Indagamos dentro de algunos comedores de la provincia con la idea de dar a conocer el motor de estos, su labor, esfuerzo y resistencia
Esta nota fue producida en el marco de las prácticas profesionales de la Cátedra de Comunicación Alternativa de la Carrera de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Nacional de Tucumán. Por Pia Daneri y Aldana Triviño.
A menudo, olvidamos que cuando hablamos de un comedor comunitario, no solo hablamos de las personas que asisten y la comida que se sirve, sino de las manos que la preparan, de las mujeres que, desde el anonimato, cuidan de cada detalle y hacen posible que un espacio como “Creando Sonrisas” o el “Comedor 11 de Enero” sean una realidad.
En cada plato que se sirve en el comedor “Creando Sonrisas“, ubicado en la zona de Villa Urquiza y que enfrenta grandes carencias, hay algo más que alimentos. Detrás de cada ración elegida y cada menú improvisado están las cocineras, mujeres que entregan su tiempo, su esfuerzo y sobre todo, su corazón para hacer de este espacio un lugar de esperanza y contención para cientos de familias. El lugar en donde operan es un complejo abandonado donde voluntarios y cocineras le dan vida dos veces a la semana. Sin embargo, rara vez pensamos en ellas, en su trabajo incansable, o en los desafíos que enfrentan para que el comedor funcione.
“El desafío mayor que enfrentamos es el espacio. No tenemos donde guardar las cosas y trabajamos a leña. No contar con una cocina significa buscar madera todos los fines de semana”, responde Aylén, estudiante de psicología y cocinera voluntaria en la organización “Creando Sonrisas”, describiendo una tarea que a simple vista parece sencilla, pero que es una lucha diaria.
Estas mujeres no solo cocinan por necesidad; su motivación es profunda y comunitaria. “La verdad, esta experiencia me abrió los ojos a una realidad que no estamos acostumbrados a ver”, argumenta Aylén, “Me di cuenta de que, con un poco de nuestro tiempo y esfuerzo, podemos lograr grandes cosas. Tal vez para algunos ese esfuerzo sea algo pequeño, pero para otros puede significar muchísimo”.
El comedor “11 de Enero” se encuentra ubicado en el barrio del mismo nombre en San Miguel de Tucumán, este enfrenta condiciones de vulnerabilidad y precariedad, en donde la pobreza y la falta de servicios adecuados son una realidad persistente, este comedor se encuentra impulsado por la organización social “La poderosa” quienes además de ofrecer alimentación realizan talleres como “NarraNativasTextiles”. Elizabeth, una referente del comedor junto con Bety, ambas cocineras de allí, nos cuentan un poco sobre lo que es el verdadero trabajo detrás de un comedor.
El trabajo de las mismas va mucho más allá de cocinar. Muchas de ellas lo describen como una “triple jornada laboral”, ya que combinan sus responsabilidades en casa, fuera de ella, y luego en el comedor. A pesar de la importancia de su labor, hasta ahora no han logrado obtener un reconocimiento formal por parte del Estado. “El año pasado presentamos un proyecto de reconocimiento salarial, pero todo quedó estancado con el cambio de gobierno”, señaló Elizabeth.
Al recordar momentos difíciles, una de ellas rememora los días de 2001, cuando las ollas populares se convirtieron en un símbolo de esperanza en medio de la crisis. “En esos tiempos difíciles, empezamos con las ollas populares y teníamos esperanza. Se veía una pequeña luz que nos daba fuerzas para seguir. Hoy esa luz se apaga poco a poco, porque sacar adelante las ollas populares es cada vez más difícil”, cuenta con tristeza Betty.
Estas cumplen un papel esencial en la comunidad. Muchas de ellas trabajan en condiciones difíciles y sin reconocimiento económico formal, enfrentando tanto la falta de recursos como la presión de satisfacer las necesidades de muchas personas en situación vulnerable, además de cocinar, brindan apoyo emocional, organizando recursos limitados y están atentas a las necesidades de cada vecino, a pesar del cansancio de jornadas largas sin remuneración, ayudan a sus comunidades a salir adelante.
Ambos comedores abren dos veces a la semana, el Comedor 11 de enero abre sus puertas los miércoles por la noche y viernes a las 18 horas, atendiendo alrededor de unas 11 familias, mientras que Creando Sonrisas lo hace jueves y sábados, en el cual asisten aproximadamente unas 50 familias rondando entre edades de 2 a 17 años. Estos no brindan asistencia toda la semana debido a las limitaciones de recursos con los que operan, sin embargo, a pesar de las carencias, las cocineras improvisan menús nutritivos que se ajustan a lo que logran conseguir, coordinan entre ellas y voluntarios para mantener un sistema organizado.
No hay que dejar pasar que las cocineras son madres, abuelas, hijas, mujeres que podrían estar en casa con sus familias, pero que eligen estar ahí, donde el hambre y la soledad golpean más fuerte.
Estas mujeres no solo alimentan estómagos; también sostienen esperanzas, remiendan corazones, escuchan las historias de quienes ya no tienen fuerzas para hablar. Son las voces silenciosas de una lucha diaria, tan heroica como anónima, y su único pago es ver a quienes asisten a comer, aunque sea por un rato. Cada plato que sirven es un acto de amor y resistencia en una sociedad que, a menudo, las olvida. Pero ellas siguen, porque en su sacrificio está la fuerza de un sueño: que nadie más pase hambre.
Para quienes quieran acercarse a colaborar, donar o ayudar a algunos de los comedores anteriormente mencionados, te dejamos sus contactos:
Comedor 11 de enero: 381 523-9105
Comedor Creando Sonrisas: @creandosonrisas24_ /// 381 498-8949