Patricio Dezalot acaba de publicar Sementerio, su primer libro de cuentos, editado por la Cooperativa de Trabajo La Cascotiada. “Cada una de estas historias va al frente con una escritura colmada de canto, mucho gore y humor negro en sus tramas, y personajes felizmente tucumanos, llenos de amor y de magia”, anuncia la contratapa.
La presentación tendrá lugar en La Sodería Casa de Teatro (Juan Posse 1141, San Miguel de Tucumán) el viernes 15 de diciembre, con una celebración llena de artistas invitades.
A continuación, un cuento del libro a modo de adelanto.
Vacía
Mirá Tati, yo no puedo más. La mamá insiste en que me tengo que casar con el viejo olor a cuero cabelludo ese. Hacían cuarenta grados y me pasó a buscar para ir a una heladería. Me subí obligada a su auto que, la verdad, es lo único lindo que tiene. Me hizo una broma acelerando en plena Aconquija y se nos cruzó una gallina por delante. ¡Es un peligro! Realmente podría haber chocado. Él se hace el canchero y cree que me va a enganchar así, pero hasta me parece insultante que piense eso de las chicas como yo. ¡Encima ni me compró helado, el avaro! Ya sé que pensás que para el amor no hay edad, pero treinta años de diferencia es un montón. Aparte su aliento a tabaco, su cara grasosa, ¡los cabos canosos del pecho que le atraviesan la tela de la camisa! ¡Dios mío! Ese día además se quiso propasar acariciándome la pierna. Casi lo mato de un infarto con mi amague de tirarme del auto andando. Yo te entiendo cuando me decís que me calme, que ya pasaste por esto y no es tan malo. Que Ricardo, por ejemplo, resultó ser un buen hombre para vos… ¡pero yo no me quiero casar! Y mucho menos con el esperpento ese. La sola idea de ser mansa y fértil como una vaca me desespera. Encima este me parece que es un rico de medio pelo, no me va a poner mucama, me va a tener de sierva, y a mí no me gusta cocinar. Apenas puedo fregar mi ropa. Aunque te suene descabellado yo quiero ser artista, como esa tucumana que vos me contabas, ¿te acordás? la de la fuente que vimos en Buenos Aires, las Nereidas. Y no paro de pensar y pensar, porque parece ya implacable el destino que me está preparando la mamá. Dice que es por mi bien… ¡pero me muero en noviembre, Tati! Me muero de verdad. Ojalá vinieras a visitarnos más seguido… vos, Juani y Romi son las únicas con las que realmente puedo hablar. Te lo ruego, decile a la mamá que desista, ella a vos sí te escucha. Salvame de esta, hermana. Yo te prometo que no me enojo ni vuelvo a decirte nada si me copiás los vestidos. Te adoro. Susana.
Mirá, mamá, me parece gravísimo lo que me contás. Yo me había hecho planes para la finca, ¡no podemos perder lo que nos dejó el papá! Sé que es difícil, pero no aflojes con Susana. Porque a esa plata hay que conseguirla de alguna manera, y a Cachito le sobra. Ella debería hacerle más favores, portarse mejor, aceptarle las salidas, hacerlo sentir hombre. Necesita madurar inmediatamente. Yo estuve hablando y ya sé las intenciones que tiene, es una delirante, quiere ponernos en vergüenza. No tiene registro de la realidad esa chica. Pero no le aflojes vos… Te lo digo claro: Susana es la última esperanza para nosotras. Porque a Ricardo no le puedo sacar más plata. Me dijo que su esposa soy yo y que vos no sos su responsabilidad. ¡No entiende que también es cosa mía este asunto! Porque cuando llegue el día que vos partas al cielo, que Dios no quiera que sea pronto, ¿con qué me quedo yo? Porque Ricardo nos ayudó a que salvemos la casa nuestra, ya lo sé, pero yo a él no lo aguanto diez años más. Cuando los chicos sean grandes yo los dejo, yo quiero viajar, hacer mi vida, cumplir mis sueños, ser elegante. Hasta tanto lo sostengo. Pero Susana tiene que escarmentar, poner de su parte. Entiendo que te dé un poco de desconfianza que Cachito siga soltero a su edad, que parezca un poco rufián y que sea tan reservado con sus negocios de la Marco Avellaneda. Pero mirá mamá, Richo lo conoce muy bien, son compañeros del club, no anda en cosas raras. Además, es un caballero, te pidió su mano en la parrillada, nos invitó la cena, y tiene todas las ganas de ayudarnos, de evitar que perdamos lo poco que nos queda. Que igual no es tan poco. Cariños. Tati.
Susi, te averigüé eso que me pedías y creo que te tenés que apurar. No sólo porque Romi ya está tramitando un vehículo, sino porque la señora dice que lo que vos querés demora dos meses en prepararlo. Eso sí, de que sale, sale, y te vas a poder ir tranquila. Pero te tenés que apurar, Su, porque cuando esté lista vas a tener que enseñarle un par de cosas. Quizás necesites al menos una semana más, o dos, y ya estamos medio cortas de tiempo. Tenés que tomar una decisión urgente y preparar todo. La señora Amelia nos pide verla de noche y que le lleves lo que te enlisto: un mechón de tu pelo, ropa interior de tu mamá, una damajuana de vino patero, una bolsa pequeña de tabaco y 2.500 M$N a modo de adelanto. ¡Ah! El mechón tiene que ser de la nuca y tener al menos dos días sin lavar, y la bombacha usada y de color natural. Y otra cosa que nos pide es que te puedas ausentar por una noche entera, así que había pensado que digas que te quedás en mi casa haciendo la tarea, total las monjas estas siempre nos llenan de tarea. Yo voy a mentir que me voy a la tuya por lo mismo, y de esa forma te puedo acompañar. Entiendo que suene raro y hasta a mí me da un poco de miedo, pero vamos a tener que pasar toda esa noche en el Cementerio de la Ciudad, porque ahí hace ella su trabajo. Bueno Susi, espero tu respuesta. Dejame la cartita donde te dije la vez pasada, medio escondida debajo de la alfombra. Tratá de no tirarla por la puerta porque casi la agarra mi mamá a la anterior. ¡Ah! Y avisanos si necesitás dinero, que con Romi te colaboramos. Abrazo apretado con algodón de azúcar. Juana.
Estoy asustada, hija. Yo sé que era necesario y urgente casar a Susana, que al final entró en razón y lo hizo… pero ahora le miro los ojos y siento que están vacíos, no sé, como inexpresivos. Habla con monosílabos, dice a todo “sí” y sonríe. ¡Tu hermana dice a todo “sí” y sonríe, Tati! ¿No te parece por demás extraño? Pero yo no la noto feliz ni triste, es un estado de inercia en el que está. A mí me enseñaron que esta era la actitud correcta para una señorita, pero no sé… siento que ya no es mi hija, es una autómata. Cachito está muy contento con ella porque no sale de la casa, le obedece en todo y atiende bien a sus invitados. Lo único que me ha preguntado es si es normal que ella duerma con los ojos abiertos, o que permanezca tanto tiempo sentada. Dice que a veces él se va a trabajar y ella se queda en la mesa de la cocina con un té, y que cuando él vuelve está en el mismo lugar y con el té frío. Cuando me dijo eso se me erizaron todos los pelos del cuerpo. He estado pensando que quizás sea algo de índole mental. Quiero averiguar para que la vea un psiquiatra, ¿vos qué decís? Se lo sugerí a Cacho, pero me dijo que él no se había casado con una loca, y me prohibió terminantemente hacerlo. Y por un lado lo entiendo, pero por el otro elucubro llevarla algún día, cuando él esté trabajando, ya veré qué excusa me invento. Porque creo que es muy necesario… es que no te conté lo último, hay una vecina que la acusa de haber mordido a su caniche, ¡pero qué cosa más ridícula, Tatiana! Lo creía imposible hasta que vi los pelos regados por todo su dormitorio… Cada vez que pasa algo yo tengo que salir corriendo desde aquí hasta Yerba Buena, pero cuando llego ella está impecable, sonriente… Estoy preocupada, a veces no duermo pensando si no la habremos presionado demasiado. Por otra parte, Cacho ya me dio el dinero para saldar la deuda de la finca… pero me pidió a cambio arrendar el predio para que le saldemos la deuda a él, y tuve que firmarle un pagaré. Así que ese ingreso que esperabas no va a poder ser. Saludos, hija. Mamá.
Juani, perdón por el tiempo que he pasado sin escribirte, ha sido todo un alborotamiento. Te envío esta postal un poco para disculparme, pero sobre todo porque sé que te gustan los paisajes y las estampillas. ¡Me encantaría que estés aquí conmigo, con nosotras! Romi ha tenido unos días difíciles, nada de qué preocuparse. Ella está en permanente contacto con su papá, que nos sigue dando un apoyo muy grande. Viajamos de lo más cómodas en la motocicleta, una Harley Davison que nos prestó. Viajando me sentía dentro de una esas películas que pasan en el Cine Metro. Ha sido un largo camino, pero honestamente valió la pena. Este lugar es maravilloso. Por momentos me molesta un poco el viento permanente que hay, igual las vistas lo compensan con creces. Ayer hemos ido a conocer el glaciar Perito Moreno, ¡qué cosa más imponente! Y eso que no terminás de dimensionar su tamaño hasta que ves los barquitos al lado del hielo. Yo pensaba que iba a hacer mucho frío, pero cerca del glaciar hace calor. Esto que estoy viviendo te lo debo a vos, Juani, sos una gran amiga. Nunca pensé que sería tan feliz dejándolo todo. Cuando les descubrí las intenciones, la traición de mi hermana en esa carta… Yo no te puedo explicar lo que lloré. Pero se lo agradezco, a fin de cuentas, me enseñó que mi verdadera familia sos vos y es Romi. Ustedes son mi mundo, no necesito más. Por Romi siento algo muy especial, es una gran compañera de aventuras. Por supuesto que después de vos, porque vos sos todo para mí. Tabletitas de miel de caña y cariños. Susú.
¡Querida amiga! ¡Cuánto me alegra recibir noticias tuyas! Dentro de mí sabía que estabas en un excelente momento, pero que me lo confirmes me deja muy tranquila. Ese día del casamiento fue de lo más extraño todo. En el altar se lo podía ver al viejo cara de mono como parado al lado de un maniquí. La gente percibía algo, como que había gato encerrado. Me transpiraban las manos como nunca a mí, de imaginarme que todo se descubriera. Pero al final no pasó nada. Tu mamá y tu hermana no paraban de sonreír, parecían dos autómatas. Así que no te preocupes por ellas, ya tienen todo lo que querían. Hasta para hacer las cosas mal pensás en los demás, Susú. ¡Vos sí que te merecés el cielo! Sos muy hermosa. Me gustaría estar con ustedes, “el trío dinámico” como nos decían en la escuela, ¿te acordás?, pero me es imposible irme. Lo pensé mucho cuando te subiste a la moto con Romi. Por dentro me reía un poco porque la peluca rubia, la capelina y los lentes de sol te quedaban muy… teatrales. No te voy a negar que lloré a moco tendido por vos, y otro poquito por ella, pero quiero que sepas que fue de alegría. Me gusta que estés bien, que estés acompañada, que hagas lo que sientas. Lo que quedó pendiente, que sí te quiero preguntar, es qué fue lo que pasó aquella noche del cementerio… No te quiero presionar, pero por un lado te vi muy desconcertada y por el otro sigo siendo un poco chusma. Si querés contame y si no querés también contame. Te amo con alfeñiques. Juana.
Juani, yo te agradezco mucho todo lo que hiciste por mí. Que me colabores con plata, que me hayas acompañado esa noche, que me hayas esperado afuera del cementerio tanto tiempo… No voy a mentirte, estaba un poco espantada, quería olvidar lo que pasó. Quizás sin motivos, porque Amelia, la bruja, desde la entrada cuando me tocó la mano, me dijo que mi futuro a partir de esto iba a estar lleno de justicia, descubrimiento y abundancia. Me hizo sentir muy bien. Después de mucho caminar, llegamos hasta la tapia, abrió una puerta y pasamos a un descampado. En medio de los yuyos que medían metro y medio, había una zona pelada, como un círculo. Estaba rodeado de velones rojos, cúmulos de pelos desparramados, una mesa con un tacho grande de un lado, una zanja poco profunda del otro y en el centro una fogata de troncos. Estábamos las dos solas, me pidió que respirara profundo de nuevo, que dejara pasar mis pensamientos, que escuchara los latidos de mi corazón. Fue ahí cuando comenzó a desvestirme hasta dejarme completamente desnuda. Ella me agarraba las manos, me pedía que me relaje y que no me asuste. Se escucharon ruidos en el pastizal y de repente comenzaron a aparecer unas criaturas… eran como enanitos. Estaban vestidos con ropa de muñeca, algunos venían de la mano con otros. Eran extremadamente feos, pero sonreían y cantaban, uno cantaba una ópera o algo que se le parecía. ¡DIOS MIO! No podía parar de temblar, ¡me daban mucho miedo, Juani! Pero cuando Amelia me acariciaba los hombros, yo sentía una corriente de calma que me inundaba todo el cuerpo. Sentí un segundo de vergüenza estando así delante de todas esos duendes, pero por dentro entendí que sólo estaban para ayudar. Amelia me pidió recostarme dentro de la zanja y estos seres comenzaron a pasarme un barro con mucho olor a eucalipto. Algunos estaban bailando también alrededor y otros haciendo cosas que no puedo mencionar, cosas de adultos. Poco a poco fui sintiendo que ese barro se endurecía y ellos ponían más y más. Entré en pánico cuando sentí que ya no podía moverme, que estaba atrapada ahí adentro. Y entonces vino uno de estos seres con una especie de machete. Me puse a gritar desesperada porque pensaba que me iban a matar. Las criaturas se me rieron. Amelia interrumpió su rezo, me miró con cara de “no seas tarambana” y me callé. Creo que es ese el grito que me decías que escuchaste, pero no pasaba nada grave, era sólo para cortar esa especie de molde de mi cuerpo que habían hecho y que pudiera salir. Terminado el corte, les dio a los enanos la damajuana y el tabaco que me pidió que lleve, y ellos se fueron de nuevo por los matorrales. Me hizo tomar un té para calmarme, me dijo que ya casi terminábamos. Me adelantó que esta última parte podría llegar a impresionarme, pero que me mantuviera muy concentrada en inhalar y exhalar. Acto seguido, agarró firme mis manos y con el cuchillo me hizo un corte en cruz en cada palma. Se me bajó un poco el susto apenas me di cuenta de que en realidad no estaba sintiendo nada. ¡No me dolía el corte, Juani! Te juro que no. “Ahora escurrí la sangre dentro del molde, bien dispersa. Apretá las manos como si tuvieras una esponja”, me decía. Yo le hacía caso en todo, pero estaba atónita. Al terminar, me sentía muy mareada y con frío. Ella me sentó, me abrazó y me desvanecí. Cuando me desperté estaba limpia y vestida, el cielo estaba medio claro y Amelia no estaba por ningún lado. Yo me sentía bien y me di cuenta de que no tenía ningún corte, solo unas pequeñas vendas. Así fue como salí del cementerio y te encontré sentada en el banco de la plaza durmiendo. Me preocupó que te hayas dormido, ¡te podría haber pasado cualquier cosa! Después, por algún motivo sentía que tenía que esperar a que me contactaran, y así fue. Un martes a media mañana llegó una paloma negra y me picoteó la ventana. Tenía en la pata un pedazo de papel atado en donde se me pedía volver al cementerio llevando una muda completa de ropa mía, otra damajuana, más tabaco y el resto de la plata. Cuando llegué, esta vez sola porque no te quise molestar, fuimos con Amelia al mismo lugar. Aparecieron de nuevo las criaturas, “¡hola! ¡hola! ¡hola!”, repetían todos, como cantando a destiempo, en barullo, mientras desenterraban el molde y lo rompían. Poco a poco fue apareciendo… o fui apareciendo: era la otra Susana, mi doble exacto.con ropa de muñeca, algunos venían de la mano con otros. Eran extremadamente feos, pero sonreían y cantaban, uno cantaba una ópera o algo que se le parecía. ¡DIOS MIO! No podía parar de temblar, ¡me daban mucho miedo, Juani! Pero cuando Amelia me acariciaba los hombros, yo sentía una corriente de calma que me inundaba todo el cuerpo. Sentí un segundo de vergüenza estando así delante de todas esas criaturas, pero por dentro entendí que sólo estaban para ayudar a Amelia. Ella me pidió recostarme dentro de la zanja y estos seres comenzaron a pasarme un barro con mucho olor a eucalipto. Algunos estaban bailando también alrededor y otros haciendo cosas que no puedo mencionar, cosas de adultos. Poco a poco fui sintiendo que ese barro se endurecía y ellos ponían más y más. Entré en pánico cuando sentí que ya no podía moverme, que estaba atrapada ahí adentro. Y entonces vino uno de estos seres con una especie de machete. Me puse a gritar desesperada porque pensaba que me iban a matar. Las creaturas se me rieron. Amelia interrumpió su rezo, me miró con cara de “no seas tarambana” y me callé. Creo que es ese el grito que me decías que escuchaste, pero no pasaba nada grave, era sólo para cortar esa especie de molde de mi cuerpo que habían hecho y que pudiera salir. Terminado el corte, les dio a los enanos la damajuana y el tabaco que me pidió que lleve, y ellos se fueron de nuevo por los matorrales. Me hizo tomar un té para calmarme, me dijo que ya casi terminábamos. Me adelantó que esta última parte podría llegar a impresionarme, pero que me mantuviera muy concentrada en inhalar y exhalar. Acto seguido, agarró firme mis manos y con el cuchillo me hizo un corte en cruz en cada palma. Se me bajó un poco el susto apenas me di cuenta de que en realidad no estaba sintiendo nada. ¡No me dolía el corte, Juani! Te juro que no. “Ahora escurrí la sangre dentro del molde, bien dispersa. Apretá las manos como si tuvieras una esponja”, me decía. Yo le hacía caso en todo, pero estaba atónita. Al terminar, me sentía muy mareada y con frío. Ella me sentó, me abrazó y me desvanecí. Cuando me desperté estaba limpia y vestida, el cielo estaba medio claro y Amelia no estaba por ningún lado. Yo me sentía bien y me di cuenta de que no tenía ningún corte, solo unas pequeñas vendas. Así fue como salí del cementerio y te encontré sentada en el banco de la plaza durmiendo. Me preocupó que te hayas dormido, ¡te podría haber pasado cualquier cosa! Después, por algún motivo sentía que tenía que esperar a que me contactaran, y así fue. Un martes a media mañana llegó una paloma negra y me picoteó la ventana. Tenía en la pata un pedazo de papel atado en donde se me pedía volver al cementerio llevando una muda completa de ropa mía, otra damajuana, más tabaco y el resto de la plata. Cuando llegué, esta vez sola porque no te quise molestar, fuimos con Amelia al mismo lugar. Aparecieron de nuevo las creaturas, “¡hola! ¡hola! ¡hola!”, repetían todos, como cantando a destiempo, en barullo, mientras desenterraban el molde y lo rompían. Poco a poco fue apareciendo… o fui apareciendo: era la otra Susana, mi doble exacto.
Sementerio
Patricio Dezalot
76 pg. / Cuentos
La Cascotiada, 2023
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