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Más allá del rechazo: vivir la fe siendo LGBTIQ+

Por Nahuel Porta. Activista LGBTIQ+

Acercarse a la fe siendo una persona LGBTIQ+ muchas veces es un acto de esperanza. Esperanza de encontrar consuelo, comunidad, sentido. Pero ese camino, que debería ser de amor y acogida, con frecuencia se convierte en uno de dolor. Las miradas que juzgan, los discursos que disfrazan el rechazo de doctrina, los silencios que pesan más que las palabras… todo eso deja marcas.

Quienes se acercan a la Iglesia con la certeza de que hay un Dios que ama sin condiciones, a menudo se enfrentan a una contradicción: el verdadero mensaje choca con prácticas que excluyen. Y entonces surge la pregunta: ¿es posible vivir la fe sin tener que dejar de ser?

Hoy existen señales de que esa reconciliación es posible. Algunas voces dentro del cristianismo empiezan a reconocer el valor de cada identidad, de cada historia. Los gestos del Papa Francisco hacia la inclusión de las personas LGBTIQ+ en la Iglesia Católica, así como el camino decidido de algunas iglesias protestantes hacia la plena aceptación, son parte de ese cambio.

Porque aún en medio del rechazo, hay caminos abiertos. Y hay quienes, a pesar de todo, seguimos buscándolos.

Papa Francisco

Un miércoles 13 de marzo de 2013, decenas de miles de personas se encontraban reunidas en la Plaza de San Pedro, en el Vaticano, esperando el anuncio oficial del Cónclave. Se podían observar miles de paraguas y banderas de todas las naciones, bajo la lluvia y con una temperatura que, a medida que iba anocheciendo, descendía cada vez más. Desde la chimenea de la Capilla Sixtina ya se podía ver la fumata blanca, y las campanas de la basílica de San Pedro comenzaron a sonar sin cesar. ¡Habemus Papam! 

Jorge Mario Bergoglio nació un 17 de diciembre de 1936 en Buenos Aires, y un miércoles 13 de marzo de 2013, a sus 76 años se convirtió en el primer papa latinoamericano, argentino y jesuita en la historia de la humanidad. Desde ese momento se empezó a sentir que se asomaban aires de cambio para la iglesia católica. Y quienes tuvimos ese presentimiento, estábamos en lo cierto: el Papa Francisco vino a revolucionar la Iglesia desde adentro. 

¡Que acá adentro va a haber lío, va a haber!

En el marco de la XXVIII Jornada Mundial de la Juventud, a cuatro meses del inicio de su pontificado, Bergoglio llegó a Río de Janeiro con un mensaje clave para los jóvenes del mundo: hagan lío. El encuentro reunió a más de tres millones y medio de personas. Para dimensionar esa convocatoria, podemos tomar como referencia el show gratuito de Madonna en las playas de Copacabana en 2024, que convocó a un millón y medio de personas. El entusiasmo por el nuevo Papa superó los récords que cualquier ídolo secular podría esperar. 

Durante esos días, a pedido del Papa, se organizó un encuentro con la juventud argentina presente, que se desarrolló en la catedral de San Sebastián. La catedral se llenó rápidamente y, en sus afueras, en medio de la lluvia, más de treinta mil jóvenes esperaban poder escuchar las palabras de Francisco. 

Espero lío. Que acá adentro va a haber lío, va a haber. Que acá en Río va a haber lío, va a haber. Pero quiero lío en las diócesis, quiero que se salga afuera… Quiero que la Iglesia salga a la calle […] Las parroquias, los colegios, las instituciones son para salir” – Papa Francisco (2013)

El mensaje que traía era un aliento a los jóvenes a que sean el motor de cambio de la iglesia, que debía abandonar la comodidad, dejar de estar retraída, y salir a las calles. Los animó a cuidar los extremos del pueblo, la memoria colectiva, y a no dejarse excluir. 

Pero el llamado del Papa no se limitó a una invitación a la acción social: también les ofreció una guía espiritual profunda. Francisco no solo alentaba a salir a las calles, sino a hacerlo desde el corazón del mensaje evangélico: la misericordia, el compromiso con los más pobres, la cercanía y el servicio. Esta propuesta refleja el gran compromiso que Bergoglio asumió con el pueblo, especialmente con los más marginados, con la gente común, la que camina a pie. 

¿Quién soy yo para juzgar?

Durante su regreso al Vaticano, luego de sus actividades en la Jornada Mundial de la Juventud, el Papa tuvo un intercambio de más de ochenta minutos con la prensa presente en el avión papal. En esa conferencia, Francisco respondió preguntas sobre la economía del vaticano, el papel de las mujeres en la iglesia, y los abusos. Pero hubo una pregunta en particular que agitó el avispero: cómo iba a afrontar el tema del llamado “lobby gay” en el Vaticano. Aquella declaración fue una señal contundente de que los tiempos estaban cambiando, incluso dentro del Vaticano: 

“Usted hablaba del lobby gay. Bien, se escribe mucho del lobby gay. Todavía no he encontrado quién me enseñe un carnet de identidad que diga ‘gay’ en el Vaticano. […] Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla? El Catecismo de la Iglesia Católica explica esto de una manera muy hermosa; dice: ‘No se debe marginar a estas personas por eso, deben ser integradas en la sociedad’.”

Entonces entendimos que el Papa no traía tapujos a la hora de hablar de los temas que incomodaban dentro de la Iglesia. Pero el cambio que proponía para ella, apenas comenzaba.

En su autobiografía Esperanza, publicada en 2024, el Papa aborda temas como la inclusión de personas homosexuales y trans en la Iglesia, así como los desafíos que esto conlleva. Desafíos que no provienen del evangelio, sino de estructuras y decisiones humanas. Él mismo señala que escandaliza más la bendición a una persona homosexual que a un empresario que explota a sus trabajadores –lo cual constituye un pecado grave– o que contamina el medio ambiente. 

Mensaje contra la criminalización

Hoy alrededor de 64 países aún condenan la homosexualidad, y en algunos hasta pueden llegar a la pena de muerte. El Papa ha expresado su preocupación por estas condenas legales que aún existen. Asegura que “la homosexualidad no es un crimen, es un hecho humano”, y los cristianos no pueden permanecer indiferentes ante estas injusticias. No es la primera vez que lo dice: más allá de sus escritos autobiográficos, ya había hecho declaraciones similares en entrevistas y documentos anteriores. 

Bautismo para personas trans

Sin dudas, estamos ante un cambio profundo en la Iglesia católica desde que Francisco asumió como sumo pontífice. Entre esos avances se destaca la inclusión de personas trans en el sacramento del bautismo, un rito esencial para los creyentes cristianos. Además, el Dicasterio para la Doctrina de la Fe abrió la posibilidad de que personas trans puedan ser madrinas o padrinos en bautismos. El documento fue publicado por el Dicasterio el 31 de octubre de 2023, y fue una respuesta a un obispo brasileño. 

Bendición para parejas del mismo sexo

Otra medida significativa fue la aprobación para que los sacerdotes católicos puedan impartir bendiciones a parejas del mismo sexo. Esto se encuentra el documento oficial del Vaticano titulado “Fiducia supplicans. Sobre el sentido pastoral de las bendiciones”. Siempre con énfasis en que la bendición es hacia las personas –no hacia una unión equiparable al matrimonio sacramental– y bajo ciertas condiciones: sin liturgia formal ni símbolos propios de un casamiento. Aunque la Iglesia no reconoce el matrimonio igualitario, este gesto representa un avance importante dentro de su tradición. Francisco también ha expresado en varias ocasiones su apoyo a marcos legales que protejan a las uniones civiles entre personas del mismo sexo. 

Actividad de cristianos LGBTIQ+ en el calendario del Vaticano

Un gesto reciente del Vaticano fue incluir en el calendario oficial del Jubileo 2025 una actividad organizada por una asociación de católicos LGBTIQ+ La tenta di Gionata. La propuesta incluye una peregrinación, una vigilia de oración en una parroquia de Roma y una visita a la Basílica de San Pedro. Aunque no se trata de un apoyo explícito a todas las actividades del grupo, la inclusión en el calendario refleja una clara apertura hacia la comunidad LGBTIQ+. 

No hace falta creer para admirar

El camino no fue fácil para llevar adelante estas, y más, acciones transformadoras dentro de la Iglesia. Sin embargo, con determinación, el Papa Francisco ha logrado abrir puertas que parecían selladas por siglos. Muchas de estas decisiones eran impensables en otros momentos de la historia. 

Es de público conocimiento que, hace un mes, el Papa tuvo complicaciones en su salud respiratoria y debió ser internado en el Hospital Universitario Agostino Gemelli de Roma. 

Durante esos días se dió un fenómeno que no pasó desapercibido: el apoyo de muchas personas que no se identifican con la Iglesia Católica, pero que pedían por la pronta recuperación del Sumo Pontífice. Sin duda, el legado que Francisco está dejando al mundo no se limita solo a la Iglesia puertas adentro; la apertura que promueve, la inclusión, sus enseñanzas sobre el amor al prójimo, el trato hacia a los más despojados de la sociedad y su no indiferencia ante las atrocidades que atraviesa el mundo entero, no pasan desapercibidas. 

Iglesia Luterana 

Para poder hablar del protestantismo en Argentina y su apertura hacia la comunidad LGBTIQ+, primero es necesario dar un pequeño rodeo histórico y teológico.

Las corrientes protestantes surgen en el siglo XVI con la Reforma impulsada por Martín Lutero, un monje alemán que cuestionó muchas prácticas de la Iglesia Católica de su época, como la venta de indulgencias. Su propuesta no fue solo una crítica, sino un llamado a volver al mensaje original de los evangelios. Esta Reforma dio origen a varias iglesias que hoy conocemos como protestantes, entre ellas la Iglesia Luterana. A diferencia del catolicismo romano, muchas de estas tradiciones priorizan la relación personal con Dios, la interpretación directa de la Biblia y la organización descentralizada de sus iglesias.

Hoy, esa misma búsqueda de volver a las raíces del mensaje de Jesús —un mensaje de amor, justicia y libertad— está llevando a algunas comunidades protestantes a abrirse verdaderamente hacia quienes, históricamente, han sido marginados.

El pastor Sergio López y su esposo

Hace exactamente un año conocí al pastor Sergio López. Me invitó a una misa en la Parroquia Esmeralda de la Congregación Evangélica Alemana, una iglesia luterana ubicada en pleno centro de Buenos Aires. Recuerdo que la iglesia tenía esa arquitectura clásica que uno espera: estilo neogótico, un púlpito de madera, órgano de tubos, bancos alineados, sin imágenes de santos, todo sobrio pero cálido.

Sergio Lopez es el primer pastor abiertamente gay de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata (IERP), una iglesia de raíz luterana y reformada, con fuerte presencia en Argentina, Uruguay y Paraguay. Su historia es profundamente humana. Criado en Gobernador Virasoro, en Corrientes, se formó inicialmente como católico y llegó incluso a estudiar filosofía y teología en Roma, con la intención de ser sacerdote. Pero ese mundo —marcado por el machismo, el silencio y la represión— lo expulsó. No porque se fuera él, sino porque no había lugar para alguien que amara a otro varón.

Fue en Buenos Aires donde encontró otra posibilidad: una comunidad protestante que no solo no lo rechazaba, sino que le ofrecía un camino de fe con libertad. Estudió teología protestante, y en 2012 fue ordenado pastor. 

Sergio está casado con su esposo Renato. Su modelo de vida, lejos de la imagen tradicional del “pastor y su esposa”, rompe con esquemas. Ambos comparten tareas, ministerio, responsabilidades. 

La Iglesia Evangélica del Río de la Plata, a la que pertenece, no sólo respalda el matrimonio igualitario, sino que también promueve activamente la Educación Sexual Integral y el acceso a derechos sexuales y reproductivos. No son temas secundarios: son parte de una fe encarnada, comprometida con la vida real de las personas.

A veces, la apertura no llega desde lo institucional, ni desde los grandes titulares, sino desde personas concretas que deciden no esconderse, que entienden que la espiritualidad también se milita, también se celebra, también se ama.

Por eso, ver a un pastor con su esposo, bendecir a otras parejas, acompañar a quienes históricamente han sido dejados afuera de los templos, es una señal clara de que otra iglesia es posible.

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