Mientras vemos cómo a nivel nacional proliferan políticas vinculadas a dar respuestas a la situación desigual de las mujeres y las disidencias en el ámbito público, en Tucumán observamos esos avances sin ser protagonistas. En la provincia las mujeres no ocupan bancas, ni están en los espacios de decisión, lo cual no parece incomodar a la dirigencia tucumana. Por Muchachas Peronistas
El 3 de septiembre, en horas de la noche, se publicó el decreto n°721/2020, que fija un cupo laboral de al menos el 1% para personas travestis, transexuales y transgéneros en el Gobierno Nacional. El mismo lleva la firma del presidente Alberto Fernández, el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, y la Ministra de las Mujeres, Géneros y Diversidad, Elizabeth Gómez Alcorta. De esta manera, el Ejecutivo Nacional da un paso hacia la igualdad formal de un sector históricamente postergado. Este es uno más de los hechos concretos motorizados por Fernández, que da respuestas a las demandas del progresismo, el colectivo LGBT+ y los feminismos; entre ellos, se pueden contar la creación del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad, del Gabinete Nacional para la Transversalización de las Políticas de Género y el Plan Nacional de Acción contra la violencia de género.
Ahora bien, sabemos que la inclusión de las mujeres en estos ámbitos, e incluso la incorporación de las mismas en áreas estratégicas del gobierno, no garantiza que tengan voz en las decisiones o que participen de la llamada “rosca política”. A esta situación hizo referencia la periodista Ingrid Beck en una nota de opinión publicada por el portal Letra P, en la que menciona a la “mesa chica” del presidente, donde (¡qué sorpresa!) todos son varones.
Haciendo zoom en la realidad local, Tucumán es una provincia de tradición conservadora y es reconocida por su atraso en políticas de género. El statu quo –inquebrantable- tiene un sesgo marcadamente patriarcal, que se reproduce en todos los ámbitos, de los cuales el terreno político está lejos de ser la excepción. El fuerte respaldo de la Iglesia y los sectores más conservadores (el empresariado, grupos religiosos y medios de comunicación hegemónicos), tanto al oficialismo como a la oposición, ha logrado cajonear múltiples iniciativas tendientes a mejorar las condiciones de las mujeres tucumanas. La simbiosis existente entre la clase política y el lobby conservador hace que instalar cualquier discusión en tal sentido se convierta en una odisea.
La desigualdad de género se manifiesta en la conformación de los tres poderes del Estado. Pese a la Ley de Cupo existente en nuestra provincia, el sistema electoral de acoples dificulta el acceso efectivo de las mujeres al ámbito legislativo porque, salvo raras excepciones, son quienes secundan a las cabezas de lista. Las asimetrías de género respecto a la conformación de la Legislatura y los Concejos Deliberantes municipales, lleva a que en casi ningún recinto haya más del 30% de mujeres, y que existan casos (como por ejemplo el municipio de Yerba Buena) en donde no hay ninguna mujer que represente a la ciudadanía. El gabinete del Gobernador Juan Manzur, por su parte, solamente cuenta con dos Ministerios encabezados por mujeres, mientras que los otros siete tienen titulares varones.
Cabe aclarar que en ningún caso la ocupación de una banca o un cargo por parte de una mujer garantiza por sí misma la aplicación de perspectiva de género. Sin embargo, aunque es cierto que en esta provincia hay sobrados ejemplos de mujeres que responden orgánicamente a los sectores conservadores, también observamos con beneplácito muchas iniciativas de funcionarias que solitariamente y sin gran respaldo institucional, impulsan acciones tendientes a ampliar los derechos de las mujeres y diversidades tucumanas. Algunos ejemplos son la creación del Cuerpo de Abogados para víctimas de violencia de género, en la Secretaría de Derechos Humanos, el impulso y presión pública de dirigentas para que se apruebe la Ley Micaela, el cupo laboral trans aprobado para el Municipio capitalino, y el activo trabajo de articulación que lleva adelante la Secretaría de la Mujer de la provincia. Por supuesto que, para estar a la altura de las políticas públicas que los tiempos actuales demandan, se requiere la participación de mujeres a otro nivel, el de la toma de decisiones.
¿Y cuál es la situación de la rosca en Tucumán?
Tras esta presentación sintética de cómo es la participación de las mujeres en la provincia, podemos presuponer que las mismas no se sientan en los asados, ni en las reuniones de la mesa chica. Y, efectivamente, es así.
Las presiones nacionales dejan en claro que se requieren urgentes medidas para disminuir las brechas por razones de género; pero: ¿se avanza hacia la igualdad solamente incorporando mujeres en las fotos?, ¿o es urgente que las tomas de decisiones abandonen los terceros tiempos de partidos de fútbol de los muchachos? En el oficialismo comarcano, salvo por la presencia de Carolina Vargas Aignasse en el Ministerio de Gobierno y Justicia (quien encabeza una cartera estratégica y forma parte de algunas discusiones de la mesa chica oficialista), sobran muestras de dirigentes con trayectorias políticas en ocasiones bastante cuestionables, cuyo único capital político es ser varones.
El asado del viernes por la noche, el picadito de fútbol en alguna cancha, un whisky compartido entre muchachos: todos escenarios en donde además de colarse algún que otro comentario machista, se discuten y acuerdan cuestiones trascendentales de la política. Si hay mujeres, generalmente el rol asignado es el mismo siempre: servir a los comensales y preparar las ensaladas. Muchas veces el lugar de participación de las mujeres se limita a lo superficial y decorativo; nos preguntamos entonces: ¿cuál es el respeto por la mujer que decide hacer política? ¿Cuál es el temor de los compañeros de abrir camino a la carrera política de las mujeres? Y no hablamos de la carrera apadrinada y controlada por ellos, sino la que pueda hacernos competir como pares.
Lo anteriormente expuesto, pone en tensión al peronismo tucumano frente a un Gobierno Nacional que está obrando los mecanismos para aggiornarse y dar lugar a las discusiones que día a día están cobrando relevancia en la ciudadanía argentina, y son demandadas sobre todo por las generaciones más jóvenes.
Ahora quedan una serie de interrogantes que más temprano que tarde la clase política tucumana tendrá que empezar a responder: ¿se efectivizarán mecanismos de participación real para las mujeres?, ¿tendrán vigencia los viejos mecanismos de la política para captar a un electorado con nuevos intereses? Y finalmente… ¿la rosca se hace sólo con huevos?
Por suerte tendremos un 2021 para responderlos.