Más allá de los avances que fuimos construyendo en materia de niñez a partir del cambio de paradigma, de la incorporación de la Convención de los Derechos del niño, de la sanción de la Ley de Protección Integral 26.060 y de las leyes Provinciales que regulan las acciones y delimitan la creación de una nueva institucionalidad; existe hoy, una clara embestida contra los niños, niñas, adolescentes y jóvenes en general, pero principalmente contra aquellos que pertenecen a los sectores más pobres.
Esta arremetida viene, al menos, desde tres flancos. Por un lado, importantes recortes en políticas públicas destinadas a la niñez; el vaciamiento de programas como los CAJ, o el programa de Orquestas son una muestra de esto, pero la más significativa sea, posiblemente, el recorte de casi el 50% del presupuesto destinado a fortalecer los Sistemas Nacionales de Protección Integral. Por otro lado, estos recortes están acompañados de un viraje o una vuelta al abordaje de la niñez desde lo penal con enfoques punitivistas tendientes a criminalizar la niñez. Volver a centrar el debate sobre la reforma del sistema penal juvenil en torno a la baja de edad de punibilidad es un ejemplo claro de esto, como lo son, también, los permanentes avances y embestidas del accionar de la policía sobre los niñxs, como las murgas baleadas en Bajo Flores, la represión en dos centros de estudiantes en Bs As. o a grupos de jóvenes durante los festejos del día del amigo en Luján, por citar algunos ejemplos. A Luciano Arruga e Ismael Lucena se le siguen sumando nombres, como Miguel Reyes, todos jóvenes victimas del gatillo fácil. Por último, y como broche de oro, un fuerte y contundente discurso sobre la niñez pobre, a la que los medios de comunicación hegemónicos buscan demonizar; tal como sucedió recientemente con el “Polaquito”. Pero también lo son “Brahian” y tantos otros titulares que contribuyen a formar una imagen cruel de los niños, niñas y adolescentes de los barrios más vulnerados, que no reflejan lo que dicen las estadísticas, ni mucho menos la realidad de estos pibes; la crueldad y la violencia a la que son sometidos desde que nacen a causa del abandono por parte del Estado.
La combinación y retroalimentación de estos frentes afecta las condiciones de existencia de niños, niñas, adolescentes y jóvenes. Es difícil pensar cuáles de estas circunstancias son peores o primeras, al menos yo no sería capaz de ponderarlas. Sin embargo, la existencia humana está atravesada por la palabra, la palabra crea y transforma, genera existencia. Según cómo nombramos la existencia, generamos las condiciones necesarias para que la misma se desarrolle. En esta línea, obviamente, si convertimos la niñez y a los niñxs en sospechosos, en monstruos y criminales, es más fácil generar el consenso necesario para que terminemos discutiendo y elaborando o legitimando políticas públicas punitivistas de mano dura, después de todo, ya no son niños: la forma de nombrarlos busca despojarlos de su condición para poder negarles derechos. Ya lo decía Norbert Elias “…dale a una persona un nombre malo y esa persona tenderá a vivir según él”.
En este contexto, es urgente e imprescindible poder nombrar a nuestros niños y niñas desde otros lugares. La venida de Luis Pedernera, integrante del Comité de los derechos del niño de Naciones Unidas, a la Argentina y a Tucumán se convierte en una “oportuna oportunidad”, valga la redundancia, para impulsar con fuerza este enorme desafío: construir discursos contra-hegemónicos capaces de nombrar a los niños, las niñas y los adolescentes como lo que son: niños, niñas y adolescentes. Nuestro queridísimo amigo Luis Pedernera ocupa actualmente un lugar estratégico, y además tiene una enorme experiencia y militancia en materia de niñez; conoce la realidad de los pibes muy de cerca, y ha acompañado sus luchas, su voz y sus proyectos desde hace más de 23 años.
Los imaginarios que circulan hoy sobre nuestros pibes no solo son perversos, sino que que recaen en lo falso, no incluyen ni analizan la conflictividad en la que viven, crecen y se desarrollan los mismos. Por esto, la voz y la mirada aguda, real y comparada que puede traer Luis resulta más que interesante. Es prioritario que podamos decir de nuestros pibes, algo más que “chorros”. Como dice Esteban Rodríguez Alzueta “No existen los pibes chorros; lo que sí existen son jóvenes que crecieron y viven en la pobreza y la marginalidad, (…) existen jóvenes que son objeto del hostigamiento policial que lo va empujando para que vinculen su tiempo a una economía ilegal o empiecen a patear con ellos (…) existen jóvenes encarcelados que fueron seleccionados por el sistema punitivo para pasar una temporada en el infierno (…) jóvenes que fueron etiquetados como problema, fuente de riesgo … a los que no les alcanza la plata para resolver sus problemas materiales concretos (…)”
En estas condiciones de extrema vulnerabilidad, construyen su identidad los niñxs y nosotros les pedimos lo no somos capaces de ser o hacer: que sobrevivan y si lo hacen – porque muchos mueren en el camino – se conviertan en héroes. Las estadísticas hablan por sí mismas: la mayoría de ellos son héroes y, bajo ningún punto de vista, los responsables de la inseguridad, la violencia o el delito. Ellos son las primeras y más desprotegidas víctimas de nuestro sistema perverso. Según datos de Unicef, 1 de cada 2 niños es pobre en el NEA, Cuyo y Centro del país y, en el Sur 1 de cada 3; el 15% de los nacimientos en el país corresponden a madres adolescentes, porcentaje que incluye a unas 3000 chicas menores de 15 años que dan a luz cada año y cuyas gestaciones, se presume, son producto de abuso sexual; medio millón de adolescentes están fuera de la escuela y solo la mitad de los que ingresan terminan el nivel secundario. Y podríamos seguir, el suicidio adolescente y las adicciones también forman parte del ranking-.Sin embargo del total de 2000 homicidios dolosos que se cometen al año en nuestro país en sólo 15 casos participaron de alguna manera menores de 16 años.
Claro que, para los imaginarios ya instalados y construidos sobre estereotipos y estigmas, estos datos no son prueba suficiente. El sentido común se construye y se alimenta de éstos, y permanece fijo, a la esperan de que ocurra “algo”, lo que sea, verdadero o falso, no importa en realidad; algo, una imagen, una acción que “re confirme” lo ya establecido. Ese, es el enorme poder de los medios de comunicación: construir sentido común. Todos conocemos las consecuencias y los usos del sentido común en la política; la historia es prueba viva de las aberraciones que hemos sido capaces de justificar. En estas condiciones, la mano dura es la política que se aclama y a la que hay que dar respuesta.
Por eso, el desafío que tenemos como sociedad en general, y como sociedad civil organizada, es tan complejo. Analizar, ver, conocer a lxs niñxs, más allá del estereotipo colectivo. Es un desafío que duele un poco, se los aseguro. Pero hay que conocer para poder construir nombres nuevos, difundirlos, viralizarlos. Nombres nuevos, que impidan el avance de políticas públicas regresivas en materia de derechos humanos y nos obliguen a pensar políticas integrales que generen nuevas y mejores condiciones de existencia para los pibes.
Uruguay y su campaña nacional “No a la Baja,” liderada entre otros muchos por Luis Pedernera, es un grato ejemplo de cómo la sociedad civil organizada puede enriquecer y complejizar discursos para poner frenos a la embestida contra los derechos de niños, niñas y adolescentes.
¿Y los niñxs dónde quedan? Entrampados, silenciados, invisibilizados. ¿Y su voz? ¿Sus ideas? ¿Sus sentimientos? ¿Sus enojos? ¿Sus proyectos? No hay lugar, las palabras están todas dichas. ¿Y los espacios y las instituciones creadas para garantizar sus derechos? Todas ajenas, vacías de ellos, inalcanzables, inentendible. La necesidad de acercar las voces de los propios niños, niñas y adolescentes al Comité fue otro de los ejes que Pedernera remarcó en sus declaraciones: “La interlocución con los niños, niñas y adolescentes es crucial; se vuelve imperiosa la necesidad de estar cerca de los movimientos de niños organizados (…). El Comité necesita avanzar significativamente por este camino para poder tener mayores posibilidades de escuchar su voz y contar con su presencia”. Y Por eso el desafío es doble: incluir en esos procesos de construcción y participación social a los propios niños, niñas, adolescentes y jovenxs. Mejor dicho, construir con los pibes, en procesos de participación protagónica y debates genuinos, palabras y nombres propios que generen contra-hegemonía. Que irrumpan en el sentido común en primera persona, que interpelen discursos y exijan política.