500 años sin Leonardo da Vinci, el máximo referente del Renacimiento

Leonardo da Vinci fue pintor, escultor, ingeniero, arquitecto, físico, biólogo, filósofo, geómetra, botánico, modisto, cartógrafo, inventor de juegos de salón, útiles de cocina, fundidor y, entre otros oficios y saberes, urbanista. Parte de su legado científico, artístico, de anatomía, ingeniería civil y militar siguen haciendo eco la actualidad. ¿A qué se debe su extensa magnitud de incumbencias, saberes y talentos?

Este jueves, 03 de mayo, se cumplieron 500 años de la desaparición terrenal del italiano Leonardo da Vinci, considerado, universalmente, como uno de los grandes genios de la humanidad y el referente más extremo de hombre renacentista.

Aunque la faceta más explotada de da Vinci -que la Historia hegemónica occidental le atribuye- es la artística, su CV nos llevaría largo tiempo de lectura: sus terrenos de conocimiento e incumbencias trascendieron al emergente mundo del arte, de aquel entonces, y alcanzó campos tan distintos como la ciencia, la ingeniería civil y militar, la anatomía o la planificación urbanística.

Desde el punto de vista de los historiadores de la cultura occidental, el Renacimiento Italiano (siglos XV y XVI) suele ser visto, no solo como el inicio de una nueva época que puso término a mil años de Edad Media, hegemonizados, ideológicamente, por la Iglesia Católica y, concretamente, por el papado romano, sino también por el florecimiento de las bellas artes y el humanismo en todas sus más esplendorosas manifestaciones. El (epi)centro de esa refulgente explosión de libre creatividad del genio humano sería la ciudad-estado de Florencia, capital de la Toscana, sobre todo en la época de Lorenzo el Magnífico (1449-92), de la célebre familia de los Medici.

Hay sobradas razones para atribuirle ese incomparable mérito a la no menos incomparable ciudad de Florencia, reconocida hoy por la UNESCO como patrimonio de la humanidad, pues allí nació el patriarca de la literatura italiana y cumbre de la poesía universal: Dante Alighieri, autor de la Divina comedia, cuya lengua se convirtió en el italiano actual. Pero igualmente, Florencia ha sido cuna de un sinnúmero de genios de las ciencias, las artes y los saberes humanísticos. Baste con recordar nombres como Miguel Ángel para corroborar lo dicho.

Sin embargo, ha sido da Vinci quien simboliza todo el genio desplegado en esa paradigmática época y en esa refulgente región del centro de la Península Itálica, considerado como modelo y símbolo por excelencia de esa eclosión de los saberes humanísticos. Sobre él se han escrito bibliotecas enteras; se le ha analizado desde todos los puntos de vista imaginables. Por lo que, a primera vista parecería imposible imaginar siquiera que hubiese un nuevo enfoque en torno a su personalidad y dentro de su contexto histórico.

El ensayo biográfico con un título, nada original aunque muy sugerente: Leonardo Da Vinci – Genio del Renacimiento (Quarto, ediciones Folio S.A., Barcelona, 2006), cuyo autor es el profesor universitario y economista catalán, especialista en urbanismo, Luis Racionero, cuyo enfoque se inspira, como trasfondo filosófico no explícito pero sí permanente, en la dialéctica materialista, aunque recurriendo a ella como a un método científico y no a manera de un dogma ideológico.

“El método de Leonardo es un método generativo, y como todo acto de generación implica dos aspectos: atracción y fusión , es decir, conocimiento y composición. Leonardo quería entender la naturaleza para imitarla; pero imitarla no copiando las formas exteriores, sino reproduciendo sus actos generativos que hacen germinar las obras desde dentro; quería entenderla analizándola e imitarla creando; lo primero es ciencia, lo segundo arte; y ambos, en Leonardo, una y la misma cosa. Unidos indisolublemente, ciencia y arte forman el método de conocimiento generativo, entender para crear, componer conociendo”, expresa Racionero en el texto mencionado (pág. 60).

Nueve referencias da vincianas

La Gioconda es, por lejos, la obra más enigmática y famosa de todas las que se le atribuyen. La incorporación de la perspectiva de fondo, la incógnita sobre la identidad de la modelo, su gesto (¿sonrisa o indiferencia?) y la relación del pintor con la obra la han convertido en el cuadro más famoso del mundo. Cerca de diez millones de personas la visitan cada año, logrando que la mímesis narrativa siga siendo el referente de arte que opera en el inconsciente colectivo de las sociedades occidentales contemporáneas.

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Hombre de Vitruvio: Leonardo interpreta con genio y precisión en el cuerpo humano las ideas sobre “las proporciones del arquitecto romano”, Vitruvio. Usó como unidad de medida el dedo, las extremidades, la mano o el pié, para crear un todo en el que las partes están armónicamente relacionadas.

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Autorretrato: da Vinci realizó muchos dibujos durante su vida. Bocetos de cuadros, estudios de anatomía o proyecciones de inventos. También el único autorretrato conocido del artista. El dibujo, elaborado con la técnica de “la sanguina”, que le da un característico tono rojo, muestra un Leonardo con aspecto anciano, con barba, pelo largo y numerosas arrugas repartidas por su rostro.

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La última cena el momento en el que Jesús revela a sus discípulos quién le traicionará ha sido retratado por numerosos artistas, pero ninguno ha generado tantas teorías como la obra de da Vinci. El enigma y el misterio que rodea al fresco van desde la identidad de los retratados hasta la posición de las manos. El que más rentabilidad sacó al cuadro fue el escritor Dan Brown, que con su “Código da Vinci” vendió más de 80 millones de copias.

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El feto en el útero, estudios de anatomía: da Vinci manejaba el escalpelo con la misma habilidad que el pincel. Diseccionó cadáveres durante toda su vida y retrató con detalle órganos como el cerebro, el corazón o un cráneo diseccionado. Una de sus obras más famosas es este estudio (1511 aproximadamente), elaborado con tiza roja que muestra el útero durante un embarazo, con un feto en posición de nalgas.

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La dama del armiño: este cautivador retrato de la joven Cecilia Gallerani, la amante del Duque Ludovico de tan solo 16 años, está considerado el primer retrato verdaderamente moderno, por la profundidad psicológica que contiene la pose de la modelo, medio girada, y la expresión de su cara, llena de matices.

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Hélice de Helicóptero: es difícil escoger solo uno de los numerosos inventos que Da Vinci diseñó en el campo de la aviación. Entre sus bocetos se encuentra una aeronave con alas curvas, un planeador con alas móviles, un paracaídas o la primera hélice horizontal. Esta última sería el primer paso para que, varios siglos después, una máquina fuera capaz de elevar un vuelo vertical en 1907.

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Salvator Mundi: la obra más cara de la historia (subastada por 450 millones de dólares) y también la única de da Vinci en manos privadas. En ella se puede ver a un Jesucristo con fondo de penumbra, la mano derecha alzada levantando dos dedos en señal de bendición y, en la izquierda, una esfera de cristal. La imagen del pintor retrata a un Jesucristo como si fuera un “un ser humano”, según los expertos.

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Tanque. Quizá la más desconocida del genio era su faceta en el campo del armamento. Además de una ballesta gigante, un cañón que lanzaba balas en varias direcciones y otros ingenios bélicos, Da Vinci diseñó un tanque con una forma similar a un platillo volante, que incorporaba ruedas que se accionaban con manivelas. Este curioso invento y otros tantos se encuentra en los códices en los que plasmaba sus proyectos.

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“Los monumentos son signos de época e invitan a ejercitar la memoria y homenajearla”

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