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Como toda la historia, el rock es una historia de hombres, donde las mujeres solo son unas pocas y casi nunca protagonistas. Un género musical que acompañó la deconstrucción de un mundo que se planteaba de una manera, y relató las historias de los oprimidos, cuestionando siempre al opresor. Pero se olvidó de las mujeres.
Como toda la historia, el rock es una historia de hombres, donde las mujeres solo son unas pocas y casi nunca son protagonistas. Iba a reescribir el siguiente listado, pero mejor lo dejo tal cual lo encontré y sin ánimos de predisponer una reacción similar a la mía, quedé en un lugar muy lejano respecto a lo que el copete pretendía de mí, exactamente en el otro extremo.
ÍDOLOS
Según Wikipedia, un ídolo es una imagen de culto que es adorado por la deidad, demonio o espíritu que contiene o representa. Traído esto al plano cotidiano podríamos decir que nosotros tenemos por ídolo a alguien a quien admiramos por lo que es o hace de forma casi religiosa.
La página Tu ídolo es un forro expone nombres y foto de las personas en cuestión y al clickear, se puede acceder a los motivos por los cuales dichas figuras forman parte de la lista. Antes de consultarla por primera vez, el título mismo de la web hizo que tome una bocanada grande de aire porque yo también, como cualquier miembro de la sociedad civil, me encuentro lidiando con el hecho de encontrarme con decenas, cientos, miles de escraches públicos a personas cuya obra consumí o cuyo trabajo admiro. Pero, ¿qué pasa cuando la idolatría se interpone? ¿Qué dispositivos operan a la hora de bloquear la capacidad de una persona de enfrentarse a estos hechos y de anular o desandar su admiración por ciertas figuras? Ni siquiera me refiero a las personas de quienes no espero ya nada (el grupo llamado “conservador”), sino aquellos sectores progresistas que hacen oídos sordos a estos llamados a la concientización: ¿por qué es más fácil repudiar a figuras no tan populares ni significativas en el imaginario de la cultura masiva?, ¿qué dificultades aparecen cuando una imagen de referencia en la sociedad se vuelve, de repente, objeto de repudio por acciones que están, de hecho, tipificadas como delitos?
La capacidad de repudio a las figuras públicas no pertenece solamente a quienes, por motivos políticos, teóricos o de clase, rechazan el embelesamiento de la cultura popular. Pertenece también a quienes, formando parte de movimientos masivos, comprenden que los movimientos sociales que impulsan la lucha en contra de las violencias implican un cambio rotundo y no solamente coyuntural. Y esos mismos movimientos comprenden, o deberían comprender, las particularidades de lo masivo y popular. Mientras la vara con la que se mide y juzgan las violencias es del orden racional, la pasión popular permanece bien resguardada en la justificación de lo sensible. La hegemonía de lo sensible en el plano argumentativo es, también, una forma de negación inconsciente. Y sin dudas representa y articula las formas de construcción de lo popular, dentro de lo cual se encuentran las figuras idolatradas. Es por esto que, que el ídolo sea un forro, es visto y rechazado, muchas veces, desde aquella matriz argumentativa. Pero la incomodidad, la angustia y la molestia son umbrales a través de los cuales se constituyen también los criterios para analizar estos casos sin recaer en el sentido común o la facilidad de justificar los ídolos por su trayectoria. El horizonte de la lucha feminista implica también que los ídolos del futuro crezcan y se consoliden en un contexto en el cual la violencia en contra de las mujeres no sea una opción.
Sin lugar a dudas, algo cambió en la sociedad argentina en los últimos años y una nueva conciencia tiñe todos nuestros actos cotidianos. Uno de los ejemplos más claros es el del mundo del rock, quizás uno de los campos más idolatrados en las últimas dos o tres décadas en el país. Hoy en día, en cambio, es visto con recelo fruto de sus actitudes machistas y las múltiples denuncias -legales y mediante las redes sociales- de acoso que tienen a músicos como protagonistas.
Haciendo una breve reseña histórica del rock en nuestro país podemos ver qué fue un género musical que acompañó la deconstrucción de un mundo que se planteaba de una manera, y relató las historias de los oprimidos, cuestionando siempre al opresor. Pero se olvidó de las mujeres.
VIOLINES
El último fue Franco Salvador, baterista de la banda Pez. Se hizo pública una denuncia anónima en las redes, frente a la cual la banda salió a responder tres días después, también de manera virtual, y negó que haya habido cualquier abuso o relación sexual. Sin embargo, seguidores de la banda, así como también distintos sectores feministas, salieron a repudiar las palabras de la banda. Algo similar ocurrió con Guillermo Ruiz Díaz, baterista de El mató un policía motorizado.
Además del tristemente célebre caso de Cristian Aldana, ex-cantante de El Otro Yo, quien se encuentra en prisión luego del procesamiento por al menos seis casos de abuso de menores, los escraches y testimonios contra otras figuras del rock nacional siguen apareciendo bajo el lema #YaNoNosCallamosMás. La consigna busca evidenciar lo que muchas veces se calló y desnudar relaciones de poder machistas que se encierran dentro del ámbito del rock.
La respuesta de la banda, así como la respuesta que dio El Mató un policía motorizado el pasado 28 de febrero, fueron vistas de manera crítica. El negar los hechos de cuajo como hicieron ambas bandas, desestimando el testimonio de una denunciante, por más que sea anónima o con identidad reservada, demuestra que la sensibilidad social respecto a la violencia machista ha cambiado de manera radical.
Bajo la consigna “Yo te creo hermana”, la sororidad se hace presente. En el caso de las denuncias anónimas o de identidad reservada, donde tampoco hay una denuncia en el plano judicial –el abuso sexual no siempre es fácil de comprobar, mucho más cuando pasaron años del hecho-, se trata de nuevo paradigma que discute con la justicia tradicional, muchas veces entrelazada con lo peor de una sociedad patriarcal. Estamos ante una sociedad que empieza a ponerse del lado de las denunciantes y no mirar para otro lado, aun cuando no exista más pruebas que un testimonio.
El mundo del rock, inclusive el indie -que se presentaba como un terreno seguro hasta hace poco tiempo- tiene muchas respuestas para dar ante su propio público que hoy lo mira con otros ojos. No basta con afirmar la inocencia del acusado, ya que los modos de hacerlo también esconden formas machistas que terminan revictimizando a la denunciante. No basta con poner las manos en el fuego por un integrante de una banda e intentar dejar bien parados a los denunciados. Hoy la sociedad pide otro tipo de respuestas, donde la empatía y la conciencia de estar viviendo un momento histórico, piden expresiones acordes a las circunstancias. Y el público lo está haciendo saber: ya no nos callamos más, mucho menos ante el ocaso de los ídolos.
UTOPIANS
Cuando el acusado fue Gustavo Fiocchi, guitarrista de Los Utopians, al que se lo vinculó con dos chicas menores de edad y tras los duros testimonios viralizados en Twitter y su posterior pedido de disculpas, Barbi, líder y cantante de Utopians, decidió despedir a su amigo asegurando que “la banda jamás va a tomar posición de su lado, porque SIEMPRE estarán del lado de las pibas”. Aun así, Gustavo decidió dar la cara y tanto en una entrevista en una radio como en un descargo a través de Twitter pidió disculpas por lo sucedido y aceptó su futuro.
Al respecto, Lula Bertoldi, cantante y guitarrista de Eruca Sativa dijo lo siguiente:
https://www.youtube.com/watch?v=pkLMEKNMrqM
Así que aplaudiendo la difícil decisión de Barbi Recanti, será la única recomendada de esta entrega de mi columna.
A poco más de un mes de haber echado a Gustavo Fiocchi, Utopians anunció su separación.
El Barbi 7 de abril de 2018 debuta con su proyecto solista, como invitada de Eruca Sativa. La banda que la acompaña está formada por Tomás Molina Nera en batería (ex Utopians), Mario Luis Romero en bajo (ex Utopians) y Juan Manuel Segovia en guitarra (marido de Recanati). Actualmente están grabando su primer disco en el Estudio Átomo.