Por Romina Zanellato para Cenital
Cuando se llega por mar, lo primero que se ve es ese cartel de “Welcome to the Falkland Islands” delante de una hilera de típicas casas inglesas de techos a dos aguas de tejas rojas, azules o verdes. Para llegar hoy por avión hay que pasar por Inglaterra y hacer cuarentena, antes se podía ir sólo a través de Chile o Uruguay, en algún momento hubo una corta comunicación desde Argentina.
Pisar el territorio presenta una perspectiva poco explorada en la escritura postguerra, que permite formular nuevas preguntas, muchas de las cuales fueron disparadas por la curiosidad que despierta el amplio campo simbólico que representan las islas. La literatura avanzó sobre ese terreno desde, por lo menos, el siglo XVIII. Ni del todo propias ni de otros, las Islas Malvinas son tierra fértil para las letras, por intrigantes, por desconocidas, por el trauma o por el reclamo soberano: relatos de proezas militares con heroicas víctimas, crónicas de viajes, diarios de expediciones naturalistas, testimonios de los soldados, textos de no ficción que recrean hechos históricos, novelas de ciencia ficción con robots. Las biromes apuntan a las Islas desde antes de la guerra, y la continúan hoy, 40 años después, pero ¿cómo se puede seguir escribiendo sobre ellas?
“No me fue indiferente pisar las islas”, dice Sebastián Carassai en la introducción de su último libro Lo que no sabemos de Malvinas. Las islas, su gente y nosotros antes de la guerra. “No me sentí turista ni local. Ajenas y familiares a la vez, no creo que haya muchos argentinos con recuerdos de la guerra que puedan visitarlas sin experimentar algo parecido a un duelo”.
En su libro, novedad de este mes de la editorial Siglo XXI, el sociólogo se pregunta cómo era el vínculo entre isleños y continentales antes de la guerra, y cómo cambió a partir de 1983. El día a día de la gente común, a través de una profunda búsqueda de lo que se publicaba en las revistas durante la década del 60 y 70, lo que salía en los medios ingleses y de su trabajo de campo. “Lo que fue cambiando a lo largo de mi investigación fueron las preguntas”, dice en diálogo con Cenital.
Conocer el pasado para hacer una foto del presente más ajustada a la realidad. “En la introducción planteo algunas de esas preguntas, por ejemplo: ¿qué sabía o qué podía saber un argentino en el continente de la comunidad isleña, cuando viajar a las islas era algo excepcional y no había un contacto oficial y permanente entre las dos orillas? Y al revés: ¿qué sabían los isleños de los argentinos antes de que el Acuerdo de Comunicaciones hiciera posible un vínculo permanente? ¿Cuándo se enteraron los isleños de que la Argentina reclamaba la tierra que habitaban?”, dice
Caminar las calles de las islas en busca de esas pistas, con la mirada lo más despojada posible del sentimiento argentino, para ser más objetivo y que el deseo no interfiera, fue su tarea más difícil.
El periodismo, cuarenta años después de la guerra, busca las respuestas en lo chiquito, en los gestos de una sociedad isleña que es desconocida y mitificada en partes iguales. Carassai recuerda, como un buen ejemplo de esto, una publicidad de la editorial Abril de comienzo de los años setenta donde anunciaba que sus productos iban a llegar a Puerto Stanley. “Decía algo así como: ‘para la mujer malvinense, Claudia; para el hombre malvinense, EL, para los pequeños malvinenses, Recreo Escolar y Bolsillitos’. La noticia despertó inmediatamente mi curiosidad”, cuenta, y las preguntas se multiplican: ¿cuántos isleños sabían castellano? ¿por qué para los publicistas era importante la presencia en las Islas?.
Para él, una respuesta posible se encuentra en que no pocos argentinos apostaban a que las comunicaciones entre el continente y las islas acercaran ambas comunidades, incluso sin un plan concreto de soberanía y gobierno del territorio.
Viajar a la búsqueda de esas respuestas lo ayudó para pensar nuevas preguntas, porque, como dice, “aun cuando viajé informado y habiendo leído todo lo que encontré, en español e inglés, sobre la situación actual de las islas, el contraste con lo que las islas eran antes de la guerra, o el contraste de Stanley con cualquier pueblo de similares características de la Patagonia, es asombroso”. Para Argentina la imagen de las islas parece haber quedado congelada en la guerra, y lo que allí se encuentra es una sociedad que cambió mucho desde aquel entonces.