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Las denuncias por abuso y acoso sexual en distintas instituciones y ámbitos no cesan y miles de varones se preguntan “¿Por qué no rige la presunción de inocencia?”. Paula Gimenez habló con tres especialistas sobre el sistema judicial y la soledad de las víctimas. Nota Publicada en FiloNews
La otra vez discutí con mi papá, hombre sensato pero varón de más de 60 años, porque decía que ahora, con esta ola de denuncias, se va a llenar de mujeres rencorosas que acusarán sólo con sed de venganza. Cuando le dije que no quería discutir me respondió que era porque no tenía argumentos, así que esta nota va a dedicada a él y a todos los hombres con “cuiqui”.
Para poder formular ideas contundentes consulté a tres brillantes mujeres feministas que explicaron un poco el claro, pero complejo panorama de nuestra sociedad, en donde miles de relatos de abusos suceden en medio de un diciembre atípico lleno de varones confundidos y mujeres hartas.
La doctora en Ciencia Sociales en FLACSO, escritora y especialista en género Eleonor Faur, la filósofa, investigadora del CONICET y ecofeminita Danila Suárez Tomé y la Directora del Observatorio de Género en la Justicia del Consejo de la Magistratura de la Ciudad de Buenos Aires, doctora en Filosofía de la Universidad de Buenos Aires Diana Maffia hablaron con Filo.News sobre este tema tan complejo.
Un atemorizado príncipe azul
“Los varones tienen terror a que les planten denuncias falsas, pero también que les planten denuncias en sí mismo, porque poner una denuncia y hacer una acusación lo que hace es romper una capa de silencio muy espesa que daba por sentado que muchos varones podían tener comportamientos abusivos y que eso no tenía nada de malo”, sostiene Faur al respecto.
Todas esas costumbres y garantías que tienen los varones al vivir en una sociedad machista, que les permite abusar y violentar mujeres de manera estructural, tambalean frente a una televisión que se llenó de casos de acoso y exigencias de respeto jamás dichas en lugares tan masivos. “Esas actitudes están muy naturalizadas y frente a esta situación en la que se empieza a desnaturalizar esta lógica de las relaciones sociales y sexuales entre varones y mujeres en donde siempre primó un mecanismo de poder de jerarquía, deja a muchos atemorizados porque cambiaron las reglas del juego”, agrega Eleonor.
“Por supuesto que las personas acusadas tienen que tener las garantías para defenderse, pero en caso de que haya violencia sexual, es muy probable que no existan testigos, y hay que partir de no descreer de las víctimas. Cuando las pruebas no siempre son tan claras, hay que utilizar distintas estrategias para no cometer un error y desproteger a quien fue violentada o violentado”, indica la socióloga.
Creerle a la mujer como acto político
“Hay estadísticas de las denuncias falsas y son muy bajas. Hay un montón de voces que hablan desde la neutralidad de la Justicia, como diciendo ´cómo puede ser que las feministas salgan a decir yo te creo cuando en realidad se presume la inocencia para todas las personas´, pero estamos hablando de diferentes niveles. Cuando las feministas decimos ´yo si te creo´ lo hacemos como acto político, no epistémico. ¿Qué es epistémico? Que se puede probar que es tangible. Tampoco hablamos desde una creencia religiosa ni vamos a creerles a todas las mujeres en todas las circunstancias”, reflexiona Danila.
Si bien en Argentina no hay datos específicos sobre cuántas son las denuncias falsas respecto a agresiones sexuales, estudios realizados en Inglaterra y Estados Unidos sostienen que oscilan entre el 2% y el 8%.
Después de la denuncia de Thelma, la ola de acusaciones fue brutal y el acompañamiento del movimiento de mujeres y de los feminismos es contundente. “Durante muchos siglos la voz de la mujer no tuvo autoridad epístemica, no ha tenido ningún tipo de valor de verdad, siempre fue descartado, tildado como emocional. Pero no sólo en la Justicia, también en el ámbito de la política, en la producción de conocimiento, en humanidades, en todos los lugares de trabajo. Siempre la voz del varón pesa más que la mujer a priori, independientemente del contexto”, agrega la filósofa.
Por otro lado, Faur sostiene que el tema de las denuncias falsas “es casi un mito”. “De la enorme cantidad de denuncias muy pocas son falsas y lo que muestran las estadísticas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) es que muchísimos casos de violación no llegan siquiera a ser denunciados”, indica.
En ese punto, la doctora Diana Maffia detalla: “Desde el 137 (línea telefónica en donde se denuncia abuso sexual) calculan que sólo un 5% de las violaciones llegan a la Justicia“.
La (im)parcialidad del sistema judicial
“La Defensa Pública no tenía formación de género antes, la están construyendo ahora. Entonces era muy difícil competir con quien asesoraba al victimario y con quien, si es que conseguía un patrocinio gratuito, a la víctima. Entrar al poder judicial es muy complejo y conseguir una prueba en estas denuncias también”, sostiene Diana.
Es que las situaciones de abuso o de violación suceden, en general, en el ámbito privado y dichas circunstancias hacen que encontrar testigos sea casi imposible. A raíz de esa falencia, los victimarios obtienen la impunidad. “La primera prueba debería ser siempre el testimonio a la víctima, pero para eso es prescindible creerle, considerar prueba su testimonio. Pero hay una construcción de estereotipos tan enorme en la Justicia que es no sólo es difícil para una mujer acceder a ella, sino que, además, te expulsa“, explica la doctora.
Maffia, que trabaja en la Justicia desde hace años y lucha por el derecho de las mujeres a vivir una vida sin violencia, hace particular hincapié en la forma en la que la Justicia analiza y estudia los casos de violencia de género y en la cantidad de sexismos en los que cae porque “total, se leen entre ellos mismos”.
“Los preconceptos que tiene nuestro sistema Judicial respecto a la violencia de género son increíbles. Da impresión leer los fallos por la cantidad de etiquetas y estigmas con los que carga la mujer por ser mujer en la Justicia argentina. Desde la provocación que termina en femicidio hasta la justificación de abusos sexuales“, destaca Diana y agrega: “La cuestión judicial es tortuosa porque además le piden testigos a un delito que se comete puertas adentro. Salvo que encuentres sistematicidad en la conducta del agresor como fue el caso de Darthés, es muy complicado”.
“El relato de la víctima tiene que ser parte de la construcción de la prueba, pero muchos jueces y juezas se resisten a que así sea entonces la víctima se queda sin nada”.
“En ese momento la víctima es revictimizada porque a ella le hacen llevar la prueba, es ella la que tiene hacer las capturas de pantalla y conseguir voces que quieran apoyarla cuando en realidad el tribunal tiene la obligación de construir la prueba que a ella le exigen”, detalla Maffia.
¿Leyes más duras o políticas públicas efectivas?
¿Qué pasó con el caso de Thelma? ¿Por qué movilizó tanto a tantas personas? Para las especialistas un factor fundamental es la empatía. “El movimiento de mujeres construye una manera de hacer colectiva una denuncia individual. En donde no hay testigos, las testigos somos todas las mujeres que hemos atravesado esas mismas violencias. Esto es lo que impactó de la denuncia de Thelma, porque hizo rever en la memoria de todas las múltiples circunstancias que pueden terminar o no en un delito grave como es la violación, pero que hemos atravesado todas las mujeres. Son las distintas escalas de agresión machista a las cuales nos vemos sometidas desde la infancia“, reafirma Maffia.
Para las tres entrevistadas, exigirle a la Justicia penas mayores a los delitos sexuales, por ejemplo, es un error que ni siquiera a corto plazo soluciona la discriminación que sufren las mujeres de nuestro país. “Creo que tenemos que ser cuidadosas frente a una lógica punitivista“, advierte Faur.
La importancia de una eficaz Ley de Educación Sexual Integral en cuestiones de abuso sexual en la infancia es clave y se vuelve reiterativa en los discursos del movimiento feminista. Darle información a un niño o una niña sobre la sexualidad y los límites, el abuso y el acoso, el respeto por las minorías y una especial lectura de género son formas de solucionar estos problemas arraigados en una sociedad machista.
“Muchas de estas memorias se entierran, porque en el momento que ocurren no se entiende bien qué sucede. Muchas veces la familia desmiente y vale la pena destacar que el 70% el abuso viene, casualmente, de la familia. Durante la infancia hay una molestia pero ese niño o niña no entiende bien qué pasa porque nadie se lo cuenta. No tienen en la infancia las herramientas para comprenderlo, por eso cuando pedimos educación sexual es también para evitar estos abusos. No es razonable que digan ´con mis hijos no te metas´ porque es la propia familia la que abusa y violenta“, refuerza Maffia.
“Necesitamos la ESI para que cada vez haya menos silencios, necesitamos políticas culturales, necesitamos medios responsables, Defensoría del Publico, que haya un control de la información que se da y cómo se da. Necesitamos la observación del Estado frente a los mecanismos mediáticos de cosificación de las mujeres. Hacen falta políticas públicas urgentes para que haya cada vez menos hombres cómplices de las violaciones y menos varones asustados por las futuras denuncias“, finaliza Faur.