Resumen del contenido Mostrar
Perfil corporativo de Syngenta, la multinacional del agronegocio con presencia en cien países. Con su casa matriz en Suiza, pero controlada por la compañía china Sinochem, es líder en la venta de agrotóxicos y referencia en semillas transgénicas. Entre sus productos más vendidos está el herbicida atrazina, denunciado por las consecuencias en la salud y el ambiente.
Por Anabel Pomar para Agencia Tierra Viva
“Su nombre nace de dos raíces distintas. “Syn”, que es una palabra que proviene del griego que refleja la sinergia y la síntesis, la consolidación y la integración de las fortalezas. Y de la palabra “Genta”, que deriva del latín “Gens”, y que se refiere a la humanidad y sus individuos. Así, Syngenta significa: “Unir a la gente”. De ese modo se presenta oficialmente la corporación líder global en ventas de agrotóxicos.
Syngenta fue fundada en el año 2000 por la unión de dos de las principales compañías en la industria del negocio agrícola: Novartis y Zeneca. Actualmente la empresa forma parte del Grupo Syngenta, propiedad del gobierno de China, controladora de Sinochem Holdings. Según la consultora de datos Bureau Van Dijk, el grupo está integrado por unas 71.844 empresas alrededor del mundo, con presencia en más de cien países.
Syngenta Group, registrado en Shanghai (China), y con su casa matriz en Suiza, tiene cuatro unidades de negocio: Syngenta Crop Protection con sede central en Suiza; Syngenta Seeds, con sede central en Estados Unidos; Adama, con sede en Israel; y Syngenta Group China.
Las ventas del grupo Syngenta durante los primeros nueve meses de 2022 fueron de 25.900 millones de dólares, un aumento de 4900 millones, un 24 por ciento más con respecto al año anterior.
El mercado más grande de Syngenta en 2021 fue América Latina, que representó aproximadamente el 33 por ciento de las ventas consolidadas, seguido de Europa, África y Oriente Medio con un 27 por ciento, Norteamérica con 24 por ciento y Asia Pacífico con 16 por ciento.
El fuerte del grupo en los primeros nueve meses de 2022 fue la venta de agrotóxicos.
Syngenta en Argentina
Syngenta organiza su actividad en cuatro regiones. Una de ellas América Latina, integrada por Brasil, Latinoamérica Norte (LAN) y Latinoamérica Sur (LAS) conformado por Bolivia, Chile, Uruguay, Paraguay y Argentina.
La empresa Syngenta AGRO, constituida legalmente en 1998, tiene sedes en las provincias de Buenos Aires y Santa Fe. Sus oficinas centrales en la localidad de Vicente López, una planta de procesamiento en Venado Tuerto, estaciones experimentales en Santa Isabel y Camet, y un centro de logística en el parque industrial de Pilar. Syngenta Agro tiene unos 1000 empleados.
No hay prácticamente datos públicos sobre volúmenes y ganancias del mercado local de agrotóxicos. La participación de Syngenta Agro en el mercado local de ventas de herbicidas es del 30 por ciento, un similar porcentaje de fungicidas y curasemillas y el 20 por ciento de insecticidas.
Syngenta facturó en 2020, según la revista Forbes, unos 750 millones de dólares. En agosto de 2022 la Revista Fortuna del grupo Perfil otorgó a Syngenta el premio “Fortuna de Plata 2022, a la mayor empresa del país”, por crecer un 126 por ciento en ventas entre sus dos últimos balances: pasando de 63.000 millones de pesos a 143.000 millones, liderando así el ranking de las 20 empresas del país que más crecieron en ventas.
Syngenta Agro se lanzó como exportadora de granos en 2020. En la planta de Venado Tuerto, en el marco de los festejos corporativos por el aniversario de la empresa y con la presencia del presidente Alberto Fernández, Antonio Aracre, director general del negocio de Protección de Cultivos (CP) para Latinoamérica Sur, decía: “En la Argentina, la agroindustria es la única actividad económica que combina ciencias del conocimiento, producción eficiente de granos y alimentos, agregado de valor industrial y generación de divisas. Es el principal motor para terminar con la pobreza y recuperar la senda del crecimiento de manera sustentable”.
Un año antes, el estado argentino ya le había otorgado a Syngenta un lugar destacado al incorporarlo en el “Plan contra el hambre”. Ese acercamiento fue ampliamente repudiado por organizaciones de la sociedad civil y asambleas de pueblos fumigados que señalaban algo obvio menos para el Gobierno: los commodities no son alimento y que quien es parte de las causas del hambre no puede ser parte de la solución.
El CEO mediático
El 13 de octubre, Syngenta anunció que Antonio Aracre, tras más de tres décadas en la compañía, dejará su cargo a fines de diciembre de 2022. Fiel al estilo mediático cultivado por el CEO la noticia fue acompañada por una gran campaña de prensa. Syngenta, desde hace dos años al menos, aparece en “todos lados” y “todo el tiempo”, tanto en medios hegemónicos tradicionalmente conocidos por ser “pro agro-negocios” como también en medios “nacionales y populares”. Opinando sobre todo, el pronto ex directivo de Syngenta publicita abiertamente su intención de ocupar cargos dentro de la gestión gubernamental y dedicarse abiertamente a la política. Habrá que seguir con atención para beneficio de quienes.
Marcos Bradley, actual director de Marketing de Protección de Cultivos para Latinoamérica Sur, asumirá el puesto vacante. Bradley ingresó a la compañía en el 2008 y ha ocupado diferentes posiciones que incluyen ser gerente del negocio de semillas de soja, gerente global del negocio de semillas de soja y director comercial para Paraguay y Bolivia. “Hay un cambio de paradigma:hay que producir más alimentos para el mundo porque la población sigue creciendo y hoy el campo es un actor fundamental en ese sentido, pero tenemos que hacerlo de una manera sustentable, que siga contribuyendo a regenerar el ambiente”, decía Bradley en “Infobae talks: Campo”, recitando con ejemplar cumplimiento el actual discurso de todas las compañías agrotóxicas para seguir vendiendo venenos: “La agricultura regenerativa nos salvará del hambre”.
Semillas y transgénicos
Syngenta lidera el mercado argentino en la comercialización de semillas y detenta entre el 40 y 45 por ciento de las operaciones. Con la adquisición de Nidera en 2018, tras la compra a nivel internacional de la empresa de semillas de Cofco International Protection por parte del grupo, Syngenta en Argentina aumentó sus operaciones de pre comercialización y de post comercialización de semillas.
La Comisión Nacional de Defensa de la Competencia (CNDC) inicialmente objetó la fusión local debido a que “la operación de concentración económica notificada tiene la potencialidad de restringir o distorsionar la competencia, de modo tal que puede resultar perjuicio para el interés económico general, en relación con el mercado de semillas de girasol.” Entre ambas, Syngenta y Nidera manejan más del 60 por ciento de ese mercado.
Syngenta AGRO propuso desprenderse de esas semillas a favor de la empresa Nuseed. La operación fue aprobada el 31 de octubre de 2022 y solo restaría el cierre administrativo de rutina para que la operación quede firme. El acuerdo, según Nuseed, incluye cuatro híbridos de girasol, el reciente registrado girasol “Paraíso 1800 CL Plus”, y su base genética.
Syngenta mantiene desde 1998 una alianza con la empresa pergaminense Rizobacter. Dentro de ese predio, en el parque Industrial de Pergamino, posee el Seedcare Institute, uno de “los más importantes centros de investigación y desarrollo de tecnologías para tratamientos de semillas de América del Sur”, según publicita la empresa.
Rizobacter, en 2016, pasó a ser controlada por Bioceres, dueña de la tecnología HB4. El 16 de septiembre, Syngenta anunció un acuerdo para comercializar fuera del país esa tecnología, apuntando principalmente a Brasil y China.
En Argentina, de los 68 eventos transgénicos autorizados en nuestro país, Syngenta posee 14, de algodón, maíz y soja.
Syngenta y el negocio de envenenar
Syngenta tiene en Argentina unos 389 productos formulados registrados y unos 166 principios activos autorizados.
Syngenta Agro comercializa, entre otros, los siguientes plaguicidas altamente peligrosos: ametrina, atrazina, clorotalonil, diquat, glifosato, lambdacialotrina, paraquat y tiametoxam. Se trata de agrotóxicos incluidos en la lista de plaguicidas altamente peligrosos prohibidos en algunos lugares del mundo, mayormente la Unión Europea, y de uso libre en Argentina.
En el país, muchísimas personas reconocen ese listado de agrotóxicos. Los detectan en el agua de sus comunidades, en el suelo y los cargan en sus propios cuerpos. Es el caso de Sabrina Ortiz en Pergamino. En su organismo tiene glifosato, AMPA (el metabolito del glifosato) y lambdacialotrina.
Ortiz tuvo dos ACV isquémicos, sufrió un aborto espontáneo y sus hijos padecen daño genético a causa de las fumigaciones. Su hija Fiama (21 años), tiene una extraña patología denominada osteomielitis crónica recurrente que genera quistes dentro de los huesos. Ella y su hermano Ciro (de 9) tienen cien veces más glifosato en orina de lo que se considera podría ser tolerado.
“Saber que ellos se enriquecen vendiendo esas sustancias me produce mucha indignación, impotencia y más que todo dolor. Sobre todo, mucho dolor”, dice Ortiz a Tierra Viva con la voz quebrada. “Producto de estas sustancias enfermamos. Mientras estas empresas se enriquecen, nuestras vidas no valen nada. A estas empresas no les importa ni la vida humana, ni la biodiversidad. Sus ventas se traducen en pérdidas de seres queridos, en enfermedades, en mucha muerte. La vida de nuestros hijos, nuestras vidas, nuestros recursos no valen nada”, denuncia.
Las ganancias de Syngenta provienen mayormente de la venta de tres peligrosísimos herbicidas: atrazina, paraquat y glifosato.
Atrazina en el ambiente y en el cuerpo
La atrazina es un herbicida disruptor endocrino (químico capaz de dañar hormonas y afectar negativamente la salud) que, aun en dosis muy bajas, puede causar defectos de nacimiento y daños reproductivos. También es un posible carcinógeno, con mayor evidencia en cáncer de mama y próstata.
A pesar de estar prohibida en más de 37 países y desde hace casi dos décadas en la Unión Europea, debido a la contaminación del agua, el Estado argentino la permite y no la monitorea. De las 154 presentaciones comerciales registradas de atrazina, el 80 por ciento está permitida mayormente como “producto que normalmente no ofrece peligro” (Banda IV) o como “ligeramente peligroso” (Banda III). En 2021 ingresaron a la Argentina 25.227.190 de kilos de atrazina procedentes de China y Estados Unidos.
Se ha encontrado atrazina en aguas de lagunas de llanura pampeana, en la lluvia, en suelos, en sedimentos, en aguas de pozo de escuelas rurales y de comunidades. También hay evidencia de que está presente en verduras, frutas, peces y recientemente en leche de vaca.
Y también en personas. María K tiene 57 años y vive en pueblo Esther, provincia de Santa Fe. Mucho tiempo vivió muy cerca a un campo permanentemente pulverizado con agrotóxicos. María tiene atrazina en su organismo. Así lo acreditan los estudios que le muestra a Tierra Viva. Si bien pide reserva de su apellido, María quiere que se sepa que su cuerpo está contaminado, esperando que el hacer pública esa información contribuya a ponerle un freno al modelo agrotóxico.
¿Qué se hace cuándo se tiene atrazina en la sangre? María, quien padece hipertiroidismo, no lo sabe. Quienes la autorizan en el país, tampoco. En el marbete (la etiqueta que lleva el producto) dice, “consulte a su médico”. Pero no existe un antídoto para la atrazina y tampoco herramientas o tratamiento para sacar ese tóxico del cuerpo. El Ministerio de Salud no interviene en su aprobación ni en la de ningún agrotóxico, y el silencio sobre estas situaciones es una constante.
Tierra Viva entrevistó al doctor Tyrone Hayes, biólogo, investigador y profesor en la Universidad de California en Berkeley, Estados Unidos, quien es uno de los expertos más reconocidos a nivel mundial en el estudio de la atrazina y sus potenciales daños. Para Hayes no hay niveles de uso seguro para la atrazina. Las afectaciones se dan en casos muy por debajo de los parámetros permitidos. ¿Debería prohibirse la atrazina?, preguntó Tierra Viva. Hayes fue contundente: “No tengo dudas, sí”.
Paraquat: prohibido en Europa, autorizado en Argentina
Altamente tóxico y persistente, el paraquat no se permite en 72 países: la Unión Europea, Reino Unido, China y Suiza, entre otros. En Argentina es uno de los herbicidas más usados en el agro. De elevada toxicidad, el paraquat puede ocasionar la muerte del tejido pulmonar de forma irreversible. Es letal de ser ingerido y sin antídoto existente. Además es mutagénico (provoca anormalidades esqueléticas), teratogénico (que produce malformaciones en el embrión o feto), es señalado como neurotóxico y causante de enfermedades como el Parkinson.
Syngenta comercializa la cuarta parte del herbicida paraquat que se usa en el mundo. Syngenta Agro comercializa paraquat bajo las marcas: Gramoxone Súper, Cerillo, Oderis y Herboxone, a las que hay que sumar las marcas registradas por Adama, empresa del grupo.
En 2007 la cantidad de paraquat que ingresaba al país, según datos de la Dirección de Agroquímicos del Senasa, era de 1,3 millón de kilos. En 2014 ascendió a casi ocho millones. En 2021 el total importado ascendió a 25 millones de kilogramos (entre paraquat y paraquat+diuron), provenientes desde China y México.
Jon Heylings fue por más de tres décadas toxicólogo de Syngenta. “Trabajé para la empresa ICI, que se convirtió en Zeneca y luego en Syngenta de 1979 a 2008. En 2008 formé mi propia empresa, Dermal Technology Laboratory Ltd (DTL)”, detalló a Tierra Viva.
El experto declaró bajo juramento en dos oportunidades, en 2021 y 2022, ante jueces de Estados Unidos que las agencias regulatorias establecen sus recomendaciones de seguridad para el Gramoxone (base de paraquat), —el herbicida estrella de Syngenta—, con información científica falsa proporcionada por el fabricante. El resultado se traduce para Heylings en muertes que podrían haberse evitado.
Recientemente se conocieron nuevos documentos que prueban que la corporación conocía, desde hace décadas, que su producto paraquat podía producir Parkinson. La información muestra que desde 1975 directivos de la compañía temían enfrentar responsabilidades legales por los efectos crónicos a largo plazo del paraquat.
Glifosato, cáncer y negaciones
Desde 2015 el glifosato fue categorizado por la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer de la OMS (IARC) como un probable cancerígeno en humanos, cancerígeno en animales y genotóxico.
En julio de 2022, Antonio Aracre decía en una entrevista radial. “El glifosato funciona como un medicamento vegetal para curar hongos en las plantas. Hay un manual de buenas prácticas agrícolas: bien utilizado, no sólo no es dañino sino que puede ser beneficioso para la salud vegetal y humana”.
Verónica Garri y su familia sufren las afectaciones en primera persona. Y saben que no hay beneficios, solo problemas de salud. “Yo tengo glifosato en mi cuerpo, mi familia también y ninguno de nosotros tenemos superpoderes. No nos benefició en nada, al contrario, mis hijas viven en los médicos por diferentes afecciones que van apareciendo”, le contó a Tierra Viva.
Una de sus hijas tiene alopecia (ausencia completa de cabello) y otra, ambas menores de edad, tiene problemas de tiroides. “Lo invitaría a ese señor Aracre a mi casa para charlar del tema, mostrarle los estudios médicos y los turnos para los futuros estudios médicos, y de paso invitarlo a tomar un vaso de agua fresca de mi canilla. Y ver si así, mostrando la verdad de todo esto, siguen con ese discurso que lo vengo escuchando desde hace años. El glifosato no es ‘un avance tecnológico’, es un veneno”, afirma.
Frente a la casa de Garri, en La Lata (Exaltación de la Cruz), se detectaron en el suelo 14 agrotóxicos: atrazina y glifosato, entre ellos. Organizados en un grupo vecinal, Exaltación Salud, siguen denunciando ante el Poder Judicial y exigiendo sus derechos a vivir sanos y en ambientes sin contaminación. “No hablo por lo que me dicen, hablo por lo que vivo día a día. Elegí y sigo eligiendo vivir en el campo, como lo hicieron mis abuelos y mis viejos. Pero no voy a dejar de luchar por dejarles a mis hijas un poco de esperanza para un futuro”, advierte.
En los documentos conocidos cómo los “Papeles de Monsanto” sobran evidencias de cómo la empresa Monsanto (ahora Bayer), oculta los peligros. En esa misma documentación figura la participación de Syngenta en acciones mayormente destinadas a entorpecer el trabajo de organismos regulatorios y/o políticos o trabajos científicos impidiendo que la defensa de la salud pública prime ante los intereses comerciales.
Competidoras en el mercado, Syngenta y Bayer-Monsanto han sido y son aliadas y socias en conocidos grupos de presión para lograr el herbicida se siga comercializando en la Unión Europea. Primero a través del Grupo de Acción del Glifosato (Glyphosate Task Force -GTF-) y luego en el Grupo de Renovación del Glifosato (Glyphosate Renewal Group).
También Syngenta, junto a sus socios a través de Croplife Internacional (CLI), ha interferido para lograr límites permisibles de tóxicos en alimentos, acomodados a su necesidad y lograr que se renueven permisos de agencias regulatorias para continuar vendiendo glifosato pasando “letra” a quienes debían tomar esas decisiones.
Pese a las evidencias, el estado argentino lo sigue autorizando basado en la confianza ciega en las empresas fabricantes y en una publicación con recomendaciones de salud que utiliza bibliografía del siglo pasado y que está plagada de papers científicos pagados por las mismas corporaciones.
Territorios de sacrificio
En Argentina se utilizan 139 plaguicidas prohibidos por su peligrosidad en otras partes del mundo. Aproximadamente un tercio de los pesticidas vendidos por las principales agroquímicas del mundo están clasificados como altamente peligrosos y tienen como principal destino a los países más empobrecidos. Unearthed (una organización periodística financiada por Greenpeace y la ONG suiza Ojo Público) realizó en septiembre de 2020 un detallado informe sobre el tema. Mencionan que, Syngenta fue por lejos el mayor exportador de agroquímicos prohibidos (29.307 toneladas).
“El 41 por ciento de los de los principales productos de los gigantes agroquímicos BASF, Bayer, Corteva, FMC y Syngenta contienen al menos un plaguicida altamente peligroso (HHP, por sus siglas en inglés)”, afirma Unearthed. “Las ventas de estos productos altamente peligrosos representaron el 36 por ciento de todos los ingresos de estas cinco empresas. Más de dos tercios de esas ventas se realizaron en países de bajos y medianos ingresos”, precisa la investigación.
“La situación es de extrema gravedad. Nuestros estándares ambientales son muy laxos y permiten tanto el ingreso como el uso de esos peligrosos plaguicidas, en nombre de la generación de divisas provocando consecuencias irreversibles tanto locales como globales”, afirma el ingeniero agrónomo Javier Souza Casadinho, de la Red de Acción en Plaguicidas y sus Alternativas para América Latina (Rapal). “Este modelo agro-productivo genera una alta contaminación, persistente en suelos, agua y que por supuesto afecta la salud de las comunidades. ¡Y claro que las empresas que venden esos plaguicidas se enriquecen mientras las comunidades más expuestas no reciben más que afectaciones!”, denuncia.
En los primeros nueve meses de 2022, el grupo Syngenta facturó 25.900 millones de dólares. La mitad de esos ingresos es producto de la venta de agrotóxicos.
Las ventas de esas “soluciones para el agro” en América Latina aumentó, en ese mismo periodo, un 62 por ciento.
El reporte de ganancias de Syngenta no menciona nada respecto a los impactos y daños sobre la biodiversidad y las personas.
* Este artículo cuenta con el apoyo de la Fundación Heinrich Böll Cono Sur.