Querida Ilusión: el regreso de un clásico gay de la narrativa norteña
Querida Ilusión es una novela de Fabricio Jiménez Osorio publicada por La Cascotiada Editorial en el año 2020. Fue su ópera prima y una de las primeras novelas tucumanas que aborda el universo homosexual desde una óptica novedosa, en donde la realidad y lo místico se conjugan para devolver al lector una obra literaria con una gran carga sexual y romántica en un mundo imaginario que podría estar a la vuelta de la esquina.
A casi seis años de su publicación, entrevistamos al autor quien nos cuenta sobre la segunda edición de su novela.
Seis años después, Querida Ilusión vuelve a circular en tierras tucumanas. ¿Cómo te encuentra esta nueva edición?
Es increíble todo lo que pasó entre la primera edición y ahora, con la segunda. La escribí entre febrero y mayo del 2018 para una convocatoria de novela. Aunque no quedó seleccionada, con La Cascotiada nos pareció una linda idea publicarla e inaugurar así un nuevo camino como sello editorial. Pero a los meses vino la pandemia y nunca pudimos presentarla. Lo mismo tuvo una repercusión súper fuerte y se agotó esa tirada.
Hoy la editorial creció muchísimo, mis compañeros sostienen sus propios caminos en lo autoral (cosa que me da mucho orgullo) y yo me metí de lleno en el mundo de mis talleres de escritura. Todo eso nos cambió y se notó cuando nos pusimos a trabajar en la reedición: releímos, marcamos, corregimos, discutimos, reescribimos, con la lupa y la guía de Pato [Dezalot]. Creo que eso ayudó a que la reedición del libro terminara en una versión muy pulida, con la que me siento conforme y sobre todo contento. Muy contento.
La sensualidad y el tono hot de la novela se comentó mucho, especialmente entre las lesbianas.
Honestamente lo hice con ánimos de que les guste a los trolos, pero les terminó encantando a las lesbianas y los trolos no me dieron bola. Fue raro y gracioso eso. Y un poco de sentido tiene, porque me gusta reconocer esa herencia de estilo con varias novelitas torteriles argentinas de los últimos veinte años. Para mí esa forma de escribir tan visceral, rápida, transparente, pero también aniñada y desprejuiciada, es muy de las historias de Dalia Rosetti por ejemplo, y era algo que en esa época me interesaba explorar en mi escritura. Porque ahí tenés la “venta de una ilusión” muy política, que es que “escribir es fácil”. Y me sigue pareciendo necesario hacerle creer a cualquier persona que escribir es fácil y que puede empezar a probarlo ahora si quiere, y en especial a personas de nuestra comunidad. Si un tono contagia en alguien ganas de empezar a contar una historia propia ahora, ya mismo… ¡para mí eso es fenomenal! Después está el tema con la trama, con las escenas, con las chanchadas que hacen los personajes y creo que es ahí en donde se despliega eso que te sube la temperatura.
Por la nueva tapa, se nota que eso está y fuerte…
Siempre tuve el deseo de que alguno de mis libros tuviese una portada con una foto hecha por alguna amiga o amigo. No me interesan tanto los trabajos geniales de personas que no conozco, prefiero tener algún lazo afectivo con quien sea que convoquemos. Y ese es el caso con Sil Robato, que me parece una persona hermosa y encantadora, que además hace fotos alucinantes.
En 2024, en la Feria del libro de Santiago del Estero, donde siempre nos reencontramos, entre charlas y mates vamos gestando proyectos medio sin querer queriendo, algunos de los cuales se materializan con el tiempo. Ahí Sil nos mostró una sesión hecha con Salvi Garay, que se titula “Upianita” y Pato seleccionó algunas tomas. Después fuimos ensayando posibilidades de diseño, entre las muchas pruebas quedó la que focaliza en el torso, que es la definitiva y me encanta. La tipografía usada para mi nombre hace conexión con otros libritos míos anteriores, como un detalle. Y yo digo que el violeta conecta sin querer con parte del catálogo de la editorial, como Archipiélagos del Deseo y Un Milagro de lo Cotidiano.
En una entrevista con el escritor Daniel Posse, dijiste que Querida Ilusión es una novela que tiene “mucha televisión”. ¿A qué te referías con eso?
Si un trolo de mi generación se pone con lápiz a subrayar los guiños televisivos que encuentre, va a tener un laburito arduo, porque la novela está plagada de mensajes “para entendidos”. A la vez no es una propuesta de nicho, todo lo contrario, se lee igual si no los registrás y eso fue parte del trabajo con la edición. Cuando era chiquito, en mi infancia en Las Termas, veía mucha tele. La idea de querer “ser escritor cuando sea grande” era no por las novelas ni libros, sino por el sueño de guionar para unitarios como los de Pol-ka o los hermanos Borensztein. Era lo que yo más quería.
Encontré un placer muy adictivo en el hecho de analizar las escaletas y las formas de los diálogos de la televisión dosmilera. Ahí había un estilo que funcionaba muy bien y con el que hoy en día me abro a mucho juego, no solo en la escritura de ficciones mías, también en improvisaciones con personas cercanas con las que nos cazamos las referencias, por ejemplo, de Mujeres Asesinas y cosas así. Y en Querida Ilusión un poco lo que propongo es devaluar, con ironía y absurdo, ese tono de diálogos televisivos, que hace veinte años iban en serio y hoy serían meme.
Hay quienes dicen que Querida Ilusión es ya un “clásico gay” de la narrativa tucumana, habiendo incluso fotocopias dando vueltas. ¿Qué tenés para decir sobre eso?
No sé, es largo el camino que tiene que atravesar el libro de un autor vivo para llegar eso que se le llama “clásico”, hay mucho recorrido para que sea legitimado y tal. Con Pato venimos charlando desde hace bastante sobre la necesidad de reconocer, por ejemplo, a Juan José Hernández y Osvaldo Fasolo como exponentes de un “canon gay” en las letras tucumanas, un poco en risa, un poco en serio. Mientras tanto, con lo que voy desarrollando como mi obra, me interesa sentirme contento y en contacto. A mi taller ha llegado bastante gente estos años que asombrada me preguntaba y me sigue preguntando: “¿Vos escribís? ¿En serio? ¿Tenés libros que publicaste?”. Me da gracia y también cierto gustito el hecho de, cada tanto, poder volverme a sentir un recién llegado.
Es lindo bajar los humos y acordarse de que más que un “público masivo”, uno trata de ir sembrando una pequeña comunidad de lectores. Si son fieles, buenísimo. Y si el trabajo propio es olvidado pronto, eso es una oportunidad para seguir ofreciendo cosas nuevas y hacerlas crecer en paz, sin presiones. Ojalá igual que la novela ahora tenga nuevos lectores y que llegue a personas que se emocionen. Mi mayor deseo sería que despierte ganas de escribir.
En medio de una situación sensible en relación a las infancias trans vuelve esta novela en la que aparece el personaje de Raúl y una mirada sobre la comunidad gay y los hombres tras. ¿Te parece que envejeció bien?
Pensaba en esta idea de un “cupo trans” en la ficción literaria de aquí… Es difícil encontrar antecedentes de eso, ahora se me viene rápido a la memoria el personaje Mara, de “Visita francesa y completo”, de Eduardo Perrone, nuestro best-seller cancelado. Ella es un personaje trava con final feliz, cosa más rara todavía tratándose de una novela publicada de 1974. Mucho más acá en el tiempo, aparece Raúl en Querida Ilusión, que es un gauchito transmasculino y pansexual. En el pueblo no le dan cabida y ahí se abre un conflicto clave para la historia. A mí ese ninguneo que le hacen los demás a Raúl (salvo Lucas, el protagonista) me sirvió de coartada para cuestionar con un poco de humor cierto falocentrismo del mundillo marica de aquí.
Y eso se relaciona con una anécdota mía. Hace más o menos 7 años una amiga torta que ya no vive aquí -cuyo nombre me reservo, pero si está leyendo esto le mando un beso- andaba haciendo un taller de crónicas y me dijo que le interesaba conocer una tetera gay pero no se animaba. Me pidió si la quería acompañar y le dije “pero no entran pibas ahí”, así que se montó de chico y fuimos. Efectivamente no tuvo levante esa vez, las maricas no le dieron bola, aunque tampoco era su idea, sino más bien ir de voyeur y registrar experiencias y sensaciones. En ese sentido estábamos haciendo las cosas bien, sino la conclusión hubiera sido que estaba ella conmigo en el lugar equivocado, como Raúl en Querida Ilusión.
A la novela la escribí no sé si antes o después de esa anécdota, pero por ahí. Ya muchísima agua corrió bajo el puente: no soy habitué de teteras y me parece que hay muchos más trolos trans que antes, como si hubiera habido un estallido feliz, un poco de eso se ve en las Kiki. Pero como no todo el mundo es hetero ni todos los gays son cis, es algo que cuesta todavía entender, entonces pienso que la novela sigue vigente.
En los últimos seis años has tenido una producción de otros títulos como Te amo, Un Corazón Tranquilo y Ahora. ¿Cómo se relaciona Querida Ilusión con el resto de tu obra?
Hernán Lucero me dijo hace poco que parecían libros escritos por personas distintas. Mi amiga Simona, con su ojo clínico y amoroso, encuentra puntos fuertes de unión entre la enormidad de diferencias que exponen esos experimentos. Para ella tiene que ver con el deseo, la velocidad y la transparencia. Para mí Querida Ilusión se relaciona con los otros libros en lo procedimental, pero no por jugar al mismo procedimiento, sino por la búsqueda de procedimientos totalmente distintos, nuevos y revitalizantes del ejercicio de escribir. A Querida Ilusión la escribí de a tirones, acostado siempre y haciendo camino hacia la risa y el peligro. En cuanto a lo temático y a lo genérico, se emparentaría con Te amo, porque también es narrativa maricona con apoyo en lo conceptual y lo dialógico. Pero si en algo destaca como diferencia de todas las demás, es en que es la única pensada seriamente con intenciones de buscar comicidad.
¿Desearías que pase algo más con tus libros en lo que sigue? ¿Qué sigue, va a haber presentación?
Me encantaría una presentación, aunque me muera de nervios y obvio la vamos a hacer. Me encanta esa situación de encuentro, de estar con personas que no veo muy seguido, escabiando, bailando, conversando y que el libro sirva de excusa para eso. La parte seria también, y eso no me cuesta tanto. Tenemos ganas de mostrar al público “Upianita”, de Sil Robato, como una exposición dentro del futuro evento de presentación, también como propuesta que amplie el universo de la novela.
Por otro lado, antes tenía el sueño de que mis historias se adapten a teatro o a cine, pero ahora me conformo con mucho menos que eso. Obvio, si surge oportunidad de eso, feliz de la vida. Pero que alguien se acerque y me diga: “qué hermoso lo que escribiste, no podía soltar el libro”, o “me hizo llorar”, o “me tuve que ir al baño a hacerme la…”, o “me lo llevo de nuevo porque al anterior lo presté y no volvió”, eso ya me parece impagable. Lo que se dice una caricia al corazón.
Muchas gracias, Fabri.




Hermosa entrevista 💗