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Yacurmana de la Puente: “Nunca pensé en irme de la provincia porque todo lo que vivencio me fortalece para ayudar a otrxs”

Esta nota fue escrita por Macarena Mercado Mott. Forma parte de la serie Ser trans en en Norte Grande por Sin Capital 

Yacurmana tiene 33 años. Nació en La Rioja capital, hija de una ama de casa y un empleado público que le apasionaba la política y la herrería. El año pasado, inició su transición y se mudó a Chuquis, una pequeña localidad del Departamento Castro Barros, a unos 80 km de la capital. En sus cercanías, hay una caída de agua que se llama La Yacurmana. Según la mitología local, la cascada representa la cabellera de plata de la diosa diaguita del agua, que cuida que no se desperdicie lo fundamental para la cosecha y la vida del pueblo.

“La juguetona y risueña Yacurmana de Chuquis y la costa del medio, madre del agua” (Cantata Riojana / Evocación de las divinidades diaguitas)*

Son las 21:30 pasadas. Habíamos quedado en hacer la entrevista a las 21, pero se fue demorando. Casi a las menos cuarto, le envío el enlace de zoom. “Va link. Te espero”, le escribo en nuestro chat de WhatsApp mientras reviso las preguntas que pensé, me pongo los auriculares y veo que me pedía acceso para ingresar a la llamada.

—Estaba un poco ansiosa por la entrevista.

Le pido que se presente. La conozco hace muchos años, pero su transición empezó el año pasado. De a poco, en los recuerdos, también se vuelve ella. Insisto en que se presente. Quiero escuchar de su boca quién es, cuántos años tiene, escuchar su tonada riojana, que es también la mía.

—Esta mañana justo me preguntaron mi edad. Y digo yo: ¿cuántos años tengo? Estoy en la plenitud de mi juventud. Me pienso una niña de 15 años. ¿Qué soy? ¿Qué soy? Soy activista. Soy politóloga. Soy bordadora. Estoy haciendo un doctorado en Estudios Sociales de América Latina. Y, aparte, empleada pública en la Agencia de Espacios Públicos y Eventos, que depende de la Secretaría General de la Gobernación. Después de más de 10 años, soy empleada de planta.

Mientras se presenta, la miro. Su pelo creciendo, su boca pintada, sus lentes y un pañuelo a cuadritos blanco y negro que le cubren el cuello. Recuerdo cuando nos conocimos. Cuando su papá nos pidió hacer un vídeo para el 17 de octubre. Lo proyectaron en un salón de la Casa de Todos, del Partido Justicialista de La Rioja. Cuando la escucho mencionar que es activista, pienso en su papá. Hoy, ella está al frente de la ONG Poleas, que su papá fundó, y la transformó en una herramienta para intervenir en la sociedad riojana. Termina de presentarse y le pido que me muestre un objeto que haya sido significativo en su transición. En pantalla, aparecen varios tules de colores rosa y celeste. 

—Traje el objeto. Es algo muy significativo que mi compañero me hizo. Cuando empecé con mi transición, era el tema del pelo. Y sigue siendo. Él, en querer que yo me vea con pelo largo, un día llegó al departamento y había hecho esto: una peluca de tul, para que me sienta con el pelo largo. Tenía mechas y me podía peinar.

Fue un gesto super porque viste que tenés esto de los estereotipos, que no importa que vos digas “soy mujer y me llamo de tal forma “, la gente te sigue tratando en masculino. Como me dice un compañero de trabajo: “Vos sos mi amigo y siempre vas a ser mi amigo”. Yo le digo: “No, soy amiga”.

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Está el estereotipo de que la mujer tiene el pelo largo. A veces, me pongo a ver fotos en mi celular que son de unos dos años atrás y veo esas fotos que son tan… tan… Me hace pensar que yo me dragueaba de hombre. El otro día, veía una vidriera y pensaba cómo antes buscaba ropa que sea lo más masculina posible y usaba esa ropa. Era como una imposición de lo que tenía que usar. Ahora digo “no, no quiero usar esa campera”, por ejemplo. Quiero usar algo que me sienta cómoda, que me vea bien, que me guste a mí.

Puedo verla a través de la cámara de Zoom cómo se pone su peluca de tules. Con sus manos, se peina y se acomoda algunos retazos para un costado. Me surge la intriga de qué otras cosas atesora como parte de su transición y le pregunto.

—Es un proceso que sigue estando siempre. Ya soy, ya soy, pero siempre digo que me autocorrijo, con eso de decir “estoy transicionando”. Ya está, ya soy, ya pasé la línea. Fue una decisión, al igual que hacer el cambio registral. Una partida de nacimiento rectificada es algo importantísimo.

—¿Y cómo fue pasar esa línea?

—Yo siempre digo que ser trans es batallar, es pelear. Es batallar contra la sociedad. Por ejemplo, cuando fui a hacer mi cambio registral, me dijeron que no me aceptaban el nombre Yacurmana porque no estaba en el registro del RENAPER. “Elegí otro nombre”, me dijeron. Le dije: “No, mi nombre es Yacurmana”. Y ahí me puse a ver la ley simple de nombres, que se aceptan nombres de pueblos originarios. Entonces, insistí. Voy a hablar y una empleada de ahí me trata en masculino. Le digo: “Tratame en femenino”. “Disculpame, pensé que Yacurmana era no binario”, me respondió. Hay mucho desconocimiento y falta de capacitación. Pasa mucho de que hacen como una objeción de conciencia y no hacen la Ley Micaela.

—¿Qué pasó con tu nombre al final?

—Presenté la nota al RENAPER y me hicieron un informe donde aceptaban mi nombre. Son dos trámites. En la rectificación de la partida de nacimiento te pueden poner el nombre que vos quieras, pero cuando vas a hacer el documento, cargan en el sistema la partida y el RENAPER puede decir que no reconoce el nombre y ahí tenes que volver a rectificar la partida. En mi caso, hice la rectificación, pero como no estaba preparada, esperé un tiempo para hacerme el DNI y cuando fui a hacérmelo, pedí también el pasaporte. Ahí me dijeron que no, que es paso a paso. Así que me hice el documento y esperé unos días para hacerme el pasaporte. Hoy me llegó. Fui hasta Aminga a buscarlo. Me fui con miedo porque viste que cerraron varías oficinas del Correo en el interior del país. Por suerte, estaba funcionando y retiré mi documento y pasaporte. Ya tengo todo listo para viajar a la Conferencia de Teologías Queer de las Américas en El Salvador, por la que fui becada.

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Yacurmana se recibió en el 2015 de licenciada en Ciencia Política por la Universidad Nacional de La Rioja. Cuando se presentó no lo mencionó, pero también es investigadora y docente. Realiza una adscripción en la cátedra de Estudios del Poder y Teoría Política e investiga sobre creencias y prácticas religiosas de las disidencias sexogenéricas sexuales en la Iglesia de la Comunidad Metropolitana de Argentina y Brasil entre 1987 y 2022.

—También tengo que cambiar mi nombre en el diploma y en el análitico. La ley de identidad es nacional, pero en la universidad también hicieron una ordenanza que permite tramitar el cambio de tus datos. Todavía tengo que hacer cuentas bancarias, recibo de sueldo. Pasos que tengo que ir haciendo porque ya no soy… ese nombre muerto (se ríe). Mi psicóloga me pregunta por qué digo nombre muerto, que por qué lo llevo a la muerte si también es parte de quién soy. Pero pienso que yo siempre fui Yacurmana, pero era algo que tenía como encapsulado.

Ahora voy a casarme y le digo a mi compañero que no podemos hacer un vídeo con fotos de antes, porque yo voy a salir con el pelo cortito o tampoco podemos poner en el centro de mesa una foto del tipo “cuando los novios tenían tal edad”. Pero bueno, también tengo que ver cómo yo reescribo mis memorias y armo ese nuevo álbum de vida.

—De cierta forma, ya lo estás haciendo hace un tiempo. ¿Te acordás de la primera vez que lo pensaste?

—Fue hace ocho meses. Empecé con las uñas. Yo las tenía largas, me las miré y dije “algo me tengo que hacer”. Yo total ignorancia de todo eso. Pero por ahí empecé, la semipermanente y eso. Y en ese entonces, fui a la presentación del libro Nuestros Códigos, del Archivo de la Memoria Trans, y me encontré con muchas chicas que trabajan en el Archivo y yo super par de ellas, me sentía una de ellas. De ahí empecé a leer sobre hormonización, averigüé y hablé. Ahora me estoy hormonizando, desde ahí hubo muchos cambios, muchos cambios. Yo tengo que seguir con las hormonas de por vida. Ahora las tenemos suministradas por el Estado, pero no sé cómo va a seguir todo en Argentina.

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—Cuando decis hablé, entiendo que te referís a que lo comunicaste. ¿Cómo fueron las reacciones en tu entorno?

—En mi trabajo todavía hay resistencia. Me dicen en masculino y yo me la paso corrigiendo. A veces me agarran en un mal día, se me salta la chaveta y los ubico de mala manera. Tengo un compañero que me decía: “Hasta que no vengas con el DNI…” Y ahora le llevé el DNI y me dijo: “¿Qué es esto? Es de la mafia, es un documento falso”. En mi familia, mi madre ahora está aceptando bastante, pero mi madrina no. Dice que se murió su sobrino. Encima le dio culebrilla y ella dice que le dio porque se enteró que yo soy Yacurmana. Después, hay tíos que tampoco aceptan mucho, que me dicen que sonaban mejor mis otros nombres.

—¡Qué difícil! ¿Alguna vez pensaste en irte de La Rioja por cuestiones como las que me mencionas, de la discriminación o del entorno familiar?

—No, no. Nunca pensé en irme de la provincia porque todo lo que vivencio me fortalece para ayudar a otrxs. Por ejemplo, lo que pude hacer de acompañar a las chicas trans para que rindan el examen para ingresar al Ministerio Público Fiscal. De todas las alumnas que tuve en el curso de preparación que di, dos se anotaron al concurso y una sacó la nota más alta; 91 sobre 100. Siento orgullo de poder acompañar a que tengan acceso a un trabajo en blanco, formal y todo lo que eso implica para una persona trans. El otro día, discutía eso con una diputada de la Libertad Avanza, que decía: “¿Por qué tiene que haber un cupo para personas trans?”. Y nada, ojalá todos reconocerían que somos personas igual que todos.

—¿En qué consistió el curso que les diste?

—Les dí historia argentina. Invité a Cristina Montserrat Hendrickse (abogada trans) a que les diera una clase de Derecho. No sé, siento que contribuí a que obtengan herramientas. Porque no se trata de crecer sola, hay que pensar en la comunidad y en que todxs crezcamos. Es como una frase muy linda que dice: “La que puede puede y la que no, hay que ayudarla”.

—Qué bueno que te quedaste en La Rioja más allá de lo adverso. ¿Sabés de muchas que se fueron o se quedaron?

—Y hay muchas que se fueron, como la historia de una compañera que leía que se fue a los 12 años por toda la discriminación de acá. Pero también están. Es algo que sé por el Archivo, que La Rioja también fue refugio de muchas, por la violencia que había en otros lugares. En La Rioja se sentían contenidas, de cierta forma. Había como casas, como madres, como, por ejemplo, la Popina. Esto de armar el Archivo, en las fotos vas viendo que estás rodeada de muchas que van transicionando, transitando. Pero también estaban cosas como el Código de Faltas. Llegué a escuchar que decían que todas las semanas era sacar a una de la cárcel, que era como pagar un mueble. Y también está de que las chicas sabían muchas cosas sobre lo que pasa acá.  

—¿Podés comentar un poco más sobre eso? ¿Algún caso en particular?

—Está la muerte de la Gringa Herrera. Por su asesinato, empezó la primera Marcha del Orgullo acá. En ese entonces, la Pulula, una de esas madres, salió a denunciar y a pedir justicia por esa muerte tan injusta.

La Gringa Herrera fue asesinada el 21 de mayo de 2003. Su cuerpo se encontró en el lugar donde alquilaba para vivir. Hasta el día de la fecha, su caso continúa impune.

—Mencionaste al Archivo, ¿es uno de La Rioja, no? ¿Un Archivo Trans de La Rioja?

—En noviembre de 2022, vinieron del Archivo de la Memoria Trans de Córdoba para empezar a recolectar fotos y crear el fondo de La Rioja. Hicieron unas entrevistas y recolectaron fotos. Ahora, quiero que siga creciendo. Por ejemplo, hay dos compañeras sobrevivientes, sobre todo de la violencia institucional, que tienen mucho material que quieren que se conozca. Estuve hablando con Belén Correa, del Archivo Nacional de la Memoria Trans. Porque hay dos opciones, crear como un centro de recolección de información y mandar todo a Buenos Aires o crear un Archivo riojano de toda la comunidad. Porque yo me pregunto: ¿Qué pasa con todas las pertenencias de ellas cuando se “van de viaje”? Su ropa, sus cosas, sus fotos.

—Imagino que ver o crear un Archivo te muestra que no estás sola, ni ahora ni históricamente.

—Claro, es algo que siempre existió. En Chilecito, me pasó algo hermoso. Las compañeras, Mery Casas y Mariana Cabrera, me iban mostrando las fotos y diciendo: “Ella es tal, ella es la circense, ella la Salomón, está venía, hacia tal cosa”. Conocí así a muchas, en fotos de carnaval, sonriendo, en reuniones. 

—¡Hermoso! Quizás, para ir cerrando. ¿Yacurmana alguna vez se apareció en tus sueños?

—Sí, sí. Ahora son sueños que por ahí ahora estoy entendiendo. Que era Yacurmana, que siempre estuvo ahí. Algo que intentaba tapar, pero que era como tapar el sol con un dedo. Y ahora me sueño con el pelo crecido y con esa ropa que siempre quise usar.

—¿Querés que escuchemos una canción juntas? 

—¿Como cortina musical?

—¡Sí! Vamos a una pausa y ya volvemos (risas).

—Ahí te mando link.

Veneno pa’ tu piel

Yo vivo la madrugada

Soy los besos, soy la cama

Y tú vives escondido

Y solo hablas con tu almohada

**Canción La Veneno – Veneno pa tu piel (youtube.com)

*Canción Cantata Riojana 05- Invocación a las Divinidades Diaguitas (youtube.com)

Yacurmana: @yacu.delapuente

ONG Poleas: @ongpoleaslarioja Fotos: Landriel Oviedo @landriel.oviedo.ok

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