Estoy en mi ya clásica visita quincenal al Mercofrut. Es sábado, hace calor y es mediodía. Veo un amontonamiento de personas alrededor de alguien que no distingo quién es. Mi novia avanza hacia la muchedumbre, yo la sigo. Está el arzobispo en medio de la multitud, bendice a la gente, se la ofrece también a los que no se la piden. Tiene el agua bendita en su mano. Una señora me mira y dice, mientras se aleja de la muchedumbre: es una alegría esto, una alegría al menos que uno no tiene que pagar.
Me quedo pensando en la señora, en la felicidad que le produjo a muchas personas recibir una visita como esa, que trae algo “gratis” para los cientos de feriantes, muchos de ellos pequeños productores locales. Trajo una bendición, una señal de esperanza en una época en la que no se anuncian buenas noticias.

Tenemos una elección nacional en puerta, en menos de un mes se renuevan bancas de diputados y senadores de todo el país. Al gobierno nacional lo persigue una caída de imagen y de apoyo fuerte: que la hermana del presidente sería la protagonista de una estafa, que hubo corrida con el dólar y lo frenaron con una maniobra de exportación donde se beneficiaron unos pocos, que fueron a pedir un préstamo más a EEUU y no sabemos si lo dan y bajo qué condiciones, que SU principal candidato estaría vinculado al narco. Hubo un triple femicidio de chicas adolescentes y jóvenes. El Ministro de Justicia no cree que los femicidios deban juzgarse como tales.
La confianza en el gobierno cayó y se encuentra en su nivel más bajo desde que arrancó su gestión, según el índice que elabora la Universidad Torcuato Di Tella, cuyo objetivo es “medir la evolución de la opinión pública respecto de la labor que desarrolla el gobierno nacional”.
Tenemos una elección nacional en puerta, en menos de un mes y lo que necesitamos es tener certezas de que hay un proyecto de país por desarrollar. Un arzobispo regala un instante de esperanza en medio de la incertidumbre. Pero las bendiciones no alcanzan para resolver la falta de confianza en la política, ni para cubrir la ausencia de un horizonte claro.
El desafío de estas próximas elecciones no es solo renovar bancas en el Congreso, sino recuperar la credibilidad perdida, aumentar el porcentaje de participación real de votantes y, sobre todo, devolverle al país un proyecto capaz de sostener la esperanza.