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En una charla con La Nota, los profesores a cargo de la cátedra perteneciente a la Licenciatura en Artes Plásticas de la F.A.U.N.T. reflexionaron acerca del proceso de trabajo que llevan en curso desde 1987.
El taller “C” es un espacio sui generi dentro de la Facultad de Artes. Su dinámica y modo de cursado, la disposición del espacio y hasta la mirada -tanto de los tres docentes a cargo, como de los alumnos-, posee un germen distintivo dentro de la institución académica, producto de una propuesta disruptiva y de un proceso que este año cumplió su aniversario número 30.
Dentro la estructura moderna de la Licenciatura en Artes Plásticas, cuando los alumnos y alumnas llegan a 3º año, tienen a disposición las especializaciones en pintura, grabado y escultura. A su vez, cada una de ellas cuenta con varias cátedras. El Taller “C” es una de las tres opciones de la especialización en pintura. Todos los talleres abarcan un desarrollo que se extiende posteriormente por 4º y 5º año.
Concretar la entrevista en las instalaciones del Taller “C” con Marcos Figueroa (Asociado full time y Coordinador) Carlota Beltrame (Asociada full time) y Geli González (Jefa de Trabajo Práctico full time) llevó más tiempo del que pensamos -ellos y yo, claro- y es que distintos inconvenientes dilataron el encuentro. El día que lo conseguimos, antes de empezar, Evi Tartari -artista visual, Lic. en artes y ex alumna- pasó de visita y (en medio de abrazos) puso a calentar agua para tomar unos mates. “Mantenemos contacto y un vínculo cercano con muchos de los egresados del taller”, dijo Geli González ante la inesperada visita. Egresados que -como Evi- cuentan con una sólida trayectoria y distinción como artistas visuales de la escena artística provincial y nacional. Entonces, en un espacio de mates y amena charla, Marcos Figueroa comenzó definiéndose a sí mismo como artista visual y docente, pero también como investigador y curador independiente. Marcos también tiene el título de arquitecto y, a pesar de no sentirse identificado con aquella profesión, afirmó que utilizó varios recursos aprendidos de la misma; “la arquitectura ha educado mi propia mirada en relación a las formas, a la luz de procesos proyectuales que no son similares a los desarrollos creativos entendidos en el campo del arte”, agregó.
Por su lado, Carlota Beltrame es Licenciada en Artes Plásticas y Doctora en Artes. Se reconoce a sí misma como artista visual, docente e investigadora y fue la segunda en incorporarse al Taller ”C”. La última en ingresar fue Geli González, quien también se define como artista visual, docente y es Licenciada en Artes Pláticas. Los tres integraron -e integran aún- diferentes grupos dedicados a la investigación, producción artística y gestión cultural.
Los comienzos
En 1985, el Departamento de Artes de la Facultad de Filosofía y Letras se desprendió de la misma, para dar origen a la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Tucumán. El Taller “C” entró en escena en 1987, luego de que -con la reaparición de la democracia en 1983- retornaran a la provincia varios profesores progresistas que fueron exiliados durante la última dictadura militar. “Aquel fue un momento fundacional, en el que la juventud explotaba de expectativas y energías productivas por el regreso de la democracia y el retorno de los derechos civiles. Fue una época de gloria, llena de esperanzas, que generó un inmejorable contexto para la Universidad”, destacó Marcos Figueroa.
La Licenciatura en Artes Plásticas surgió en el marco de una universidad pública, laica, gratuita y de libre acceso y con una estructura de currícula moderna, la cual entendía al arte de un modo tradicional y dividido en disciplinas, con un relato histórico lineal y consecuente con la visión fragmentada de la realidad y el conocimiento científico propuesto por el positivismo. “Tal forma de producir conocimiento se puso en tela de juicio desde los años sesenta hasta aquí -con más fuerza en los ochenta-, a través del movimiento posmoderno. En ese entonces el mundo vivió grandes cambios a niveles políticos, tecnológicos, científicos y culturales; la caída del muro de Berlín y todas sus implicancias generaron un terreno fértil para la producción artística y allí estábamos nosotros”, agregó Figueroa.
La escena actual
San Miguel de Tucumán es una ciudad reconocida por la cantidad de artistas consagrados nacional e internacionalmente en el ámbito del arte contemporáneo y muchos de ellos pasaron por el Taller “C”. “Es muy diferente lo que sucede ahora respecto a los orígenes del taller. El panorama se fue complejizando y hoy las producciones de los artistas necesitan de otros actores que lo dinamicen, como los curadores, críticos y gestores”, dijo Geli González.
“El concepto de artista asociado a la originalidad, que se recorta por una marca de estilo que lo define y lo separa de sus pares, ha desaparecido, dando origen a un artista que toma -de un mundo preexistente- un arsenal de información que la hace suya y la resignifica, por ejemplo a través de la cita y la apropiación. Estas son operaciones que se dan cotidianamente porque ya es imposible pensar al artista en su guardilla creando de la nada, algo completamente novedoso. Ante la avasallante cantidad de información alcanzada a través de Internet y los medios de comunicación, se producen infinitos cruces y nuevas imágenes que son utilizadas para su propia producción y así crear nuevos problemas e introducir novedades desde ese lugar”, remarcó Carlota Beltrame.
La carencia; el motor.
Entre los objetivos de la cátedra, Marcos Figueroa dijo que se destaca la necesidad de superar el déficit del paradigma moderno de producción, porque “creemos que el mismo no contiene al contexto actual. Consecuentemente cambiamos las herramientas, los modos de abordar los procesos creativos, el quiebre del binomio maestro-discípulo y fundamentalmente la desaparición del modelo vivo”, mencionó. Al respecto Carlota Beltrame dijo que “sacar el modelo vivo del taller fue una decisión difícil y desafiante, debido a que implica un gran vacío que debe ser trabajado y reelaborado. Éste funciona como un dispositivo que traba procesos de pensamiento y reflexión. La incomodidad generada por la falta del mismo, impulsa la necesidad de apoyarse en la lectura y el estudio de diversas fuentes de conocimiento, en clases que amplíen el panorama productivo y de investigación”. Por otro lado, Beltrame agregó que en el Taller “C” se aprende a introducirse en pensamientos complejos, en los cuales cuajan ideas técnicas y conceptuales y donde “los docentes, no transmitimos nuestro modo de reflexión sino que brindamos herramientas para que los alumnos puedan construir sus propios procesos creativos. También aprendemos de ellos, a partir de sus inquietudes, conflictos y mirada”.
El Taller “C” también ha funcionado como lugar de tránsito y albergue, de la mayor parte de artistas y actores vinculados a la producción de arte que han visitado la provincia. “Cada vez que viene un curador, crítico o artista relevante, lo o la invitamos para que comparta con nosotros algo de su experiencia, trabajo y/o trayectoria”, comentó Geli González, sumando que a lo largo de estos 30 años pasaron por el establecimiento de la facultad artistas como Claudia Fontes, Guillermo Kuitca, Pablo Siquier, Beto De Volder, Graciela Sacco, Guillermo Gómez Peña, Richard Deacon, Germaine Kruip, Sebastián Miralles, Kevin Power y Pastor Mellado entre tantos otros y otras.
Un proyecto contra-institucional
“Los maestros que bajan una “verdad”, que enseñan de su experiencia pero sin contemplar lo que los alumnos necesitan y, los alumnos que se encuentran en una posición pasiva y estrictamente receptiva, corren el riesgo de ser improductivos. En el Taller “C” tratamos de desarmar este modelo y generamos una pedagogía propia, que se asemeja mucho más a una especie de residencia larga y lenta pero dentro del ámbito universitario. Construimos hasta hoy, un espacio-laboratorio en el que todos aprendemos. El conocimiento es construido por todos y para todos”, concluyó Marcos Figueroa.