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Improvisación, cuerpo, performance, fiesta, clown, muerte, calle y poesía son algunas de las características del grupo integrado por Verónica Pérez Luna, Sandra Pérez Luna y Tita Montolfo, que, desde hace 26 años, construyen -pero sobre todo deconstruyen- sentido en el teatro tucumano.
“Nos juntamos, inicialmente, veintiséis años atrás para trabajar en nuestra primera obra, llamada Antígona Velez, sin saber que llegaríamos hasta aquí”, señaló la actriz e integrante de Manojo de Calles, Sandra Pérez Luna, en un diálogo para La Nota, en el marco del Día Internacional del Teatro, celebrado este miércoles. “Somos Resistencia, Permanencia y Grupalidad, así, con mayúsculas”, continuó.
El grupo teatral, Manojo de Calles, actualmente conformado por Verónica Pérez Luna, Sandra Pérez Luna y Tita Moltofo, nació el 25 de marzo de 1993, durante el gobierno del ex represor, Antonio Domingo Bussi, electo en democracia, y fue fundado por Sandra y Verónica Pérez Luna, Mariela Ibarra, Viviana Hurvitz, Jorge Pedraza, Sergio Gatica y Rubén Fleita. “Al principio éramos siete, pero fuimos Sandra, Jorge y yo quienes continuamos hasta construir una poética que nos caracterizara”, destacó la licenciada en teatro, actriz y directora del grupo, Verónica Pérez Luna.
“Teníamos la necesidad de un teatro con nueva identidad, que no repitiera los formalismos técnicos y convenciones destacadas en el teatro hegemónico de aquellos años en nuestra provincia, propuestos por el Teatro Estable y algunos grupos o elencos dirigidos por directores (varones en su mayoría), de reconocida trayectoria”, recordó Verónica.
A lo largo de los veintiséis años recorridos, se sumaron al grupo -por distintos períodos-, Astrid Minetti, César Romero, Tita Montolfo, Darío Mansilla, Celeste Lafuente, Alejandro Villagra, Cecilia Rosales, Carina Morales Estrada, Gonzalo Véliz e Ivan Santos Vega.
“Nos reunimos para crear juntos, para aprender pero conservando nuestras diferencias. Ahora sólo tres actrices seguimos formando el manojo, pero varias calles se han desprendido para continuar su propio rumbo”, señaló Verónica.
Contexto y teatro
Manojo de Calles surgió en paralelo al Grupo Caverna, coordinado por Máximo Gómez; Marfil Verde, por Teresita Guardia; La Vorágine, dirigido por Pablo Gigena y Noé Andrade y La Baulera, grupo coordinado por Jorge Gutiérrez. Previamente, a fines de los ochenta, surgió Propuesta, dirigido por Oscar Nemet y años después surgió el grupo Tajo, bajo la coordinación de Nicolás Aráoz.
“Cuando arrancamos, esos colectivos conformaban el contexto teatral independiente. Desde allí se realizaban propuestas que señalan las fuertes contradicciones que se vivían en aquel momento, no sólo en Tucumán sino también en todo el país; si bien habíamos regresado a la democracia, convivíamos con una fuerte idiosincrasia de raíz autoritaria que, nos pese a todos, sigue vigente”, reflexionó Verónica.
“La experiencia atravesada en Manojo de Calles me sirvió para realizarme profesionalmente, pero también a nivel personal, porque en la medida que me formaba como actor, lo hacía también alrededor de valores y experiencias que incitaban la libertad de expresión y exploración interna de cada uno. Tal es así, que en esa instancia de trabajo y convivencia, pude descubrir y construir mi lado femenino, un lado que no todos los varones se permiten explorar”, recordó y reflexionó Jorge Pedraza, uno de los fundadores del grupo, que actualmente vive en C.A.B.A. y fue consultado por La Nota.
Del fin al comienzo
“¿Qué nos mueve a hacer teatro? ¿cómo surge una idea? ¿qué buscamos en los ensayos? ¿por qué soportamos la angustia de un proceso creativo? ¿cómo es posible dejarse penetrar hasta los huesos por la mirada inquisidora del otro? ¿qué prótesis sostiene nuestro magullado espíritu? ¿en qué creemos los artistas? ¿cómo seguir creando después de tanto dolor?”, interrogaron desde “Manojo”, Verónica Pérez Luna, Sandra Pérez Luna, Tita Montolfo, junto a Maria Cecilia Rosales, Federico Galetti y Eli Cárdenas, con la obra Pedro y las Pelonas o Exvotos, con la que recorrieron escenarios de toda la región y se presentaron en septiembre pasado en México.
Ficción, teatro, patriarcado, violencia, modelo familiar, capitalismo y muerte convergen en una disputa sinfín de construcción escénica en esta obra, donde las atrices se lanzan al juego escénico y al riesgo de crear sentido nuevo en cada ensayo o función. “Tomamos el concepto de exvoto, que significa ofrenda, y elaboramos nuestro propio término de ‘exvoto teatral”, explicó Sandra Pérez Luna.
“En esta obra (“Las pelonas”), la investigación fue basada en el concepto de cuerpo roto, complementado con apoyos precarios -en relación a los objetos ortopédicos- sumado al trabajo esquizofrénico de personajes, los cambio de genero y planos de realidad/ficción, un juego permanente y vertiginoso de relaciones de poder, puesto en las distintas obras que abordamos a lo largo de tantos años de ejercicio teatral”, agregó Sandra.
Su directora, Verónica Pérez Luna, ubica a “Las pelonas” en una correspondencia creativa de una madurez a tono, con los último diez años de producción del grupo, donde se pueden destacar a mismo título, obras como 3×3, Después de Muertos, Solo de a tres y 6 (seis).
Hacer teatro
Tanto Verónica como Sandra Pérez Luna aseguran que la continuidad del grupo vino aparejada de una crisis permanente que impulsó la investigación del oficio, dentro y fuero de “lo académico”, para darse una propia definición acerca de sus principios técnicos y estéticos. “Nuestra manera de hacer teoría guarda más relación con la literatura y la poesía, que con el rigor de un método científico. Sí cristalizamos técnicas de actuación, porque la consideramos como una base para el desarrollo actoral, pero ponemos más acento en lo que mantiene activo al actor: su fibra íntima”, aseguró Verónica.
“Para nosotras, definirnos como un grupo de investigación, implica una posición ética frente a nuestra profesión, y la investigación es una actividad que nos plantea un estado de integración y puesta en crisis de todos los saberes que hemos alcanzado hasta ese instante en nuestra profesión, por eso es un riesgo para nosotras y para el espectador, porque no se anticipa el resultado”, agregó.
“Además, promovemos una actuación desde los bordes, en una zona fronteriza donde lo autoreferencial no es algo que digo sobre mí, sino lo que a través de mi cuerpo se rebela: lo que nace de esto es que llamamos pulsión”, continuó Verónica Pérez Luna.
Siguiendo lo anteriormente propuesto por Verónica, “actuar implica, en parte, dejar de ser una misma para poner el cuerpo al servicio de la obra, la escena y la construcción colectiva”, expresó Tita Montolfo, que se incorporó al grupo en el año 2000. “Desde “Manojo” tratamos de poner en crisis permanente el cuerpo, la voz, la afectividad y el pensamiento, arrojando una zona de riesgo, que impulsa el uso de las herramientas vitales de orden básico. Es ahí cuando nos convertimos en hacedoras de nuestro propio camino”, continuó.
En un mundo donde rigen las lógicas capitalistas, que en el Teatro se reflejan en el divismo, las experiencias colectivas suelen ser revolucionarias, más aun, cuando ser reconoce el patrimonio teatral que otros nos legaron. El tejido teatral se reconstruye casi al unísono que el social, pese a que siempre está en riesgo de caer en la trivialización y de olvidar su lugar de rito social, que es desde donde podemos transformar lo que nos hace daño.
Verónica Pérez Luna
Génesis
Las fundadoras recuerdan que el nombre surgió por azar, a partir de un juego de libre asociación de palabras. “A pesar del origen arbitrario del nombre, nuestra historia escénica puso en evidencia una construcción de sentido en dos aspectos; por un lado, nuestra fuerte relación con el espacio urbano y callejero y, por otro, la definida personalidad estética de cada uno de los y las integrantes que convergieron -y convergen- en una singular poética grupal, pero ligados al teatro grupal y el histórico significado del teatro independiente, como movimiento cultural que promueve la búsqueda y el riesgo estético, la crítica social, histórica y política atenta, situada en un contexto específico”, argumentó Verónica.
“Cuando recién empezamos, allá en los noventa, los primeros encuentros eran de ocho horas diarias. Entrenábamos nuestros cuerpos y voces, pero en la búsqueda de un actor, o actriz, lanzada al vacío”, recordó Sandra Pérez Luna.
A su vez, Sandra resaltó que en los comienzos crearon su propio entrenamiento a partir de consignas propuestas por Eugenio Barba, Meyerhold y Grotowisky, acrobacia, Tai Chi, danzas propias, entre otros. “Queríamos una técnica grupal exquisita”, indicó.
“Pasaron los primeros años y empezamos cuestionar parte del entrenamiento técnico, comenzando un proceso de cambio que transmutó nuestra corporalidad hacia un cuerpo festivo, con actores y actrices fuera de sí, navegando distintos géneros; la ruptura se instaló en nuestras obras”, señaló Sandra.
“A partir de allí, el grupo devino en improvisaciones y performances, pero fuera de las salas convencionales; salimos a buscar espacios donde pudiéramos realizar distintos ritos, fuimos por patios y galerías, por casas abandonadas, jardines y basurales, clubes y plazas en los barrios, por decenas de bares y, sin querer queriendo, pasamos de la ceremonia al estallido de la Fiesta, definiéndonos como “Teatro del Borde o nuevo esperpento”, intervino Verónica. “Fuimos moldeando un expresionismo altamente poético e hipercodificado y luego, hacia el humor grotesco; el trabajo de superposición del plano del actor y el personaje”, agregó.
Una experiencia: Tita
Tita Montonfo es salteña, pero vino a vivir a Tucumán para estudiar teatro a fines de los noventa, en la Facultad de Artes de la UNT. “Durante los primeros años de de la facultad, junto a Jéssica Migliori, íbamos frecuentemente a La Sodería casa de Teatro a estudiar y ensayar”, recordó.
“Con Jessi ya éramos habitué de “La sodería” y, una noche, el grupo Manojo de calles hizo allí el pre-estreno de Como agua para chocolate. Recuerdo que esa fue la primera vez que las vi. Quedé fascinada y supe que ése era el tipo de teatro que yo quería hacer”, continuó Tita.
Tan grande habrá sido el deseo de formar parte, que “cuando arrancaron con la temporada de Como agua para chocolate, vi la obra un par de veces más (además del pre-estreno) y pasó algo, azaroso por cierto, pero que me permitió introducirme al grupo; hubo una función a la cual la actriz Delia Ovejero no llegaba, y ya había público esperando. Entonces, ante el apuro, Verónica Pérez Luna me propuso que la reemplazara. Como no podía ser de otro modo de mi parte, acepté y salí a escena con un previo y mínimo instructivo de 15 minutos. Así de lanzado fue mi debut con el grupo”, recordó entre risas Tita, quien se destaca por ser una de las actrices más arriesgadas de la provincia a la hora de poner el cuerpo.
Una teatralidad animal, la fiesta, la comida y la bebida, los cuerpos desnudos voluptuosos y abiertos, la belleza violenta o la violencia dulce y bella al punto del esplendor, el contagio, la sacudida, la dificultad de la mirada, los obstáculos del sentido, un realismo sensorial al punto del espasmo, un cambio de estados abruptos en los cuerpos, estados psicofísico alterados. Actores siempre en riesgo corporal y mental.
Primera poética grupal
2019: teatro y lucha
“Estamos empezando un proyecto de obra en espacio público con varias actrices y actores invitados. No puedo adelantar mucho, puesto que siempre trabajamos desde la investigación y vamos en ese proceso. Lo qué sí puedo decir es que este año -más que nunca-, saldremos de la sala hacia las calles, porque la coyuntura lo requiere de un modo urgente”, subrayó Verónica.
“Sabemos que gran parte del teatro, históricamente, tuvo un fuerte compromiso social, pero en estos momentos estamos presenciando fuertes luchas contra las políticas de ajuste y la fuerte oleada neoliberal que nos agolpa”, reflexionó. “Soy una convencida de que los movimientos del feminismo son la única esperanza para derrumbar al patriarcado. También, es una urgencia modificar las lógicas de las instituciones hegemónicas, en las que el poder ha sido históricamente construido”, indicó. “No creo que se trate de una casualidad que en estos momentos seamos tres mujeres las que seguimos en pie”, concluyó Verónica Pérez Luna.
Manojo de Calles es 26 años de mi vida en el teatro, y éste es mi vida, mi profesión y decisión política. También me confronta conmigo misma, abriendo infinitas posibilidades de pensamiento, desintegrándome hasta conocer el vacío y volver a llenarlo. Hacer teatro es estar aquí y ahora presente, es mirar y mirarse con y desde el otro. Es mi trabajo cotidiano de resistencia y lucha ante lo que me violenta. Hacer Teatro me da goce.
Sandra Pérez Luna