Todos tenemos una historia con “El amor después del amor”

El amor después del amor

El disco de Fito Páez salió a la luz el 1 de junio de 1992 y es el álbum más vendido en la historia el rock nacional. Pero más que sus records, “El amor después del amor” es la historia de una generación de jóvenes pos dictadura, primer gobierno de Menem y mundo que comenzaba acelerarse y estaba dejando atrás su sensibilidad.

Warner editó El amor después del amor con treinta mil copias estimando que se venderían en dos meses pero vendieron en tres días. El rosarino, que solía hacer treinta conciertos por año, hizo más de ciento cincuenta. Con más de un millón de copias, el disco se transformó en el más vendido de rock nacional.

Toda la historia con Cecilia Roth, su pareja de ese momento, a la que el propio Paez le adjudica un rol protagónico en la creación de El amor después del amor crean una magia alcanzable para el público.

“Esta canción – contó Páez en 2012 durante un concierto por los 20 años del álbum – surgió una noche, cuando yo no tenía ni 30 años. Estaba en la casa de una mujer que nunca pensé que me fuera a dar bola. Ella quería que me fuera”. Esa noche, en 1991, Fito se sentó en el piano de Ariel Rot y compuso Un vestido y un amor, la séptima canción del disco.

Del emblemático disco participaron Charly García, Andrés Calamaro, Fabiana Cantilo, Ulises Butrón, Celeste Carballo, Mercedes Sosa – incluso en 1995 tocó en vivo la canción que le da nombre al álbum en el teatro Ópera – y Gustavo Cerati, entre muchos otros.

Cada nota te lleva a un recorrido por ese viaje de juventud, el contacto físico con la obra con el disco hace que las cosas intangibles con el amor se vuelvan más reales.

Paez agradeció en el concierto de Velez de 1993: “Quiero agradecer a mi país el haberme permitido el beneficio de la aventura, las mieles de la odisea, el tiempo muerto que necesitan las palabras y la música para llegar al corazón de los otros”.

Llegó a los hogares y al corazón

Tengo casi la misma edad que el disco de Paez y a mi casa llegó años después, de la mano de mi hermano que a la vez llegó a través de su padre.

Con un cumulo de canciones que traía “El amor después del amor” nos hicimos melómanos. Fito sonaba todos los días en la casa del barrio Frontera Austral. A más de 10 años de editado el disco yo lo escuchaba y grababa en un casset poesías mientras sonaba “Tumbas de la gloria”. Quedaba como un podcast, aunque no entendía bien lo que estaba diciendo.

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Quería sentir un amor que también me hiciera escribir : “Te vi, te vi, te vi yo no buscaba nadie y te vi” pero ni siquiera había dado un beso.

Mientras tanto, en la habitación de mi hermano sonaba a los gritos: “Y no es tan trágico mi amor. Es este sueño, es este sol. Que ayer pareció tan extraño. O al menos tus labios”. A él al parecer ya lo habían besado y hasta le habían roto el corazón.

Paez y no tan solo ese disco, su legado en general, ha pasado por los hogares de los hispanos hablantes para recrear momentos de infancia y juventud de generaciones marcadas por las crisis y la sensibilidad que provocan esos contextos.

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