El deseo, la medicina y la política en la vida de las personas trans

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  1. Entrevistamos a Sabrina Bölke, trabajadora del Estado en la Secretaría de Derechos Humanos en el Ministerio de Justicia, y estudiante de Historia y de Filosofía. Nos propusimos abordar desde un punto de vista particular el tema del acceso a las intervenciones quirúrgicas por parte de las personas trans. Sabrina tuvo experiencia en primera persona de ellos, y, además, habla desde la reflexión.
    1. ¿Qué es el deseo? ¿De dónde crees que viene el deseo por las modificaciones corporales? ¿Cuál es el vínculo que tenemos con nuestro cuerpo?
    2. ¿Esta idea de operarte era recurrente?  ¿Llegó  estar muy presente en tu vida diaria?
    3. ¿Qué seria esto de “medicina para incluir?
    4. También está la lucha en materia de derechos, ¿no?
    5. Sobre las intervenciones quirúrgicas, ¿está bien decir que la diferencia entre intervenciones quirúrgicas y hormonizaciones es que las primeras son irreversibles y la hormonización puede revertirse?
    6. Parece que avanzó más el derecho, que el pensar los cuerpos.
    7. ¿Cómo pensás la respuesta política a esta situación?
    8. ¿Hace cuánto tiempo fue tu primera intervención?
    9. Las personas que te conocían desde entonces. ¿Notaron rápidamente tus cambios físicos?
    10. Y tuviste la misma reacción de todos. ¿Te felicitaron todos?
    11. ¿Pensas que detrás de los cambios hay un deseo que difícilmente llega a cumplirse? ¿Un imaginario de “llegar a ser lo que verdaderamente soy”? Poniendo quizás expectativas en llegar a un estadío, y que quizás no se llega luego de intervenciones.
    12. ¿Cómo imaginas tu futuro en el vínculo con la medicina?
    13. ¿Qué es lo positivo que marcas de este presente?

Entrevistamos a Sabrina Bölke, trabajadora del Estado en la Secretaría de Derechos Humanos en el Ministerio de Justicia, y estudiante de Historia y de Filosofía. Nos propusimos abordar desde un punto de vista particular el tema del acceso a las intervenciones quirúrgicas por parte de las personas trans. Sabrina tuvo experiencia en primera persona de ellos, y, además, habla desde la reflexión.

¿Qué es el deseo? ¿De dónde crees que viene el deseo por las modificaciones corporales? ¿Cuál es el vínculo que tenemos con nuestro cuerpo?

Justamente la palaba deseo. Qué es el deseo, es una pregunta de carácter filosófico. No sé si pueda responderla en esta entrevista. Lo que sí me parece importante saber, es que sea lo que sea el deseo, en todas las personas del mundo, está mediado. No es puro, no es transparente, no está por debajo o por encima de la cultura.

El deseo es inmanente a la cultura, entonces, claramente, todos los deseos que yo pueda tener van a estar “contaminados” por la cultura de este tiempo y de este lugar del planeta.

La sociedad en la que vivimos no entiende a las personas si no las entiende en un género que pueda leer. No las entiende por fuera del binomio varón/mujer. Todo lo que queda por fuera de ese binomio, pasa a ser lo otro peligroso, queda en ese lugar de no existencia. Es peligroso porque pone en juego y en jaque todas las estructuras previas que son pilares fundamentales de la razón. De la construcción de un sistema-mundo, es decir, de cómo organizamos todo nuestro saber  y sentir sobre este mundo.

¿Qué pasa, entonces, con ese otro que esta por fuera? ¿Qué pasa con lo trans y las intervenciones quirúrgicas?

En un primer momento, yo empecé a hacer mi transición en una edad bastante temprana. Hablando con mi familia y expresándome a los 16 años, en el año 2005.  Sin ley de identidad de género, con una sociedad que no imaginaba todavía que iba a existir el matrimonio igualitario y con un proceso de emancipación de  libertades individuales que está recién en una potencia idea de un sistema inclusivo.

Fui ese otro  peligroso. Fueron miles de situaciones en la calle, palizas, detenciones, insultos. Bullying en el colegio, por supuesto. La escolarización fue un proceso terrible.  El lugar que este sistema dice que es como la segunda casa, en realidad es un infierno. Entras ahí y ya tenes todas las miradas puestas, porque venís a poner en cuestiones los conceptos previos que tiene la institución.

La agresión física en mi caso se daba por esta cuestión de que la imagen que yo proyectaba sobre mí y para con la sociedad. La gente no me conocía, terceros desconocidos. Por ejemplo, bajaba del colectivo, hinchada de River, me vieron y me salieron a cagar a palos. ¿Y por qué? Porque era trans.  Por la transfobia. Porque se daban cuenta, lo leían en mi cuerpo.  Desde su concepción veían a un físico masculino con pelo largo, maquillaje y ropa.

Eso se volvió sistemático. Llegué a un punto en el que me pregunto ¿Qué hago?, porque me van a matar. No voy a llegar muy lejos con esto. Y me identidad de género es genuinamente femenina.

Empiezo a averiguar qué puedo hacer. Y comienzan desplegarse un universo de opciones. Yo tendría ya 21 años, en ese entonces.  A esa edad, tiempo antes de la ley de identidad de género. Estaba averiguando que hacer. Y todo costaba horrores de plata.

Cuando salió la ley y se reglamentó el artículo 11, lo fui y lo peleé.  Mi deseo era muy grande, había una necesidad de verme y de proyectar una imagen como mujer. O por lo menos, como la cultura me dictaba lo que era una mujer. Entonces de algún lado estaba como presa.  El mensaje social es: si vos querés, vos sentís o tu identidad de género es de mujer, te tenés que ver como tal. Si no querés verte como tal, sos pasible de ser completamente violentada. Al punto que te maten.

¿Esta idea de operarte era recurrente?  ¿Llegó  estar muy presente en tu vida diaria?

Totalmente, sí.  Completamente presente, completamente establecida, lo peleé con las obras sociales, con la prepaga, con el médico porque no quería que lo haga por la prepaga, sino que le pague en mano. Les dije que existía la ley, fui al Ministerio de Salud. Hice todo lo que tenía que hacer para que salga. Y salió

Al día de hoy, lo pensé, y  estoy fantástica. Por la calle no me gritan, no se dan cuenta. Me trata re bien. Pero tiene un costo.

El costo terminó siendo de alguna manera, una intervención de mi cuerpo que yo no tenía idea de lo grande que era, no dimensionaba. O sea, me cortaron el hueso frontal de la cabeza,  toda mi cabeza abierta, limaron el hueso y lo volvieron a poner. Medicamente salió perfecta. Ahora, fueron 14 horas de cirugía, porque se tocó la nariz, el mentón, la frente, parte de las orejas. Hubo que remover parte de la piel de frente porque si toca la frente hay que tocar también la piel. De hecho la cicatriz la tengo. No se ve, porque justo está en la línea del pelo.

Se limaron los huesos arcos superciliares. Eso te da una frente más redondeada, un rostro mucho más delicado, menos “agresivo”. Después tuve que hacerme una cirugía odontológica, maxilofacial. Que es para corregir cuestiones de la mandíbula.  Pero también te da una cuestión estética que es más armónica, femenina.

Todos estos costos después lo termino pensando. En términos de, bueno,  todas las operaciones son sumamente dolorosas, sumamente costosas en términos de nervios, discusiones con los médicos, desgastes. El mentón me cuesta mucho sentirlo, durante un año y pico no sentí  la parte superior de la cabeza, porque como cortaron todo, cortaron los nervios. Sentía que tenía un casco, me golpeaba la cabeza y no la sentía.

Entonces digo, ¿tanto esfuerzo y dolor tenemos que pasar para ser aceptadas?

Y en el fondo, no es que somos aceptadas, es una cuestión superficial.  A ver, yo paso desapercibida. Me ahorro la violencia. Ahora, cuando me empiezan a leer como mujer en un sistema cerrado, como puede ser el trabajo, la aceptación no es igual.

Hay una diferenciación. Si un hombre “se da cuenta”, el mensaje es: No vas a llegar a la categoría hegemónica de hombre, claramente no. No importa si te hiciste operaciones o no, si te pusiste hormonas o no. Porque ahora que yo sé que naciste de determinada manera, casi como un igual, no te puedo colocar en el lugar de objeto de deseo. Porque me traiciono a mi como macho de la especie, como sujeto hegemónico. Te voy a poner en una categoría distintas. “Algo”, “alguien”, depende mucho de cada persona que te lea.

Esto pensando en el hombre, cis, hétero, blanco, propietario, sano y cuerdo.

Me encuentro con una disyuntiva, en donde termina convirtiéndose en una especie de herradura, donde elija el camino que elija voy a terminar en lo mismo. El recorrido es distinto.

Uno es con violencia física para llegar ser abyecto, y otro es sin violencia física para llegar a ser abyecto. O sea, quien te conoce en profundidad te va a colocar ahí. Porque en la cultura, hoy, te quedas en el lugar de lo ininteligible.

Ahí viene también el pesar, y esta cuestión que pienso ahora más grande, y con más herramientas… digo, soy un producto de “la medicina para incluir”.

¿Qué seria esto de “medicina para incluir?

En realidad es la medicina normalizadora. Porque no es lo mismo incluir que normalizar. Incluir significaría que todos los cuerpos son aceptados por el solo hecho de ser personas. Normalizar es decir “vamos a adaptar tu cuerpo para que encaje en esta cultura”.  Entonces, la lucha política está del lado de aceptar los cuerpos de cualquier ser humano.

También está la lucha en materia de derechos, ¿no?

Sí, pero los derechos son derechos que terminan cuando viene un sacado y te mete un fierrazo en la estación Rivadavia a las 3 de la mañana, y nadie se enteró y apareciste muerte.

Los derechos carecen de efectividad de noche. Hay un submundo, oscuro, donde los derechos humanos son estériles. ¿Quién va a hacer cumplir los derechos humanos en la noche de los bosques de Palermo?

Los derechos no están, porque quien tiene que hacerlos valer, el Estado, no está. El estado que también es heteropatriarcal, cisexista, eclesiástico, no está para todo aquello que está por fuera, que no se ve.  Entonces, todo este grupo de seres humanos que estamos por fuera de la “normalidad”, quedamos deshumanizados, sin ningún tipo de resguardo.

Entonces, sea el camino que exista, caemos en la deshumanización. Ya sea de la violencia por cuerpos disidentes… o a través de la normalización que niega, modela, esteriliza nuestros cuerpos.

Sobre las intervenciones quirúrgicas, ¿está bien decir que la diferencia entre intervenciones quirúrgicas y hormonizaciones es que las primeras son irreversibles y la hormonización puede revertirse?

Depende. Hay un punto de no retorno con las hormonas también.

Si, por supuesto. Primero, los puntos de no retorno se dividen en dos partes. Cuando vos tomas bloqueadores de hormonas, el acetato de  ciproterona,  que lo que hace es bloquear la producción de testosterona. ¿Qué es lo que sucede con eso? Cuando vos la tomas durante cuatro años o más, lo más probable es que te quedes estéril, porque se atrofian los testículo, y también puede pasar que no puedas tener nunca más una erección.

Las mujeres trans tienen pene, y el órgano del placer en lo genital es el pene, y eso queda bloqueado. Y no vuelve a generar ese estímulo. Porque está bloqueado durante tantos años, que no hay retorno.

Luego también se habla de la hormonización de niños y niñas trans, cuando  se empieza a hormonizar un cuerpo de una niña trans que tiene 11 años, que está en plena etapa de desarrollo, necesita la testosterona para poder desarrollar sus genitales. Si bloqueas, lo que logras es que ese aparato genital no se desarrolle. Lo cual imposibilita ciertas cosas. El tejido nervioso no se desarrolla, por lo tanto podría complicar a futuro si desea hacerse una neovagina. Y se corre el riesgo de perder sensibilidad.

Entonces, no es cualquier cosa jugar con hormonas. Una cosa es un tratamiento  por un determinado tiempo, con determinado un objetivo.  Si una persona empieza a tomar 50ml de acetato ciproterona, y rontagel o trialgel, en cuatro puff diarios, se supone, se estima, que, si lo va a hacer por una larga cantidad de tiempo, muy probablemente el objetivo de esa persona sea decantar en una vaginoplastía.

Ahora, puede no ir para ese lado.  Depende de la persona, ahora si vos tomas cuatro puff diarios de 17 beta estradiol durante cinco años, y lo más probable es que no tengas nunca más una erección, que quedes estéril y que tengas un problema de hígado. Porque metabolizar la ciproterona es un esfuerzo enorme del hígado.

Parece que avanzó más el derecho, que el pensar los cuerpos.

Una salvedad, no todos los cuerpos funcionan de la misma manera. No es A + B =  C.  Pero si hay una tendencia, en base a diversos estudios. Si agarras el prospecto de varias de estos tratamientos vas a encontrar estas consecuencias.

Creo que hay problemas que son claves en cuanto a esto. El primero es la cuestión de normativizar el cuerpo. El objetivo es convertir en hombres y mujeres a todos, a como dé lugar.

No hay estudios de hormonización en niños/as trans. O sea que todo lo que se hace es experimentación. No sabemos los efectos que puede haber en niños/as trans después de hormonización en 10 años.  Y el género y el deseo, y todo lo que tiene que ver con lo sexual de una persona, varía. No es estático. No es que una persona trans dice “yo soy una chica trans, entonces a mí me gustan los varones, y me gusta ser penetrada, y me gusta ser femenina”.

Entonces, como sigue rigiendo en nuestra sociedad la presunción de heterosexualidad, aunque la cuestiones trans es de identidad de género y no de orientación sexual, se presupone con más fuerza la heterosexualidad de las personas trans.

Después está la lucha política de incluir a todos los cuerpos. Si bien es una lucha de las personas adultas, porque entendemos más que estamos poniendo en juego: el género ininteligible frente a una sociedad normativa, que te puede costar la vida, y encontrar el camino que sea el adecuado para que se cumplan los derechos humanos que no están.

¿Cómo pensás la respuesta política a esta situación?

Si no está garantizado el derecho a la educación, cuesta mucho más desarrollar las herramientas discursivas para la lucha política. Y no por falta de capacidad intelectual, sino por estar privadas de las herramientas que brinda la educación. Esto nos deja por fuera de los caminos tradicionales que tiene la política en Argentina.

El desarrollo del trabajo y de la obtención del capital, en la mayoría de los casos se da en el contexto de prostitución/trabajo sexual. No me voy a meter en el debate reglametación/abolicionismo porque no es mi área, hay compañeras que pueden hablar de estos temas.

Lo que si es cierto de esta situación, es que quedamos disminuidas para dar luchas políticas. Por lo tanto, lo que queda es la pata más fuerte, la normativización de los cuerpos.

El discurso normalizador ya está dentro de las cabezas de las personas, y está dentro de la cabeza de las personas trans. Estuvo dentro de mi cabeza, cuando yo fui  a hacer todas estas operaciones, es verdad que tenía un deseo recontra fuerte, pero no tenía la posibilidad de problematizarme si ese deseo era un deseo impuesto o era genuino de mi persona.

Hoy por hoy, te digo, era un deseo impuesto. Me ayuda a vivir todos los días, sí, un montón. Ahora, era un deseo que estaba completamente instalado en mi cabeza. “Los hombres son así” “las mujeres son así”.

¿Hace cuánto tiempo fue tu primera intervención?

La feminización facial la realice en octubre del 2015, antes que termine el mandato de Cristina (Fernández de Kirchner). La cirugía maxilofacial hace un año.

Las personas que te conocían desde entonces. ¿Notaron rápidamente tus cambios físicos?

Si, total.  Lo notaron fuertemente. Porque es una cirugía fuerte.

Y tuviste la misma reacción de todos. ¿Te felicitaron todos?

Relativamente. Creo que tiene que ver con que tuve la suerte y la astucia de generarme un vínculo amigable, me cruce con gente que venía procesos de deconstrucción. Y estaban en el camino de la inclusión de los cuerpos por los cuerpos mismo.

Entonces mis amigos/as estaban contentes si yo lo estaba. Notaban el cambio, pero les dolía todo el proceso por el que yo pasé. Inflamación, mucho dolor, la cabeza abierta. Tomaban dimensión de eso.

Una de mis amigas estaba totalmente en contra de la operación. No quería que me opere.  También tengo amigas que me conocen luego de la operación, pero no están de acuerdo con que me allá operado. Lo cual en un punto es gratificante porque significa que están en este otro camino de la inclusión de los cuerpos en sí.

El problema de todo esto es que hay un proceso de deshumanización en la normativización. Si vos intervenís un cuerpo, el riñón, por ejemplo, para salvarle la vida, estas curando. Ahora si vos intervenís un cuerpo para normativizarlo, porque la cultura te dice como debe ser, eso es operación de control.

Y ahí no hay inclusión. Lo cis sigue siendo cis y lo trans sigue siendo trans. Por más que hagas los cambios que hagas.

¿Pensas que detrás de los cambios hay un deseo que difícilmente llega a cumplirse? ¿Un imaginario de “llegar a ser lo que verdaderamente soy”? Poniendo quizás expectativas en llegar a un estadío, y que quizás no se llega luego de intervenciones.

A mí me parece que nunca vas a llegar a conocer al ser por una intervención quirúrgica, subyace sobre lo proyectado. Yo no me encontré por una operación. Igualmente hay un cambio radical en la vida de las personas. No es lo mismo que encontrarse con tu ser. El cambio radical va a estar, pero después que vos creas que eso  va a hacer que socialmente te lean como varón o mujer, eso es otro cantar.

Nuestra ley de identidad de género dice que cualquier persona a solo pedido puede modificar su dni, sin necesidad de que cambies tu aspecto. Vas a así con barba y camisa, y tenés derecho a modificar tu nombre. Luego vas a pedís una reasignación genital, y te la hacen.  Se te va  caer la barba, porque no vas a producir testosterona, pero la gente en la calle no te anda mirando lo que vos tenés en tus pantalones.

Lo que vos intentas proyectar, la gente te lo va a devolver en forma de performatividad en base a lo que vea y sea concebido en esta cultura. Es decir, si vos tenés un aspecto fenotípicamente masculino, por más que tengas el pelo largo y te maquilles, y por más que ya tengas la vaginoplastia, muy probablemente la gente te siga viendo como “un travesti”.  No te va a cambiar la vida como sujeto travesti de esta sociedad.

Ese es el mito que tienen muchas personas al hacerse intervenciones.

Hay un sistema patriarcal y farmacológico que del cual forma parte.

Esto hace que el objetivo para muchas de nosotras sea ser una súper mujer: vedette blanca, flaca, supermodelo, hipersexualidad, etc. En mi caso, yo ya soy mujer, mi objetivo de vida es terminar mis estudios, poder escribir, tocar el piano, seguir estudiando idiomas y proyectarme en eso. No me interesa llegar a ser ese constructo de mujer.

Ser mujer se convierte en una utopía por la cual trabajamos todos los días, pero no cualquier utopía es útil para vivir. Porque si vos vivís para llegar a eso que nunca vas a llegar, que es una utopía del patriarcado, no es revolucionaria, sino servil, te estas martillando los dedos.

No es una utopía que te lleva a más, es una utopía que te lleva  a menos. Vivir ya es difícil, y si te pones esta carga, se vuelve insostenible.

Yo veo que mucha gente se pone contenta cuando una mujer entra a un concurso de belleza. Y la verdad es que no estoy en contra que entre una chica trans al concurso, estoy en contra de los concursos. Entonces para mí es un retroceso por izquierda, porque te juega a la inclusión y después te cosifica: Bienvenido al producto de la medicina para incluir.

Celebro a las chicas trans que se piensan a si misma más allá de su construcción de género cotidiana. Siento que si hay una batalla ganada es pensarse más allá del género.

Si el objetivo tuyo de vida es ser hombre o ser mujer, siento que es un objetivo corto.  Algo de Shopenahuer me viene a la cabeza Si vos sufrís por no ser, luego llegas a ser y es aburrísmo

¿Cómo imaginas tu futuro en el vínculo con la medicina?

No tengo una decisión tomada en cuanto a la afirmación en mi género. Sé que hay cosas que podría hacer, por cuestiones estéticas, y no por mi identidad de género

Creo que la normativización de la medicina te aleja de pensarte más a vos, y te acerca más a un cyborg.

Si me garantizan que convertirme en un cyborg me garantiza 200 años, acepto. Lo hago. Pero este no es el caso, nos estamos volviendo cyborg no a costa de vivir más, sino a costa de vivir menos. ¿Cuántos colapsos biológicos existen en los cuerpos trans? Ya sea por hormonas, por aceites, por implantes, etc.

¿Por qué valen las tetas más grandes y no las tetas pequeñas? ¿Por qué la ley de género cubre un implante de glúteos? Porque son cuerpos prostibularios, están pensados en este sistema para ser convertidos en mercancía.

Entonces, se está construyendo cyborgs para usarlo como objeto de consumo para el patriarcado. Se crean  cuerpos sintéticos.

Hay un deseo irrefrenable, hay una tecnología que lo acompaña. Esa tecnología calma ese deseo, ese deseo es construido por lo patriarcado. Ese cuerpo cae ahí y a los dos días lo matan.

Entonces, ¿qué está faltando? La pata política. Si las personas trans estamos en los márgenes de la cultura, es muy difícil que las personas trans nos comprometamos con algo, si nadie se compromete con nosotros.

¿Qué es lo positivo que marcas de este presente?

Es muy difícil hablar de algo positivo cuando la población trans no supera el promedio de vida de 35 años. Primera causa de muerte el asesinato, la segunda el suicidio y la tercerca es la muerte por enfermedades, entre esas el vih.

Creo que lo positivo viene en las nuevas generaciones, que lo conservador está vigente, lo vimos con la negativa a la ley IVE. Pero si me juego una carta por les chiques.

Por qué tienen una nueva forma de concebir el mundo, que es más inclusivo y que celebra la diferencia. Nosotros nos aferramos a la igualdad, hicimos colectivos de iguales, pero no de diferentes.

Estas nuevas generaciones no tienen que esconder sus novios/as, lo dicen en la mesa. Me llamo Nestor y salgo con Juan, me llamo Fátima y salgo Marcela. El futuro es la inclusión de la diferencia de una manera pensada.

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