¿La desmitificación de un prócer?

PORTADA 32
Sobre la película Soy Bernabé Aráoz, dirigida por Fabián Soberón
Por Ana Herrera

La calle Bernabé Aráoz en San Miguel de Tucumán es una calle singular. Como una avenida de platabanda muy ancha, se extiende en dirección norte – sur. Esa especie de platabanda en realidad es el lugar por donde pasa una vía, y, por esa vía, hace ya unos años que no circulan los trenes que unían el norte y el sur del país y que desde Tucumán partían de la importante estación de Central Córdoba. Hoy, dos veces por semana, circula un tren de carga que pasa, lento y sonoro, tocando la estridente sirena para anunciarse, ya que no hay guardabarrera que le libere el paso.

La calle Bernabé Aráoz tiene veredas anchas, adoquines en la calle y las casas antiguas albergan un vecindario que, a pesar del tránsito actual, conserva algunas costumbres tradicionales. Como en ella vive mi hija con su familia, conozco algunos vecinos. El de la casa contigua, un señor mayor saca su reposera todas las tardes esperando que pase algún vecino conocido, de los que quedan pocos, que se quede a conversar. Antes de que oscurezca prepara un brasero, y, poco a poco, se forma un grupo a preparar un asado que tardan en comer entrada la medianoche. Me contaron que era costumbre entre los vecinos de esa calle sentarse en la vereda a socializar y picar algo por las noches.

Yo nunca me había preguntado, en todos estos años. y a pesar de mis observaciones del barrio, quién fue Bernabé Aráoz, al que le adjudicaron tan singular calle tucumana. Nunca me interesé por ese personaje, nunca hasta que me enteré que Fabián Soberón estaba dirigiendo un documental sobre su vida. Mi interés se hizo mayor cuando conocí las razones por las que este personaje lo provocó. Razones no débiles por supuesto: las más singulares son lo poco que se conoce de su vida y el hecho de que no exista un retrato suyo. El personaje irrumpe también en mí, hablo con amigos, algunos historiadores y comienzo a interesarme en él, con la idea de conocerlo mejor. En ese estado se encontraba mi relación con el prócer cuando fui a ver la película.

Mi expectativa era resolver todas mis preguntas. Soy una especie de “aficionada” a la historia, para nada una especialista. Es decir, estoy acostumbrada a ver películas, en especial documentales, donde se narran los hechos de manera cronológica, estructurada, proporcionando certezas, producto de investigaciones generalmente bibliográficas. Esas expectativas mías, erróneamente planteadas, quedaron, como tales, obviamente insatisfechas al ver la película. A cambio, me enfrenté a un nuevo y muy gratificante desafío como seguramente les ocurrió a los demás espectadores.

A modo de inquietantes mamushkas, en donde la más pequeña, no por ello menos provocante es justamente el protagonista: Bernabé Aráoz. La película profundiza en diferentes niveles de análisis.

Ahora me pregunto: ¿es ésta una película sobre historia? Está claro que sí, eso está en la intención de los creadores y en la lectura que hace la mayoría de los espectadores. Sin embargo, como un metalenguaje, yo pienso que va mucho más lejos, es además una película sobre el lenguaje cinematográfico y, más aún, sobre diferentes lenguajes.
La película no narra la vida de Bernabé de manera lineal y certera, sino que muestra las dudas de los narradores, no sólo sobre los hechos sino sobre las interpretaciones que hay de ellos, muestra el proceso de creación de la película, en todas sus dimensiones y posibilidades (un grupo de personas narrando, otras imaginando, otras dibujando su rostro), muestra las incertidumbres de los personajes – narradores. Las afirmaciones hechas a modo de “opiniones” mientras los entrevistados conversan y recorren lugares “supuestamente” transitados por el personaje dejan muchas puertas abiertas y dejan al espectador lugar para sus propias interpretaciones, respetando sus posibilidades de abrir otros caminos que recorrer en el conocimiento de esta historia de vida.

Deconstrucción de la filmación

La película cuenta el proceso de filmación y esto desmitifica al personaje retratado, lo humaniza, lo deja abierto y, por lo tanto, lo enriquece. En este sentido, hasta se podría poner el eje de esta película en el planteo del lenguaje cinematográfico y no solamente en la filmación de una historia, por la riqueza y la apertura que plantea.

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Lo simbólico en la construcción de un rostro

La película usa otro lenguaje, la pintura, y dibuja diferentes rostros, uno cerrado y explícito (un Bernabé mulato, que causa polémica), otros más abstractos y ajenos al contexto, lo que deja lugar a la imaginación de cualquiera y convierte al rostro de Bernabé Aráoz en una variable para ser cubierta.

La desmitificación de un prócer tucumano

La película dirigida por Fabián Soberón cuenta la historia de Bernabé Aráoz (una historia tan incierta como se la conoce y donde quedan tantos lugares vacíos) y la coloca muy lejos de la historia oficial, la de los manuales, la deconstruye y la pone en manos de los espectadores, que, a modo de incipientes historiadores, podrán seguir investigando.

El futuro

En estos días hubo una propuesta diferente, original. Alguien sugiere transformar la calle Bernabé Araoz en una especie de Rambla tucumana al mejor estilo barcelonés. ¡Qué bueno sería ver los puestos de flores, los talleres ambulantes de artistas y artesanos y personas que pasean sonrientes!

Yo aún seguiré pensando en Bernabé Aráoz y, porqué no, escucharé a alguien que me cuente una anécdota desconocida de su vida como líder del pasado.

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