Esta nota fue escrita en el marco de la materia Entrevistas de la carrera de Periodismo y Producción de contenidos de Escuela de Comunicación Eter.
Lucía Prieto es fotógrafa y militante feminista. Su particular mirada del mundo está registrada en miles de fotos. En esos trabajos, la mirada de Lucía capta momentos de la historia reciente de forma muy precisa. Esos momentos van desde la celebración del amor, hasta la lucha colectiva por una vida más digna. La mirada de Lucía es sensible y comprometida. Una mirada necesaria en estos tiempos.
La fotografía como expresión artística te lleva a poner tu mirada o el foco, en aquellas cosas que te movilizan, que te conmueven. En tu caso ¿Qué cosas te llevan a elegir los momentos que capturas con la cámara?
Para mí, la fotografía como expresión artística tiene que estar viva. Tiene que latir. Y para que eso pase, tiene que haber una pulsión en el momento de fotografiar, que el gesto previo a la toma surja desde lo visceral, desde lo emocional, o desde las propias convicciones o contradicciones. No puedo fotografiar algo que no me convoque de verdad. Por eso intento no ficcionarme a mí misma: no tanto en relación con la realidad externa, sino con mi forma de ver y entender el mundo. Fotografío desde ahí: desde lo que me conmueve, desde lo que no puedo, ni quiero, ignorar.
Eso atraviesa tanto mi práctica fotográfica más militante como mi búsqueda más artística o poética; en ambos casos, fotografío desde una necesidad interna de decir algo.

¿Cómo llega tu primera cámara de fotos a tus manos?
De chica -nací en el 84-, usé cámaras analógicas como muchxs en esos tiempos, pero no recuerdo haber tenido una conexión especial con la imagen en aquel entonces. La primera cámara que me marcó llegó en 2006, cuando nació mi hija. Mi mamá, que vivía en el exterior, me regaló una Panasonic compacta con la intención de poder acercarle el crecimiento de su nieta a través de las fotos.
Mirando a mi hija, y explorando el autorretrato con un trípode y la luz de una estufa mientras ella dormía, algo se encendió en mí y nunca más se apagó.
Leí en otra entrevista que sos autodidacta y que aprendiste viendo muchas fotografías. ¿Recordás cómo fue el momento en que decidiste que querías dedicarte a la fotografía?
Es verdad! En ese momento, era una madre primeriza muy joven, con poquísimo tiempo libre para mí, sin contención familiar para las tareas de cuidado y con una economía bastante precaria, así que no podía estudiar fotografía como me hubiera gustado. Encontré mis propias herramientas de aprendizaje mirando muchísimas fotos, tratando de descubrir por qué algunas me atrapaban y otras me resultaban indiferentes. Copié mucho a mis referentxs en los comienzos. Tocaba botones, probaba cosas una y otra vez. Siempre con un espíritu muy lúdico. Fue un aprendizaje lento, pero muy divertido para mí.
Un tiempo después empecé a trabajar como recepcionista en una empresa, en 2009. Con la ayuda, nuevamente, de mi mamá, pude comprar mi primera cámara réflex. Laburaba de lunes a viernes, y algunos fines de semana asistía a un fotógrafo en casamientos. En mis ratos libres seguía explorando, retrataba a mis amigues, buscaba nuevas fotos.
¿Cómo vinculas la fotografía y la política? ¿Crees que el arte puede ser una herramienta política?
Para mí, todo es político, y el arte no está exento de eso. La fotografía, al igual que cualquier otra forma de arte, no puede escapar a esa carga política. Cada decisión tomada en el proceso fotográfico, desde el encuadre hasta la selección del sujeto, es una declaración política. No creo en un arte apolítico o neutral, ya que incluso la falta de posicionamiento también constituye una postura política.
En el ámbito de la fotografía documental, aunque parezca un debate saldado, todavía me encuentro con discusiones en redes sociales sobre la dicotomía “subjetividad/objetividad”. Yo defiendo la subjetividad en la fotografía. No solo se trata de las imágenes que capturamos, sino de cómo las capturamos, qué mostramos y qué decidimos dejar fuera. Cada una de esas decisiones está mediada por nuestra experiencia personal y nuestro contexto socio-cultural y económico. En ese sentido, la fotografía es siempre una forma de intervención, y el hecho de decidir qué recorte hacer de la realidad ya es un acto político.
En mi caso, la fotografía está siempre cargada de intención. Incluso en los trabajos más personales, los sujetos que elijo, las situaciones que retrato y las escenas que me conmueven están marcadas por mis convicciones y mi mirada crítica. En el caso de las marchas, por ejemplo, al armar un retrato no intento capturar una “realidad objetiva”, sino transmitir el contexto social y político que subyace en esa situación, dándole visibilidad a lo que me parece importante. Mi mirada está siempre comprometida con lo que creo y defiendo.
Además de las movilizaciones masivas participaste en varios encuentros de mujeres y el colectivo LGBTIQ+. ¿Qué me podés contar de esas experiencias? ¿Cuál crees que es la importancia de poner el ojo en este tipo de vivencias colectivas y de construcción?
Desde 2015 participé en todos los encuentros y manifestaciones del colectivo feminista que me fueron posibles desde mi lugar de mujer, fotógrafa y militante. Ese recorrido no solo marcó mi forma de estar en el mundo, sino que también constituyó el cuerpo de trabajo más extenso de mi archivo fotográfico hasta hoy.
En este contexto, la imagen tiene un rol fundamental: nos permitió narrarnos en primera persona. Fuimos lxs propixs protagonistas de esas luchas quienes empezamos a documentar nuestras vivencias, nuestra militancia. Esa perspectiva situada tiene un valor político y simbólico enorme, porque desarma relatos hegemónicos que durante años hablaron por nosotrxs.
En un análisis que compartí durante una mesa redonda en el MALBA, sobre fotografía en manifestaciones, señalé cómo esas imágenes permiten, vistas con el paso del tiempo, leer las transformaciones del movimiento. Esas transformaciones se ven reflejadas en las consignas y como se fue gestando un cuerpo colectivo: la mirada se desplaza: se pasa de hablar hacia “afuera” a hablarnos entre nosotrxs. Y fue dejando de ser una-unas para ser todas.
Por eso valoro tanto ese archivo que construimos entre muchxs: un registro colectivo, plural, diverso, que no sólo documenta la historia del movimiento, sino que también da cuenta de nuestra propia evolución como sujetxs políticxs.
Si pudieras imaginar una foto de tu vida dentro de 10 años, ¿cómo te gustaría que sea?
No lo sé. Espero que sea una versión sincera de mí. Ojalá en calma con la persona en la que los años y las experiencias me hayan convertido. Deseo que siga teniendo ganas de participar en la construcción de un mundo más humano, más empático y más justo, desde el lugar que elija habitar en ese momento. Y claro, espero que esa Lucía del futuro siga conectada con la fotografía, sin haber perdido ni la pasión, ni la curiosidad, ni el juego.
Esta nota fue escrita en el marco de la materia Entrevistas de la carrera de Periodismo y Producción de contenidos de Escuela de Comunicación Eter.