¿De qué va “Te amo”?
Con este libro vuelvo al cuento, pero desde un lugar nuevo para mí. Por primera vez me le animo a las historias plenamente románticas, sin más. En “Te amo” hay 12 historias breves. Cada una desarrolla una escena dialogada por dos personajes. Son diálogos puros, sin acotaciones, no existe un narrador. Como exploran un conflicto diferente relacionado con amar a alguien, hay amores cansados, amores imposibles, amores aburridos, amores que necesitan cortar urgente, amores ingenuos e inmaduros… No están interconectadas, cada una empieza y termina en el mismo cuento. Sin embargo, tienen en común esto de estar escritas como diálogos entre dos, que siempre son dos gays. Y decidí no darles nombre nunca a ninguno de los personajes, dejar vacío ese espacio y abrir el juego a que lxs lectores imaginen y completen con lo que sientan tener que aportar.
¿A qué lectores va dirigido tu trabajo?
Como el amor es un tema universal y los diálogos son de tono coloquial y lectura ágil, espero que la comunidad de lectores se amplíe y llegue a cualquier persona inesperada para mí. De todos modos, creo que puede interesarle quizás a quienes hacen camino en las artes escénicas, por esto de que los diálogos son audibles y representables. Sino también pienso que a lo mejor despierte algún interés en personas que se dedican a la psicología, por el hecho de que los personajes se apoyan en la palabra y desde la intimidad de la escena van alcanzando grados de honestidad a veces muy altos, lo que los deja en un lugar de mucha exposición y vulnerabilidad respecto de sus heridas y formas de amar y vincularse con un otro. Por último, hay algo para mí un poco “pop” que atraviesa como espíritu todo el libro, no solo en lo visual sino también en la arquitectura del libro y de cada cuento. Es como si fuera un disco de música romántica para pista de baile, en el sentido de que los diálogos se pueden escuchar, están cargados de clichés de la literatura romántica (el amor a primera vista, los opuestos complementarios, el reencuentro entre ex parejas, etc), y que finalmente hayan quedado 12 cuentos le da una cosa como de album en el que hay un par de hits y otros temas que tal vez no sobresalgan. Así que con suerte, capaz también este libro les guste a lxs melómanxs.
¿Por qué elegiste la autoedición?
Es interesante lo mal vista que está la autoedición y autopublicación en el mundo del libro. Si la historizáramos un poco, nos sorprenderíamos de encontrar a grandes referentes de la literatura universal que empezaron su camino recurriendo a la autopublicación. No es que me quiera poner a esa altura yo, pero mirar eso al menos me lleva a la conclusión de que ser despectivo con los libros autoeditados es más una actitud prejuiciosa que informada y reflexiva. Por otro lado, “Te amo” hace serie con otros libritos que estuve autopublicando estos últimos años, como “Ahora” (2022) y “Un corazón tranquilo” (2024). Son propuestas que de momento no han despertado el interés de ningún sello independiente allegado a mí y que más allá de eso, para mí tienen el valor de algo para dar a compartir públicamente. Siempre les digo a quienes se forman conmigo en los talleres que el primero en poner en valor un trabajo propio es uno mismo, ahí empieza todo. Y no tiene nada de malo autogestionarse ese camino, al contrario. Hay otra cosa que ocurre con lo que dicen mis colegas editores que es que al arriesgarse para publicar a alguien, entre otras cosas, tienen en cuenta que esa persona haya hecho previamente el trabajo de difundirse, por ejemplo, en autopublicaciones. A mí me gusta hacerlo, además de todo porque me es muy placentera esa sensación ficticia y vertiginosa de “recién llegado” que me da lanzar algo por mis propios medios.
¿Se puede considerar a “Te amo” como una propuesta de narrativa gay?
Es importante deternos a delimitar reflexivamente qué es la narrativa gay, si tiene que ver con una narrativa “de temática” o con una narrativa “de mirada”. En este caso, el tema de las historias es la comunicación en las relaciones sexoafectivas. Pero eso no es exclusivamente un tema gay, para nada. De hecho, da lugar a pensar críticamente nuestra cultura amatoria, no solo a las personas del colectivo sino en general e identificar también algo que quizás no nos guste, que son nuestros puntos en común, es decir, en qué punto la mirada y la forma gay también puede estar “pakicentrada”. Creo que lo gay en este caso está en el hecho de que sus personajes lo sean y que quien los retrata también lo es, por lo cual, hay un trabajo con la mirada.
¿Dónde se consigue el libro?
El libro está próximo a llegar de imprenta. Tienen prioridad de entregas quienes participaron de la preventa. Después de eso, pueden contactarse conmigo por redes y pronto abriremos más posibilidades de conseguirlo en librerías también, además de hacer ventas en ferias y por contacto directo.
Les presentamos en exclusiva un adelanto del libro. El cuento que vas a leer a continuación se titula “El reencuentro” y es el segundo de los doce que integran “Te amo”.
El reencuentro
—Feliz navidad.
—¡Feliz navidad! Gracias por haber venido.
—¡A vos por invitarme!
—¿Cuánto hacía que no nos vemos?
—Si te digo te miento.
—Hagamos una comida la semana que viene, tengo el lunes libre.
—¿Invitamos a más amigos?
—Dale.
—Están espectaculares estos sanguchitos.
—Ya no compro más el fiambre donde conocías vos. Encontré uno mejor más cerca, y más barato encima.
—El pan también está buenísimo.
—Es del mismo lugar. Ya te voy a pasar el contacto. ¡Salud!
—¡Salud! A los ojos.
—Por el reencuentro.
—Por la comidita rica. Y por más reencuentros así.
—¿Cómo anda tu mamá? La extraño.
—Bien, se recuperó súper bien de la operación, por suerte. Ahí anda, aprendiendo idiomas ahora, chocha con eso. Se re enganchó.
—¿Pero dejó la pintura?
—Un poco. Sigue, igual no como antes. Después de la pintura pasó a la jardinería, y después al idioma. Lo bueno es que a cada cosa le dedica un buen tiempo. Bueno, “un buen tiempo”… me refiero a un tiempo suficiente para fijar conocimientos. ¿Lo tenés todavía al cuadro que te regaló, no?
—¡Por supuesto!
—Pero no está a la vista, lo guardaste.
—Me gusta verlo cuando me despierto.
—Ya.
—Queda bien en la habitación.
—¿Te sirvo más?
—Un poquito. Gracias.
—¡Mirá quién vino! ¡Qué grandote que está! Era “así” cuando lo trajiste.
—Está hermoso el atorrante.
—¿Se porta bien?
—Así como lo ves.
—Un santo.
—Sí. Súper sociable, muy cariñoso.
—Mirá, ahí.
—Sí, esa cicatriz es de haber andado peleando. Lo que tiene de sociable y cariñoso con los humanos, lo tiene de camorrero con los de su especie.
—Ahí te acabo de pasar de nuevo el dato del tráiler de castración gratuita, se va a quedar unos días más por el barrio.
—No tuve tregua estos días.
—Lo llevo yo.
—Ya lo voy a llevar.
—Es precioso. Uy, quiere sanguchitos parece. ¡No!
—¿Y el tuyo?
—No era mío ese, lo tenía de tránsito.
—Se los veía muy encariñados y unidos.
—Ahora está muy feliz con su familia. Yo no me lo podía quedar. Es lo más su familia, son gente amiga, nos escribimos seguido. Me costó un poco desprenderme.
—¿Lo vas a visitar?
—Quedé en ir, pero no fui, no tuve tiempo. Vengo trabajando el doble, así que menos tiempo todavía. Y no me veo, la verdad, criando uno nuevo.
—Es por la plata.
—En parte.
—Yo también lo tuve que duelar al anterior. Son muy especiales. Éste, así como lo ves, es muy compañerito, pero muy. Me hace feliz, no te das una idea. Y ya parece que te quiere a vos también.
—Hicimos match, ¿viste? Yo lo adoro también, aunque no venga nunca.
—Venite más seguido.
—Sí. El lunes dijimos.
—Ya sé, pero cuando vos quieras sino. No es necesario andar esperando hasta navidad.
—Había una época en la que sentía que la navidad podía ser en cualquier momento, de una semana a la otra, no sé si te acordás. Era rara la sensación, como de que la navidad estaba permanentemente cerca.
—Sí me acuerdo, eso te pasaba cuando vivíamos juntos.
—Y no volví a sentirlo después.
—¿Qué será? Renegabas mucho de las navidades.
—Ahora me encantan. Me producen algo muy lindo, las espero. Es como si me hubiera convertido en vos en ese sentido.
—Es linda la navidad ¡Vamos a ver los fuegos artificiales!
—Ahí voy, paso al baño primero.
—Mirá lo que me encontré los otros días.
—Pensé que lo habías perdido. Tenelo, tenelo.
—Estaba adelante, entremedio de unos libros tuyos.
—Yo en casa tengo algo también.
—Sí, ya sé. No quiero que me lo devuelvas, me hace sentir bien que lo tengas con vos. Cuidalo.
—Obvio. Bueno, cuando lo quieras de nuevo, decime…
—Está bien. Che, qué hermosa noche.
—Habían anunciado lluvia, le pifiaron olímpicamente. Estaba pensando en empezar a escribir una historia sobre un chico que se tiene que mudar de un departamento que adora y que, a pocos días de eso, se hace muy amigo de un gatito que se mete a su casa y se queda con él a mimarlo.
—¿Y se lo lleva después a su nueva casa?
—No sé cómo sigue.
—¿Por qué se te ocurrió?
—Por eso que dicen de que son los gatos, en realidad, los que adoptan a sus humanos. Y también leí que se acercan a la vida de uno en momentos particulares, a veces en medio de procesos de cambio. A mí nunca me pasó, no podría dar fe.
—Escribila, a ver cómo sigue.
—La estoy pensando de más, como a todo.
—Yo también pienso mucho en cosas que quiero hacer y no hago, ¡tantas cosas!
—De a una por vez, mejor, sino…
—Me tengo que dejar ayudar más.
—¿Eso fue una alucinación auditiva que tuve? “Me tengo que dejar ayudar más” escuché clarito.
—¿Y vos cómo hacés?
—Naturalmente confío en que el otro va a hacer lo mejor que pueda.
—¿Te resulta?
—Supongo que sí.
—Voy a probar.
—¿Qué querés hacer?
—¿Me querés ayudar?
—Mucho misterio.
—¿Sí o no?
—Me encantaría, decime.
—¡Quiero viajar a la playa! No importa a cuál, la que sea, la más próxima ¡Quiero mar, sol, arena! Hace tiempo que me merezco un verano en la playa.
—¿Algún impedimento?
—No sé. Ninguno.
—¿Entonces?
—¿Te imaginás un departamento con balcón terraza y vista al mar?
—¡Hay que hacer realidad ese sueño!
—Vos escribiendo tu historia nueva ahí, con una limonada o una cerveza bien fría al lado del cuaderno.
—Vos haciendo nada y contento. Con la espalda relajada, sin dolores, libre de cargas.
—Ya sé lo que te estás imaginando.
—Sí. Te salen unas alas de color azul. Vas hasta la cornisa, me decís “ya vengo”, y te largás. Alzás vuelo, te das el gusto de un buen paseo solitario por el aire puro, salubre, que sopla fuerte con ruido y olor a mar.
—Vuelvo bronceado.
—Y para entonces yo ya tengo mi historia lista.
—Pero no te gusta, te quejás de cómo quedó y yo te recomiendo que escribas o leas otra que no tenga nada que ver y que a esa la dejes reposar un par de semanas.
—¿Estás seguro?
—Muy seguro.
—Bueno, dejame que lo piense.
—Te sirvo helado. Alcanzame las cucharitas.
—Traje de limón porque no encontré el almendrado que yo quería. No sé si lo dejaron de hacer o todo el mundo compró de ese hoy… ¿Estás bien?
—Sí, sí.
—¿Qué pasó?
—Nada. Me dio un mareo, no pasa nada.
—Vení, sentate.
—No te asustes, en serio estoy bien.
—¿Ya te pasó esto antes?
—No. Debe ser cansancio o estrés. O las dos.
—¿Qué más sentís? ¿Te duele la cabeza? ¿La panza?
—Es un simple mareo, no tengas miedo.
—No tengo miedo.
—¿Ah, no? Avisale entonces a tu párpado de mi parte, a ver si deja de temblar tanto.
—Qué estúpido.
—Hay estúpido para rato, andá sabiendo.
—Yo nada más te digo así.
—Decime algo lindo.
—Te digo si me prometés que no te vas a marear de nuevo.
—Prometido.
—Vos vivís dentro de mi corazón. Y siempre que te pienso, me acerco, te extiendo los brazos y me quedo abrazándote.
—¿Me amás?
—Te voy a amar toda la vida.
—Yo también a vos.
—¿Pase lo que pase?
—Ya ves. Pasó de todo, ¿y? Acá estamos.
—Algunas de esas cosas me siguen dando culpa a veces.
—Aprendimos, ya está. Hicimos lo mejor que pudimos. Ahora vamos por cosas buenas.
—Gracias por haberme acompañado… tanto.
—Nos acompañamos, es mutuo. A mí nadie antes que vos me había amado de esa manera, después tampoco.
—¿Y no pensaste…?
—¡Obvio! Estoy muy dispuesto, claro que sí, solo que no se dio.
—Hubo algunas historias.
—Nada muy importante.
—Está bien, igual ¿me contarías?
—Si quisieras saber, sí. No tengo problema.
—Ojalá venga alguien… a la altura… ¡no sé qué estoy diciendo!
—¡Yo tampoco!
—Te merecés lo mejor.
—Uno sólo se enamora de monstruos, decías hace mucho.
—Ya no estamos para esos trotes.
—¿Vos no?
—Callate.
—También te merecés alguien que te sepa querer bien. O que quiera aprender a hacerlo.
—Estoy aprendiendo a quererme mejor yo a mí mismo. No estoy lastimando a nadie, así que supongo que voy bien.
—¿Qué me dirías si me tuvieras que ayudar a que yo aprenda a quererme mejor de lo que lo hago?
—Que te acuerdes de lo hermoso que sos. Lo fuerte y lo leal que sos. Que te apoyes en esa vitalidad tan increíble que demostrás. Que te trates bien cuando las cosas te salgan mal o no tan como las esperabas, eso. ¿Vos a mí?
—Que sigas adelante, creyendo mucho en vos, en tu sueño, en tu propósito. Que sos capaz de todo. Que sabés mucho. Que es muy importante lo que querés dar y dejar. Y que estás mil veces más allá de cualquier boludez que cualquiera por ahí se ponga a decir.
—Costó esto, pero… ¿viste cómo es? Ahora nos amamos de una manera más linda que antes.
—¡Salud!
—¿Se fue el mareo?
—Sí, ya no siento nada. Dame la mano, vení.