considerable debilitamiento en la llegada al territorio para prevenir infecciones y para acompañar a las personas que viven con VIH.
    Según el último boletín epidemiológico oficial, al 2019 se estima que 136 mil personas en nuestro país viven con VIH y alrededor de 23 mil personas  desconocen su diagnóstico. También indica que desde el 2015 los casos de contagio de sífilis fueron en aumento llegando a la tasa de  56 personas cada mil habitantes. Teniendo como grupo etario de mayor incidencia el de 14 a  25 años. 
    Resta además ver  cuál será el impacto en materia de salud sexual  de la pandemia durante el 2020 y 2021, podemos preguntarnos: ¿Cuántas prácticas sexuales se dieron sin protección de ningún tipo durante la pandemia? ¿Cuál fue el acceso al sistema de salud para asesorías que tuvieron adolescentes y jóvenes que se iniciaron sexualmente? ¿Qué impacto tendrá el hecho de socialmente  haber ocupado menos tiempo para  hablar de estos temas y dedicarlos a generar conciencia sobre Covid-19?
  • La instancia de asesoría en materia de salud sexual no es solamente la colocación de un preservativo, no se trata de un proceso de traspaso de información como si las personas fueran discos rígidos de una notebook. La asesoría es la oportunidad de iniciar un diálogo con personas sobre asuntos de vital importancia, que muchas veces se da sin información adecuada y científicamente validada. Enseñar el uso correcto del preservativo es la oportunidad para hablar de relaciones sexuales con consentimiento, para enseñar que hacer en caso de tener algún accidente y necesitas profilaxis post exposición, para hablar de que el vih es un virus crónico que con un tratamiento adecuado llega a ser indetectable y por ello, intransmisible. También el servicio de salud puede ofrecer y dar a conocer todos los métodos anticonceptivos que están de modo gratuito, puede hablar de violencia de género y, en general, promover en las personas el acceso a salud en el marco de derechos.
  • La compra de dispenser, maletín y penes de madera puede ser visto como un primer mensaje en función de volver a prestar atención real y concreta a la salud sexual de la población. 
  • Como una ironía más de las que circulan en los medios, se ataca a una compra básica y fundamental apelando precisamente a lo poco que se sabe de números sobre la implementación de políticas públicas nacionales y de presupuesto en general. Si hay algo que vienen padeciendo los programas y planes destinados a abordar las cuestiones de la sexualidad  (VIH/Sida, ESI, Salud Sexual, ENIA, etc) es la falta de presupuesto. Precisamente, esta falta de presupuesto redunda en la falta de información y hace que siempre el debate social gire en torno a la arista más cosmética de todo el asunto. Nos encontramos así en un loop que hace que, en el 2021, aún discutamos cuestiones rudimentarias sobre la salud sexual. 

La palabra pene aún tiene un efecto rimbombante en los oídos de las personas. Nos educaron para no nombrarlo, para no hablar de los genitales y para evitar hacer público cualquier comentario serio referido a ello. Salvo en el fútbol y en la creatividad de los insultos, pero con otros nombres, el pene y la vulva no circulan socialmente. Eso permite que millones de personas rían con timidez ante la noticia de la compra de penes de madera, y también permitió que un gran sector se oponga a la compra por considerar que 13 millones es mucho y que no es necesario ni oportuno gastar ese dinero durante una pandemia. Estas y algunos oportunismos políticos conservadores se cuelan una vez más en el diseño e implementación de políticas públicas. 

Que 10 mil penes de madera no tapen el bosque, la población argentina necesita un gran trabajo territorial para garantizar derechos humanos fundamentales en materia de sexualidad.

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