Reseña| Malcolm & Marie

La película fue filmada en secreto y en apenas dos semanas durante el confinamiento por la pandemia de coronavirus. Un drama en blanco y negro de Sam Levinson para Netflix, con las actuaciones de John David Washington y Zendaya.

Durante el confinamiento por COVID-19, la industria cinematográfica se paralizó casi en su totalidad: el cierre de las salas relegó la distribución de filmes a las plataformas digitales, generando disgusto en los directores y equipos creativos que deseaban ver sus creaciones en la gran pantalla; los rodajes de incontables proyectos debieron frenar y los desmedidos presupuestos otorgados por productoras no lograron evitar que su mundo se detenga. En este desolador contexto, Sam Levinson1 escribió Malcolm & Marie en seis días y, en apenas quince, rodó su obra en The Caterpillar House (diseñada por el arquitecto Jonathan Feldman, ubicada en California), con todos los protocolos pertinentes para evitar la proliferación del virus. La producción estrenada en Netflix se convirtió en la primera película filmada durante la pandemia que, paradójicamente —y a diferencia de otras como Host (Rob Savage, 2020; también disponible en Netflix), por citar un ejemplo—, ignora totalmente su existencia y transforma sus limitaciones en virtudes identitarias.

Se trata de otra gran hazaña del director de la aclamada serie Euphoria (2019; HBO), pero esta vez despojado de las inagotables parafernalias que embelesan su modo de hacer cine, que adornan su visión del séptimo arte y el mundo. Se libera de las ataduras de aquella magnánima destreza cinematográfica que lo caracteriza, que —al igual que en directores como Nicolas Winding Refn (Drive, 2011; The Neon Demon, 2013) o los hermanos Safdie (Good Time, 2017; Uncut Gems, 2019, disponible en Netflix)— se transformó en su sello autoral, para valerse sólo de los elementos básicos y necesarios para crear una película: un inigualable guion, acertadas actuaciones, una fotografía que exceda la simple belleza y proponga una innovadora exploración de espacios a través de colores, luz y oscuridad —o el blanco y negro a cargo de Marcell Rév—, movimientos de cámara y composición de imágenes para la creación de un propio lenguaje visual, montaje y edición precisos, hipnotizante y adecuada música2 y, sobre todo, la unificación de todas esas piezas a través de la diestra dirección de un buen cineasta. Levinson seduce, pero no con colores estroboscópicos y luces fulgurantes de Euphoria o los hermosos y degenerados excesos de Assassination Nation (2018), sino que con un talento único para la configuración de una verdadera poesía audiovisual. Aunque su talento era evidente desde su ópera prima, Another Happy Day (2011), poco a poco fue perfeccionando su estilo, atrayendo al público masivo y cultivando buenas críticas para concluir en Malcolm & Marie, donde se potencia, reinventa y supera.

Malcolm Marie 00 22 43 17 R.0

La puesta en escena de una larga discusión entre un histriónico y pedante director de cine (John David Washington) y su pareja, una irreconocible Zendaya (que explora nuevas dimensiones actorales al despojarse de aquella lejana chica Disney que alguna vez fue, con más cercanías espirituales a su reciente Rue), sirve como vehículo para abordar tanto dificultades comunes de la vida en pareja3 como problemáticas en candente disputa, transformándolas en tácitos subtextos que configuran el cuerpo del filme: la relación del cine —y, sobre todo, los cineastas— con la crítica, la política identitaria-racial en el arte y su tratamiento en los medios de comunicación, la génesis de las ideas y la verdadera autoría de una obra, así como quién tiene el derecho a narrar y hasta qué punto las apropiaciones son irreprochables, estableciendo máximas que determinan su idiosincrasia y ética cinematográfica a través del sarcasmo y la sinceridad. Malcolm & Marie es un descarnado estudio de las relaciones humanas, que tiene al amor —con romance pero sin idealización— como tema global: un amor que renuncia a nociones maniqueístas y presenta a seres humanos sin más, juntos a pesar de los vaivenes en una vida de a dos.

Levinson, quien escribe desde sus propias experiencias, concibe una larga disputa sin trincheras ni verdades absolutas, donde las treguas (literales y metafóricas) no son más que calmas previas a una nueva tormenta. Absorbe lo mejor del subgénero drama-romántico, realizando un profundo estudio de sus tropos más habituales e impregnándoles su esencia para otorgar una de las mejores películas de un año que se espera renovador para la Industria.

Sam Levinson suscita preguntas, no intenta conclusiones; Malcolm & Marie intenta incertidumbres, no suscita un final.


1 Hijo del legendario Barry Levinson (Good Morning, Vietnam, 1987; Rain Man, 1988; Wag the Dog, 1997).

2 El productor musical Labrint colabora otra vez con Levinson, tras realizar el soundtrack oficial de la ya mencionada Euphoria.

3 Es evidente la influencia de obras como Revolutionary Road (Sam Mendes, 2008), Blue Valentine (Derek Cianfrance, 2010), Before Midnight (Richard Linklater, 2013; cierre de la trilogía Before) o la reciente Marriage Story (Noah Baumbach, 2019; de quien adopta ciertas convenciones características en el mumblecore), incluso Faces de John Cassavetes, fuerte inspiración en la estética visual de la película.

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