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Ley Bases y el peronismo en Tucumán

La alegría de saber que en Tucumán había ganado un gobierno peronista duró poco. El gobierno  liderado por Osvaldo Jaldo hizo público el apoyo a la gestión de Javier Milei hace varios meses, pidiendo además un acompañamiento pleno por parte de los congresales tucumanos. 

En este caso, el primer paso lo dieron los diputados Gladys Medina, Agustín Fernández y Eli Medina de Mansilla formando el Bloque Independencia, abandonando el principal grupo opositor que representaba Unión por La Patria y votando a favor de la Ley Bases. En las últimas semanas, se sumaron  una serie de comunicados partidarios e institucionales que piden a los senadores Juan Manzur  y  Sandra Mendoza que hagan lo propio en el Senado. 

Lo que al principio se presentaba como una suerte de apoyo despolitizado al proyecto de ley de Milei se convirtió en un mandato. En las primeras entrevistas del gobernador Jaldo explicaban brevemente el asunto como un acompañamiento institucional no partidario, como una práctica cívica necesaria, propia de la gobernabilidad y la democracia argentina. Pero las sostenidas jornadas de diálogos, movilizaciones y efervescencia en todo el país respecto a este tema provocaron que toda la gestión tucumana peronista deba salir a defender públicamente este posicionamiento.

La argumentación parece querer circunscribir la Ley Bases a Tucumán, y evitar mirar al resto del país, particularmente a Unión Por la Patria. Pero sucede que el peronismo, aunque quiera mantenerse siendo lo mismo con el paso de las décadas, habita un mundo nuevo de redes sociales, de simultaneidad e intercambios nacionales e internacionales sobre cada asunto. El presente mediático y de redes vuelve imposible circunscribir los problemas y  sus análisis a una escala netamente provincial.  

Decenas de abogados constitucionalistas, científicos e investigadores, gremios y analistas políticos dieron bastos motivos para oponerse a la Ley Bases.  Y, si bien el primer rechazo logró desarmar algunos puntos de la propuesta inicial, aún se sostienen aquellos que le otorgan el poder de cerrar empresas estatales y el recorte a los derechos laborales. La ley bases además promueve modificaciones al Régimen de Incentivos  para Grandes Inversiones (RIGI), para consolidar un modelo extractivista que debilita aún más el entramado productivo nacional. 

Entregar un poder de tal magnitud en áreas claves  a un presidente que sistemáticamente violenta a personas y grupos en redes sociales no parece una buena jugada para nuestro país, mucho menos si es deseable alguna forma de desarrollo a mediano y largo plazo.

A pesar de todos los datos contra la ley, en la provincia circulan otros discursos que justifican la adhesión del Gobernador por una necesidad meramente económica. Algo similar vivimos durante la gestión de Juan Manzur cuando ordenó a sus legisladores nacionales a votar a favor de la reforma previsional impulsada por el macrismo. 

Comunicados que no comunican

Hubo un dirigente que dijo más de una vez que la política es un arte y que requiere del ejercicio constante de la persuasión. Pero en tiempos de La Libertad Avanza, la demonización de lo político impregnó a tal punto que ciertos sectores del peronismo ya no quieren practicarla. 

No hay debates ni explicaciones acabadas, no parecen fomentarse los espacios de contención para aquellos sectores afectados directamente por la gestión de Milei, por el DNU y por la propuesta de  la ley. Los comunicados de intendentes y representantes del peronismo no buscan persuadir para que el pueblo tucumano llegue a un acuerdo. Se lanzan como cartas de un juego de poker online. 

El argumento económico y de riesgo grave para la provincia se explica en entretelones y como un murmullo. Quizás allí se oyen las contradicciones de quienes no quieren dar un debate profundo de cara a la sociedad. Está claro que todos debemos ser conscientes sobre lo que está viviendo la provincia en cuanto a su economía. Precisamente por ello,  el argumento de “primero Tucumán” es más bien una suerte de préstamo cuasi usurero, una transacción que hacemos cuando ya no hay mejores recursos  ni tampoco tiempo. En este caso, el préstamo pide a modo de intereses poner en pausa los fundamentos políticos y acompañar el desguace de lo público. 

En una provincia con la historia social y política como la que tiene Tucumán podríamos hablar más y esforzarnos por  encontrar acuerdos. Porque solo ampliando los círculos de debates se mejora la calidad de nuestra democracia y la fuerza de los movimientos. Si la única salida es aceptar esa usura, lo mínimo que deberíamos hacer es revisar cómo llegamos hasta aquí y determinar qué camino seguir para no tener a toda una provincia a la intemperie de una gestión nacional que parece no tener planes  para contener a nadie.  

Resulta llamativo, además, que si la coyuntura responde sobre todo a la crisis económica, en  los espacios peronistas de la provincia resuenen con tanta fuerza ciertas melodías ideológicas similares a la de La Libertad Avanza. La negación y el silencio sobre las cuestiones de género y diversidad no responden a una crisis económica. La falta de debate en torno a la degradación de lo estatal, el crecimiento de la violencia y los intentos de avanzar sobre los derechos de las adolescencias tampoco responden a la falta de dinero. Sería bueno encontrar también estos asuntos en algunos comunicados.

¿Qué es ahora el peronismo tucumano?

La historia del peronismo en la provincia está en los libros y en las calles. No hay una sola respuesta, nunca hubo un solo peronismo  en Argentina y Tucumán no es la excepción. Lo que sí se sabe es que no está solamente en las estructuras clásicas ni en el Partido Justicialista. El peronismo está presente, con distinta intensidad, en todas las causas de los tiempos que corren. Desde los feminismos hasta la conciencia ambiental, en las distintas formas que toma la economía naranja, en el fútbol y en grupalidades espontáneas. 

Pero aun las múltiples formas de ser peronista tienen algunos límites, que son casi los mismos que los de la física. No se puede hacer todo a la vez, ni hacer dos cosas contrarias al mismo tiempo en el mismo lugar. Apoyar de modo peronista los discursos contrarios al Estado, los derechos y la justicia social no sólo da cuenta de que la cosa no anda bien, sino que además ya hace ruido.

Más allá de las internas, y teniendo presente la situación económica, es necesario volver a apostar a la política y buscar construir unidad también durante el año siguiente de las elecciones. Que por cierto, el año pasado demostraron que cada vez es menos efectiva la ingeniería electoral, no solo por las molestias que producen tener más candidatos  en listas y sublistas que por proyectos políticos claros. Sino porque en un juego en el que todos pueden ser candidatos parece haber muy poco tiempo para construir equipos de gestión y formas orgánicas de gobernabilidad.  

Excluir, negar o discriminar no es algo que se pueda hacer en tiempos de crisis, menos aún en un movimiento que siempre supo sumar, multiplicar y reconocer derechos a los oprimidos. El presente nos marca que necesitamos elevar nuestros debates para evitar  los fanatismos y las violencias que crecen al calor de la falta de diálogo. 

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